“Sí, yo me enamoré”, dice Rodrigo Díaz desde Bolivia, en diálogo con Infobae. Tenía apenas 19 años cuando decidió contactar a Ricardo Fort a través de la red social Facebook. Entonces, no imaginó que la respuesta del chocolatero iba a ser inmediata. Ni que lo iba a terminar invitando al programa que por entonces conducía en América, Fort Night Show, para conocerlo. Mucho menos podía suponer que, a raíz de ese encuentro, su vida cambiaría por completo. Pero así fue. Después de dejar su casa familiar de Tandil, el joven se instaló en el lujoso departamento de Belgrano del mediático y, con algunas idas y vueltas, fue su pareja hasta ese trágico 25 de noviembre de 2013 en el que el hombre que quedó inmortalizado como El comandante, falleció.
Hoy, con 31 años, Rodrigo decidió mudarse al país vecino junto a su actual novia, Micaela, de 25, dispuesto a cumplir con el sueño que le había inculcado Fort poco antes de su muerte. Porque Ricardo, quizá tratando de proyectar en él el deseo que su propia salud ya no le dejaba seguir adelante, quiso impulsarlo para que triunfara en la música. Y él lo intentó una y otra vez hasta que, finalmente, lo logró junto al grupo Panorama.
—¿Cómo surgió esa propuesta?
—Yo lo había conocido a Rodrigo Cornejo, de Rey Representaciones, en el 2020. Y, en el 2022, me ofreció ir a La Paz a hacer un par de shows junto a otros artistas. Pasó el tiempo y, en febrero de este año, me comentó que quería que formara parte de un proyecto en el que venía trabajando. Él quería que fuera la imagen de este grupo, así que me ofreció un contrato y hace un poco más de un mes que me instalé acá.
—¿Lo recibieron bien?
—Muy bien, porque ya era medianamente conocido por la televisión argentina. Y, sobre todo, por mi pasado junto a Ricardo. Además, yo viví un año en Santa Cruz de la Sierra en 2019, cuando había entrado a un reality de canto que se llamaba Factor X y que, lamentablemente, no pudo seguir adelante por la pandemia. Pero, de una u otra forma, ya era una cara vista para cuando arranqué con esta banda.
—¿Tiene fans?
—Sí, me sigue mucha gente, tanto los que me conocieron en los medios como los que me siguen en Tik Tok. Y, desde que llegué, todo se potenció. La verdad es que ya he recorrido los programas más importantes de la televisión de Bolivia. Y, por parte de la producción del grupo, tenemos un gran apoyo así que estamos trabajando en muchos bailes.
—En esta oportunidad viajó en pareja...
—Así es. Hace dos años y medio que estamos juntos con Mica: nos conocimos y no nos separamos más. Ella es de Tandil y trabajaba como docente inicial, con dos cargos. Pero, cuando me llegó esta propuesta, no dudó en acompañarme. Así que se instaló conmigo acá y, seguramente, en breve volverá a ejercer su profesión. Pero para mí fue muy importante contar con su compañía.
—¿La idea es quedarse a vivir ahí?
—En principio, yo tengo un contrato firmado por tres años. Y Mica lo sabe. Así que la idea es visitar la Argentina todas las veces que podamos para ver a nuestros familiares, pero haciendo base acá. Para mí la situación es más habitual, porque yo ya viví en otros países. Trabajé mucho en México, por ejemplo. Pero, para ella, es todo muy nuevo. Es la primera vez que vive fuera de la Argentina y recién se está adaptando.
—¿Qué le genera a usted cuando va a un lugar y lo presentan como “el ex de Fort”?
—No me genera nada porque yo siempre digo lo mismo: para los que hemos surgido de la mano de alguien, siempre va a estar esa relación. Me acuerdo que, cuando lo conocí a Ulises Bueno, a él le pasaba algo similar por ser “el hermano de Rodrigo”. Cuesta despegarse del nombre de la persona por la cual te hiciste conocido. Pero la verdad es que yo nunca me olvido de Ricardo. Al contrario, soy un tipo muy agradecido, porque a partir de mi vínculo con él llegué a los medios y pude descubrir todo esto que me apasiona. Lo importante es que yo siga dando mis pasos y que la gente puede reconocer que la peleo para pertenecer al mundo artístico. Por lo demás, mi pasado siempre va a estar. Porque, encima, Fort fue un personaje muy fuerte a nivel sudamericano por lo que yo pude descubrir ahora.
