Guillermo Coppola nunca imaginó que iba a estar entrando a una cárcel. Era el 9 de octubre de 1996 y el frío le helaba la sangre mientras caminaba por los pasillos del penal de Dolores. Venía de codearse con las figuras más importantes del mundo junto a Diego Maradona, su representado. Y, aunque para esa fecha ya se les estaba terminando la buena racha a nivel económico, estaba acostumbrado a disfrutar de los lujos más sofisticados. Así que, definitivamente, no estaba preparado para soportar ni un solo día allí. Pero tuvo que pasar 67 y, luego, otros 30 en Caseros. Hasta que, finalmente, el 15 de enero de 1997 pudo recuperar su libertad.
La causa del “jarrón”, como se denominó al caso por el que fue apresado Coppola y que luego se desestimó por falta de mérito, invadió a todos los medios de comunicación durante meses. Luego de un allanamiento realizado en su domicilio de Libertador 3540 por orden del por entonces juez federal Hernán Bernasconi, que en 2002 terminó condenado a nueva años y medio de prisión por un tribunal de la ciudad de Buenos Aires por los delitos de falsedad ideológica, adulteración de documento público y asociación ilícita en perjuicio de ricos y famosos, trascendió que habían encontrado cocaína escondida en un adorno que se encontraba en la entrada del departamento del piso 10 del mánager. Y varios personajes mediáticos empezaron invadir los canales tratando de desandar la historia que había generado un gran interés en el público. Fiestas, figuras reconocidas, drogas, sexo: no faltaba ningún condimento.
Pero lo cierto es que, lejos de las cámaras que solían perseguirlo casi tanto como al Diez, Guillermo solo pensaba en cómo iba a hacer para sobrevivir. Porque la realidad es que, detrás de las rejas, nada de lo que había logrado en el mundo exterior le servía. Ni siquiera, el hecho de ser el amigo incondicional del mejor jugador del mundo. Sin embargo, cuando menos se lo esperaba, se encontró allí con Carlos Ferro Viera, por entonces el rey de la noche platense, que estaba detenido por una causa similar. Él fue quien lo ayudó a pasar un poco mejor sus tristes días en la cárcel. Y, sin embargo, su nombre no aparece en la serie de Star+, El Representante, en la que Coppola intenta reflejar sus días junto a Maradona.
“No sabía que ni aparecía. Pero es obvio, porque muchas veces me quisieron ocultar. Intentaron hacer ver que yo no existía. Nadie cuenta la verdad”, dice Ferro Viera en diálogo con Infobae. En la biopic ficcionada, se muestra a un Guillermo que debe enfrentarse solo a los reclusos y que, gracias a su simpatía y su habilidad como estratega, termina ganándose el cariño tanto del líder de los reos, un pendenciero oriundo de Paraguay, como del resto de los internos. Pero nada se dice del empresario platense, que durante una década fuera el dueño de un boliche al que, según su versión, Los Redonditos del Ricota le dedicaron el tema Masacre en el puticlub. Y que, en ese lugar, era el único que podía salvarlo.
Aunque ya se habían cruzado en el ‘95, cuando Ferro Viera participó de la campaña de Carlos Menem y Coppola era amigo de su hijo, Carlitos Junior, el mánager no se acordaba de él cuando se lo encontró en Dolores. Pero el empresario, que para entonces ya estaba “acomodado”, lo conocía muy bien. “La cárcel se divide en dos sectores. El director es el que maneja la parte exterior: relaciones públicas, traslados y esas cosas. Mientras que el jefe del penal es el que está adentro y , por lo tanto, es el que más contacto tiene con la población. Y yo, que ya llevaba unos meses detenido, trabajaba ahí con él. Había creado la radio de la penitenciaría y muchas otras cosas en beneficio de los otros detenidos. También recibía a los internos cuando mandaban los pedidos de visita. Y bueno, como sabía por qué había sido detenido Guillermo, me ocupé de que lo cuidaran”, explica Carlos.
Y detalla: “Hablé con el jefe del penal y, finalmente, a Coppola lo pusimos en una oficina de requisa. La vaciamos y lo acomodamos ahí para no llevarlo con el resto de la población. Fue solo por un tema de seguridad. ¡Meaba en un tarro porque, como no estaba en una celda, no tenía inodoro ni podía acceder a un baño! Ahí yo entablé una amistad con él. Lo atendía, almorzábamos juntos porque yo conseguía comida del exterior, dormíamos en el mismo lugar... Así fue”.
Como era de esperar, el gesto del empresario no pasó inadvertido para Maradona, quien lo conoció yendo a ver a Coppola al penal. “Yo le dije a Guillermo que quería conocerlo, pero era casi imposible. Porque uno no puede estar en la visita de otro detenido. Entonces hablé con el jefe del penal, que hizo la vista gorda, y me hice pasar por mozo: los atendí a Coppola y a él. Y así lo conocí a Diego”, explica Ferro Viera, quien tras su liberación se volvió incondicional del astro, estuvo presente en Punta del Este cuando éste se descompensó en a fines del 2000 y, del 2001 al 2003, lo acompañó durante su primera estadía en Cuba.
“Coppola se agarró una tristeza muy grande cuando yo salí de prisión unos meses antes que él, porque se quedó solo, prácticamente. Después, lo iba a visitar con la madre y con la hija. Y le conseguía comida de afuera, le dejaba entrar cosas...¡Hasta un teléfono le dimos en Caseros! Le metí un StarTAC en la cárcel. Yo hice mucho por Guillermo. Lo ayudé en todo lo que fue la estadía y la convivencia en el penal. Si se olvida de eso, queda a criterio suyo. Yo no puedo juzgar a nadie. A lo mejor, sintió que toda esa parte no era importante para sumarla a la serie”, continúa el empresario.
Y concluye: “Lo raro de esto, o lo contradictorio, es que cuanto más me quieren ocultar, más afloro. Porque lo que te cuento fue lo que Guillermo vivió conmigo en la cárcel. Y después de que yo salí, me puse al lado de Diego para seguir ayudándolo. Si hasta me acuerdo que, el día de su libertad, celebramos en la casa de sus suegros. ¡Hicimos una fiesta! Pero yo no tengo que contestar por qué no estoy en la historia que él cuenta. Eso tienen que contestarlo los autores, los guionistas, los productores y los intérpretes. O, tal vez, quien lo tiene que contestar es Coppola y decir por qué le pareció que no era de importancia que yo figurara. Ni que se contara como sucedieron las cosas. Porque la realidad es que, los hechos álgidos, nunca los contaron como son. Yo por eso soy un tipo creíble, porque jamás le saqué el pecho a nada. Malo o bueno, me hice cargo siempre. Y de que lo ayudé a él y fui amigo de Diego, no hay ninguna duda”.