Se recibió de periodista deportivo pero se consagró como imitador “de rebote”: la inesperada carrera de Pato Muzzio

Estudió en DeporTEA, pero cuando empezó a ejercer su profesión la coyuntura lo obligó a cambiar de rumbo. Este año fue nominado por quinta vez como Mejor Humorista en los Permios Martín Fierro y ya cuenta con una estatuilla en su haber

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Pato Muzzio está nominado como Mejor Labor Humorística en Radio para los Premios Martín Fierro (Fotos: Instagram)
Pato Muzzio está nominado como Mejor Labor Humorística en Radio para los Premios Martín Fierro (Fotos: Instagram)

“Me salió de rebote”, dice Pato Muzzio en diálogo con Infobae. Es que él soñaba con ser periodista deportivo. Y se esforzó para lograrlo. Nacido en Capital Federal, se recibió en DeporTEA, comenzó su carrera en la ciudad de Rosario y, con el tiempo, pudo hacerse un espacio en las radios más importantes de Buenos Aires. Allí conoció a Marina Rosetti, su pareja desde hace una década y madre de sus dos hijos: Agustín (5) y Zoe (9 meses). Y, con el incondicional apoyo de ella, se dispuso a crecer en su profesión. Sin embargo, su talento innato para las imitaciones no pasó inadvertido. Y, en determinado momento, entendió que su futuro estaba ligado al humor. No se equivocó. Hoy, con 40 años y con una estatuilla en su haber, está nominado por quinta vez a los Premios Martín Fierro por su labor en López 910 y Un Buen Momento, en Radio La Red.

—¿Cómo recibió esta nominación?

—Sinceramente, que me tengan en cuenta para mí ya es un montón. Con esto de que se premian dos años juntos estoy medio perdido. Yo gané en 2017, que fue mi primera nominación por radio en una terna similar, en la que estaban Rolo Villar y Ariel Tarico, solo que ahora en lugar de estar Claudio Rico está Homero Pettinato. Imaginate que con esos nombres, para mí fue un pleno quedarme con el premio en aquella oportunidad. Y esa entrega también se hizo en La Rural con trasmisión de América, como la del próximo 16 de junio. Así que estoy esperanzado. Pero ya con estar en la fiesta me doy por satisfecho: son dos veces por la radio, dos por el cable y una por aire con La Peña de Morfi. ¿Qué más puedo pedir?

—Siempre fue nominado por Mejor Labor Humorística...

—Exacto: yo hago humor a partir de las imitaciones.

—Pero usted empezó su carrera como periodista, ¿o no?

—Sí, lo del humor se fue dando casi sin querer. Yo en el año 2000 me fui a vivir a Rosario por el trabajo de mi viejo. Terminé el secundario ahí y empecé a estudiar periodismo deportivo. Y, en el 2004 o 2005, empecé a laburar en los medios de allá. Los de las imitaciones era algo innato con lo que yo jodía con mis amigos en el colegio. Siempre copiaba a todos en las clases. Y, cuando arranqué en la radio, lo hacía en los cortes a modo de diversión. Por ahí comentábamos algo de un futbolista y yo empezaba a hablar como si fuera ese personaje.

Muzzio junto a Marina Rosetti, su pareja desde hace una década
Muzzio junto a Marina Rosetti, su pareja desde hace una década

—¿Entonces?

—Un día Julián Bricco, que es un relator de Torneos y Competencias rosarino, me dijo que empezara a hacer esas imitaciones al aire. Y yo me animé. Cuando vine a Capital Federal en el 2012, empecé a trabajar en Radio 9, que después fue AM 950 y ahora es la CNN Radio, haciendo la columna deportiva y el humor con Oscar Gómez Castañón. Así comenzó todo. Porque, obviamente, los medios de Buenos Aires tienen mucha más trascendencia. Y los personajes que yo hacían gustaban bastante.

—¿Qué pasó con el periodismo?

—Un día me dijeron: “Periodistas deportivos tenés un millón. Lo que hacés vos con las imitaciones está buenísimo y no hay muchos que lo puedan hacer”. Así fue como, de a poco, a los personajes del fútbol les fui sumando políticos y gente del espectáculo. Y, cuando me quise dar cuenta, ya estaba trabajando de esto. Entonces me empezaron a llamar para actuar en eventos y hasta tuve la oportunidad de hacer teatro con producción de Daniel Dátola. Eran oportunidades que yo sentía que me caían de arriba y que, con mi título de DeporTEA, nunca hubiera podido conseguir.

—Pero usted se había planteado otro objetivo, ¿le costó cambiar el rumbo?

