El narcotráfico es el delito más machista de todos. No es para nada común ver a una mujer señalada como jefa. Hubo una excepción a la regla en la Villa 21 de Barracas el 12 de enero pasado.
Karina Elizabeth Robles, de 39 años, no se dejó llevar presa tan fácilmente, al menos según su declaración indagatoria ante el juez federal Sergio Torres. Fue un cierto alboroto cuando la división Antidrogas Especiales, que depende de la Superintendencia de Drogas Peligrosas, de la PFA, la arrestó en una casilla de la manzana 19 del asentamiento. Contó que minutos antes, mientras tomaba tereré con su pareja, dos chicos paraguayos de apenas 9 años habían llegado para avisarle que una banda rival de la villa Zavaleta, cercana a la 21, quería secuestrar a uno de sus hijos, lo que lo obligó a salir de la casa que ocupaba. No lo tenía permitido, en teoría: Robles estaba confinada ahí bajo arresto domiciliario por una condena narco. Al salir, se encontró con la PFA, que no perdió el tiempo en esposarla.
"Me agarraron entre 6 o 7 y me tiraron al piso", aseguró ante el titular del Juzgado Federal N°12. Casi de inmediato, Robles comenzó a forcejear, para golpearse a sí misma contra una pared en lo que parecía ser una crisis de nervios. Poco después, según ella misma, fue tratada en el hospital Ramos Mejía, para luego terminar en el penal de Ezeiza. Lo cierto es que Robles no fue el único objetivo en la mañana del 12 de enero; el llamado "Operativo Tres Hermanas" apuntó a encarcelar a todo su clan tras meses de investigación del juez Torres y la secretaria Verónica Bresciani que incluyeron seguimientos y filmaciones. Junto a Karina, cayeron sus hermanas Liliana Graciela y María Mercedes, alias "La Peque" o "Chupelupe" con otros cinco cómplices en la Villa. La acusación en su contra: ser las presuntas dueñas de la venta de pasta base en una de las villas más conflictivas en territorio porteño.
Torres procesó como narcotraficantes con prisión preventiva a los ocho detenidos a poco más de dos semanas de su detención. Hoy, Robles, sus hermanas y sus supuestos cómplices enfrentan un juicio ante el Tribunal Oral Federal N°6. Se allanaron nueve puntos ligados al clan en el operativo, principalmente de las casas de las hermanas. Karina fue arrestada, a pesar de su prisión domiciliaria, no en su casa sino en la de María Mercedes. En casa de Karina en la manzana 15, por ejemplo, se hallaron más de 2300 pedazos de marihuana lista para la venta, junto a una balanza y varios envoltorios.
El procesamiento, en concreto, vincula a las Robles con más de 2400 dosis de pasta base, algo más de un kilo de material altamente adictivo junto a 17 kilos de marihuana y un chaleco antibalas. A excepción de la casa de Karina, los otros ocho domicilios allanados estaban todos en la manzana 19 de la Villa y en un radio de apenas cuarenta metros: para Torres y Bresciani, esto es un virtual corredor de paco, beneficiado por su difícil acceso geográfico y números catastrales que siempre cambian.
María Mercedes, por ejemplo, fue detenida en la casa 112 de la manzana 19, una suerte de faro para adictos por la imagen del Gauchito Gil junto a su puerta. En ese lugar se encontraron más de 300 envoltorios de paco. Una causa del año pasado, instruida por el Juzgado Federal N°11 de Claudio Bonadío ya implicaba a las hermanas y a "la finca identificada con las imágenes del Gauchito Gil y frente a estas otras dos viviendas utilizadas como Kiosco para la comercialización de material estupefaciente por parte de las hermanas Robles quienes por la ubicación del lugar y la peligrosidad armada de consumidores que trabajan para ellas mantienen el 'control y dominio' de este pasillo".
Los matriarcados transa de la Villa 21
Las narrativas narco de las villas porteñas en los últimos 15 años, protagonizadas por peruanos y paraguayos con culturas fuertemente machistas, muy rara vez tuvieron a una mujer como jefa. Sin embargo, las Robles no fueron pioneras en el límite villero entre Barracas y Parque Patricios con el barrio Zavaleta, el lugar con más homicidios en la Capital según el Consejo de la Magistratura, como correlato inmediato. En mayo de 2013, Torres llevó a la Justicia a la banda de las "narcoesposas" del mismo asentamiento, mujeres que se hicieron cargo del negocio luego de que sus maridos capos cayeran presos. Un arrepentido señaló a María Estela Ruiz Díaz Maciel, Estela Maris Barreto Vega, Olga Sebastiana Ruiz Díaz y Marta Eva Paiva Vega como responsables de una red que traía cocaína boliviana a través de balsas desde Paraguay a Formosa. Tenían una pequeña fortuna en polvo: 4100 tizas de cocaína por más de un millón y medio de pesos, según publicó La Nación en aquel entonces. Que las Robles hayan presuntamente montado su propio negocio no es tan sorprendente.
La historia de Liliana, la mayor de todas, fue la más dramática: reconoció en su indagatoria ser adicta a la pasta base, que paga diez pesos la dosis, un precio mucho menor a los 30 que cotiza en zonas como Constitución. Desde las fiestas de fin de año hasta su arresto, menos de a una quincena, reconoció haber fumado paco al menos ochenta veces. Dijo que su marido había sido condenado por robo hace cuatro años atrás, que su hijo mayor estaba muerto. Que su última hija, una bebé, había quedado al cuidado de una vecina, en la que Liliana no confiaba demasiado. Para Karina Robles, que recibió el beneficio de la detención domiciliaria por un problema médico, su última detención no fue su debut.
En marzo de 2012, había terminado ante la Sala II con un procesamiento sin prisión preventiva y un modesto embargo de cinco mil pesos, luego de ser rápidamente investigada ese mismo año por el Juzgado Federal N°6 a cargo de Rodolfo Canicoba Corral. Tráfico de drogas fue el cargo; se había encontrado en su casa de la Villa 21 un colador con restos de cocaína y varios envoltorios de plástico negro, con balas de distintos calibres en los cajones en la pieza de sus hijos. Un llamado anónimo a una comisaría de la zona fue lo que llevó a allanarla.
La mujer, en su indagatoria, se desligó de culpas: dijo que la parafernalia era de uno de sus hijos, que sufría de un problema de adicción y que su otra hija hasta habría visto que un policía de civil le plantaba evidencia por la ventana.
Al final de su instrucción, Torres y Bresciani pudieron establecer los roles de cada una. Al estar presa en su casa, al menos en teoría, Karina no debía tener demasiada autonomía de movimiento. Se limitaba, según el procesamiento, a mover paquetes y gritar "¡ya está el cordero!" para señalar a policías encubiertos que pasaban por su esquina en la Villa 21. Liliana Graciela Robles fue filmada por la PFA envolviendo pasta base. María Mercedes, la menor de las tres fue señalada como la supuesta líder, encargada de "coordinar la logística para el armado futuros envoltorios de material estupefaciente".
Madre de cinco hijos, María Mercedes, "La Peque" o "Chupelupe" afirmó que vivía de alquilar peloteros, de vender panchos ocasionalmente y de un subsidio de la Tarjeta de Ciudadanía Porteña del GCBA. "Es una barbaridad lo que me están acusando. Soy madre soltera, me separé del papá de mis hijos por el motivo de que él se drogaba y me vendía todo", afirmó ante Torres. Sin embargo, encontraron documentación a su nombre que la ligan a una camioneta Renault Duster y un auto Volkswagen Cross Fox. Su hermana Karina apenas tenía una pequeña moto Gilera a su nombre.