“No tenía idea de que me iban a hacer un reconocimiento. La verdad es que yo venía solo a disfrutar de la fiesta y estaba muy agradecida por la invitación. Pero todo lo que sea diferente a mi ámbito me hace feliz”, dice Paula Pareto en diálogo con Infobae. La campeona olímpica de judo, que en la actualidad ejerce su carrera de médica y lleva adelante distintos emprendimientos gastronómicos, fue homenajeada en la última entrega de los Premios Martín Fierro Federal que se realizó en el Auditorio Ángel Bustelo de Mendoza, con una estatuilla meritoria por su carrera como deportista. Y no pudo dejar de lagrimear al ver el video que reflejaba su enorme esfuerzo por llegar a lo más alto de su disciplina. Sin embargo, a tres años de haberse retirado de las competencias, la Peque asegura no extrañar nada de su vieja y exigente vida.
—Hoy cuando tiene que completar un casillero con su profesión, ¿pone judoca, médica o gastronómica?
—Yo digo que soy médica. Antes, tal vez, ponía deportista porque estaba en competencia. Pero hoy soy ex deportista. Y no soy gastronómica, en todo caso, soy una emprendedora tanto con las viandas Pareto Gluten Free como con la cafetería Pareto Caffé. Pero mi profesión es médica.
—Igual sigue ligada al deporte desde otro lugar...
—Sí, estoy como coordinadora general del Programa de Desarrollo de Alto Rendimiento del ENARD, que agrupa a todos los chicos sub-13, sub-15 y sub-18. Así que manejo esa parte técnica y estoy feliz de poder hacerlo. Vamos por diferentes provincias, por ejemplo, haciendo un scouting y armando algunas competencias. Y la verdad es que para mí está bueno, porque estoy con los deportistas que van a ser el futuro.
—¿Se ve reflejada en ellos?
—Me gusta poder ver en los chicos mis inicios y aportarles mis experiencias, tanto las buenas como las malas, para que ellos logren crecer y representar al país en un futuro. De hecho, ya lo están haciendo, por suerte, cuando yo a su edad no tenía esa chance. Y el objetivo es que puedan explotar su potencial a nivel olímpico y sacar muchas más medallas de las que en mi generación se han logrado.
—Hace unos día fue noticia por renunciar a su beca de la Confederación Argentina de Judo junto a su entrenadora, Laura Martinel, frente a la necesidad de recortar el número de deportistas becados...
—Sí, fue una manera de tratar de aportar lo que cada uno puede. Es un problema, porque hay un recorte de presupuesto que es sabido. Y yo me puedo acomodar con mi equipo, colaborando desde mi lado, para que puedan proporcionarle esa subvención a los deportistas que hoy viven con eso. Ya está, era la acción que estaba a mi alcance. Y, gracias a Dios, se solucionó y los chicos van a poder seguir viviendo en Buenos Aires, que es lo que queríamos con mi entrenadora que fuimos las dos que cedimos nuestras becas.
—Usted sabe perfectamente lo difícil que es ser un deportista olímpico, ¿verdad?
—Sí, sé lo que cuesta y sé el esfuerzo que ellos hacen, por eso creo que vale la pena este gesto. Yo siempre digo que en equipo todo es mejor. A veces se trata de ceder y, a veces, de recibir En este caso, de nuestra parte será ceder para recibir los beneficios que ellos nos dan: las alegrías del día a día y lo que le ponen en cada entrenamiento.
—Habiendo sido medallista olímpica y después de llevar la bandera en los Juegos de Tokio, ¿cómo fue el momento de retirarse?
—En verdad, fue un cambio de vida que ya venía organizando. Como que lo estaba preparando. Me acuerdo que un amigo me dijo: “¿Y ahora qué vas a hacer que no competís más en judo?”. Pero yo tenía 200 cosas pendientes, justamente, porque mi foco principal en ese momento era el entrenamiento. Obviamente, estudiaba y ya trabajaba en el hospital. Pero desde entonces cambié los porcentajes en cuanto a las horas que le dedicaba a cada cosa. Hoy estoy abocada mucho más tiempo a la parte médica y a mis emprendimientos. Y estoy haciendo también otras cosas a nivel deportivo, que se están formando de a poquito.
—Entiendo.
—Digamos que empecé a hacer todo lo que tenía en la gatera esperando. Porque yo siempre digo que cuando hago algo, me gusta hacerlo bien. Y la verdad es que no tenía el tiempo necesario en ese momento. Así que, cuando dejé la parte competitiva y las responsabilidades que eso conlleva, me pude ocupar de todo esto que tenía pendiente.
—¿No extraña la competencia?
—No, para nada. Sabés que muchas veces me encanta estar del otro lado, desde la parte técnica. Voy a las competencias y muchos vienen y me dicen: ”Extrañás, querés estar ahí, ¿no?”. Y la respuesta es “no”. O sea, me pongo a pensar: “Lo disfruté un montón, pero así como lo disfruté hoy ya disfruto estar del otro lado y no tener que estar más ahí”.
