“Mi mamá dice que mi papá se olvidó mi nombre adrede cuando me fue a inscribir al Registro Civil. Y me puso Haydeé Mercedes en vez de Marta Mercedes. Mi mamá quería que de primer nombre yo me llamara Marta. Así, sin hache: Marta. Claro, en mi casa mandaba mi papá pero, como es lógico, siempre se terminaba haciendo lo que quería mi mamá. Y entonces todos, desde que recuerdo, me vienen llamando Marta. Soy la Marta. Y me gusta mucho más ser la Marta que Mercedes. Esto nadie lo cree, pero es así... Al final, puertas adentro las cosas son como las madres quieren y, puertas afuera, son como la gente manda. En mi casa, definitivamente, soy la Marta. Para la gente, definitivamente, soy la Negra.“, decía Mercedes Sosa.
Nacida en Tucumán el 9 de julio de 1935, la cantante tuvo una infancia marcada por las carencias. Siempre recordaba esa noche en que ella y sus hermanos habían salido a recolectar pasto para ofrecérselo a los Reyes Magos junto con un poco de agua, esperando ansiosamente sus regalos. Entonces su padre, un obrero de la industria azucarera, los reunió y, sin poder disimular su angustia, les explicó que Melchor, Gaspar y Baltazar no llegarían hasta su humilde casa. “Ahí nos dimos cuenta de quiénes eran los Reyes, por la tristeza de mi papá. La tristeza tan tremenda de ese hombre sin trabajo”, señaló ella.
La recordada intérprete de folclore, que falleció el 4 de octubre de 2009 a los 74 años de edad, dejó un legado de innumerables canciones grabadas. Pero también de pensamientos que fue compartiendo a través de las entrevistas que dio a lo largo de sus casi seis décadas de carrera. “Yo andaba por mis 15 años. Mi papá y mi mamá, que eran muy peronistas, aprovecharon un tren gratis a Buenos Aires para celebrar el 17 de Octubre. Yo quedé al cuidado de mis hermanos, más suelta… En la escuela faltó la profesora de canto y la directora me dijo que íbamos a cantar el Himno Nacional y que yo tenía que ponerme adelante y cantar bien fuerte, para que todos me siguieran. Sentí vergüenza, pero canté. Ahí debuté”, había contado sobre sus inicios en la música.
Y recordó: “Ese día también faltó la profesora de labores y fuimos a LV12, donde había un concurso. Mis compañeras me empujaron para que cantara. Por temor a que se enterara mi papá me llamé Gladys Osorio. Canté Triste estoy, de Margarita Palacios. Cuando terminé, el dueño de la radio me dijo: ‘El concurso concluyó y lo ganaste vos’. Y seguí cantando en la radio. Hasta que un día mi papá me descubre, me llama y me dice palabras que escucho ahora: ‘¿Le parece bonito eso de andar metiéndose en la radio? ¿Eso es lo que hace una señorita criada para ser decente? Gladys Osorio, venga, acérquese… ¿Tengo que felicitarla? Míreme a los ojos ¡Que me mire a los ojos le digo!’.
Siendo muy joven, en 1957 la Negra se había radicado en Mendoza junto a su primer marido, el compositor Oscar Matus, con quien tuvo a su único hijo, Fabián. Pero, en 1965, la pareja se disolvió. “Yo no dejé ese matrimonio. Él me dejó después de una relación de ocho años. Me abandonó con mi chiquito y se fue con otra mujer. Una chica tucumana se casa para toda la vida. Eso me destruyó”, había reconocido ella tiempo más tarde.
No obstante, la cantante no bajó sus brazos. Se instaló en Buenos Aires, donde afianzó su carrera. Y, poco antes de cumplir los 30 años, se presentó en la quinta edición del Festival de Cosquín, donde contó con la presentación y el padrinazgo de Jorge Cafrune. Al oírla, el público cayó rendido ante su talento. “Yo siempre tuve problemas con la comisión del festival, no sé por qué... En ese tiempo porque era comunista, sigo siéndolo, pero por entonces era mala palabra. Canté con una cajita, nomás. Tuve un éxito muy grande. Y ahí ya me contrató la Philips para grabar. Fue una actuación muy importante en mi carrera. Es más, fue la definitiva”, explicó ella.
