Roxana Randón, la maestra de escuela que se convirtió en una gran actriz: “Era feliz con mi vida pero me faltaba algo”

En diálogo con Infobae, la creadora de Espacio Abierto cuenta cómo fue que dejó su trabajo como docente y sacrificó su matrimonio para para poder llevar adelante su pasión por el teatro

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Roxana Randón (Fotos: gentileza)
Roxana Randón (Fotos: gentileza)

Tengo una gran juventud acumulada”, dice Roxana Randón al referirse a su edad. Y lo cierto es que, en esa juventud de la que habla, ha acumulado sus primeros años en San Juan, su casamiento con Horacio Sbaraglia, el padre de sus tres hijos, Pablo, Leonardo y Javier, sus trabajos como maestra de escuela y el descubrimiento de su pasión por la actuación, que la llevó a desarrollar una exitosa carrera tanto en teatro, como en cine y televisión. Pero claro, en tiempos en los que se esperaba que las mujeres fueran felices sin siquiera salir de sus casas, no fue fácil para ella aceptar que necesitaba jugársela por su vocación. Y, en su momento, esta decisión le costó hasta el matrimonio. Sin embargo, nunca dudó que había tomado el camino correcto. Y mal no le fue. Hoy, además de llevar adelante el estudio Espacio Abierto, donde el sábado 16 de noviembre se presenta con Bastarda sin nombre, sigue siendo una de las figuras más requeridas por los productores. Y el amor volvió a tocar a su puerta, al menos, en un par de oportunidades más...

—Hablemos de su infancia...

—Yo vengo de una familia de inmigrantes. De hecho, mis padres, Luis y Edelweiss, me concibieron en el barco viniendo de Italia. Vinieron directo de Roma, mejor dicho de Génova, porque en ese momento el puerto estaba ahí, a San Juan. La historia de ellos es muy larga, da para escribir un libro. Pero la mía, de chiquita, empezó así.

—¿Fue única hija?

—No, a los tres años y medio nació mi hermana Laura. Y recuerdo esa etapa con mucho cariño. Nosotros vivíamos en una casa con las acequias de fondo, que son los canales por donde pasa el agua. Era un paisaje hermoso. Y yo me crie jugando en esa tierra, llena de árboles, con mis primos que vivían en la misma vivienda pero en otra ala. Ahí hice el jardín de infantes y, después, nos vinimos todos para Buenos Aires.

Roxana y su madre
Roxana y su madre

—¿Qué edad tenía usted?

—7 años. La primaria la hice acá, en la localidad de Sáenz Peña. Y ya desde primero inferior, actuaba en todas las fiestas que había: la de la primavera, la de fin de año... Como iba a una escuela religiosa, hasta hice de Jesús.

—¿En ese tiempo comenzó a estudiar danzas clásicas?

—Así es. Cuando tenía 8 años empecé a tomar clases baile y, después, piano. Y, de a poco, me fui metiendo en todo este mundo.

—Sin embargo, no pensaba dedicarse a la actuación...

—No, yo quería ser abogada. Veía una serie que se llamaba Perry Mason y soñaba con ser ese personaje e ir a los juicios orales. Eso fue hasta que cumplí los 17, más o menos. Pero no sé por qué, de repente me anoté en el curso de ingreso al Profesorado de Historia. ¡No me preguntes qué pasó ahí porque no me acuerdo! Posiblemente, haya pensado que la carrera de derecho era demasiado larga. Y yo, para entonces, ya estaba de novia con Horacio Sbaraglia, el papá de mis hijos.

La actriz en una foto de su infancia.
La actriz en una foto de su infancia.

—¿A qué edad se puso de novia?

—A los 15. Así que en ese momento ya estaba muy de novia. Tanto, que a los 18 me casé con él.

—¡Qué jovencita!

—La verdad que sí. La cuestión es que, mientras estaba haciendo el ingreso a la facultad, me llamó la monja con la que yo había estudiado en la primaria para darme un puesto como maestra en la Paternal. En ese momento, Horacio estaba estudiando medicina, no trabajaba. Y nosotros ya estábamos a punto de casarnos. Así que dejé todo y me puse a trabajar al frente del 5° grado.

—¿Es verdad que tuvo como alumna a Claudia Villafañe?

—Sí, fui su maestra porque ella era de la zona en la que vivía yo. Todavía nos acordamos de eso cuando nos encontramos. Porque tengo la satisfacción de que, tanto ella como sus compañeras, me recuerden como una maestra diferente para las de aquella época. Porque yo era muy jovencita, pero les marqué muchos aspectos hermosos y vitales de la vida.

Randón en su San Juan natal.
Randón en su San Juan natal.

—O sea que, más allá del contenido, hacía hincapié en cuestiones del ser humano...

—Tal cual. Y, evidentemente, les dejé una huella. Porque hoy, que ya pasaron más de 50 años, me lo siguen destacando. La cosa es que seguí dando clases de inglés, de piano. Y me gustaba mucho la vida que tenía. Además, enseguida tuve a mis tres hijos, que hoy tienen 56, 55 y 51 años. Así que a los 24 ya era madre de tres chicos. Y era feliz o, al menos, eso suponía.

