Con él, se murió una parte del periodismo. Es verdad que, para el 4 de octubre de 2022, cuando César Mascetti partió para siempre de este mundo, llevaba varios años alejado de la vorágine de los medios capitalinos. Había decidido refugiarse en La Campiña, la chacra que compartía con su esposa y compañera de profesión, Mónica Cahen D’Anvers, donde se había permitido disfrutar de las cosas simples de la vida. Y ya no extrañaba la adrenalina de las noticias y la pelea por el rating, de los tiempos en los que conducía Telenoche. Pero había dejado un gran recuerdo en todos los que habían trabajado a su lado durante sus más de cincuenta años de carrera. Así que sus colegas lo despidieron con un profundo dolor.
Sin embargo, la tristeza más grande la tuvieron que afrontar sus seres queridos, en especial, su esposa. César tenía 80 años y llevaba un largo tiempo luchando contra un cáncer biliar. De manera que sabía que el desenlace podría darse de un momento a otro. “Estoy a punto de vivir la mejor muerte, en el andén me espera mi familia para darme la mano”, les comunicó a los suyos antes de sentarse en su escritorio en los días previos. Y, despuntando el vicio de la pluma como en sus comienzos en el periodismo gráfico, escribió unas palabras que Sandra Mihanovich, hija de Mónica, se encargó de leer durante su responso.
“Me estoy muriendo en San Pedro rodeado de durazneros en flor y de naranjos que esperan su turno para dejar caer sus pétalos e inundarnos a todos de perfume. Estoy en el medio del campo caminando con mis perros que perciben desde hace días lo que van a pasar. Estoy mirando el río escuchando las campanas que escuchaban mis abuelos, estoy por ver volar a las palomas que cubrirán el cielo como todas las tardecitas. Dentro de poco me llevarán con ellas para enseñarme el camino”, comenzaba diciendo la carta que había dejado Mascetti.
Y continuaba: “Me estoy muriendo en San Pedro a los 80 años, en donde siempre quise morir junto a la mujer que amo, abrazado a mi familia, qué más puedo pedir. Me estoy muriendo en paz con la satisfacción del deber cumplido. César, 12 de septiembre 2022″.
Nacido el 9 de diciembre de 1941, el periodista había heredado el amor por la profesión de su abuelo, Alejandro Mascetti, quien en 1892 había fundado el periódico sanpedrino El Independiente, y de su padre, César Mascetti, quien había continuado con el legado familiar haciéndose cargo de la publicación. Sin embargo, él buscó perfeccionarse estudiando la carrera de periodismo en la Universidad Nacional de La Plata. Y, con el tiempo, decidió trasladarse a Buenos Aires para empezar a trabajar en los grandes medios nacionales.
En 1965 comenzó a dar sus primeros pasos en el diario Clarín, en 1968 pasó a La Razón y, en 1971, inició su carrera en el viejo Canal 13. Entrevistó a personalidades como Arturo Illia, Salvador Allende, Atahualpa Yupanqui, George Harrison y Jorge Luis Borges, entre muchos otros. Fue el encargado de cubrir sucesos históricos como la tragedia del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en la Cordillera de los Andes, el retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina y la muerte del dictador español Francisco Franco. Y se desempeñó como corresponsal de guerra en el enfrentamiento civil de Nicaragua durante la Revolución sandinista hasta la caída de Anastasio Somoza.
No obstante, para el público su rostro siempre será recordado junto al de su esposa, con quien condujo el noticiero central de la emisora de Constitución durante 13 años consecutivos. Para todos eran “Mónica y César”. Así, inseparables. Y eran un sello de profesionalismo y confiabilidad. Pero también eran una de las parejas más sólidas de la farándula argentina. Algo que nadie, ni siquiera ellos mismos, hubieran podido imaginar al comienzo de su relación.
Cuando se conocieron, allá por el año 1971, Cahen D’Anvers ya era una periodista reconocida y respetada. Y Mascetti un joven en ascenso con fama de picaflor, al que todos los días esperaban decenas de chicas para pedirle un autógrafo o algo más. Para colmo, ella estaba casada con Iván Mihanovich, con quien había tenido a sus hijos Iván y Sandra. Así que, más allá de un saludo cordial por los pasillos del canal, ninguno de los dos se esforzó por entablar un diálogo y, mucho menos, una amistad.
Pero tiempo después, cuando la conductora de Mónica Presenta ya se había separado de su primer marido, ocurrió el flechazo. Fue durante una fiesta con motivo del Día del periodista de 1978. Cuando terminó la celebración, cada uno se subió a su auto. Pero, en lugar en ir en distintas direcciones, partieron en un mismo sentido. Y nunca más se separaron.
Claro que, al principio, tuvieron que ocultar el romance. Pero, luego de unos siete meses, todo salió a la luz. Y, a pesar de los malos augurios de quienes aseguraban que la relación no tendría futuro, ambos celebraron sus bodas de plata el 7 de junio de 2003 de la manera más especial: casándose. En broma, decían que habían decidido firmar “un papelito” para demostrar que la cosa iba en serio. Pero la realidad es que quisieron hacer una ceremonia íntima, con familiares y algunos amigos, en su amado San Pedro, como para coronar una historia de amor digna de ser recordada.
El 19 de diciembre de ese mismo año, en tanto, ambos se despidieron para siempre de Telenoche. “Estamos empeñados en construir un país mejor. Entendemos que el periodismo independiente debe informar y transformar”, dijo Mascetti antes de que se apagara la cámara. Al año siguiente, decidieron continuar la dupla al frente de un ciclo que llevaba sus nombres, Mónica y César, en Radio del Plata. Y allí siguieron trabajando hasta el año 2015, cuando tomaron la determinación de instalarse definitivamente en La Campiña.
“La conducción es el punto culminante de la labor periodística, como puede serlo el director de una revista. Hay que conocer todo lo que se presenta y manejar los detalles, nada te puede tomar de sorpresa. Hay que darles entrada a los móviles, hacer las preguntas precisas al entrevistado, aunque uno está en el estudio, para conseguir la respuesta que se busca”, decía César sobre sus años al frente del noticiero. Y, cuando los novatos le pedían algún consejo, le indicaba: “Tienen que ser desesperadamente independientes. No hay que pactar ni transar y hay que mantener distancia con el poder, comprometiéndose con la gente”.
Pero él ya había cumplido con creces con su profesión. Así que quería pasar sus últimos días contemplando el río Paraná, como cuando era un niño. Y así lo hizo. Cobijado por el amor de su esposa y de los hijos de ella, a los que amó como si fueran propios, al igual que a sus nietos y bisnietos, que llenaban esas mesas en las que las risas eran una constante, César fue feliz. Y, cuando finalmente llegó su hora, partió en paz.