Se habían relajado demasiado: claramente, un prófugo no postea. A fines de marzo, Axel Joel Santa Cruz y Brian Jara subieron una foto a Facebook, lo que parecía ser una simple juntada de amigos con fernet. Santa Cruz y Jara, ambos de 19 años, oriundos de Fuerte Apache, levantaban el pulgar en la imagen, sentados en reposeras; el lugar era el patio de la casa de la madre de Santa Cruz sobre la calle Darwin en el barrio Ameghino de la zona de Pilar. Quizás se olvidaron o no tenían en cuenta que la Justicia monitoreaba cada uno de sus perfiles y contactos.
Poco después, la Sub DDI de Pilar ingresó por la fuerza a la casa de Pilar para llevarse a ambos, en un operativo bajo las órdenes de los fiscales federales Fabián Matilla y Pedro Rebollo, con asiento en Campana, con el apoyo de la UFESE, el ala del Ministerio Público dedicada a investigar secuestros extorsivos, dirigida por el fiscal Santiago Marquevich. Jara no se resistió y puso las manos en alto; Santa Cruz, supuestamente entrenado en kick boxing, prefirió enfrentarse a golpes con los efectivos.
Ninguno de ellos tenía antecedentes penales, pero no era la primera vez que se los buscaba en aquellos días: la Policía Bonaerense ya había irrumpido en el Fuerte Apache a principios de ese mes para intentar encontrarlos sin éxito. Otros seis cómplices de Jara y Santa Cruz ya habían caído. Faltaban ellos dos.
Era el fin de un cuatrimestre intenso. De acuerdo a la Justicia federal, Jara y Santa Cruz habrían cometido 20 secuestros extorsivos desde diciembre de 2016 hasta marzo de este año a lo largo del área metropolitana, doce hoy con imputación o procesamiento, otros ocho con fuertes sospechas de cara a víctimas que no pudieron reconocerlos. La "banda del monoblock 19″, los bautizó la Policía Bonaerense, por su costumbre de nuclearse alrededor de ese edificio del complejo Fuerte Apache, entre pasillos y carcazas de autos quemados, una de las bandas más voraces y efectivas de la historia reciente.
Dos casos, por los cuales "Pachu" y Brian ya fueron procesados por el juez González Charvay, son bastante ilustrativos. El primero ocurrió a comienzos de enero, con un Volkswagen Fox con denuncia de robo como vehículo y una vecina de un country de Pilar como víctima. La banda se alzó esa vez con 4500 dólares, mil euros y un reloj. La víctima fue liberada en una estación de servicio de Once. Un miembro de la banda terminó expulsado esa vez, por haberle disparado por error al amigo de la víctima que entregó el botín.
El segundo ocurrió a fines de ese mes, con una Renault Sandero Stepway también robada. La víctima: otra mujer. El botín fue de 80 mil pesos; la huida de los secuestradores incluyó un tramo furioso en contramano por la Panamericana.
No solo la Justicia de Campana y Morón se encargaron de buscarlos; otros fiscales pidieron por ellos en Capital Federal, San Isidro y Lomas de Zamora. Hubo 35 ruedas de reconocimiento para toda la banda: tres víctimas señalaron a "Pachu" por su cara o por su voz. Otra víctima y su entorno apuntaron a Brian.
Así, Santa Cruz y Jara acumularon expedientes en su contra. "Pachu", solo por su parte, tiene ocho procesamientos en total, tres de ellos requeridos por el fiscal federal Sebastián Basso en Morón. Sin embargo, el viernes pasado, el fiscal Basso y Santiago Marquevich desde la UFESE dieron un paso más allá en la causa de la banda del monoblock 19.
Los fiscales, de acuerdo con documentos a los que accedió Infobae, aglutinaron las acusaciones de secuestro con múltiples agravantes y pidieron al juez Néstor Barral que procese por el delito de asociación ilícita a los nueve miembros de la banda detenidos, incluido un menor de 17 años y el presunto jefe máximo de la organización y encargado de dar las ordenes, Hugo Leonardo Cruschiel, de 33 años de edad, también oriundo de Pilar y preso en el penal de Ezeiza tras ser detenido el 2 de febrero, con su participación directa probada en al menos dos casos. Barral firmó los procesamientos en la mañana de este martes.