—¿No siente esa necesidad de adrenalina?
—Creo que, cuando dejé, dejé todo literal: hasta las ganas de competir. Porque lo disfruté, no digo que lo haya sufrido ni nada por el estilo. Pero no me dan ganas de volver.
—Igual sigue entrenando un montón y eso se puede chequear en sus redes...
—Sí: sigo activándome, moviéndome. Creo que la actividad física ya es parte de mi vida y sé que es algo que me hace bien. Pero no puedo decir “entreno”, porque antes entrenaba y lo hacía cuatro horas por día. Ahora me muevo. Yo digo “activar”, aunque tal vez para alguien que nunca entrenó sea como un entrenamiento.
—Defina las horas por día y la intensidad que implica para usted el verbo “activar”, por favor.
—Una hora o una hora y media como mucho, depende cada día también. Hoy, como te decía, tengo otras prioridades. Pero a la mañana, con ganas o sin ganas, al menos una hora de actividad hago. La diferencia es que antes era una obligación profesional, en cambio ahora es una obligación conmigo misma. Y, depende de cómo venga el día laboral, puede ser una rutina de gimnasio o una bicicleteada al trabajo, por ejemplo.
—Imagino que ahora también se puede relajar en una salida con amigos y beber unos tragos de vez en cuando, ¿no?
—Sí, yo no tomo alcohol, pero me relajo en el sentido de las comidas. Antes, si no llevaba una dieta equilibrada, el entrenamiento que hacía era como que lo tiraba al tacho de basura. O si no dormía las 7 u 8 horas que corresponden para lograr una buena recuperación, pasaba lo mismo. Entonces, como tampoco quería entrenar en vano, intentaba cumplir con esa rutina. Hoy, en cambio, si un día duermo 5 horas no pasa nada. Puedo estar cansada, pero prefiero hacer esta salida con amigos que antes la dejaba rezagada.
—¿La vida social fue lo que más tuvo que sacrificar en sus años de competencia?
—Claro. Por eso hoy estoy ganando eso y no lo veo como un problema. Aunque duerma poco, me levanto, activo a la mañana y salgo. Me preguntan: “¿Por qué no dormiste media hora más si saliste a la noche?”. Porque me gusta hacer las dos cosas. Total, dormiré un poquito más al día siguiente y no me cambia nada en cuanto al rendimiento.
—El tema de la pareja también debe ser difícil para una atleta olímpica, ¿actualmente está con alguien?
—No, estoy sola.
—¿Y tiene ganas de tener hijos, en cualquiera de las formas posibles?
—Siempre digo que si se da y me hace feliz, va a estar bien. En algún momento pensé en eso de tener un hijo. Y si aparece alguien que me suma, buenísimo también. Pero hoy estoy bien como estoy.
—Estuvo visitando al papa Francisco hace poco, ¿cómo fue esa experiencia?
—Fuimos a un evento de Scholas Occurrentes, que se creó en 2019. Y la idea es empezar a darle forma con gente de diferentes ámbitos. Yo aporté desde el lado deportivo y médico, y también había muchos rectores de universidades de todo el mundo y empresarios. La idea es sumar. Y educar a la gente más allá de un libro de las matemáticas, de lengua o de ciencias sociales, para que la educación sea más táctica y cuantitativa. Así que para eso se hizo el encuentro.
—No se si es creyente, pero en general la gente se emociona en contacto con Su Santidad.
—La verdad es que va más allá del hecho de ser o no creyente. Yo sí soy creyente, pero ahí había gente de diferentes religiones y todos estuvimos igual de emocionados al conocer a quien hoy es la figura de Dios en el mundo. Aparte, él es una persona muy cálida. Éramos 100 personas y, a cada una de 100, les dio la mano con una sonrisa y les dijo algo. Con todo lo que arrastra él de presiones, de responsabilidades y de compromisos, se tomó ese tiempo. Y yo lo valoré mucho como persona también por ese gesto.
—Usted siempre mantuvo la humildad, a pesar de los logros. ¿Hoy la paran mucho por la calle?
—Depende la época y el momento Yo me doy cuenta tal vez que está saliendo alguna publicidad nueva porque la gente me saluda más. Ahí digo: “Algo está pasando”. Y a los dos o tres días, me entero que salió algo nuevo o que están repitiendo alguna entrevista. Y para mí es raro, porque como deportista no estoy acostumbrada a eso y a veces me resulta como invasivo. Igual, siempre se me acercan con cariño. Por ahí viene alguien corriendo y me abraza. Y es un montón de amor, pero al principio me choca y después, recién, me doy cuenta de que si solo por estar caminando puedo hacer feliz a una persona. ¿Qué me cuesta? Y eso me pone contenta.
—¿En el consultorio también le pasa?
—Sí. Tal vez vienen con algún problema, porque si vas a un médico no estás en el mejor de tus momentos, y se van con una alegría. Imaginate que yo atiendo a deportistas y, para ellos, es como un extra a la atención que necesitan el hecho de conocerme a mí. Pero si suma, creo que está bien.