Dicen que toda diva que se precie de tal debe tener unos cuantos éxitos laborales, varios romances explosivos y alguna que otra tragedia en su haber. Pues bien, Lauren Bacall, la última gran celebridad de la época de oro de Hollywood, lo tuvo todo. Pero, a diferencia de otras estrellas contemporáneas como Marilyn Monroe o Rita Hayworth, ella sí pudo ser feliz. Había nacido el 16 de septiembre de 1924 en El Bronx, Nueva York, y falleció cuando estaba a punto de celebrar sus 90 años, el 12 de agosto de 2014, en Manhattan, después de haber disfrutado de una vida intensa.
“Suerte”, es la palabra que Betty Joan Perske -tal el nombre que figuraba en el documento de identidad de la actriz- repetía en su autobiografía, Por mí misma, que se publicó en 1978 y se reeditó en 2005 como Por mí misma y un par de cosas más. Sus padres, Wulf William Perske y Natalie Alberta Bacall, se divorciaron cuando ella tenía apenas 5 años. Y nunca más volvió a ver a su padre, por lo cual terminó siendo muy apegada a su madre de quien ya siendo una adulta tomó su apellido artístico. Creció en Brooklyn, pero gracias a la ayuda económica de una familia amiga pudo estudiar en el internado Highland Manor en Tarrytown y en la Julia Richman High School en Manhattan. Y, una vez terminado el colegio, tomó clases de teatro en la Academia Estadounidense de Artes Dramáticas de Nueva York, donde tuvo un romance con su compañero Kirk Douglas.
Segura de su vocación, Bacall pasaba sus horas libres en lugares emblemáticos de Broadway vendiendo ejemplares de la revista Cue y tratando de reconocer a algún productor que le diera una oportunidad como actriz. “Me dejaba los ojos tratando de encontrar a cualquiera reconocible que pudiese ayudarme a conseguir algún papel”, contó. Así fue como, después de trabajar como acomodadora del St. James Theatre y deslumbrar como modelo en la portada de Harper’s Bazaar y en revistas como Vogue, en 1942 debutó con la obra Johnny 2 x 4. Y cuentan que, para poder mejorar su voz que era muy aguda y nasal, la obligaban a recitar a los gritos los versos de Shakespeare como entrenamiento. Pero, sin lugar a dudas, el lugar en el que Lauren podría desplegar todo su glamour y talento sería el cine.
La imagen de esta mujer delgada, que bajaba su maxilar para disimular sus nervios en las producciones fotográficas, no pasó inadvertida. Y la esposa del director Howard Hawks convenció a su marido de que la convocara. Así fue como Bacall recibió un pasaje para reunirse con él y su familia. “Todos tenían fe en mí. Todos me querían. Me dejaron marchar rodeada de bromas, alegría, confianza y alguna que otra lágrima”, explicó Lauren. Así fue como obtuvo su primer protagónico en el film Tener o no tener. Y entre los posibles actores que podrían acompañarla estaban Cary Grant y Humphrey Bogart.
Los amores de Lauren
“Yo pensé ‘¡Cary Grant sería fantástico! Pero qué pereza Humphrey Bogart…”, confesó la diva al recordar ese momento. Lo cierto es que, finalmente, el elegido para el rol fue Bogart y la química de Bacall con él fue inmediata. A tal punto, que aunque el actor estaba casado en terceras nupcias con la actriz Mayo Methol, poco después de finalizar el rodaje ambos comenzaron un intenso romance. Corría el año 1944. Ella tenía apenas 19 años y él, 25 más que ella. Y pocos apostaban a esta relación. Sin embargo, mientras al principio todo pareció caótico entre ellos, finalmente lograron casarse el 21 de mayo de 1945, en Ohio.
Contra todos los pronósticos, el matrimonio se consolidó con el tiempo. “No podría haber deseado a un hombre más bueno que él. En los años que siguieron, no cesó de sorprenderme y deleitarme a diario”, señaló la actriz. Y reconoció que todos sus amigos, en especial sus vecinos Judy Garland y su marido Sidney Luft, los ponderaban por lo buenos anfitriones que eran: “Nos fuimos convirtiendo en una pareja cada vez más popular. Se corrió la voz de que te lo pasabas en grande en casa de los Bogart”. Y, junto con David y Hjordis Niven, Mike y Gloria Romanoff, el agente Swifty Lazar y Frank Sinatra, formaron un grupo de amigos al que denominaron Rat Pack.
