Su sonrisa eterna habla de su gran capacidad para superar los obstáculos. Al igual que cuando comenzó su carrera artística, allá por los años ‘80, Adriana Brodsky se muestra siempre fresca y alegre. Y es por eso que, al recibir su mensaje, Nito Artaza no dudó en sumarla a Toy Sin Plata, el nuevo espectáculo que encabeza con Miguel Ángel Cherutti y acaba de debutar en el Teatro Astral. Sin embargo, lejos de tener una vida fácil, la ex Bebota se vio obligada a pelearla desde que era una niña. Hasta que logró convertirse en una de las grandes estrellas de la década del ‘80. Pero lo cierto es que, en el mejor momento de su carrera, decidió dejar todo para acompañar a quien fuera su marido, Juan Bautista Tata Yofre, con quien estuvo casada entre 1990 y 1996 y tuvo a Javier y Agustina. Y después, nada fue sencillo para ella. Ni la maternidad estando sola, ni la reinserción en los medios que seguían encasillándola como a una sex symbol. Pero ella nunca bajó los brazos. Y hoy disfruta tanto de su presente laboral como del que considera su mayor logro: sus hijos.
—Nunca había trabajado con la dupla Artaza-Cherutti...
—La verdad es que es algo milagroso. A Nito lo conocí en los ’80, pero la vez que me convocó para su espectáculo yo estaba en un proyecto con Jorge Porcel. Y con Miguel Ángel trabajé en La Peluquería de de Don Mateo. Pero, en tantos años nunca habíamos hecho teatro juntos los tres. Así que para mí es increíble.
—¿Cómo se dio la propuesta?
—¿Me crees si te digo que me autoconvoqué? Me acuerdo que un día estaba haciendo zapping en mi casa y los vi a los dos en un programa de televisión. Así que me quedé escuchando lo que decían. Y me empecé a reír de los chistes que contaban y de la onda que tienen. Así que, cuando terminó esa entrevista, le mandé un mensaje a Nito para felicitarlo. Él me respondió: “Gracias, Adri”. Y yo, al toque, le puse: “¿Cuándo voy a tener el honor de trabajar con ustedes?”. A lo que él me contestó: “Ya”.
—¿Así de simple?
—Yo pensé que se había confundido, que quizá estaba chateando al mismo tiempo con otra persona. Pero me escribió: “Mi productor te va a llamar”. Y así fue: me llamó Giuliano Bacchi y empezamos a hablar de lo que íbamos a hacer.
—Si bien usted estaba trabajando, esta sería su vuelta a la revista después de muchos años. ¿Cómo la está viviendo?
—La realidad es que esto es un music hall, aunque tiene pinceladas de revista. Y yo estoy feliz. Me acompañan mujeres muy hermosas como Belén Di Giorgio, Flor Jazz, Tamara Bella y Romina Urigh. También están los Pampas Bravas que son fantásticos. Y, obviamente, Nito y Cherutti que son la cabeza de este espectáculo. O sea que yo me siento honrada. Porque, además, me divierto mucho. Desde las bailarinas hasta la gente del teatro, todos tienen una onda increíble. Así que, si bien es trabajo, me hace bien íntimamente estar en este grupo, porque todos son divinos. Y el público responde de una manera increíble. De manera que, para mí, es un sueño.
—Sus hijos ya son adultos...
—Agustina tiene 33 años y Javier 32.
—¿Cómo tomaron ellos su vuelta al teatro en este formato?
—El día del estreno, estaban más nerviosos que yo. Al menos, eso es lo que me enteré por amigos que estaban con ellos en la platea...La verdad es que lo viven de una manera muy intensa. Y me encanta, porque las cosas de mis hijos yo también las vivo con mucha intensidad, como si me pasaran a mí. Bueno, a ellos les pasa lo mismo conmigo.
—A pesar de que sus hijos se independizaron muy jóvenes, ustedes son muy unidos. ¿Puede que sean como una tribu?
—Sí, somos un clan. Y cada vez estamos más unidos. Porque, a medida que vamos creciendo, nos vamos dando cuenta de que somos impenetrables en algún sentido. Nos contamos muchas cosas, nos ayudamos y nos abrazamos en todos los sentidos: es el abrazo de la confesión, de la comprensión, el maternal, el de amigos... Es decir que tenemos todo lo que tiene que tener una familia o, al menos, mi familia. Somos muy compañeros.
—Ellos no heredaron su faceta artística, ¿verdad?
—Agustina es diseñadora gráfica y no le gusta salir mucho en las fotos. Y Javier trabaja en comercio exterior, pero además está a cargo del restaurante que pusimos juntos en Núñez en 2022.
—Uno a lo largo de la vida va cosechando lo que fue sembrando y usted ha luchado mucho por sus hijos para lograr este presente.
—En realidad, es una lucha que tenemos muchas mujeres. Yo no soy una heroína, simplemente, hice lo que tenía que hacer. Y conozco a muchas madres que hacen lo mismo y que realmente le ponen el pecho a las balas, por no decirte que ponen el pecho a los cañones.... Pero bueno, uno cuando tiene hijos sabe que la prioridad siempre son ellos. Y aunque uno tenga tristezas, nadie tiene por qué enterarse de ellas.
—¿A qué se refiere?
—A que a los hijos hay que mostrarles mucha fuerza, hay que levantarles el espíritu, las emociones y crear verdaderos hombres y mujeres para este mundo. Es lo que yo logré y hoy me demuestran ellos. Javier es un hombre sensacional y Agustina una mujer adorable, con principios no morales sino humanos, que es lo más importante que puede tener alguien. Tratar de ser mejor persona cada día, es casi una religión para nosotros.
