“A veces me pregunto: ¿cuándo voy a mostrar a mis hijos? Pero por el momento prefiero preservarlos”, cuenta Marcela Morelo en diálogo con Infobae. Su vida cambió por completo en 2013, cuando con su marido, el productor Rodolfo Lugo, decidió adoptar tres hermanitos que hoy tienen 16, casi 13 y 11 años. Desde entonces, su hogar se llenó de risas y amor. Pero también de obligaciones a las que no estaba acostumbrada. Por eso ahora, mientras trabaja en su nuevo álbum de estudio y prepara su presentación del 26 de octubre en el Teatro Gran Rex, hace malabares como todas las madres para llevara a sus hijos al colegio, acompañarlos en las tareas y, fundamentalmente, guiarlos en la vida.
—Está en un momento intenso a nivel laboral...
—Así es. Estoy preparando el show, con el que después del Rex vamos a salir de gira. Y estoy haciendo un disco con mis canciones más exitosas, versionadas, y con otros artistas. Estoy en plena cocina. De hecho, tengo que grabar la voz de algunas y ya tengo hechas en maqueta otras. Pero además, como lo estoy haciendo con otros productores y es la primera vez que trabajo sin mi marido, para mí es muy fuerte.
—¿Por qué lo dejó de lado? ¿Qué pasó?
—No, yo no lo dejé de lado (se ríe). Fue una propuesta de Damián Amato de Sony. En toda mi vida musical, mi productor fue Rodo. Y como en este disco la idea es hacer las mismas canciones, lo que querían era buscarle otro sonido. Así que estoy trabajando con Luisito (Burgio) y Nano (Novello) de 3Música, que son dos productores extraordinarios que trabajan con muchísimos artistas. Y es un nuevo desafío para mí.
—No hay tanta confianza como con su marido, ¿verdad?
—Claro. Pero hay otras posibilidades y está buenísimo.
—¿Cuántos años lleva de carrera, Marcela?
—27 desde la salida de Corazón Salvaje.
—¡Qué difícil elegir los temas para este álbum!
—Sí, te lo juro. Pero soy feliz porque, después de tantos años, tener una lista de temas abundantes que se conocen y que han sido exitosos en tantos países es maravilloso.
—¿Tiene su top five?
—Es complicado porque representan muchas cosas para mí. Corazón Salvaje me abrió las puertas Es un tema que llegó y me mandó a todo el mundo a cantar, porque empezó a sonar en un montón de otros países que nunca jamás me hubiese imaginado. Yo soñaba con ser cantante, grabar un disco, tener mis canciones y todo eso, pero de ahí a con el primer disco salir a otros países era impensado. Así que tiene un lugar destacado. Pero también me gusta Ponernos de acuerdo, Tormento de amor, Manantial, Para toda la vida... Cada canción tiene su historia y yo recuerdo la situación que me inspiró, cómo fue hecha, qué pasó ese día. Así que también me gustan Sin un beso, Dulce espera...
—¿Todas nacen de vivencias reales o algunas son producto de su imaginación?
—En realidad, es imposible olvidarme de mí cuando escribo. O no poner mi sentimiento en lo que estoy diciendo. Te está pasando lo mismo que a mí, por ejemplo, tenía que ver con dos historias de amor cercanas a las que estaban sucediendo las mismas cosas y que me pegaron mucho. Pero, inevitablemente, yo puse parte de mi historia también como en todas las canciones.
—Luego la gente las escucha y las resignifica, ¿verdad?
—Exacto, y eso es lo bueno. Por eso es muy difícil explicar a quién le hice una canción. De hecho, hay letras que yo hice antes y que, después de ser mamá, tomaron otra dimensión. Por darte un ejemplo, hay una que se llama Gotitas de Amor que dice: “Amarte es mi delirio, eres quien ha cambiado mis días”. Bueno, ahora yo se la dedico a mis hijos. Me cruzo con alguno entrando o saliendo del cuarto y se la canto. ¿Entendés?
—Convengamos que descubrió un amor que antes desconocía.
—Exacto. Y ahora esa canción me suena a ellos.
—Están grandes...
—Ya son adolescentes.
—¿Sigue sin decir sus nombres de pila?
—Por el momento prefiero evitarlo.
—¿Pero es verdad que ellos ya quieren que los muestre?
