Se para sobre el escenario del Teatro Metropolitan, empieza a cantar y hace que el público, inmediatamente, contenga el aliento. Judith Cabral es una de las figuras que acompaña a Martín Bossi en Bossi Live Comedy, la obra con la que el artista se está presentando en la cartelera porteña. Y tiene un destaque en el que logra desplegar todo su talento, haciéndose merecedora de una verdadera ovación. ¿Cómo llegó a ocupar ese lugar? “Fue por una audición, allá por 2017. Me dijeron que estaban haciendo un casting para cantantes y bailarines, me presenté y quedé”, cuenta la joven en diálogo con Infobae.
—En la actualidad tiene un lugar muy importante en la obra...
—Yo siento que en todos los espectáculos de Martín tuve un destaque. Cuando arranqué en Bossi Master Show empecé haciendo algunas cositas que estaban en el guion original. Pero, a medida que fueron pasando los años, fue mutando y terminé participando de otros números. Pero eso tiene que ver con la confianza que Bossi y su equipo tienen en mí y en lo que yo hago, que me permiten jugar y divertirme.
—Convengamos que la respuesta del público avala esa confianza, ¿o no?
—Sí. Este año, por ejemplo, me llamó para hacer un reemplazo por dos semanas, porque la chica que estaba no podía. Y, después, la vida hizo que me quedase en la obra con una participación mayor.
—¿Qué edad tiene Judith?
—36 años.
—¿Casada, soltera, hijos?
—Soy soltera y no tengo hijos.
—Teniendo en cuenta la fama de Bossi, le tengo que preguntar si en algún momento intentó seducirla....
—Con Martín tenemos una relación muy particular, porque yo también soy medio de tirotear pero como algo que me divierte. Como que se da un juego de seducción de los dos lados.
—¿El típico “chichoneo”?
—Claro. Pero como es algo que hacemos los dos en tono de broma, así que no te sabría decir si en algún momento él me “tiró los galgos” en serio. No hubo algo explícito. Porque lo que se da entre nosotros tiene que ver también con lo que pasa arriba del escenario y esa magia que se genera cuando actuamos juntos.
—Pero, concretamente, ¿pasó algo entre ustedes?
—No, no, no.
—¿Ni siquiera un touch o una salida?
—Siempre que fuimos a comer o a tomar algo, fue en un contexto laboral.
—¿Dónde nació usted y cómo empezó su vínculo con la música y la actuación?
—Nací en Capital Federal, en el barrio de Almagro. Y lo artístico me gustó de muy chiquita, cuando iba al jardín. Me acuerdo que, cuando tendría unos 4 años, mis padres me llevaban a ver los espectáculos de Hugo Midón que se daban en el sector del medio del Paseo La Plaza. Un día bajaron los payasos de Vivitos y Coleando y yo dije que quería hacer eso. Entonces me mandaron a estudiar danza, primero ballet, después jazz. Y, cuando eso ya no fue suficiente, fui a las clases de teatro musical que había en el jardín. De ahí pasé a la escuela de Reina Reech y luego me formé con Raúl Cassinerio y Mariano Detry, a quienes yo considero como mis ángeles en esto, porque me mostraron lo que pasaba afuera con obras como Cat, Annie y otros musicales. A los 11 años, finalmente, hice una audición para La Familia Fernándes y así empezó mi labor artística a nivel profesional.
—Era una criatura, ¿su familia estaba de acuerdo?
—Sí, por supuesto. Yo soy hija única y en mi casa siempre hubo mucho amor por lo artístico, aunque mis padres no se dedicaban a eso. Mi mamá, Laura, que es psicóloga, toca el piano. Y mi papá, Norberto, es psiquiatra pero tiene esa cosita de arte en su ser. Siempre escuchaba Pink Floyd, Los Beatles, Barbra Streisand, Liza Minelli y yo amaba esa música. Como la de ABBA o Rafael. Así que tanto ellos como mis abuelos y mi tía me apoyaron.
—Pero una niña que trabaja en teatro implica una dinámica particular en la casa...
—Sí, de hecho, mi mamá en ese entonces cambió de trabajo para poder acompañarme a todas las funciones, porque siendo chica no podía ir sola al teatro ni a los ensayos. Pero en todo momento estuvieron conmigo.
—¿Usted siempre tuvo claro su rumbo o en algún momento pensó en seguir psicología, por ejemplo?
