“Ahora que es inminente mi paso al otro mundo, el miedo le ha dejado lugar a la curiosidad”, le había dicho su madre a los 95 años. Y a China Zorrilla, la frase le había quedado grabada en el corazón. En ese momento, doña Guma Muñoz del Campo, su progenitora, estaba lúcida y saludable. Pero intuía que ya había llegado su momento. Y, a las pocas horas, se fue en paz dejando a su hija con la tranquilidad de saber que la muerte formaba parte del proceso natural de la vida. Y que estaba bien que partiera. Por eso, cuando hace 10 años la actriz tomó conciencia de que había llegado su hora, instintivamente actuó con la misma serenidad.
Era el 17 de septiembre de 2014. Después de ver una comedia norteamericana en la televisión, su sobrina Laila Amorin, quien solía pasar largas horas charlando con ella en el segundo piso de la casa familiar de Montevideo, Uruguay, donde la actriz pasó sus últimos años, le preguntó cómo se sentía. Y China levantó su pulgar a modo de respuesta, haciéndole saber que estaba bien a pesar de la neumonía por la que había sido ingresada a la clínica Asociación Española tres días antes. Después de eso, cerró sus ojos para siempre. El 14 de marzo previo había cumplido 92. Tenía una larga y exitosa carrera artística. Pocos bienes materiales. Y muchos amigos.
Uno de sus grandes compañeros de aventuras, que incluyen hasta supuestos avistamientos de ovnis, fue Carlos Perciavalle. “Me piden un recuerdo de China y, siendo sincero, para mí ella no se murió. Dicen que ya hace diez años que se fue. Pero, mientras yo viva, China va a estar viva en mi corazón. Todos los días, con las cosas que me suceden, digo: ‘¡Ahora, cuando se lo cuente a China!’. Porque nosotros teníamos la costumbre, desde que nos conocimos, de hablar por teléfono todas las noches. Y muchas horas. Así que, de alguna manera, yo sigo charlando con ella permanentemente. Le cuento todo lo que me pasa. Y le voy a contar también de este homenaje que le están haciendo al rememorarla por estos diez años de su partida, que para mí es como si fueran diez minutos. Porque yo la sigo teniendo en mi corazón”, dice el artista uruguayo en diálogo con Infobae.
Y agrega: “De todos modos, espero que todos se acuerden de ella porque merece ser reconocida. Hace poco, inauguraron una escuela en Maldonado con el nombre de Concepción China Zorrilla y eso me puso muy contento. Porque, hasta los chicos que no llegaron a conocerla en su momento, la van a tener presente y van a saber de ella. Es el verdadero honor de los que son absolutamente y para siempre inmortales en este mundo”.
Por su parte, Facundo Arana, quien trabajó con Zorrilla en la película Tocar el cielo, reflexionó al ser consultado por este medio: “China hacía sentir el ser más importante de la Tierra a quien tuviera parado enfrente. Hacía sentir cómodos, necesarios y queridos a todos por igual. Muy culta, sabia e inteligente...Y, por lo tanto, hasta se permitía jugar, inocente. Dama delicada. De una integridad absoluta. Elocuente. De una generosidad total. Amiga incondicional. Desinteresada. Confidente. Soberbia artista y hermosa mujer. Pocas personas en el mundo ostentan excelencia en todo. Hasta en sus errores, que convertía en anécdotas brillantes. China es inolvidable, inmortal y otra muestra de que el Uruguay nos comparte seres excepcionales”.
Cabe recordar que, tal como contó en su momento el actor, cuando su esposa María Susini transitaba su primer embarazo, China solía llamarlo para preguntarle: “¿Cuándo va a nacer esa india?”. Y lo hacía cuando todavía no estaba confirmado que se trataría de una mujer. Así fue como terminó bautizando a la mayor de sus hijas, India, a la que luego le seguirían los mellizos para los que sugirió los nombres de Juan y Pedro pero terminaron llamándose Yaco y Moro.
Compañera suya en la icónica película Esperando la carroza, Betiana Blum se conmueve al charlar con este medio sobre Zorrilla. “Hablar de China es complejo porque ella era una mujer tan completa. Su recuerdo es muy amoroso. Como actriz, está de más decir que era un genio. Era una todo terreno: hacía cualquier cosa. Pero lo más importante es que era una persona excepcional. Realmente, la aprehensión que tenía para con sus compañeros. Lo divina que era como colega. Siempre estaba con buen ánimo, sabía la letra. Y se preocupaba por todos”, explica la actriz.
Y agrega un dato que describe a China en su esencia: “Durante las grabaciones, ella se la pasaba planeando el almuerzo del día siguiente, que era toda una ceremonia. Porque los muchachos estaban con todo el tema de las achuras. Pero, como ella sabía que yo era vegetariana, un día me enseñó a preparar una ensalada con muzzarella, albahaca y tomate. Era la famosa caprese, pero yo no la conocía. Entonces me dijo: ‘Mañana traigo los ingredientes y te la hago’. Y así fue: vino y me la preparó. Yo por supuesto la adopté para mi vida. Es solo un ejemplo, pero ella era sí, estaba siempre pendiente de las necesidades de la gente. Era una especie de hermoso ángel que a uno le tocó conocer aquí en la Tierra”.