Tras el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, Sosa fue incluida en las listas negras de los militares y su música fue prohibida. Intentó seguir con los recitales, pero tuvo demasiados problemas. Y terminó detenida tras dar un show en el Almacén San José de La Plata. “Eran esas cosas inexplicables que pasaban en la Argentina. Porque yo no iba a dejar de cantar y ellos no iban a dejar de prohibir. Me acuerdo que yo estaba cantando Cuando tenga la tierra y, de repente, entró la policía armada como si hubiera guerrilleros. Fue una cosa de locos. Yo estaba con un poncho bellísimo que me habían regalado. El hombre me tocó delante de la gente y me dijo: ‘Perdóneme doña Mercedes, pero cumplo órdenes’. Estuve presa 18 horas con mi hijo, mi guitarrista y una amiga”, recordó
Siguió dando batalla, a pesar de ser observada de cerca. Pero, en 1978, su segundo marido, el representante de músicos Pocho Mazitelli, falleció. Y Mercedes atravesó su momento más duro. “Nunca pensé que podía llegar a tener algo con él. Al principio no lo quería. Era un apoyo... hasta que me enamoré. Fue el amor de mi vida. Y no me casé porque creía en el amor, pero no en los papeles”, había dicho sobre su segunda pareja, con la que finalmente había logrado ensamblar una familia.
La persecución y la tristeza la obligaron a exiliarse en 1979, primero en París y luego en Madrid, para regresar a la Argentina con el advenimiento de la democracia y una apertura que la había acercado al rock de una manera inesperada. “En el ‘81 fui a ver Submarino amarillo en España. Me admiré y me dio vergüenza de mí misma, por haber tenido el prejuicio de no verla cuando se estrenó. De la misma manera, yo no había escuchado a Charly García ni a Nito Mestre. Indudablemente, a ellos les debe haber pasado lo mismo con nosotros. El ser humano está lleno de prejuicios y preconceptos. Y la falta de libertad no solo se siente en la libertad colectiva, sino en la libertad mental de cada persona”, señaló quien luego hiciera colaboraciones con Fito Páez, Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati, entre muchos otros.
No obstante, Mercedes siempre defendió al folclore nacional. “Hay una invasión para liquidar a la música popular. Se salva porque el pueblo, a pesar que desde la radio y la televisión se lo margina, sigue apoyándolo. Lo dije cuando gané un premio Konex. Porque los artistas argentinos por ahí no tenían trabajo y, en los medios, estábamos considerados como bichos raros, cuando deberían tener espacios con música no solo de Argentina sino también de todo el mundo. Porque es una manera de mantener lazos”, explicó la artista, amiga de León Gieco, Víctor Heredia y Julia Zenko entre otros representantes del género.
Al hablar de la situación de su país, allá por los años ‘90 Sosa hacía referencia al tema Canción de amor para mi Patria: “De tumbo en tumbo, se pierde el rumbo... Cuando yo elijo una canción, hay algo en mí que me está diciendo que estas palabras las tengo que cantar para la gente. Y yo creo que, cuando se tiene democracia, es más fácil encontrar el rumbo. Nunca vamos a pedir la vuelta de los militares en Argentina. Así que los rumbos que se han perdido, se van a encontrar porque para eso se ha votado un presidente. Allá él con sus responsabilidades y nosotros como pueblo también con la nuestra”.
La Negra reconocía su admiración por Evita Perón y lo que ella significaba a nivel mundial. Pero despertaba polémica al hablar de otros dos grandes mitos de su país: Carlos Gardel y Diego Maradona. “Maradona es mucho más que Gardel. ¡Es mucho más conocido, por favor! Yo voy a Turquía y lo conocen, voy a Suiza y lo conocen...Adonde vaya, Maradona es conocido. Por muchas cosas, pero es conocido. Yo no sé mucho de su vida. Pero cuando pasó lo de Estados Unidos le dije que se levante, porque hay cosas en las que solo uno se puede levantar y nadie más lo puede ayudar”, explicó haciendo alusión al doping positivo del jugador tras el partido contra Nigeria en el Mundial de 1994.
¿Hasta cuándo pensaba estar arriba de un escenario? Le preguntaban. “Hasta que me contraten y cante bien”, contestaba ella. Sin embargo, allá por el 2004 se alejó de la música a raíz de sus problemas de salud y su depresión. Volvió dos años más tarde, en una presentación en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno al que llegó enfundada en su corsé. Y, con cada tema, logró darle Gracias a la vida, como dice la canción de Violeta Parra que popularizó en todo el mundo. “Aprendí que si no canto me muero. Podré tener nervios, pero ese pánico insoportable de cada entrada no va más. Cantar me cura”, había asegurado entonces.
Tres años después, hace ya quince, la Negra falleció y eso causó un profundo pesar en sus amigos y su público pero, especialmente, en su hijo. “Como madre fue inmensa. Todo lo que soy se lo debo a ella. Mi papá se fue cuando yo era chico y ella hizo de madre y padre. Nunca vi a una mujer más valiente que mi mamá”, dijo Fabián en una entrevista realizada en 2018. Y luego agregó: “Era una artista plena, además de cantar bien, interpretaba bien. Y tenía pertenencia de clase, mantuvo un mensaje coherente a lo largo de toda su carrera, desde que era una niñita hasta que murió”. El 14 de marzo de 2019, Fabián Matus, hijo de Mercedes, productor y representante también partió de este mundo a la edad de 60 años. Y, seguramente, se reencontró con la Marta en otro plano para seguir haciendo música juntos.