El final de López Rega, el “brujo” al que Perón le dio todo el poder y murió solo en una fría celda

El general lo hizo el ministro más poderoso de la Argentina y de los gobiernos peronistas entre 1973 y 1976. Era un sátrapa que quiso manejar el país a través de Isabelita. Experto en zodíacos, se ganó el apodo de “El Brujo”. Tuvo que huir cuando el poder político, sindical y militar le soltó la mano. Estuvo prófugo 11 años, fue apresado en 1986, extraditado y encarcelado. Nunca fue juzgado. Murió en la cárcel en 1989

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José López Rega: un día
José López Rega: un día se metió en la vida de Juan Perón, cuando estaba exiliado en Madrid, y con los años se convirtió en el hombre más poderoso de la Argentina. Tenía un plan: manejar el país a través de la tercera esposa de Perón, María Estela Martínez

Fue un enigma. Murió en la cárcel, solo, desierto, huérfano del poder del que había gozado durante años. Se inventó una vida, una historia, unas andanzas de las que no hay rastros que permitan certificarlas, darles credibilidad; dijo ser intérprete de los astros, constructor de un mundo mejor merced a la combinación de los colores, signifique eso lo que signifique; lo dejó todo por escrito en libros enormes de enrevesada lectura en los que dio rienda suelta a su esoterismo, a su amor por la astrología y los zodíacos multicolores, vegetales y musicales, y a la búsqueda de la Luz Divina a través de las radiaciones de los planetas.

Así escribía el enigma, José López Rega: un día se metió en la vida del exiliado líder Juan Perón, en Madrid, y con los años se convirtió en el hombre más poderoso de la Argentina. Tenía un plan: manejar el país a través de la tercera esposa de Perón, María Estela Martínez, una mujer sin demasiadas luces que llegó a presidente a la muerte del general, el 1 de julio de 1974.

Si López Rega no hubiese sido el tipo que era, en una de esas su plan daba resultados y aquel delirante convertido por Perón en ministro súper poderoso, devenido en criminal, creador de la banda terrorista Triple A, responsable, no único, del desastre en el que se hundió la Argentina en la segunda mitad de los duros años ‘70, se hubiese calzado la banda y empuñado el bastón presidencial. O hubiese sido, como lo fue, el poder detrás de la Presidente.

Juan Perón, Isabelita y López
Juan Perón, Isabelita y López Rega en Madrid

El desastre económico que siguió a la breve gestión de un devoto como él del zodíaco, los astros y la armonía de los planetas, el ministro de Economía Celestino Rodrigo, que amparó el primer gran golpe de mercado de la Argentina, devaluó el peso, (el dólar pasó de un día a otro de costar diez pesos a veintiséis), triplicó las tarifas y congeló los salarios, hizo que el poder, el económico, el sindical y el militar que ya acechaba con un golpe de Estado, decidiera soltarle la mano.

Tuvo que huir del país, bajo el disfraz improbable de embajador plenipotenciario en ninguna parte, y después que el cuerpo de Granaderos desarmara en Olivos a su poderosa custodia que solía pasear su armamento a la vista ciudadana en los entonces precursores Ford Falcon Verdes y que cargaban trotyl en los baúles. Estuvo prófugo durante once años, vagó por Europa y halló refugio en Estados Unidos y en Bahamas, bajo protección y vigilancia del FBI, lo que alimentó siempre las sospechas que lo señalaron como informante del embajador estadounidense en Madrid durante el exilio de Perón, Robert Hill, al que Richard Nixon designó en Buenos Aires ni bien Perón retornó Perón al país.

Estuvo once años prófugo, y
Estuvo once años prófugo, y en marzo de 1986 fue capturado por el FBI, en realidad, lo llamaron por teléfono a Bahamas y lo convencieron de que se entregara, y lo extraditaron ese mismo año a la Argentina

En marzo de 1986 fue capturado por el FBI, en realidad, lo llamaron por teléfono a Bahamas y lo convencieron de que se entregara, y lo extraditaron ese mismo año a la Argentina. Fue a parar al edificio del Servicio Penitenciario que funcionaba entonces en Viamonte, entre Cerrito y Libertad, frente al Teatro Colón, que alguna vez López Rega soñó habitar como barítono para cantar el rol de Rigoletto, la fantástica ópera de Giuseppe Verdi. Rigoletto era el bufón del rey. En aquellas celdas murió López Rega hace treinta y cuatro años, el 9 de junio de 1989.