Amiga entrañable, con quien trabajó en films como Heroína, Pubis angelical y Pobre mariposa, Graciela Borges abre su corazón con este medio al recordar a Zorrilla. “Todo lo bueno de este mundo y todo lo aprendido de la divina que ha sido China, vivirá conmigo hasta que parta. Y después también, seguramente, en otro plano. Era la persona más divertida, más inteligente, más sensible, más agradecida del mundo...Yo tengo el suéter que me tejió y otras cosas que hizo para mí. Y las guardo como si fueran el tesoro más grande de mi vida”, señala la actriz.
Y continúa visiblemente sensibilizada: “Hablé con ella todo el tiempo, incluso cuando ya no estaba tan bien. Y teníamos conversaciones emocionales y muy divertidas. China está en mi corazón. Hay dos mujeres que me resultaron parecidas y tal vez es difícil explicar por qué, pero las he amado y su recuerdo no se borró un solo día de mi mente. Una era Beatriz Guido, la mujer de Leopoldo Torres Nilsson, y la otra era la maravillosa China. Así que estoy feliz de que le hagan un homenaje y que piensen que todas sus historias han sido tan geniales, que habría que hacer un libro recordándolas”.
Desde Madrid, Eduardo Blanco también habló con este medio sobre su vínculo con Zorrilla. “Más allá de todas las particularidades que tiene China y que todos conocemos, como la gran actriz que fue y la gran contadora de anécdotas, con ese gran sentido del humor que tenía, recuerdo algunas cosas que me resultaban pintorescas. Por ejemplo, que siendo una actriz uruguaya que vivió muchísimos años en la Argentina, tuvo dos viviendas en la Argentina y las dos estaban ubicadas en la calle Uruguay. Eso habrá sido una coincidencia, supongo. Pero creo que la describe aunque haya sido involuntario”, dice sin poder contener la sonrisa.
Y agrega: “Por otro lado, recuerdo que cuando filmábamos Conversaciones con mamá, que pasábamos 11 horas por jornada en el set, ella tenía 81 años. Pero, después del rodaje, se iba a hacer la obra Camino a la Meca. O sea que esa mujer, a esa edad, trabajaba unas 14 horas diarias. Y con una vitalidad increíble. Yo no la había ido a ver, así que un día fui al teatro. Y si bien yo sé por experiencia propia que el escenario te da una energía especial, me preguntaba cómo podía ella hacer esa función que no era nada corta, después de haber filmado desde la mañana. Pero así era ella. Maravillosa”.
Sin poder contener su emoción, Soledad Silveyra recuerda a su gran amiga. “Se cumplen diez años de la partida de la persona que más me iluminó en la vida. Si alguien me dio luz, fue China. Y estoy feliz, porque después de pedirle a mucha gente que por favor entendieran que China es ‘la actriz rioplatense’, del otro lado de la orilla me escuchó Buquebus: al nuevo barco eléctrico más grande de Latinoamérica le va a poner su nombre. Así que estoy muy agradecida. Yo estuve en su velatorio sentada al lado de Pepe Mujica. Y no paraba de llorar porque la amo. Pero ella sigue presente en mí”, dice la actriz consultada por este medio.
Y luego se explaya: “Tengo infinidad de fotos en las que siempre la estoy mirando yo a ella, por la admiración y el amor que le tengo. Yo la conocí en el ‘73, cuando hice Pobre Diabla. Cuando Alberto Migré me dijo que mi madre iba a ser la Zorrilla, no sabía quién era. En ese momento ella ganó su enorme popularidad, dirigida por Alejandro Doria. Nunca me voy a olvidar que subíamos a los colectivos y él nos pedía que improvisáramos. Y la verdad es que nos matábamos de risa. No había extras: le decíamos a la gente que nos siguiera y lo hacían. Era una cosa increíble. Pero ella era mágica. Tengo muchísimas anécdotas con China, pero me guardo algunas para algún día hacer un espectáculo. Me está ayudando Sebastián Spreng, que fue un hijo postizo para ella. Fijate que viajé a Miami a encontrarme con él, porque sentía que China con sus ángeles me decía que fuera. Y, de repente, me encerré diez días con él y empezaron a aparecer muchas imágenes que estoy recorriendo ahora. Así que espero que China me siga guiando. Yo la tengo en mi mesa de luz, junto a mi mamá y mi abuelo. Porque siempre llega algo en lo que siento que está ella detrás”.
Lo cierto es que China también dejó un grato recuerdo entre los periodistas. No tenía ego. Y, totalmente inconsciente de lo que representaba en el mundo del espectáculo a nivel internacional, se mostraba de lo más amena en cada entrevista. Solía repetir las mismas blusas con chalina una y otra vez, dejando en claro que la frivolidad no era para ella. Llegaba a horario. Se preocupaba por agasajar a los reporteros. Y se comportaba como lo hacen los verdaderos grandes: con humildad.
Tras su muerte y luego de una despedida íntima, los restos de la actriz fueron velados en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo de la capital uruguaya. Y, luego de una caravana que pasó por el Teatro Solís, lugar icónico para la cultura de Montevideo, recibió sepultura en el Cementerio Central. Su recuerdo, en cambio, vive por siempre en todos los que tuvieron la dicha de conocerla. Y en el público, que atesora cada uno de sus trabajos.