Agradece con las palabras, con la sonrisa y con la mirada. El próximo 21 de septiembre, Lucas Sugo se estará presentando en el Teatro Gran Rex en el marco del tour Vida Mía. Y aunque ya estuvo un par de veces en esa sala y el año pasado se presentó en el Luna Park, sabe que no se trata de un logro menor. “Estoy re contento, porque todos sabemos lo que simboliza para cualquier artista de la región el hecho de llegar a la Calle Corrientes. Y los ecos de lo relevante que será este show llegan a mí país, por lo que me genera una motivación extra y me tiene súper emocionado”, cuenta el cantautor uruguayo en diálogo con Infobae.
Nacido en Tacuarembó hace 46 años, siendo muy pequeño se trasladó a Rivera, en la frontera con Brasil. Y allí se crio con su madre, Lucía Rodríguez, ya que su padre lo había abandonado. Sufrió muchas carencias, sí. Y reconoce que su infancia no fue nada fácil. Pero la música le dio la oportunidad de revertir su destino desde muy temprana edad. Y hoy, que es padre de Florencia (21) y Lucas Agustín (18) de su primer matrimonio y de Isabella (2), de su actual pareja con Antonella García, disfruta a pleno tanto de las mieles de su carrera junto a la cumbia oriental como de su vida familiar.
—¿Cómo se maneja con hijos de tan diferentes edades?
—No solo son de distintas generaciones sino que también hay otro condicionante, que es que mis hijos mayores viven en otra ciudad. Mi expareja, Indira, con la que estuve muchos años, era de Paysandú, que queda frente a Colón en la frontera con Argentina. Y, cuando nos separamos hace 13 años más o menos, ella se volvió allí donde tenía a toda su familia. Así que mis pichones se fueron con ella. Y obvio que sentimos mucho esa distancia. Pero, felizmente, las distancias emocionales nunca estuvieron. Porque nunca hubo un día en el que no les dijera un “te amo” a los chicos. De manera que esa presencia que es la emocional y la del afecto, que me parece es la más importante, siempre estuvo.
—¿Y logró ensamblar la familia?
—Sí, claro. De hecho, mi pareja tiene 30 años, hay una diferencia de edad importante conmigo. Pero esto resulta muy bueno porque ella me trae madurez, aunque parezca mentira, me baja a tierra, y me da esa frescura y esa juventud que me permiten conectar mejor con mis hijos. De hecho, mi hija la tiene a Antonella como confidente y amiga, hasta para preguntarle qué ropa ponerse. Y lo mismo pasa con mi hijo. Así que hay mucha armonía. Porque, además, yo tengo un muy buen vínculo con mi ex mujer, que es una gran madre y una mujer con hermosos valores. Nuestra relación finalizó por errores, principalmente míos, pero eso no nos impide lograr la paz necesaria como para que los chicos crezcan con amor. Para que te des una idea, después de la pandemia decidimos festejar los cumpleaños todos juntos, así que o viene ella para Rivera o voy yo para Paysandú. Y eso es muy sano.
—Habla bien de usted que tenga palabras elogiosas para con su ex esposa...
—Es que, para mis hijos, es una bendición haber tenido una madre como ella, que le trasmite valores positivos, de esfuerzo, de humildad...Porque ese es el mejor legado para ellos.
—También es destacable su rol, siendo que usted tuvo un padre ausente. ¿Verdad?
—Sí, pero te cuento que en realidad yo tuve un padre presente. Porque mi madre fue mi mamá y mi papá. Ella ocupó los dos roles con entereza, con sacrificio y con mucha dignidad. Nosotros venimos de una familia con necesidades básicas suplidas, pero con dificultades. Ella era una maestra de escuelas rurales recién recibida cuando nos vinimos a Rivera. Dejó a mi hermano mayor, Martín, con los abuelos. Y se vino conmigo, que tenía apenas 2 años. Pasaba semanas en el campo, en escuelas de tierra adentro. Y me llevaba a mí como su mochila. Así que yo supe verla criándome con mucho sacrificio. Y la verdad es que ver a una persona que asume el desafío de encarar una vida nueva y de criar a un hijo sola, es de las cosas lindas que tengo para destacar.
—Pero el mérito de su madre no le quita responsabilidad a su padre. ¿Ellos eran pareja o fue una relación ocasional?
—Estaban casados. Pero mi padre tuvo un problema, una enfermedad que aqueja a muchísima gente y es el alcoholismo. Yo lo vi tres veces en mi vida, nada más. La primera era muy chico. Siempre íbamos a Tacuarembó en las vacaciones. Y me acuerdo de entrar a una casa y ver a una persona acostada. Tengo la imagen latente. Solo le pude ver la nuca. Y me dijeron: “Ese es tu padre”. Fue mi primer contacto visual con él. En ese momento, no entendía por qué no se había levantado a saludarme. Yo esperaba otra cosa de él. Entonces mis abuelos, a los que también vi muy poco, me dieron unos caramelos para consolarme.
—¿Cuándo volvió a tener contacto con él?
—Pasaron muchos años. Muchos. Yo ya era mayor y estaba cantando con una banda por el país. Ya tenía cierto reconocimiento. Y un día, estando en un Hotel de Paysandú, me cuentan que habían llamado de un bar del que no me acuerdo el nombre para decirme que había un hombre que decía ser mi padre y que me quería ver. Yo dije: “Debe ser él”. Y fui al lugar. Estaba en muy mal estado por el alcohol. Cuando entré, gritaba: “¡Ese es mi hijo!”. A mí se me mezclaron un montón de sensaciones extrañas. Tenía mucha ansiedad, porque era nuestro primer encuentro real. Pero no sabía si sentía alegría o rabia de verlo así. Fue raro.