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El enigma López Rega ya no le interesa a nadie. Es un hijo del olvido. Pero de tanto en tanto su recuerdo opaco sirve para que la sociedad, la de hoy, se pregunte cómo fue posible. Cómo pudo ser que un personaje entre payasesco y siniestro, se adueñara del poder en el país. La pregunta no se limita al ayer: siempre que se interroga al pasado, los ojos están en el presente.

Perón lo despreciaba, o decía
Perón lo despreciaba, o decía despreciarlo. Lo humillaba ante sus visitantes, que eran muchos, con ese sutil maltrato que el general manejaba como nadie: lo llamaba “Lopecito”,

Perón lo despreciaba, o decía despreciarlo. Lo humillaba ante sus visitantes, que eran muchos, con ese sutil maltrato que el general manejaba como nadie: lo llamaba “Lopecito”, lo mandaba a hacer las compras, decía a quien quisiera escucharlo que era su valet, su mayordomo, su sirviente. López Rega era de amianto: todo le importaba nada. Espiaba al general detrás de las puertas, o de las cortinas, como fisgoneaba Rigoletto en la corte del duque de Mantua. Pero, pese a ese desprecio proclamado, fue Perón quien en mayo de 1973 lo designó, o hizo que lo designaran, ministro de Bienestar Social con una millonaria caja a manejar, del breve gobierno de Héctor Cámpora.

Tras el golpe palaciego, impulsado por Perón, que destronó a Cámpora en julio de ese tormentoso 1973, “Lopecito” siguió como ministro en la provisional gestión de Raúl Lastiri, casado con Norma, la hija de López Rega, y continuó cuando Perón asumió por tercera vez la presidencia, en octubre de ese.

Y a la muerte de Perón, fue ministro, consejero, hombre de confianza, mano derecha y araña de pesada tela de la viuda del general, convertida en presidente, durante los años más convulsos de la historia democrática contemporánea del país, sacudidos por la guerrilla peronista de Montoneros, la marxista trotskista del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y por los grupos armados de la ultraderecha.

Juan Perón, Héctor Cámpora y
Juan Perón, Héctor Cámpora y José López Rega

Además de pretender manejar la Economía a través de su amigo y acaso discípulo Celestino Rodrigo, López Rega dirigió, financió y hasta armó una de aquellas bandas terroristas de ultraderecha que nació como Alianza Antiimperialista Argentina, pasó de inmediato a ser Alianza Anticomunista Argentina, quedó en la historia como Triple A, jamás entró en lucha con alguno de los grupos o fracciones guerrilleras, pero a la que se le adjudican cerca de dos mil quinientos asesinatos de opositores políticos, figuras de izquierda, sindicalistas, legisladores, intelectuales, artistas y políticos extranjeros: un ensayo general del terrorismo de Estado que llegaría en 1976.

Desentrañar la vida de López Rega es tarea de antropólogos. Y avezados. Dijo tantas cosas de sí mismo, inventó tanto, mintió tanto, ocultó tanto, que poco de todo puede tomarse como cierto. En ese amplio territorio de pistas falsas, López Rega calló siempre lo principal: cómo llegó a meterse, como un salteador de muros, en la intimidad de Perón.

La foto de época de
La foto de época de López Rega em la que está parado en el estribo del auto de custodia que lleva, delante, al entonces presidente Perón. Sobre esa foto, años después, edificó el imperio falso y chirle de su existencia

Nació, eso sí es verdad, el 17 de octubre de 1916, si es que no acomodó la fecha de su nacimiento a la de la liturgia peronista, en una casa de la calle Tamborini al 3700, en el barrio de Saavedra. Fue al colegio José Félix Azara, hasta cuarto grado: no hay registros de estudios posteriores. Ya ministro, dijo haber estudiado en el colegio inglés English Higher Grade School, pero no hay registros, y si los hay sería fantástico que aparecieran, de su paso por esa institución, ni del dominio o al menos el balbuceo de López Rega del idioma inglés.