—¿Qué pasó después?

—Un día fui con mi marido al Teatro Colón, porque yo añoraba las danzas clásicas. Y, viendo Coppélia, me angustié tanto que me puse a llorar. Entonces dije: “¿Qué me pasa? ¡Si yo soy feliz!”. Porque no era que me había conmocionado por lo que estaba viendo. Sentía que algo se me estaba moviendo adentro. Y empecé a buscar qué era lo que yo quería para mí, más allá de esa vida que consideraba plena.

—¿Entonces?

—Empecé a buscar. Arranqué con un volante que me había traído Horacio de Mimo Contemporáneo, para tomar clases con Ángel Elizondo. Y continué con danza contemporánea, porque la clásica ya no la podía retomar. Pero seguía sintiendo que me faltaba algo. Hasta que una amiga me dijo: “Me parece que tenés que hacer teatro”. Y de ahí no paré más. Me acuerdo que en diciembre, el profesor de actuación nos dijo que nos veíamos en marzo y yo le dije que no podía ser, que tenía que armar algún curso para el verano. Así que hizo uno en el que lo importante era la palabra, el énfasis, la poesía. Y éramos cinco alumnos, entre ellos, Marita Ballesteros y yo. Al año siguiente ya armamos una obra que fue El Andador, que la hicimos por todo el país. Y después siguieron otras...

La actriz protagonizando "Bastarda sin nombre"
La actriz protagonizando "Bastarda sin nombre"

—Hasta ese momento era maestra, esposa y madre: todo lo que se esperaba de una mujer por aquellos años. ¿Qué pasó cuando decidió ser actriz, con todo lo que esta profesión implica?

—Fue una explosión. La verdad que sí. Una explosión. Porque el cambio fue muy fuerte. De hecho, en este caso hizo tambalear a la pareja. Porque, como bien decís, mi esposo me había conocido de otra manera. Así que tratamos de sacar el matrimonio adelante, pero costó. Tuvimos una primera separación, después volvimos a estar juntos. Tal vez fue solo un detonante. Pero fue un sacudón fuerte. Y yo creo que al arte lo tenía en los genes, porque mi mamá, que ya había venido con sus padres a la Argentina en el veintitantos para después volverse a Italia, era soprano y había sido contratada para la primera película con sonido que fue Muñequitas Porteñas. Tengo un pequeño film en el que ella cantaba sentada al piano. O sea que lo mío era hereditario.

—¿Y cómo manejó la situación teniendo tres criaturas?

—Por suerte tenía a mis padres que me ayudaron muchísimo. Y también a mis suegros, aclaro. Tuve colaboración familiar porque con ellos no hubo estallido.

—¿El problema fue, básicamente, en la pareja?

—Exacto. Igual, los chicos estuvieron siempre muy bien atendidos. Yo estaba con ellos todo lo que podía. Y tuve a una señora que me acompañó durante 40 años, Ramona, que se quedaba a dormir y fue una nana preciosa. Ya murió, pero fue fundamental. Y la verdad es que, teniendo en cuenta todo esto, no me resultó tan complejo. Cuando uno hace lo que quiere con mucho amor y sabe dónde están sus valores, se las arregla. Y yo me las arreglé bastante bien. No tengo reproches, sobre todo de mis hijos.

La actriz junto a su hijo Pablo, el músico
La actriz junto a su hijo Pablo, el músico

—Es lo único que importa...

—Es más, yo diría que es al revés. En el caso de Leo, por ejemplo, siempre escuchaba todo lo que yo le contaba que hacía en las clases de Mimo Contemporáneo. Y eso le estimulaba las ganas de hacerlo también. Creo que desde chico se le despertó la vocación por la actuación. Pablo, que es músico, aprendió las notas a upa mío al año y medio. Y Javier, que es el más chico y es arquitecto, también lleva todo esto de la mano.

—¿Qué pasó con el matrimonio?

—Se nos terminó en el ‘81, cuando yo hice Teatro Abierto. Esa obra me llevó a un camino de exposición, más comercial...

—¿Le llegó a fama?

—Ponele. Bueno, sí. Y quedó claro que yo me iba a dedicar a esto todo lo que pudiera. Surgió la obra Sábado de Gloria. Y gané el premio a Mejor Actriz en el concurso de Coca-Cola, así que la marca me apadrinó y conduje los Premios de Artes y Ciencias en la Sala Martín Coronado. Seguí hasta que, un día, vino Carlos Olivieri a pedirme que fuera maquillada a Canal 9 para ver a Carlín Calvo y que se convenciera de que podía hacer de la madre de Mariquita Valenzuela. Así fue como hice la obra Escándalo Internacional en Mar del Plata. Y Ricardo Darín me llamó para hacer el reemplazo de las cuatro mujeres en Rumores, hasta que se fue una y me quedé con el personaje. La verdad es que fue una seguidilla en la que gané mucha popularidad.

