Hacía tiempo que no se lo veía. De hecho, ya llevaba una década sin poder trabajar. Sin embargo, ese viernes 11 de diciembre del 2020, cuando falleció a los 67 años en la Clínica de Cuidados Paliativos Baires en la que se encontraba internado, no hubo nadie que no recordara la picardía de sus personajes. Ni la de él mismo. Carlos Calvo lo había tenido todo: fama, dinero, mujeres y proyectos a granel. Pero, justo cuando estaba dispuesto a dejar de lado al galán para incursionar en otros rubros y renunciar al picaflor para formar una familia junto a la psicóloga y actriz Carina Galucci, la vida le dio un golpe que no se esperaba. Y, desde entonces, todo cambió para él.
Corría el año 1999. El ex galancito, que entre otras obras había encabezado Extraña Pareja junto a Ricardo Darín en 1984 y por el que las fanáticas de su época suspiraban sin cesar, había decidido que ya había llegado la hora de empezar a encarar otro tipo de papeles. Quería que dejaran de recordarle por la calle algunas frases como “¡Es una lucha!” o “Vos fumá”, que se habían arraigado en el idioma cotidiano de los argentinos luego del éxito de la comedia Amigos son los amigos, que había protagonizando junto a Pablo Rago entre 1990 y 1993 con picos de 50 puntos de rating. Y, haciendo caso omiso al mito sobre la supuesta maldición que cae sobre los actores que personifican a Drácula, aceptó formar parte de una miniserie con una versión libre sobre el Conde de Transilvania.
Estaba feliz. Y lo expresaba en cada una de las entrevistas que brindaba para hablar de su nuevo proyecto. Sin embargo, el 14 de marzo de 1999, justo cuando terminaba de grabar una escena de esa ficción bajo la dirección de Diego Kaplan, sufrió un ACV (Accidente Cerebro Vascular). Tenía 46 años y, de repente, todos sus planes cambiaron. Pasó once días internado en el Instituto del Diagnóstico y Tratamiento. Y, finalmente, logró salir adelante. Pero le quedaron secuelas, ya que el coágulo cerebral le había afectado la movilidad de su brazo y su pierna izquierdos. Así que tuvo que atravesar un largo proceso antes de poder volver a trabajar.
En ese momento, Galucci estaba embarazada de Facundo, el primer hijo de la pareja, quien hoy tiene 25 años y sigue los pasos de su padre. La mujer, de quien se había enamorado en 1998 y con quien se casó tras el nacimiento de su primogénito, fue una pieza fundamental para la recuperación de Carlín, ya que en lugar de abocarse a armar el ajuar del bebé se ocupó de acompañar al actor a una clínica de La Habana, Cuba, donde se sometió un tratamiento de rehabilitación que luego siguió de manera ambulatoria en la Argentina. Así fue como, finalmente, en el 2001 y aunque con algunas limitaciones que gracias a su profesionalismo pasaban inadvertidas para el público, Calvo pudo volver tanto al teatro como a la televisión.
En marzo de 2006, en tanto, llegó Abril, la segunda hija del actor y Galucci, que en la actualidad tiene 18 años. Y todo parecía haberse encaminado en la vida de Carlín. Trabajo no le faltaba. Y dejando atrás sus tiempos de Don Juan, en los que se había vinculado con mujeres tan codiciadas como María Noel Genovese, Cecilia Cenci, Elvia Andreoli, Adriana Salgueiro, María Leal, Luisina Brando, Marisa Mondino, Julieta Ortega o Patricia Echegoyen, entre muchas otras, ahora solo parecía tener ojos para su esposa. Y lo único que deseaba, era darle lo mejor a su familia.
Sin embargo, el 4 de octubre de 2010, sucedió lo que nadie esperaba. Calvo estaba por salir a escena para hacer una función de Taxi 2 en Mar del Plata, cuando de repente empezó a sentirse mal. Fue uno de sus compañeros, Diego Pérez, el que se dio cuenta de que algo estaba pasando y llamó al servicio de emergencia para que lo asistieran. Entre el público que lo esperaba en la platea estaba su hijo. Pero él nunca pudo salir a escena: a los 57 años, había sufrido su segundo ACV. Y su estado era por demás preocupante.
Para entonces, su matrimonio con Carina ya se había desgastado. Se supo entonces que ambos llevaban un par de años separados de hecho y que ya habían iniciado los trámites de divorcio. Sin embargo, Galucci se hizo cargo de la situación y acompañó a Carlín durante el largo tratamiento que debió realizar en la Clínica Fleni. Claro que, en esta oportunidad, la recuperación no fue tan simple. Había perdido la capacidad de leer y escribir y le fallaba la memoria inmediata. De manera que, salvo algunas participaciones esporádicas como la que hizo en la obra Leonas junto a Carmen Barbieri y Nazarena Vélez en 2015, no pudo volver a trabajar.
Tuvo la suerte de tener a su lado a algunos amigos entrañables, como Javier Faroni, quien nunca le soltó la mano ni a él ni a su familia. Se habían conocido muchos años antes en la puerta de un teatro, ya que su abuela era fanática de Calvo pero no tenía plata para pagar la entrada de la obra y el actor la invitó. El productor fue quien se encargo de que Carlín no pasara necesidades ni en su peor momento. Pero la realidad es que, durante los últimos diez años de su vida, ya no era el mismo que todos conocían.
Había nacido el 21 de febrero de 1953 en San Antonio de Padua, provincia de Buenos Aires, donde forjó su personalidad seductora. Y, desde la primaria, había demostrado su talento sobre las tablas participando de diferentes actos escolares. Cuentan, quienes lo conocían, que en realidad había decidido dedicarse profesionalmente a la actuación con tan solo 17 años, porque sabía que era la mejor manera de vincularse con el sexo femenino. Pero que, tras sus primeros papeles en Canal 7 y Canal 9, supo que tenía una verdadera vocación. Y empezó a estudiar en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, tomando clases con maestros de la talla de Augusto Fernández, Lito Cruz, Elsa Berenguer y Agustín Alezzo.
La lección de anatomía, Equus, Mamá y La pulga en la oreja en teatro, El Rafa, RRDT y Gasoleros en televisión y Los hijos de López, Adiós, Roberto y Comodines en cine, son algunos de los tantos trabajos que figuran en su currículum. También son memorables sus anécdotas personales, como la del día que imitó el maullido de un gato para que no lo agarrara un marido que había llegado de improviso o la noche que llegó a su casa con una joven sin recordar que había dejado a allí a otra. Era un chanta, pero comprador. Y también era talentoso. Por eso, aunque no pudo despedirse como él hubiera querido, tanto sus afectos como el público lo siguen teniendo presente. Y prefieren recordarlo con esa sonrisa atravesaba corazones.