—Sí. La otra vez íbamos en el auto y me pidieron que subiera una foto. Pero después me entraron las dudas. Así que prefiero dejar que más adelante ellos decidan qué hacer. Más que nada, por respeto a ellos mismos. Y para resguardarlos de cualquier situación.
—¿Ellos son conscientes de que tienen una mamá famosa?
—Al principio no tenían ni idea. No sabían ni a qué me dedicaba. Pero pasó algo increíble. Un día estaba sonando un tema que se llama Princesa y que tenía que ver con esta historia. Y parece que a una de mis hijas se ha habían hecho escuchar en el hogar en el que estaba. Entonces, cuando la oyó, dijo: “¡Esa es mi canción!”. Y nosotros flasheamos.
—¿Era su canción?
—Claro. Con mi marido habíamos hecho un disco que se llama Espinas y Pétalos, en el que la incluimos. Fue en una época bastante oscura, cuando estaba a la espera de mis hijos. Y esa canción tenía que ver con eso, con mandar un mensaje de algún modo...
—Y llegó.
—Llegó. Sin yo decir nada, sin dirigirla, sin mencionar...Porque, cuando ya estábamos con los trámites, a una chica del hogar se le ocurrió hacérsela escuchar a mi hija.
—Pensaba que Rodolfo y a usted se les llenó la casa de niños un día para el otro.
—Se llenó. Literalmente.
—Pero no es fácil aprender a ser madre, ¿cómo fue su proceso?
—Yo todavía estoy aprendiendo. Lo bueno es que, en todos estos años, ya logramos la confianza de que ellos sepan que se van a quedar en casa, que esta es su familia. Eso ya está, ya lo construimos. Día a día, porque tampoco fue fácil. Ni para nosotros ni para ellos.
—Imagino los miedos y la desconfianza de los chicos que pasaron por situaciones complicadas....
—Claro. Y eso ya se allanó, que es muy importante. Después, yo aprendo a ser mamá permanentemente. Porque ellos van creciendo y yo también voy creciendo...
—Ahora se le viene una etapa complicada.
—Lo sé, ya la estoy empezando (se ríe). Ojo, ellos son un amor igual. Pero estoy notando algunas cosas.
—¿Por ejemplo?
—Antes me decían: “Che, ma. ¿Puedo salir con una amiga?”. Y ahora es: “Ma, voy a salir con una amiga”. También hay algunas contestaciones o caritas. ¿Viste cuando les decís algo y fruncen el rostro? Yo les digo: “Vamos, la carita...”. Son cuestiones lógicas de la edad, pero bueno, uno también se tiene que ir adaptando. Y ellos nos aportan un montón a nuestra vida y nos enseñan a ser padres también.
—Siempre se habla del lado lindo de la paternidad, pero hay momentos en que todos se sienten desbordados....
—La escolaridad es todo un tema. Con mi marido nos encanta llevarlos al cole, así que nos turnamos para hacerlo en base a las agenda de cada uno. Lo mismo a la hora de ir a buscarlos. Nos cubrimos entre los dos y nos encanta. ¿Te digo la verdad? A veces no sé como hacemos, pero lo hacemos. Nos organizamos. De hecho, hace poco tuvimos una gira por la que pasamos varios días fuera de casa e igual nos arreglamos, porque ellos se quedaron con una señora que trabaja en casa y es de confianza. Pero si es cierto que, enseguida, empiezan: “¿Cuándo vienen?” o “¿Por dónde andan?”. Porque nos extrañan.
—Eso es lindo también...
—Es hermoso.
—En los últimos tiempos otros famosos han adoptado hijos grandes, como Patricia Palmer, Sergio Verón o José María Muscari, así que se está terminando el prejuicio de pensar que los chicos vienen con “mañas”, cuando en realidad reaccionan a su contexto...
—Exacto. Ellos vienen con lo que han vivido. Pero mis hijos han pegado un estirón que no se puede creer en todos los aspectos. Pasa por la confianza de tener su familia, de poder apoyarse en nosotros y nosotros en ellos. Y la verdad es que cambiaron en todos los aspectos. De hecho, hasta en el colegio al principio estaban medio flojos y, ahora que pasó de media jornada a jornada completa porque se transformó en bilingüe, andan bárbaro. Ya tienen inglés, portugués, arte...Pero, sobre todo, tienen la rutina de vivir en una casa. Antes, ellos no tenían noción de lo que pasaba afuera del hogar. Y ahora están siempre informados. Así que para ellos fue un camino interesante para descubrir, en el que nosotros los tuvimos que acompañar.