—Usted era demasiado joven cuando se acercó a él...
—Tenía 19 años, para 20.
—¿Y realmente quería tener algo con Fort? ¿O lo impulsaron para que lo hiciera teniendo en cuenta que, además de famoso, era millonario?
—Yo siempre fui un tipo muy determinado y, quizá, quemé muchas etapas porque viví mucho más que cualquier otra persona de mi edad. Pero, desde el momento en el que lo vi en la televisión, me llamó la atención el personaje de Ricardo. Y me acerqué solo. Le mandé una solicitud a través de una red social, él me aceptó y así empezamos a hablar. Yo quería conocerlo, porque había algo en él que me atrapaba. Creo que fue como una señal. Y, apenas lo vi, se dio una química espectacular entre los dos. A él le gustaba mucho mi forma de ser, pueblerina. Le divertía que me comiera las eses al hablar. Así que con el tiempo fuimos tomándonos cariño hasta terminar siendo pareja, como todo el mundo sabe.
—Fort era muy enamoradizo, ¿usted llegó a enamorarse de él?
—Obviamente que sí. Y, hasta el día de hoy, lo recuerdo. Yo me comencé a psicoanalizar el año pasado, cuando cumplí los 30, ya que me costó muchísimo hacer el duelo después de esos dos años que pasamos juntos. Porque yo lo amé en todo sentido. Nosotros teníamos una relación sentimental, pero él aparte me cuidaba, me protegía, me aconsejaba...Quería lo mejor para mí. Y hemos tenido charlas íntimas, en las que no se mostraba como el personaje, mediante las cuales pude conocer al verdadero Ricardo Fort. Yo viví en su casa, compartí la diaria de sus hijos, Martita y Felipe, y lo veía en sus mejores y peores momentos.
—No era una persona fácil de llevar, ¿verdad?
—Tenía muchos caprichos. Ricardo era como un nene de 45 años. Pero a la vez era un muy buen tipo. Y si uno lo podía comprender, lo podía llevar. Los dos teníamos caracteres muy fuertes, por eso hemos chocado varias veces. Pero el hecho de que hayamos sido siempre sinceros entre nosotros nos permitió tener una relación auténtica. Nos calentábamos, nos mandábamos a la mier... y después nos matábamos de risa. Quizá, era más complicado en el ámbito laboral. Pero en la intimidad de su casa, los que vivíamos con él sabíamos como lidiar con su rebeldía.
—Convengamos que él también valoraba a quienes no trataban de complacerlo solo para sacar provecho...
—Ricardo sabía muy bien quién se quería aprovechar de él y quién no. Yo siempre fui un tipo sincero, de ir de frente. Y eso le gustaba muchísimo. Pero, después, tampoco es que se dejaba usar. Los que quizá se han aprovechado fueron algunos de su entorno laboral. Yo he visto productores que le han mentido o que han dicho que generaron muchos más gastos de los reales para quedarse con plata. He participado de muchas reuniones en su casa y, como por ahí tenía un poco más de calle que él, le marcaba cuando veía que alguno era medio tránsfuga. Porque siempre querían venderle algo. Pero los del círculo íntimo nunca le hubiéramos sacado nada, porque él nos daba de corazón lo que él quería.
—Sin embargo, usted ha tenido que cargar con el estigma de “vividor”, ¿o no?
—Es que, por más espectacular que fuera, cualquiera que estuviera al lado de Ricardo iba a ser tildado de interesado. Era Fort y la gente especulaba con eso, sin conocer las internas. Y él lo potenciaba de alguna manera porque, a todas las novias que presentaba, le compraba cosas. O, por lo menos, eso era lo que mostraba... Pero a mí la gente en la calle me ha reconocido que fui un tipo que lo quiso de verdad y que nunca le sacó nada. Porque, aparte, eso está a la vista. A mí no me dejó nada, porque tampoco tenía por qué hacerlo. Fui su pareja, lo acompañé. Y todo lo que él tenía, merecidamente, hoy lo tienen los que lo tienen que tener que son sus hijos.