—Yo, desde muy chiquito, quería ser periodista deportivo porque soy fanático del fútbol. Y, de golpe y porrazo, la vida me llevó para otro lado. Pero me adapté porque me di cuenta de que era el lugar para mí.

—¿Temía que desde el periodismo pudiera quedar afuera del circuito?

—Hace diez o quince años no era como ahora, que los chicos con un teléfono, prácticamente, tienen acceso a un medio propio. En aquel momento, costaba insertarse cuando estaban tipos como Fernando Niembro y venían creciendo muchos profesionales que hoy son número uno como Martín Liberman o Gustavo López. No había espacio para los que estábamos recién empezando.

Pato es papá de Agustín, de 5 años
Pato es papá de Agustín, de 5 años

—Entiendo.

—Y a mí, con el tema de las imitaciones, se me abrió una puerta muy grande. Y entré, directamente, a un estudio donde era parte de la mesa y hacía reír a todo el mundo. Así que, enseguida, me di cuenta de que ese era mi lugar. Y dije: “Si no puedo con el periodismo, voy a ir por acá”. Porque, en definitiva, siempre quise trabajar en los medios de comunicación. Además, toda la vida me gustó hacer personajes.

—La particularidad es que usted no solo saca las voces y los latiguillos, sino que también parece pensar como cada personaje que imita. ¿Cómo lo logra?

—Bueno, ahí es donde entra el periodismo. Porque al estar acostumbrado a estar atento a las noticias, leer los portales y escuchar las entrevistas, estoy siempre actualizado. Entonces, si tengo que hablar como Mauricio Macri, Alberto Fernández o Sergio Massa, sé lo que cada uno dijo o lo qué va a hacer esa semana. Y eso hace que pueda responder como si fuera ese personaje. Lo mismo si me toca hacer a Román Riquelme o a Santiago del Moro. En ese sentido, el hecho de ser periodista es una ventaja.

—¿Alguno de sus imitados se enojó con usted o le marcó algo?

—Hasta ahora no me ha pasado. Cuando imitaba a los políticos frente a ellos, no les quedaba otra que poner cara de feliz cumpleaños, reírse y seguirme el juego. Porque saben que, si se enojan, pierden. Y algunos como Hugo Moyano, por ejemplo, hasta pedían por mí cuando salían al aire. Solo Mostaza Merlo me llamó una vez, porque yo había dicho que quería dirigir y decía que iban a pensar que había sido él. De todas formas, yo siempre hago mi trabajo con mucho respeto.

—Imagino que sus amigos le deben pedir imitaciones...

—Todo el tiempo: “Grabame un audio como Lionel Messi”, “Haceme a Diego Maradona”...

El periodista e imitador recibiendo a su hija Zoe
El periodista e imitador recibiendo a su hija Zoe

—¿Qué pasa en su casa?

—Mi hijo tiene tan naturalizado que yo imito, que todo el tiempo me está pidiendo que le haga personajes. Lo estoy llevando al jardín y me pide a Edinson Cavani, a Pepa Pig o a Javier Milei. O estamos viendo La Guerra de las Galaxias y me pregunta cómo habla Chewbacca. También empieza: “Papi, ¿cómo habla Mickey Mouse?”. Y ni hablar cuando están los compañeritos presentes: les dice que yo sé hacer voces y termino haciendo un show para los chicos.

—Suerte que la nena es bebé...

—Igual, cuando empieza a llorar le hago voces distintas para que se calme. ¡Y da resultado!

—¿Su pareja que opina al respecto?

—Ella sabe que vivimos en gran parte gracias a esto, así que se lo banca. Además, yo la conocí trabajando en el medio y, como ella también es periodista y productora, me entiende. Porque acá hay que aguantarse los horarios raros de laburo, además del hecho de que a veces se me mezclan las voces y puedo terminar hablando como Carlos Bilardo.

—¿Le pide algún personaje especial en la intimidad?

—No, pero hay algo que es para tratar en terapia. Porque ella me dijo que empezó a fijarse en mí un día que me vio imitando a Nadia Zyncenko, la meteoróloga. No sé, dice que la hice reír y que a partir de ese momento le empecé a gustar.

—Cada uno con su fantasía...

—Sí, es raro. Le podría haber llamado la atención algún otro personaje, pero no. Igual, ella sabe que cuando vuelvo a casa estoy quemado, así que me cuida. Y no me pide nada porque sabe que, por un ratito, quiero ser yo. Aunque por momentos hasta yo mismo me olvido de cómo hablo realmente.

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