Basta con repetir tres veces la fórmula mágica: “Pugliese, Pugliese, Pugliese”. Y, de inmediato, se contrarrestan todas las energías negativas. El mito sobre el poder “antimufa” del célebre maestro del tango, Osvaldo Pugliese, nació hace ya varias décadas en el ámbito musical, pero luego se fue extendiendo a todo el supersticioso ambiente artístico argentino y al público en general. Al punto que muchos siguen guardando en sus billeteras, aún al día de hoy, una estampita con la foto del compositor fallecido en 1995, cual si se tratara de un santo milagroso.
“Siempre hay algún fanático que me regala una imagen de mi abuelo, pero yo después se la termino dando a alguien más. Así que no me queda ninguna en la billetera, pero van pasando por mis manos esas estampitas”, dice Carla Pugliese en diálogo con Infobae. La nieta del músico es pianista y compositora al igual que el creador de La Yumba, de quien heredó su talento. Y se muestra orgullosa de que el maestro sea considerado como una especie de “amuleto de la buena suerte” entre sus admiradores.
De hecho, aunque hay distintas versiones sobre el origen de esta creencia, la compositora de Ojos Verdes Cerrados que acaba de lanzar El Rescate de Luz, en cuya grabación utilizó el bandoneón del mismísimo Aníbal Troilo, está segura de que su abuelo se sentiría satisfecho de haber trascendido no solo por sus creaciones, sino también por que representa a nivel esotérico. “A mí me pone muy contenta, me parece simpático este mito. Y creo que él se lo tomaría con mucha felicidad y que lo estaría agradeciendo constantemente. Le hubiera encantado saber que se hacen estampitas con su foto porque él era así, un tipo alegre”, explica la música.
-Usted es la cuarta generación de artistas de tu familia: ¿cómo fue crecer entre músicos de ese calibre?
-No sé si tenía mucha noción de quienes me rodeaban. Mi bisabuelo, Adolfo, tocaba la flauta en las primeras orquestas de tango, cuando el género todavía estaba prohibido o mal visto. Y, cuando mi abuelo empezó a tocar el violín, él le dijo que no quería tanto violinista así que iba a tocar el piano. Era una época en la que el padre decidía. Pero mi bisabuela Aurelia, que era una genia, le cantaba: “¡Al Colón!”. Fue la primera en alentarlo. Después llegó mi mamá, que es la Beba a la que le dedicaron el tema, que estudió con el maestro Vicente Scaramuzza. Y años más tarde, por accidente, vine yo. ¿Qué te puedo decir? Me crié rodeada de instrumentos.
-¿No tenía más opción que estudiar música?
-Empecé a tocar el piano con mi mamá, a los seis años me puse a estudiar música clásica y, más tarde, mi abuelo me enseñó a componer sin querer. Porque yo aprendí mirando cómo él componía. Siempre me sentaba al lado suyo y veía que escribía en unas hojas orquestales grandes. Y, no sé cómo, pero yo entendía lo que él estaba haciendo, así que lo incorporé de una. Después, él se quedaba conmigo cuando yo tocaba y me decía que tenía “dedos de oro”. Así que todo el tiempo estábamos compartiendo música.
-Es decir que, mientras otros abuelos llevaban a sus nietos a la plaza, el suyo se sentaba al piano con usted...
-Tal cual. Él ya era una figura, obviamente, y si alguna vez íbamos juntos a algún lado, los periodistas y la gente lo reconocían. Pero a mí no me gustaban las cámaras. Así que, cuando se armaba algún revuelo o venía alguna foto, me escondía. Por ahí, me ponía al lado de Horacio Ferrer, que se quedaba siempre fumando pipa y me hablaba muy poéticamente. O me iba con El Polaco Goyeneche para no quedar en medio del tumulto.
-¿Se da cuenta de los nombres que está mencionando y que formaban parte de su vida cotidiana?
-Sí. También estaban Edmundo Rivero y muchos otros músicos y bailarines famosos.
-Dicen que “el tango te espera”, porque cuando uno es joven no lo aprecia pero cuando ya tiene un recorrido vivido lo empieza a entender. ¿Usted lo amó desde chica?
-La realidad es que siempre lo escuché, pero fue a eso de los veintipico de años que lo empecé a tocar. Yo hacía conciertos de música clásica, hasta que un día me llamaron para ir a tocar Sur a la 2x4. Y yo les expliqué que no tenía ni idea de cómo se tocaba el tango. Pero acepté y me encantó. Después de eso agarré el bandoneón y no paré. Mi mamá me confesó: “Yo nunca te quise decir nada, pero vos tocabas Bach con acento a tango”.
-¿Su abuelo llegó a aconsejarla como artista?
-La verdad es que, en mi familia, siempre me dejaron que estudiara y que buscara mi propio camino. Yo sabía cómo quería tocar y, para eso, está la técnica del instrumento. Y, en cuanto a la composición, yo escribo directamente en la hoja pentagramada porque es lo que veía de mi abuelo cuando estaba con los juguetes en el piso. Él nunca me explicó armonía, ni cómo iban las voces, ni las quintas paralelas...No. Él, simplemente, estaba escuchando la música en su cabeza y la escribía en el papel sin ayuda del piano. Yo no sé si tenía oído absoluto o perfeccionó mucho su oído relativo, porque nunca se lo pregunté, pero era muy loco lo que hacía. Y tengo un montón de cuadernos de música con ejercicios de composición que él hacía. De hecho, una vez estuvo en la cárcel y compuso desde ahí.