—Lugo ya tenía un hijo mayor, con el que ha trabajado, pero se comprometió en esta crianza, ¿verdad?
—Mi marido es el mejor padre del mundo, se ocupa a full de todo. Y no se pone al límite como yo, que a veces digo: “¿Cómo voy a hacer esto?”. Él dice: “Dale, vamos a hacerlo de a poco”. Y lo hacemos. Es el mejor compañero y un padre extraordinario. Él ya tenía a Alan, que es baterista y tiene su banda, con la que sale a tocar a fiestas. Ya es un adulto. Así que, ahora, el tema es acomodarnos con los chicos. Pero lo estamos logrando. Antes, por ahí, lloraban cuando nos íbamos de gira. Pero a veces hasta prefieren hacer sus planes. A muchos lugares cercanos, como La Plata o Lomas de Zamora, quieren venir. También han viajado con nosotros a Córdoba, Jujuy o Santiago del Estero. Y a nosotros nos encanta que vengan. ¡Se comen todo el catering! Y el más grande, después del show, lo ayuda al Rodo con el bajo o la compu.
—¿Qué música les gusta a ellos?
—Variada. Por ejemplo, mi hijo escucha muy lindas canciones: desde Mercedes Sosa hasta una mezcla de un DJ que él sigue Y descubre artistas nuevos. El otro día me había mandando un emoji de Luis Alberto Spinetta haciendo un corazón. Y yo le dije: “Che, éste que me mandás es un autor, compositor y artista amado por todos los argentinos”. Así que le empecé a mandar sus canciones y se copó. Ahora le encanta. Después hay cosas que escuchamos juntos, como Michael Jackson, Queen o Coldplay. A la Peque le gusta mucho el Duki, María Becerra y Lali Espósito, que a mí me gustan también. Y mi hija del medio escucha mucho Trueno ahora.
—¿Le piden alguna haga alguna colaboración?
—Todavía no...(se ríe).
—En su nuevo trabajo va a cantar con muchos artistas invitados...
—Sí, pero todavía no puedo decir con quienes. Estoy viendo a quién decirle para cada tema y es difícil entre tantos artistas amorosos.
—Hablando de artistas, ¿sigue activo el grupo de amigas cantantes?
—Sí, la pasamos muy bien. Se armó un grupo muy lindo. Y la verdad es que muy contenedor, estamos siempre muy al día con las cuestiones de cada una. Sin molestar, claro, para no invadir. Pero muy pendientes.
—Imagino que ahora deben estar todas apuntalando a Lucía Galán por su tema de salud...
—Por supuesto. Pero yo le mando un mensaje y le pregunto: “¿Cómo estás?”. Ella me dice: “Descansando”. Y entonces yo no le rompo más, la dejo tranquila. Antes de operarse, Lucía nos invitó a una cena a su casa y fuimos todas felices, porque además es la mejor anfitriona del mundo junto con Sandra Mihanovich. Y nos contó todo lo que estaba pasando. Así que estamos todas unidas para acompañarla. Es un grupo armonioso, sin egos a pesar de que todas son grandes figuras. Porque todas tenemos nuestro trabajo y amamos nuestra profesión. De hecho, a veces fantaseamos con hacer algo todas juntas, desde vivir en una misma cabaña hasta hacer una novela. ¡Locuras!
—¿Y de qué hablan cuando se juntan?
—¡De lo que salga! Hablamos de nuestras vidas, nuestros hijos o nuestros trabajos. Todas tenemos los mismos temas a la hora de organizarnos para una gira. Y ninguna otra amiga te puede entender mejor en esto que una colega. También nos pasamos recetas cuando alguna está mal de la voz. Y nos divertimos.
—Por más bien que uno esté con su pareja o lo mucho que disfrute del tiempo con sus hijos, imposible divertirse tanto como estando con amigas...
—Es otra cosa. Es otro sentimiento, otro espacio... Por eso es tan hermoso poder contar con amigas, y ni hablar si se trata de esta categoría de amigas.