—Pero en algún momento se debe haber sentido desbordada...
—Muchas veces. Pero uno siempre cree que no puede. Y, de pronto, es ese instinto que tenemos todos los seres humanos de sobrevivir que nos hace salir adelante en esas situaciones. Además, yo vengo zigzagueando los obstáculos de la vida desde chica. ¡Imaginate si no lo iba a hacer por mis hijos!
—Usted contó que sus padres se separaron cuando usted tenía apenas 2 años y que tuvo que empezar a trabajar para ayudar a su madre siendo una niña.
—Sí, mi casa era muy humilde. Y mamá trabajaba muchísimo, pero no alcanzaba. Mi hermano Javier y yo, realmente, teníamos ganas de hacer otras cosas, pero no se podía porque mi madre estaba sola y nos necesitaba.
—¿Su padre los abandonó?
—Mi mamá le sacó la patria potestad, así que no lo vimos por 12 años más o menos. Y, de pronto, lo vimos dos o tres veces en la vida hasta que falleció siendo muy joven. O sea que nos quedamos sin papá. Pero, en realidad, nunca lo tuvimos. Y siempre extrañamos tener un padre. ¿Viste que cuando uno es chiquito piensa cómo puede ser que no tenga un papá o una mamá? Sin embargo, después descubrís que en la vida hay cosas peores. Y que la vida también te da cosas hermosas. Así que uno no tiene porque tener coronita y tiene que pasar por todo lo bueno y lo malo, como todo el mundo.
—¿Cuáles fueron tus primeros trabajos?
—Lo primero que hice fue limpiar vidrieras en un bazar. Y después fui el “che pibe” en una inmobiliaria: servía el café, llevaba cartas, hacía colas increíbles para mandar algún sobre.... Así arranqué. Después empezaron otros trabajos como promotora. Y una cosa llevó a la otra, así que me empezaron a llamar para hacer publicidades y desfiles. Hasta que un día, no sé, como que se hizo la luz . Y, en el año ‘82, entré en Operación Ja Ja, el programa de Gerardo Sofovich. A partir de ese momento, fue algo mágico.
—Hablamos de una época en la que todo el mundo veía televisión y hablaba de la publicidad de Hitachi o el sketch de El Manosanta de No toca botón, con Alberto Olmedo...
—¡No podía salir a la calle! De verdad. Pero bueno, las cosas van cambiando y uno se tiene que adaptar. Es importante renovar hasta los pensamientos y las actitudes que se tienen, porque es la única manera de seguir adelante en la vida. Y agradecer siempre, sobre todo, lo que el público te da.
—Tomar lo vivido, bueno o malo, como un aprendizaje y mirar siempre para adelante es la mejor actitud, ¿verdad?
—Por supuesto. Si te ponés a pensar en el pasado, te detenés en el camino y eso te tira para atrás. Hay que hacer un gran esfuerzo, siempre. Pero si esto me pasó, yo sé que tengo que seguir adelante. Y si se viene el Tsunami, lo detengo.
—Después de tu separación, decidió volver al medio que suele encasillar a las sex symbols pero ya no como la icónica Bebota. ¿Le costó ser aceptada?
—Sí, porque todavía la gente me veía como una mujer sexy. Y yo ya no me sentía una mujer sexy. Finalmente, lo logré. Pero tampoco tengo por qué renegar de aquello que me gratificó tanto. Y el otro día, por ejemplo, a la salida de un programa apareció un Manosanta disfrazado y no me quedó otra que decirle: “¡Maestro! ¡Maestro!”. De hecho, ya lo había hecho también en el espectáculo de Martín Bossi en el que se homenajeaba al Negro. Es que hay cosas de las que la gente no se olvida más y ese sketch es una de esas.
—¡Quedó en la memoria colectiva de los argentinos!
—Tal cual. Y yo me la paso agradeciendo. Porque, sabiendo de dónde vengo, todo lo que logré es una bendición. Sobre todo, en relación a mis hijos que son mi mayor logro. La verdad es que ellos, el reconocimiento del público y todo lo que estoy viviendo en este momento con mi vuelta al teatro, son motivo más que suficiente como para que sea una agradecida.
—No mencionamos el plano sentimental y la realidad es que, después del padre de sus hijos, no le hemos conocido pareja estable. ¿Fue una decisión o no se le dio?
—Si no se me da es porque no quiero. Todos podemos elegir, hombres y mujeres. Y, en este caso, depende de mí. Si estoy con alguien es porque quiero y, si no, es porque no quiero. Así de simple.
—Pero, ¿volvería a formalizar o, al menos, a convivir?
—No, no, no, no...¡Olvidate! Yo no puedo compartir la cama ni con un peluche. Pero sí estoy dispuesta a salir con alguien, armar un viaje, tomar un café o compartir una charla con amigos. Todo eso me encanta. Así que, el día que aparezca el hombre con quien pueda hacer todo eso, tampoco lo voy a esconder.
—Pero no es de las que necesitan una pareja al lado para sentirse seguras...
—Para nada. Si no, ya la hubiera tenido hace mucho tiempo. Y la verdad es que la seguridad me la doy yo misma. Por eso me cuido y me quiero mucho. Aunque suene egoísta, hay que pensar en uno y mimarse mucho antes de estar con alguien más.