-¿Habla de los seis meses que pasó privado de su libertad en 1948, durante la presidencia de Juan Domingo Perón?
-Claro. De hecho, una persona que había estado presa con él, le trajo a mi vieja al Torquato Tasso, donde estaba dando un show, las composiciones que él había hecho en la cárcel. Y yo cuando los vi, supe cómo los había hecho porque yo también compongo sin necesidad de estar al piano gracias a él.
-Usted además toca otros instrumentos, ¿cómo incorporó esa habilidad?
-¿Yo fui al conservatorio a estudiar piano. Pero el bandonéon lo agarré con la técnica pianística de Scaramuzza, así que lo toco de oído. ¡No sé dónde están las notas! Así que no es que puedo leer una partitura y tocarla en el fuelle. Primero la tengo que sacar en el piano y, después, llevarla al bandoneón.
-Para su carrera artística, ¿cuánto le jugó a favor y cuánto en contra el hecho de tener un apellido ilustre?
-Creo que nunca me jugó ni a favor ni en contra. Jamás lo pensé, porque cuando tengo que tocar, simplemente, lo hago.
-Muchas veces se dice que el hecho de tener un pariente consagrado puede abrir puertas, pero también obliga a tener que demostrar el doble...
-Eso está en la gente, pero a mí no me afecta en nada. De hecho, siempre digo que para tocar así como lo hago tuve que haber nacido en esta familia. En otra, no creo que hubiera tenido las mismas herramientas musicales.
-¿Qué hubiera pasado si hubiera querido hacer algo totalmente diferente?
-Para ser sincera, yo de chica también quise ser bailarina, pero tiró más la música que la danza...
-¿No es cierto eso de que el que toca no baila?
-A mí me fascina el ballet y fui a estudiar, pero parece que hablaba y me reía mucho en clase. Entonces, la maestra habló con mi mamá para comunicarle que yo hacía mucho lío. Y ella me miró y me dijo: “María Carla, ¿vos qué querés ser? ¿Bailarina o músico?”. Yo le dije: “Músico”. Y ahí nomás agarramos las cosas y nos fuimos.
-¿Cómo fueron sus primeros pasos como profesional?
-Empecé en una banda de metal clásico como tecladista. Después trabajé en obras de teatro componiendo la música y tocando en vivo. Y daba conciertos de piano solo. Hasta que me llamaron para la 2x4, como conté, y grabé mi primer disco de tango que fue Ojos verdes cerrados. Ahí me fui a Japón, a Europa. Y el tema Ostinato lo usaron para una película inglesa que se filmó acá, llamada Pasaje, del director Shekar Kapur. Después saqué el álbum en vivo en Tokio, La Vida y la Tempestad, y más tarde Eléctrica y porteña. También hice Milonga sola, que fue una producción independiente en la que por primera vez toqué piano y bandoneón al mismo tiempo. Y ahora estoy lanzando el single El rescate de Luz.
-¿Quién le propuso que lo grabara con el bandoneón de Troilo?
-Me habían ofrecido tocar ese instrumento para la presentación de un libro sobre la historia del tango en la Academia. Cuando me preguntaron si yo querría hacerlo salté de la silla y grité: “¡Claro que quiero tocar con el bandoneón de Aníbal!”. Entonces preparé el tango Sur, lo toqué y me propuse grabar con el fuelle de Troilo. Así que hable con el nieto de Pichuco, Francisco Torné, que me dijo que sí. Y ahora lo tengo a mi disposición, así que estoy re feliz.
-¿También grabó la música de Bajo Naranja, una película que se está por estrenar?
-Sí. Al director, Michael Taylor Jackson, lo conocí en Bar Sur. Yo había llegado antes y me dijeron que había una mesa con directores de películas, así que corrí a cambiarme al camarín y toqué Ostinato. Él me dijo que no encontraba a nadie que tocara La cara de la luna, que está llena de dedos de principio a fin, y al otro día era la filmación. Así que tenía 24 horas para sacar el tema de oído. Y le dije que sí sin haberlo escuchado, pero salió bien. Después, me dijeron que necesitaban más tiempo de música y yo les hice oír Milonga sola, que combinaba muy bien con ese tema y así fue como terminó también en el film, cuya protagonista es Sofía Gala.
-Dice que nada de esto hubiera sido posible si hubiera nacido en otra familia...
-Y no tengo hijos, así que soy la última de la camada. En esto es uno por ciento de talento y 99 por ciento de esfuerzo. Pero lo que yo veía en casa fue fundamental para mi carrera.
-¿Cómo recuerda hoy a don Osvaldo?
-Como un abuelo muy presente. A él le gustaba mucho acompañarme y era mi público cuando yo tocaba el piano de chica. También jugaba conmigo y le gustaba que comiéramos dulce de leche juntos. Siempre me traía regalos. Y era un gran hombre.
-Volviendo a lo místico, lo siente presente de alguna manera?
-Él está, siempre está a mi lado. Yo siento que su energía está en todo momento.