Estaba haciendo lo que más amaba cuando, de repente, partió para siempre hacia otro plano. Era el sábado 13 de noviembre del año 2004. Llovía. Y Domingo Cura, que había sido convocado por Chico Novarro para participar del espectáculo Un autor en concierto, estaba tocando sobre el escenario del Teatro Lola Membrives cuando se desplomó. Todos se sobresaltaron y corrieron a pedir ayuda. Pero no hubo nada que hacer. El bombista santiagueño, de 75 años de edad, había muerto de manera repentina a raíz de un infarto masivo.
De manera metafórica, la mayoría de los músicos suelen decir que les gustaría despedirse de este mundo actuando arriba de un escenario. Pero en el caso de Cura, esto fue literal. “Yo lo convoqué para que tocara un solo, él vino y en ese momento pasó todo. Estaba muy contento de encontrarse con nosotros”, había relatado el autor de Arráncame la vida, que en ese momento se encontraba compartiendo el espectáculo con su hijo, Pablo Novak. Y, antes de acompañar al cortejo que llevó los restos del músico al cementerio de la Chacarita, se consoló diciendo: “Nos queríamos muchísimo, éramos amigos desde hace cuarenta y pico de años. Lo bueno es que alcanzamos a despedirnos de él...”.
Nacido en Santiago del Estero el 7 de abril de 1929 en el seno de una familia de inmigrantes sirios, Domingo comenzó a hacer música a los 6 años, usando a modo de tambores algunas latas vacías y cajas de madera. Tardó en poder tener acceso a su primer bombo legüero. Y fue autodidacta, aunque reconocía que le hubiera gustado estudiar en un conservatorio para poder “anotar sus ideas” en un pentagrama, algo que él no sabía hacer.
Cura fue considerado como el percusionista más destacado de la historia de la música folclórica argentina. El artista, también incursionó en el jazz, bolero, candombe, las melodías caribeñas y el rock nacional, donde tuvo una destacada participación a raíz de su estrecha amistad con Litto Nebbia. “A veces acompaño a otros ritmos, pero en esos casos utilizo otros instrumentos de percusión”, decía el bombista que también sabía tocar el bongó, las tumbadoras, el güiro, los redoblantes, las maracas y el pandero.
Así fue como, después de integrar la Orquesta de Eduardo Armani en 1954, pasó de participar en La misa Criolla junto a uno de sus mayores socios, Ariel Ramírez, en 1964, a grabar junto al cantante de Los Gatos el tema Si no son más de las tres (El Bohemio). que abría el álbum Despertemos en América, en 1972. Compartió escena con Mercedes Sosa, a quien acompañó en muchísimos de sus recitales, Astor Piazzolla, Jaime Torres, Víctor Hugo Díaz, Chabuca Granda, Palito Ortega, Los Panchos, el Gato Barbieri, Milton Nascimento, Nat King Cole y Vinicius de Moraes.
Un capítulo aparte merece lo que generó el encuentro del bombista con Gustavo Cerati, quien lo había convocado para participar de la grabación del tema Sulky, incluido en el álbum Siempre es Hoy, en el año 2002. “Tenía una base rítmica con un sampler de un vinilo de los años ‘60 de Domingo Cura y me dije: ‘¿Por qué no llamarlo y reemplazar el sampler por el original?’. Yo quería que grabara en vivo, pero me sorprendió queriendo grabar sobre su propio sampler”, había contado el líder de Soda Stereo.
Y recordó cómo, fascinado por la vitalidad del bombista, terminó cambiando algunas líneas de aquella canción: “Fue una experiencia buenísima ver la juventud de la música a través de una persona que, desde los años, no es joven. Y ahí me bajó la ficha, que mi juventud depende de eso, de ese espíritu. La energía que desplegó en el estudio me hizo reescribir la letra: ‘Ser como piedras perfectas, imaginarnos de viejos’. Y me dejó la sensación de que la música no tiene edad”.
¿Un detalle gracioso? Al contar esta anécdota, Cerati remarcaba que lo había sorprendido que el bombista quisiera tocar encima del sampler y decía que no podía dar crédito a su energía. Cerati repetía que el bombista tenía 85 años. Hasta que Domingo lo llamó con el pretexto de expresarle que estaba muy contento con el resultado de la grabación, pero le pidió: “Dejá de decir que tengo 85 años porque me estás mandando a la tumba. Tengo 72″.
Domingo Cura tenía las manos suaves y sin callos. ¿Cuál era el secreto del bombo para él? “Hay que saber sacarle sonido y matizarlo directamente. No se trata de tocar fuerte, sino de hacerlo hablar. Y, sobre todo, no sentirse más importante que el solista: ayudarlo, apoyarlo, darle el compás y estarse atrás sin molestarlo, sin pretender aparecer en primer plano”, decía Cura.
Sobre las características del instrumento detallaba: “Debe ser de tronco de ceibo. Se puede hacer de quebracho blanco, pero a mí me gustan los bombos hechos a ceibo. El cuero puede ser de cabra o de vaca, pero el cuero de cabra se afina mejor. Los palos pueden ser de cualquier material: la maza la hago yo con algodón prensado. Con estos elementos ya se puede decir que el bombo es bueno”.
Finalmente, al ser consultado sobre la grabación en la que se sintió más importante, Cura no dudaba en señalar a La misa criolla: “Yo estuve ahí a cargo de la percusión. Al lado mío estaban Chango Farías Gómez, Alberto Alcalá, Jorge Padín, José Correales y Alfredo Remus. Yo los dirigía y, realmente, sentí que ese era el momento más importante de mi vida artística”.