"Una comunidad criminal", definieron Basso y Marquevich a la banda del monoblock 19. Fuerte Apache mismo se volvió una clave para sus movimientos. "Sin importar el lugar de interceptación de sus víctimas, la circulación de los captores se circunscribía a las trazas de la autopista Acceso Oeste y la avenida General Paz. Además de ser vías rápidas que facilitaban una huida exitosa ante una eventual intervención policial, la elección de estas arterias no fue azarosa: ambas son de fácil y rápido acceso a Fuerte Apache", aseguraron los fiscales en su escrito presentado ante el Juzgado Federal N°1.
Los vínculos entre los miembros, determinados por escuchas telefónicas y conversaciones de Whatsapp, con entrecruzamientos a cargo de la DATIP conducida por la fiscal Cristina Caamaño, fueron elementales para sostener la nueva imputación por asociación ilícita. "Pachu", por ejemplo, parecía ser un delfín de Chrusciel, un predilecto; habría convencido a su jefe de que le compre un chaleco antibalas. "Sé del respeto que te tiene la gente, si vos me decís blanco, es blanco, eso lo sé de acá a Luján, tu palabra es sagrada, amigo", le dijo Chrusciel.
El celular que se le encontró a "Pachu" cuando cayó en casa de su madre le selló la suerte. Santa Cruz borró la aplicación de WhatsApp. Sin embargo, se olvidó de quitar los audios todavía cargados en la memoria. "Compa, ayer hicimos eso con Leo y el Gonzalo y nada, salió todo bien, trajimos un par de pesos, ahora después venite y te hacemos la astilla…", dijo Santa Cruz en un mensaje, aludiendo a Chrusciel y "Dibu" Reynoso, otro miembro de la banda preso.
Otros mensajes son más desafiantes: "…Vamos a trabajar, amigo, que no tengo a nadie, somos tres: somos yo, Leo y Rey. Gente que tiene miedo no queremos amigo, si vos ya sabés, vamos los cuatro y entramos millones, amigo, si sabés; vamos y entramos plata aparte re bien, con todas las ganas, estamos todos cagados de hambre, vamos a hacer plata…". Lo que sigue es más fuerte: "Bueno, ¿con quién tenés onda, amigo? Vamos mañana, tomamos toda la villa de rehén y fue corta. Esto es así, amigo, ¿nosotros somos mafia o no somos mafia? Somos re atrevidos nosotros, zarpados en robar, amigo, zarpados en secuestrar".
Había fotos, entre más mensajes con expresiones de deseo sobre pegarle un tiro a un policía y alusiones a un intento de homicidio frustrado por un arma trabada: cinco fajos de billetes de cien pesos con carteles que indicaban destinos como "alquiler", "comida" y "putas", imágenes de pistolas varias. Brian también aparece, Santa Cruz le consulta sobre "un descarte" de supuestas balas en su casa.
Hay una última jugadora en la causa, que jamás empuñó un arma o subió a una víctima a un asiento trasero: Natalí Sharon Reinoso, de 22 años, vecina de Fuerte Apache, empleada de un merendero de la zona, con un novio preso. Para Basso y Marquevich, Natalí se habría encargado de la logística con la banda.
Sus explicaciones bajo declaración indagatoria fueron calificadas de "endebles": las escuchas a su teléfono demostraron que sabía, por ejemplo, cuánto se había llevado Santa Cruz tras un secuestro, que con ese dinero "Pachu" le había puesto una peluquería a su hermana, preguntó por supuestos soplones, increpó a otros bandidos del Fuerte por supuestas traiciones y se comunicó con una joven que habría estado con Brian y "Pachu" cuando fueron detenidos.
Otra escucha ligada a la banda apunta que Brian le entregaba a Natalí cada peso que ganaba en sus ataques. El total que recaudó la banda en los doce hechos imputados, de acuerdo con lo que denunciaron las víctimas: 404 mil pesos, 20 mil dólares y dos mil euros.