—¿Usted los sigue viendo?
—Ya no, y me duele mucho. Yo sé que ellos tienen un buen recuerdo mío. Desde que llegué a la vida de su padre, me aceptaron muy bien. En ese momento, Ricardo venía de terminar una relación con Julio Coronel, con el que había estado dos años y con el que los chicos se habían encariñado mucho también. Pero enseguida me incorporaron. Yo jugaba a la play con Felipe, charlaba con Martita...Hemos compartido muchos momentos. Y, en el 2017, volví al departamento y me emocioné estando con Gustavo Martínez y con ellos. Me acuerdo que me regalaron un huevo de pascuas. Y que después me hicieron un video de despedida, porque yo justo me iba a ir a trabajar a México.
—¿Qué cambió luego para que perdieran contacto?
—Por amigos en común, me enteré de que la familia les había exigido que no se trataran conmigo. Y, en ese sentido, yo soy leal. No fuerzo ningún tipo de relación. Lo único que quiero es que ellos estén bien. Y, por lo que veo en las redes, son felices. Martita es igual a Ricardo, Felipe tiene muchos proyectos...Y eso es lo que me pone contento, así que espero que sigan para adelante.
—¿Cómo fue su vida luego de la muerte de Fort?
—Yo fui la primera pareja masculina que presentó. Lo de Gustavo se supo después y había ocurrido cuando ellos eran jóvenes. Así que el sello siempre estuvo en mí. Desde el punto de vista laboral, reconozco que me abrió muchas puertas, pero después tuve que pelearla siempre. Yo nunca lo negué a Ricardo, al contrario. Fijate que, hasta en la escuela de Televisa, una profesora me conoció porque se acordaba de que él había ido a probar suerte con la música allá cuando era joven. E, inmediatamente, todos mis compañeros europeos me empezaron a googlear. En Acapulco me pedían fotos porque me habían visto en su reality. Y a mí siempre me gustó eso, porque sé que él estaría contento de saber que a través mío lo siguen recordando.
—¿Y en lo personal? Porque después de Fort usted presentó solo parejas mujeres....
—Sí, y es así hasta el día de hoy. Pero yo he tenido otras experiencias con hombres. Me he relacionado con personas de ambos sexos. Muchos especulan cuando me ven en una relación heterosexual. Pero lo mío con Ricardo fue verdadero. Y todas mis parejas supieron que lo amé muchísimo. Incluyendo a Meli, que aceptó mi pasado sin ningún problema. Porque insisto: a mí me costó muchísimo superarlo. Fue muy fuerte lo que viví con él.
—¿Qué fue lo que comenzó a sanar ahora en su terapia?
—Todo. Cuando Ricardo falleció, yo estaba en Miami haciendo una tarea que él me había encomendado, que era grabar un disco junto al productor Eduardo Pérez Guerrero. Así que yo nunca lo llegué a ver muerto. Para empezar, tuve que esperar tres días para volver por un tema de vuelos. Así que no pude ir a su velorio, estuvo mi mamá en nombre mío. Y me resultó muy difícil asimilar que ya no estaba. Enseguida empecé a trabajar con todo. Y nunca llegué a hacer el duelo. Así que, después de la pandemia, que empecé a recordar todo, me cayó la ficha. Entonces, mi psicólogo me dijo que tenía mucha angustia guardada y que, como todos estos años me había dedicado a tratar de construir una carrera, no había podido superar la pérdida de una persona con la que compartí dos años muy intensos de mi vida.
—¿Siente su presencia en algún momento?
—Lo sueño muy seguido. Y, cada vez que me sale una oportunidad artística, siento que es por él. Porque varias veces me he querido alejar de la música. De hecho, llegué a estudiar tres años de nutrición en la Universidad Católica de La Plata. Pero, cuando estoy por cambiar el rumbo, aparece una nueva señal de Ricardo. Como esta propuesta, que tiene que ver con lo que él quería que yo hiciera y que estoy seguido de que me la mandó él. Si hasta me lo imagino diciéndome: “No te equivoques de camino, lo tuyo es por este lado”. Y eso me pone feliz.