—Yo siempre supe que tenía que estudiar todo lo relacionado a mi instrumento, como danza, teatro y canto. Por suerte, mis padres nunca me hicieron un planteo para que siguiera una carrera universitaria. En algún momento, quizá, se me cruzó por la cabeza que quería ser arquitecta. Pero la verdad es que era muy difícil estudiar otra cosa en paralelo a lo artístico porque no me alcanzaba ni el tiempo ni la energía.
—O sea que el sueño de ser arquitecta...
—Se me pasó cuando me di cuenta de que no iba a poder con eso. Carreras pueden gustarme miles. Pero creo que esto también tiene que ver con el hecho de ser artista, ¿no? Porque te pueden gustar un montón de profesiones y el lugar en el que podés desarrollarlas es, justamente, en el escenario. Yo hoy puedo ser arquitecta, mañana abogada y así divertirme con todo aquello que me hubiera gustado ser.
—Las audiciones suelen ser bastante frustrantes porque, más allá del talento que alguien pueda tener, el tema es encajar con el papel y la persona se enfrenta a muchos “no”. ¿Cómo maneja esa situación?
—Ahora que estoy más grande y que ya tengo más audiciones encima, me lo tomo un poco distinto. Pero, al principio, sí estaba la frustración de no entender por qué no quedaba. Y era decir: “No sirvo”. Hoy, en cambio, me doy cuenta de que no es si sirvo o no sirvo, sino si les funciona o no les funciona lo que yo hago para lo que están buscando. O sea, yo soy esta y tengo esto para ofrecer. Pero, después, hay que ver lo que ellos tienen en mente para determinado personaje. Y si tu perfil no da, es para ese trabajo en particular y no para el arte.
—También ha tenido incursiones en algunos programas de Marcelo Tinelli, ¿cómo fue su experiencia allí?
—Hice una participación en el Bailando, cantando para la primera gala de la pareja de Gabo Usandivaras y Becky Váquez. Y después entré como reemplazo de Lola Latorre en el Cantando, donde estuve solo un programa con Lucas Spadafora. En esos shows televisivos, entiendo que también entra en juego la discusión y el conflicto. Y yo justo tuve un pequeño cruce impensado con Karina La Princesita, por el que se armó un escándalo que no me gustó. Fue un comentario que se malinterpretó y terminé con todo un fandom en contra, tratando de explicarle a uno por uno cómo habían sido las cosas.
—O sea que no la pasó bien...
—En el momento no me di cuenta de que estaba en un programa donde todo eso se potencia. Hoy, si volviera, no me lo tomaría de la misma manera. Igual que lo que pasa en las audiciones, eso tiene que ver con la experiencia. Así que trataría de no entrar en un escandalo.
—Pero usted sabe que, más allá del talento, muchas veces estas movidas mediáticas son como un atajo en el camino a la fama del artista.
—Yo siento que el escándalo no te lleva a ningún lado... O sea, sirve para un minuto, pero no es por donde va la cosa. Y a mí no me gusta para nada. Así que prefiero seguir construyendo mi carrera por otro lado.
—¿Además de estar con Bossi sigue con sus shows de canto?
—Sí, claro. Y ahora estoy como directora vocal de un espectáculo que se llama Open 24, que vamos a estar estrenando en el Teatro Picadilly. Es una obra española que hace mi amigo Santiago Palumbo, que compró los derechos y me llamó para dirigirla vocalmente. Así que estoy incursionando en una nueva tarea en mi vida que me tiene muy entusiasmada.
—¿Cuál sería su aspiración laboral?
—Me gustaría dedicarme a la música como cantautora. Yo tengo dos canciones en Spotify, tengo mis videos hechos muy a pulmón y con autogestión. Y me encantaría ser una cantante pop, sacar un álbum y hacer recitales.
—Ya dijo que con Bossi no pasa nada, ¿está en pareja?
—Hay una persona a la que realmente quiero mucho y que me acompaña hace un tiempito
—¿Entra en la categoría de novio o todavía no tiene el título?
—Prefiero decirle mi muchacho...Pero, además de mi familia, siento un gran apoyo por parte de él.
—A veces es difícil estar con alguien del mundo del espectáculo, teniendo en cuenta los horarios, los viajes, las temporadas...
—No es un laburo normal. Y creo que, quizá, si estuviera con un arquitecto o un abogado sería más difícil. Él es músico, así que entiende mucho más mi trabajo. Y, por ahora, yo estoy muy enfocada en mi carrera así que no estoy pensando en formalizar, aunque no sé que puede pasar más adelante porque no descarto nada. Pero el tema es que el vínculo no sea dañino para nadie y, por eso, es fundamental que tenga claro de qué se trata esto.