Roxana y su hijo Leonardo, actor como ella.
Roxana y su hijo Leonardo, actor como ella.

—De ahí en más su carrera nunca se detuvo. Pero cuando tenía la familia perfecta sentía un vacío y, cuando finalmente pudo hacer lo que la hacía feliz, se encontró sin pareja...

—Así es. Después me enamoré de un actor, Ricardo Arauz, que era el dueño del Teatro Gargantúa. Murió hace unos años, lamentablemente. Con él estuve conviviendo siete años. Y fue más fácil, porque compartíamos la profesión. Él era muy amigo de Alfredo Alcón y era apasionadísimo en su trabajo.

—¿Él pudo entender su pasión?

—Claro. Y yo la suya. Lo conocí en el ‘82, cuando empecé a dar clases en Saenz Peña, donde también comenzó Leo. Yo no sabía dónde depositar su alma, ya que era muy chiquito, así que arrancó con nosotros. Y en el ‘90 ya abrí una escuela en Capital Federal, en la zona de Microcentro. Siempre quise estar en un lugar al que llegaran todos los medios de transporte, así que abrimos un lugar con Luisina Brando y Berta Goldenberg. Más tarde nos separamos y abrí Nuevo Espacio en Callao y Perón. Y, finalmente, en el ‘99 me instalé en Carabelas 255 con Espacio Abierto, donde estoy cumpliendo 25 años.

—Es llamativo cómo se cerró el círculo: empezó como maestra de escuela y terminó como maestra de actuación.

—Sí claro, pero en el 2001 logré la habilitación, así que mi estudio también es teatro y he hecho muchas obras que me han dado placer ahí. Ahora voy a volver a presentar Bastarda sin nombre, donde encarno a Eva Perón, que es un espectáculo que me llevó por todas partes del mundo.

La actriz y Javier, su hijo arquitecto, creador del teatro de Espacio Abierto.
La actriz y Javier, su hijo arquitecto, creador del teatro de Espacio Abierto.

—Si tuviera que elegir el cine, la televisión, el teatro o las clases, ¿con qué se quedaría?

—Creo que la vocación de maestra me sale sola. A los dos años de estudiar teatro empecé a dar clases. Pero la verdad es que me gusta todo. Y me he tenido momentos maravillosos en los que he podido combinar una cosa con la otra. Pero enseñar es una satisfacción al alma, porque yo digo que lo que hago en realidad es ayudar a los otros a descubrir ese diamante que tienen adentro.

—Igual sigue vigente como actriz hasta en las plataformas...

—¡Sí! Hice de la mamá de Coppola en El representante.

—Casualmente protagonizada por su hijo. ¿Qué siente cuando tiene que acompañarlo a alguna premiación, como los Premios Martín Fierro?

—El tema es que no tengo que ir, sino que deseo ir y me encanta. Estoy feliz de acompañarlo. Siempre lo hice, desde que empezó su carrera. Y se me cae la baba de verlo.

—¿Le molesta que, con semejante trayectoria, la presenten como “la mamá de” Sbaraglia?

—Yo hace rato que soy “la mamá de”. No sé si saben mi nombre. Y está bien así.

—¿Sus otros hijos no se ponen celosos?

—¿Vos sabés que no? Porque voy a verlos a ellos también.

Randón como la mamá de Coppola, encarnado por su hijo Leo, en El Representante.
Randón como la mamá de Coppola, encarnado por su hijo Leo, en El Representante.

—¿Va a ver a Pablo con Los fundamentalistas del aire acondicionado?

—Sí, claro. Voy a dónde se puede ir. A veces mi hijo me dice: “No, mamá. ¿Cómo vas a venir a este lugar que tenés que estar parada?”. Pero si es en un estadio como el de La Plata o el de Huracán, donde una persona con juventud acumulada puede ir, yo voy. Y ahora estoy muy metida viendo en YouTube los dos discos que lanzó nuevos. Con Javier, por ahí, es más difícil compartir el trabajo. Pero, cada vez que puedo, digo que el teatro de Espacio Abierto me lo hizo él en un mes.

—¿Cuántos nietos tiene?

—Tres: Juana de 20 años, hija de Leo, y Julia de 18 y Lucio de 15, de Javier.

—¿Y cómo es su relación con ellos?

—Súper buena. Ellos fueron criados por su familia y en parte por mí, porque por suerte mis hijos y mis nueras me llamaban para que los cuidara. Y para mi es hermoso estar con ellos. En enero, por ejemplo, fui con Javier y su familia a Italia y, unos días, los chicos se quedaron conmigo en Florencia, el lugar en que nació mi padre. Y fue maravilloso.

—¿Qué pasa con el amor?

Mi última relación fue con Raúl Serrano, con quien estuve diez años, no conviviendo, hasta que él murió el año pasado. Y ahora estoy sola. Me gustaría enamorarme, la verdad que sí. Pero así también estoy bien. Porque tengo mucho amor y, a la vez, una independencia individual tan fuerte, que habría que ver...

—Si llega que sea para sumar, porque completa ya está. ¿Verdad?

—Exacto. Es eso. Muy bien.

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