Verónica Perdomo habla de su nueva vida como mamá de gemelos: “Mis hijos me sanaron”

Hace 15 años, la actriz y conductora estuvo al borde de la muerte y pensó que nunca iba a poder cumplir su sueño de convertirse en madre, hasta que el 15 de abril y luego de un tratamiento de inseminación llegaron al mundo Iñaki y Felipe

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Verónica Perdomo con sus hijos Felipe e Iñaki (Fotos: Gentileza Verónica Perdomo?
Verónica Perdomo con sus hijos Felipe e Iñaki (Fotos: Gentileza Verónica Perdomo?

Este lunes, Verónica Perdomo (47) “celebró” los 15 años de su ACV (accidente cerebrovascular). Y lo hizo con fiesta y todo, porque la realidad es que ese 15 de julio de 2009 volvió a nacer. La actriz y conductora estaba en pleno auge de su carrera cuando, de repente, sintió que se le “había apagado el cerebro”. Y fue literal. Sin embargo, después de una larga internación y una mucho más extensa recuperación que incluyó el hecho de tener que aprender a comer, a habar y a escribir de nuevo, entendió que la vida le había dado una nueva oportunidad y que tenía que aprovecharla al máximo. Dudaba, no obstante, de que algún día pudiera cumplir su sueño de convertirse en mamá. Pero el milagro ocurrió. Y en la noche del 14 de abril del 2022, dio a luz a los gemelos Iñaki y Felipe, que no solo nacieron rebosantes de salud, sino que, contrariamente a lo que muchos pensaban, lograron mejorar el cuadro de su madre.

—¿Cómo fueron estos dos años y tres meses en su vida como mamá?

—La verdad es que todo se fue dando muy despacio, porque los nenes nacieron prematuros y yo todavía siento que tengo bebés. Adrián, mi pareja, me dice: “¡No los dejás crecer!”. Es que ellos ya empezaron el jardín y, de alguna manera, hacen su vida. Pero yo los disfruto tanto, pero tanto, que trato de estar todo el tiempo con ellos. A veces me despierto a las 5 de la mañana y, cuando los veo a los dos durmiendo conmigo, digo: “Gracias a Dios, la vida y el universo por esta oportunidad”. Porque yo sé que esto en algún momento se corta. No sé, a los 18 años no van a querer dormir conmigo...(se ríe).

—Suele suceder que no.

—Por eso. Yo ahora los estoy aprovechando al máximo. Igual, sé que tengo que dejar que empiecen a dormir toda la noche sin mí. En ese sentido, no sé si estoy haciendo las cosas bien. Adrián me dice que a la noche les tengo que contar un cuentito y, después, me tengo que ir del cuarto. Pero yo no puedo. De hecho, les hago mimos y, hasta que no se duermen por completo, no me voy. Entonces, cuando no estoy, lloran porque extrañan esas caricias. Sé que es algo que tengo que trabajar para logar que ellos se queden solos en su cuarto y los papás podamos estar en otro lado. Pero, por ahora, es así.

La actriz y modelo junto a sus gemelos
La actriz y modelo junto a sus gemelos

—Más allá de lo que digan los especialistas en pedagogía, el exceso de amor nunca puede ser perjudicial. ¿No le parece?

—No, tal cual. Y amor es lo que más hay en mi casa. De hecho, yo estoy viviendo unos meses en Uruguay y otros en Argentina. Y, cuando estoy acá, lo que más quiero es hacer planes con los chicos. Creo que disfruto más yo de los espectáculos infantiles que ellos. En algún punto, estaba esperando ser mamá para poder hacer esto. Fuimos al circo del Bicho Gómez, a ver el show de Adriana... Y yo pensé que, por ahí, no se iban a aguantar sentados durante toda la función. Pero ellos estaban chochos y se mataban de risa. Así que vamos a seguir yendo de un lado para el otro.

—¿Ya hablan los niños?

—Están empezando. Dicen “mamá”, “Adrián”, “agua”...Pero la palabra que más repiten es “gracias”. ¡Es increíble!

—Usted quería que, más allá de ser gemelos, cada uno tuviera su individualidad. ¿Tienen personalidades definidas?

—Por suerte, sí. Los dos son muy mimosos. Pero hacen cosas que me sorprenden, es como si las hicieran a propósito. Por ejemplo, Iñaki se despierta siempre llorando porque, obviamente, quiere su mamadera. En cambio Felipe se levanta con una sonrisa. La cuestión es que el otro día yo le estuve contando esto a una amiga y, a la mañana siguiente, Iñaki se despertó lo más bien y Felipe llorando. ¡Cómo si me hubieran escuchado y me estuvieran desafiando! Pero, por suerte, también se ponen de acuerdo.

Felipe e Iñaki tienen 2 años y 3 meses de edad
Felipe e Iñaki tienen 2 años y 3 meses de edad

—¿En qué?

—En que, si uno llora, el otro no. O al revés. Se van turnando. Por ahí, hay un día en el que uno quiere estar todo el tiempo en brazos y el otro no pide que le hagan upa. Como que respetan el tiempo del otro. Y, aunque van cambiando, son re distintos. Porque a mí me parece que el hecho de tener la misma cara ya es un montón. Así que me interesaba que pudieran tener cada uno su personalidad. Pero, además, físicamente también se distinguen porque Iñaki tiene dos kilos más que su hermano. Y, mientras él es más inquieto, Felipe es mucho más tranquilo y observador. De hecho, me lo puso la maestra en el boletín del jardín. Así que son fácilmente diferenciables.

