“¿Quién es ese buen mozo que acaba de entrar?”, preguntó Mirtha Legrand cuando lo vio llegar al set de filmación. “Es Daniel Tinayre, un director francés”, le respondieron. Y allí sucedió la magia. Corría el año 1945. Y Chiquita, que tenía apenas 17 años, estaba rodando la película Cinco besos, de Luis Saslavsky, cuando sin imaginarlo el destino le puso frente a ella al amor de su vida. Es verdad que, para entonces, ella estaba noviando con un joven cordobés. Y que el hombre que había captado su atención, que ya había cumplido los 35 y tenía fama de picaflor, parecía demasiado mayor para ella. Pero la atracción fue mutua y resultó imposible de controlar para ambos.
Subyugado por la belleza de la actriz, Tinayre decidió enviarle de inmediato un ramo con dos docenas de rosas rojas y una nota que decía: “Hoy ha sido un día inolvidable porque la he conocido”. Sí: él era todo un galán. Y Mirtha no dudó en llamarlo por teléfono para agradecerle el gesto. “Realmente era un hombre muy buen mozo: estaba bronceado, tenía los dientes blancos. Era muy atractivo, muy lindo”, recordó la diva sobre aquel primer encuentro casual, que la llevó a romper su compromiso con su festejante de entonces, un tal Julio Albar Díaz.
Sin perder el tiempo, el francés invitó a Mirtha a concretar su primera cita. Y todo fluyó de tal manera, que el noviazgo se selló con un beso sin testigos en el departamento ubicado frente al Jardín Botánico de Palermo en el que vivía ella. ¿Qué pasó con su ex? Se volvió a su Córdoba natal, donde se casó y formó una familia numerosa lejos de los flashes que perseguían a la Legrand y sin tener más noticias de ella que las que reflejaban las revistas de la época. Aunque hay quienes dicen que, durante algunos años, la diva se mantuvo en contacto con la hermana del cordobés, con la que había entablado una amistad durante ese amorío juvenil.
La relación entre la Chiqui y Tinayre continuó de manera vertiginosa. A los dos meses de iniciado el romance y coincidiendo con el cumpleaños número 18 de Mirtha y su gemela, Goldie, anunciaron su compromiso. Y apenas tres meses más tarde, el 18 de mayo de 1946, se casaron en la Iglesia San Martín de Tours. “Todo rápido. Eso es el amor: yo me enamoré...”, comentó la Legrand al recordar su boda, para la cual decidió utilizar un vestido negro en lugar del clásico traje de novia blanco. La ceremonia fue reflejada en exclusiva por Radiolandia, que compró los derechos de la misma y logró vender 40 mil ejemplares contando todos los detalles de ese momento único.
A 8 años de haber llegado a Buenos Aires desde su Villa Cañás natal, Mirtha era una verdadera estrella en ascenso. Y aunque las publicaciones del corazón de la época aseguraban que iba a dejar de lado su carrera para dedicarse de lleno a su matrimonio, nada estuvo más alejado de la realidad. La actriz siguió filmando una película tras otra. Pero sufrió un desmayo en medio del rodaje de El Retrato. Y entonces supo que estaba embarazada de su primer hijo, Daniel, quien nació el 20 de agosto de 1948.
Dos años más tarde, el 31 de octubre de 1950, la Legrand y Tinayre se convirtieron en padres de Marcela. Pero tanto él, que ya era un consagrado director, productor y guionista, como ella, que se había convertido en una de las celebridades favoritas de la época del cine de oro argentino, siguieron trabajando a pleno. Incluso, luego de que una actriz francesa rechazara la propuesta de protagonizar Pasaporte al Río, el hombre decidió convocar a su propia esposa para ese papel. Y así dio comienzo a una dupla que fue inseparable tanto en lo personal, como en lo profesional.