Dijo también que su pasión por el canto le había llevado a enseñar los rudimentos de ese arte a Aurelia “Potota” Tizón, la primera mujer de Perón, lo que resulta extraño: Perón y Tizón se conocieron en 1925 y se casaron en 1929, cuando López Rega tenía nueve y trece años. Tizón murió de cáncer en 1938 cuando López Rega tenía veintidós: todo es posible y acaso conoció a Perón cuando él era un muchacho. En todo caso, no existen registros que certifiquen que Perón y López Rega se conocieron en aquellos años. En 1942, cuando Perón era un joven oficial de la logia GOU (Grupo Obra de Unificación, que luego fue Grupo de Oficiales Unidos), López Rega casó con Flora Josefa Maceda en la Santísima Trinidad, de Saavedra. Cuando nació su hija Norma, su papá trabajaba como peón en la fábrica textil Sedalán y era socio de la Escuela Científica Basilio. También hacía sus pininos con el canto, pero no en la lírica y en el Colón, sino en el club “El Tábano”, de Saavedra.

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López Rega como policía adscripto
López Rega como policía adscripto a la seccional 23

López Rega se hizo policía, adscripto a la seccional 23, con un destino que le abrió los ojos: la residencia presidencial de la calle Austria, vecina a la Biblioteca Nacional, donde funciona hoy Instituto Nacional Juan Perón de Estudios e Investigaciones Sociales y Políticas. Allí murió Eva Perón el 26 de julio de 1952. Aunque suene cargoso, López Rega también dijo haber sido secretario de Evita. Pero su nombre no figura en ningún documento oficial de la época; el tipo no aparece en ninguna foto junto o cerca de Eva Perón, y le tomaron muchas fotos; su supuesto puesto de secretario no fue anotado, ni registrado, ni figura en ninguna de las grandes biografías escritas sobre Evita, como la de Otelo Borroni y Roberto Vacca, o la de Marysa Navarro, para citar sólo a dos.

Hay una foto de época de López Rega, eso sí: está parado en el estribo del auto de custodia que lleva, delante, al entonces presidente Perón. Sobre esa foto, años después, edificó el imperio falso y chirle de su existencia. Pero ese ejercicio de alquimia biográfica lo hizo años después, cuando tuvo acceso a la intimidad de Perón. En abril de 1962, días después del derrocamiento del presidente Arturo Frondizi, López Rega dejó la Federal y se fue a Brasil a estudiar los misterios de la macumba, la umbanda y el candomblé. Fue entonces cuando escribió el primero de sus libros: “Astrología Esotérica – (Secretos develados)”, un mamotreto de setecientas treinta y cinco páginas en las que plantea la búsqueda, al parecer ardua, de la luz divina.

Uno de los libros esotéricos
Uno de los libros esotéricos de López Rega

Para que quede registro, va un fragmento de su obra. Las mayúsculas, como la puntuación accidentada, son del autor, porque lo guiaba ese espíritu amateur que piensa que las mayúsculas dan énfasis a los textos:

“(…) ¡No he jurado CALLAR ante nadie y por el contrario mi misión es la de servir a la HUMANIDAD a plena cara descubierta! ¡Ya he manifestado claramente que nada de lo escrito es mío, dado que MI ALMA LIBRE Y MI CONCIENCIA CRISTICA me dictan que, el patrimonio que de DIOS he recibido es como una donación que el PADRE desea que se reparta entre todos sus HIJOS componentes de toda la CREACIÓN! ¡Guardar secretos y esconderlos del conocimiento mundial, lleva siempre a brindar un exagerado poder a determinadas personas o grupos, que como simples seres humanos son pasibles de caer en falta y apropiarse de los mismos en provecho propio, olvidando a sus HERMANOS! ¡Mis ojos tienen la facultad triste y dolorosa de perderse en los PLANOS y en las dimensiones de los TIEMPOS!; pasado, presente y futuro; pero mi boca sólo puede mencionarlo en parábolas incomprensibles para el idioma humano, y he podido comprobar cuánta mentira se desliza por nuestros propios labios cuando la ocasión se presenta (…)”

Ahí queda eso. Semejantes disparates le valieron el apodo de “El Brujo”, que según quien lo expresara, llevaba una carga de burla o de admiración.