La carrera de Lauren siguió en ascenso. Con su marido rodó las películas Al borde del abismo, La senda peligrosa y Cayo Largo. Pero también hizo Cómo casarse con un millonario, Callejón sangriento, Escrito sobre el viento y Mi desconfiada esposa, entre otros films. Sin embargo, cuando Bogart contrajo cáncer de esófago, todo se complicó para ella. Y fue ni más ni menos que Sinatra quien la contuvo, ayudando a su amigo en el proceso. “A Bogie siempre le gustó Frank”, explicó ella, que enviudó en 1957, con apenas 32 años y dos hijos chicos, Leslie y Stephen, a su cargo.
Lo cierto es que el mismo Humphrey sabía que La Voz tenía otras intenciones con su esposa. “No crees que venga a verme a mí, ¿verdad?”, le dijo a Bacall en su lecho de muerte. Y, de alguna manera, le dio su bendición para que tras su partida se uniera a Sinatra. Cosa que ocurrió, pero no de la manera más armoniosa. “Como pareja éramos combustibles. Siempre que entrábamos en una habitación, la gente se preguntaba: ‘¿Estarán bien esta noche?’. Casi se podía escuchar un suspiro de alivio cuando nos veían sonreír relajados”, reconoció ella.
De cualquier forma, al poco tiempo, un amigo de la pareja, Swifty Lazar, alertó a la periodista del corazón Louella Parsons de la relación. Y, cuando todo se hizo público, el cantante creyó que había sido la misma Lauren la que había vendido la información a la prensa, por lo cual dio por terminado el romance sin siquiera escuchar la versión de la actriz. Recién volvieron a verse seis años más tarde en una fiesta. Pero, para entonces, Sinatra ya estaba del brazo de Mia Farrow. “Frank me hizo un gran favor: me salvó del desastre que habría sido nuestro matrimonio. La verdad es que probablemente fue más inteligente que yo, sabía que no podría funcionar. Pero lo cierto es que también se comportó como un auténtico mierda”, reconoció Bacall.
Años más tarde, la diva conoció a su segundo marido, Jason Robards. Por problemas de papeles, ya que ni él tenía su sentencia de divorcio y ni ella el certificado de defunción de Bogart, no pudieron casarse ni en Viena, Austria, ni en Las Vegas, Nevada, así que el 4 de julio de 1961 contrajeron enlace en Ensenada, México. Tuvieron un hijo, Sam. Pero los problemas de alcoholismo de él hicieron de la relación un tormento. Así que, en 1969 y tras la insistencia de su íntima amiga Katharine Hepburn, sobrevino el divorcio.
Una vez terminada la época de oro del cine de Hollywood, Bacall volvió a Nueva York y siguió su carrera en los escenarios más importantes de Broadway, por lo que fue galardonada con dos premios Tony. Encabezó Goodbye, Charlie, Flor de cactus y Aplauso, entre otras obras. Y, a principios de los ‘80, tuvo un amorío con Harry Guardino, con quien protagonizó La mujer del año.
De todas formas, la diva nunca abandonó el cine y fue una mimada de la pantalla chica. Participó de las películas La pícara soltera, Asesinato en el expreso de Oriente y El pistolero, entre otras. Y formó parte de varias producciones televisivas como The Portrait, Prêt-à-Porter o Mixed-Up Files of Mrs. En 1996, en tanto, interpretó a la madre de Bárbara Streisand en El amor tiene dos caras, papel por el que a sus 72 años fue nominada a Premio Oscar como Mejor actriz de reparto, algo que todos celebraron.
Pero no se detuvo: a fines de los ‘90 se reencontró con Kirk Douglas en Diamantes, luego participó de Dogville y Reencarnación junto a Nicole Kidman y también formó parte de The Walker. Su último trabajo fue como voz invitada en un capítulo de la serie Family Guy, en 2014.
“Mi vida ha tenido sentido y ha estado llena de amistades plenas, valiosas y esenciales para mí. Mis hijos, Steve, Leslie y Sam, son todos distintos y todos seres humanos de primera categoría con un alto nivel de exigencia. Todos tienen ingenio y sentido del humor y, gracias a Dios, yo he conservado el mío”, concluyó Bacall en su autobiografía. Pasó sus últimos días disfrutando de sus cuatro nietos, hasta que falleció de un derrame cerebral masivo en el New York-Presbyterian Hospital.