Tinayre sabía que Mirtha tenía un talento único y él supo cómo potenciarlo. Por un lado, la impulsó para que se animara a debutar en teatro, como para ampliar su espectro laboral en años en los que el cine comenzaba a experimentar una caída. Y, por el otro, fue su productor en varios ciclos de comedia para televisión. Sin embargo, su mayor aporte en la carrera de la Legrand fue convencerla para que aceptara la propuesta de Alejandro Romay, por entonces dueño de Canal 9, de conducir un ciclo diario de entrevistas: Almorzando con las estrellas.
“¿Comer en televisión? ¡Pero a quién se le ocurre!”, dijo la Chiqui al escuchar la innovadora idea. Pero Daniel la convenció de que sería un éxito. Y no se equivocó. El programa debutó el 3 de junio de 1968 con Alberto Migré, Duilio Marzio, Leopoldo Torre Nilsson, Beatriz Guido y el propio Tinayre como invitados. Y el suceso fue tal, que al tiempo adoptó el nombre de su conductora, Almorzando con Mirtha Legrand, con el que se mantuvo al aire por más de medio siglo en distintas emisoras. De hecho, sus mesas se convirtieron en una cita obligada tanto para los artistas, políticos y deportistas, como para todo aquel que se preciara de ser famoso en la Argentina.
Claro que no es fácil manejar una charla con cuatro, cinco o seis personalidades a la vez. Y la Legrand, en ese sentido, demostró ser una verdadera profesional, ya que siempre fue capaz de estudiar vida y obra de cada uno de sus comensales. Pero en el famoso video filtrado donde se ve a la conductora espetar su “¡Carajo, mierda!” por una grabación que se demoraba, también se veía a un enérgico Tinayre tratando de contenerla. “¡Calmate, te perjudicás!”, le advertía en esa ocasión, con la única finalidad de cuidarla. Porque, detrás de Mirtha, siempre estuvo Daniel.
Pero el 23 de octubre de 1994, después de haber sido diagnosticado con Hepatitis B y pasar varios días postrado en su casa, el hombre con el que la Chiqui había compartido 48 años de su vida falleció. Ella estaba segura de que iba a salir adelante, que los médicos podrían salvarlo... Pero Tinayre, imaginando el desenlace, le pidió encarecidamente que siguiera al frente de su programa. Sabía que esa era la única manera de que la diva pudiera superar su ausencia. Y ella, que le hizo la promesa de no abandonar su carrera en el lecho de muerte, cumplió.
“No sé qué va a ser de mí. Mi vida estuvo ligada a él desde los 18 años. Ya soy una mujer madura. Me he quedado sola. Entiendo a todas las mujeres que han perdido a sus maridos. Es un momento muy doloroso. Es como si se quedara solo y sin la mitad de su vida, de su cuerpo...”, dijo la conductora, en su regreso a la televisión, mirando a cámara y vestida de luto, después de dos semanas de duelo. Y agregó sin poder contener sus lágrimas: “Salíamos mucho, también viajábamos. La pasábamos muy bien. Además, era un referente: cuando quiero recordar algo sobre los festivales o personas que hemos conocido, me falta él para comentar. Él disfrutaba mucho de la vida. Podría haber vivido más tiempo, se fue muy temprano”, concluyó la conductora.
El retrato de Tinayre se mantuvo siempre en el escritorio de la diva, como si él siguiera acompañándola desde otro plano. Pero ella sufrió otro duro golpe con la muerte de Daniel, el hijo mayor de la pareja, quien falleció con tan solo 51 años el 20 de abril de 1999. Entonces se aferró a su hija, a sus nietos, Ignacio, Juana y Rocco, y a sus bisnietos, Ámbar, Silvestre y Alí. También a sus hermanos José y Goldie, quienes mureiron el 17 de agosto de 2019 y el 1 de mayo de 2020 respectivamente. Y a sus amigos de toda la vida. Pero, por sobre todo, al público al que, tal como lo dijo en varias oportunidades, le dedicó su vida. Y al que el propio Daniel le pidió que no abandonara.