—¿Cómo se llevan entre ellos?

—¡Te morís de amor al verlos! Por ahí uno está comiendo una galletita y le convida al otro. O cuando uno quiere algo y llora un poquito, el otro se lo da. Puede haber algún momento en el que los dos peleen por lo mismo, pero en general se cuidan entre ellos. Cuando vamos a lavarnos los dientes, por ejemplo, uno agarra los dos cepillos y le da el suyo al otro. Son divinos.

—¿De qué manera se organiza usted para poder atenderlos?

—Para empezar soy nómade, porque me la paso yendo y viniendo de Punta del Este a Buenos Aires. Pero siempre hay alguien de mi familia que me acompaña, o mi mamá, Norma, o mi hermana Ceci, que ahora está embarazada de un varón también. Parece que llegó la abundancia de hombres, porque después de que fallecieron mi papá y mi hermano habíamos quedado solo mujeres en la familia. Pero mi hermana Karina tuvo a Galo, yo a los dos míos y ahora se incorpora este nuevo sobrino que todavía no tienen nombre. Así que sumé a una chica que me ayuda durante unas horas. Y, obviamente, cuando está en casa también cuento con Adrián. Pero la verdad es que son bastante buenos los nenes y me las arreglo bastante. Por suerte manejo, así que los cargo en el auto para ir a todos lados. Sé que, cuando ellos empiecen la escuela primaria, voy a tener que elegir si me instalo en Argentina o en Uruguay, porque van a tener que empezar a cumplir con las rutinas del colegio. Pero, por lo pronto, estamos disfrutando la vida.

Verónica pasa algunos meses del año en Argentina y otros en Uruguay
Verónica pasa algunos meses del año en Argentina y otros en Uruguay

—Por más grande que sea el deseo de ser mamá, llega un momento en el que las mujeres necesitan un tiempo para ellas mismas. ¿No le pasa de extrañar su trabajo o sus ratos libres?

—Por supuesto. De hecho, tuve una especie de crisis. Y, cuando empezaron el jardín, dije: “Listo, tengo tres horas para mí”. La primera semana me sentía en Disney: fui a tomar un café, fui al supermercado tranquila...Pero, al poco tiempo se enfermaron y estuvieron como quince días en cama. ¡Yo no lo podía creer!. En un momento dije: “¡Los pongo pupilos! ¡Esto no era lo que yo pensaba!” (se ríe). Es que, cada vez que pienso que tengo todo solucionado, el de arriba me dice: “No, no. La vida no es así de simple”. Así que vuelvo al pijama y a cambiar pañales mientras les limpio los mocos. De todas formas, junto a una compañera de locución, estamos organizando un programa de streaming en Punta del Este. Y estoy muy entusiasmada con ese proyecto. Sobre todo, porque necesito salir y que mi cerebro empiece a crear otras cosas. Va a ser un ciclo de bienestar, donde también vamos a hablar de la maternidad que es algo que nos atraviesa a las dos. Así que en agosto o septiembre vamos a estar saliendo al aire.

—Usted no sabía si iba a poder ser mamá y hasta se la jugó cuando algunos profesionales le desaconsejaban el embarazo. ¿Cómo está hoy de salud?

—Cumplí los 15 años de mi ACV. Y lo festejé con una cena. Pero lo más importante es que, la semana pasada, fui a ver a mi médico de la sangre para llevarle los estudios y me dijo: “Vení el año que viene”. Yo pregunté sorprendida: “¿Cómo?”. “Qué te veo en un año”, me respondió él. En todo este tiempo, nunca me había pasado esto. No sé si me hizo bien la sangre de los nenes durante el embarazo o si ellos me hicieron bien porque era lo que yo necesitaba. Pero la realidad es que yo no creaba mis plaquetas y hoy tengo plaquetas para regalar.

Norma, la mamá de Verónica, colabora en el cuidado de los gemelos
Norma, la mamá de Verónica, colabora en el cuidado de los gemelos

—¡Increíble!

—Estoy muy bien de la sangre, que es algo que no se siente. Pero, hasta ahora, yo cada tres meses me tenía que ir a hacer un estudio. Y, muchas veces, lo tenía que repetir porque me daba mal. En cambio desde que fui mamá tengo la sangre espectacular. Los nenes me hicieron bien. Y el médico me lo dijo. No sé si es científico, pero los análisis me dan perfecto.

—Convengamos que la llegada de los gemelos fue un milagro en todo sentido....

—Yo no sé si ellos están contentos o no, pero te puedo asegurar que a mí me mejoraron la vida. Me hicieron más feliz. Y me volví más desafiante porque con dos chiquitos tenés que hacerle frente a todo. Pero también siento que me sanaron de cuerpo y alma. Creo que ésta, como madre de los gemelos, es mi mejor versión. Porque, además de obligarme a salir adelante todo el tiempo, lograron organizarme para que dejara de andar por la vida sin rumbo.

—¿Qué le pasa cuando mira para atrás, ve todo lo que vivió y lo compara con su presente?

—Pienso que tuve unos ovarios grosos. Lloré un montón. Y tuve que hacer muchos duelos para poder sentir lo que siento y vivir como vivo junto a mis hijos. Nada fue tan fácil. Hice un curso de coach y constelaciones, buscando la manera de estar bien. Pero aprendí a dejar de lado lo que no funcionaba, tomar un cafecito y seguir para otro lado. Porque si me hubiera quedado lamentándome, no hubiera logrado nada de lo que hoy me hace tan feliz.

Felipe e Iñaki cuando tenían apenas unos meses de vida
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