—¿El tercer encuentro cómo ocurrió?
—Yo ya había formado mi familia y logramos un encuentro con un poco más de armonía, porque él no estaba en un mal momento. Ahí tuve la posibilidad de presentarle a sus nietos. Pero, a los pocos meses, tomó la decisión tan horrible de auto eliminarse. El suicidio golpeó su puerta, lamentablemente. Así que no tuve la posibilidad de tener otra instancia de conversación con él.
—¿Pudo sanar internamente esa historia?
—Te puedo asegurar que no. Es lo que más quiero, la asignatura pendiente que tengo con la vida. No es por el hecho de no tener la presencia de mi padre, porque como te dije mi madre lo hizo todo con gran valentía. Es por los signos de interrogación que me quedaron. Me acuerdo que fui al velorio y me puse a llorar. Y, en ese lugar, conocí a un hermano con el que solo había hablado por teléfono. Tenía la cara de mi papá. Y nos abrazamos. Entonces le dije: “Yo estoy llorando por la certeza de todas las cosas que nunca voy a vivir”. Porque en el momento en el que él emprendió su partida, supe que ningún 15 de abril, que es mi cumpleaños, iba a recibir un saludo suyo. Que jamás iba a recibir un reto masculino. Y que el gurí al que en el colegio le hacían bullying porque era chiquito y vergonzoso, nunca va a tener como sus compañeros la posibilidad de decirle a sus compañeritos que iba a hablar con su papá...
—Entiendo.
—Esas certezas de su partida fueron las que me lastimaron y me lastiman hasta el día de hoy. Por eso, creo que las asignaturas pendientes las voy a llevar de por vida. Porque a esta edad, yo entiendo que él estaba atravesando una enfermedad. Pero igual no lo logro aceptar.
—Sin padre, con una madre maestra rural, con carencias...¡No debe haber sido fácil su infancia!
—Había dificultades. Fue una etapa dura, de mucho sacrificio. Nosotros vivíamos en la ciudad e íbamos todos los días a las escuelas de campaña. O sea que teníamos que salir a las 5 de la mañana. Mi mamá caminaba llevando mochilas, valijas y un niño a cuestas, campo adentro hasta la ruta para hacer dedo. Llegaba a la noche cansada a casa y se ponía a cocinar. Pero, si viajo a esa época y respiro el olor de la comida cuando llegaba la noche, me viene un recuerdo lindo a la cabeza. Por eso digo que había dificultades, sí. Pero también había valores y dignidad. Y eso fue lo mejor que me pudo haber enseñado en la vida.
—¿Y cómo surgió su vocación por la música?
—También vino del lado materno. Mi mamá canta precioso, así que es algo que llevo en las venas. Ella siempre me apoyó en mi carrera. También me gustaba jugar al fútbol y me acompañaba. Pero a los 14 años y después de haber ganado algunos castings y perdido otros, empecé a trabajar de esto y a ganar mi propio dinero. Mi madre tuvo que firmar una autorización para que pudiera hacerlo porque era muy chico. Pero estuvo bueno arrancar a esa edad porque me hizo tener más disciplina y responsabilidad. Yo iba con un tutor a actuar en actividades bailables y shows. Me acuerdo que llegábamos a los bailes de campañas en la parte de atrás de los camiones, tapados con cartones, porque no había lugar adelante para todo el equipo. Y, después de actuar, nos teníamos que poner a cargar todas las cosas. Así comenzó todo. Y esa experiencia es la que hoy me hace disfrutar tanto de lo que estoy viviendo.
—Su madre debe estar orgullosa...
—Sí, claro. Además, después de la pandemia tuve la posibilidad de estrechar más mis lazos con ella. Porque, con la vorágine de mi trabajo, antes me la pasaba viajando de un lado al otro y no la veía tanto. Incluso, siento que con mis hijos mayores no estuve tanto como debería haber estado a causa de mis obligaciones. Y hasta creo que mis parejas lo sufrieron. Pero, cuando retomé mis actividades después del parate por el covid, que encima estuve como jurado en La Voz y tenía que ir a grabar a Montevideo, me dije: “Esto tiene que cambiar”.
—¿Y?
—Decidí recapitular y encarar la vida de otra manera. Entonces cambié mi rutina. Ahora, trato de estar en Rivera durante la semana. Mi mamá viene todos los días a la productora conmigo. Y los miércoles a la mañana, por ejemplo, voy a su casa a cocinarle. Eran cosas que yo hacía de adolescente y que, después, nunca más hice. Pero ahora me doy cuenta de que lo más valioso son los afectos. Yo valoro estar con mi madre, con mi pareja, con mis hijos...Y trato de trasmitir esto en el escenario. Otros artistas pueden buscar otra faceta y, por ahí, intentar seducir para que vayan a sus conciertos. Pero pretendo que mi camino artístico se relacione con la institución más grande que es la familia. Porque debo confesar que, esos tiempos que me doy con los míos, son los que más disfruto.
—De eso se trata la vida, ¿no?
—La vida pasa por estar con la familia, comer una naranja al sol, jugar con los perros, andar a caballo y disfrutar de las cosas simples del mundo... Y no se trata solo de meter ese discurso en el escenario, sino de entenderlo y actuar en consecuencia.
—¿Qué está preparando para el Gran Rex?
—Va a haber sorpresas, seguro. Y un gran artista local va a marcar su presencia, aunque todavía no puedo adelantar nada. Me encanta esa comunión artística que se da entre Argentina y Uruguay