Perón y López Rega en
Perón y López Rega en una foto íntima entrada por Norma López Rega a Infobae

¿Cómo fue posible? ¿Cómo llegó López Rega a la residencia de Perón en su exilio español? Es difícil de dilucidar. Una versión afirma que el mayor Pablo Vicente, que se había rebelado contra la Revolución Libertadora en 1956 y se salvó de ser fusilado, lo envió a España por que López era miembro de la Logia Anael, liderada por el juez Julio César Urien, que impulsaba, vía los astros, el retorno de Perón.

Otra versión, tal vez la más probable, dice que el mayor Bernardo Alberte, que había sido edecán de Perón y adscribía también a Anael, lo presentó a Isabel durante el viaje de la esposa de Perón a la Argentina en 1965: Perón había la había enviado para limitar el proyecto del sindicalista metalúrgico Augusto Vandor, que impulsaba “un peronismo sin Perón”. Vandor sería asesinado en 1969. Una tercera versión pone al gran maestro de la Logia Anael, José Cresto, como la persona que puso en contacto a Isabel Perón con López Rega quien, tan afecto a las revelaciones, jamás dijo cómo llegó a Perón.

La logia y acaso también el llamado “peronismo de la resistencia”, tal vez hayan visto en López Rega a un hombre capaz de informar a Buenos Aires sobre las actividades, el pensamiento y la intimidad del general exiliado, que eran todo un misterio, sostenido y alimentado por el propio Perón, un maestro en el arte de lo ambiguo.

"Lopecito" y Perón en Puerta
"Lopecito" y Perón en Puerta de Hierro, Madrid

Si fue así, el error fue tremendo. Instalado en el chalet “17 de Octubre”, en el 6 de la calle Navalmanzanos, en el barrio madrileño de Puerta de Hierro, López Rega o bien calló, o bien informó a quién quiso. Entre ellos y basada sólo en indicios, se sospecha de un diálogo con el embajador de Estados Unidos en Madrid, Robert Hill, un ex espía de la OSS, la agencia que precedió a la CIA. Cuando regresó Perón a la Argentina, Hill fue destinado a la embajada en Buenos Aires donde permaneció hasta después del golpe militar del 24 de marzo de 1976.

Que “Lopecito” vigilaba, no era un secreto para nadie, menos para Perón que, cuando quería hablar con discreción, salía a pasear con su interlocutor por el jardín de su residencia. Jorge Antonio, el hombre de negocios de contacto muy cercano a Perón y de quien algunos biógrafos dicen fue su real y único amigo en el exilio madrileño, prefería conversar con el General en la tradicional confitería Nebraska, de la Gran Vía, lejos de los oídos de López Rega que ya entonces era secretario, valet, mayordomo, bedel, correveydile y asistente del General y de Isabel.

López Rega había afirmado que
López Rega había afirmado que en realidad Perón había muerto y que era a través de él que se mantenía en aquella vida aparente

Ya encarnado como ministro súper poderoso de Perón, López Rega especuló con la precaria salud del general. Su primer retorno, en noviembre de 1972, y el definitivo en junio de 1973, estuvieron signados por trastornos cardíacos que pusieron en riesgo su vida y la acortaron. Perón sabía que se moría. Lo sabían Isabel, López Rega, gran parte de la dirigencia política, los caudillos sindicales, los jefes militares y la guerrilla de Montoneros que le disputaba la herencia del movimiento. En España, y antes de su retorno, López Rega había afirmado que en realidad Perón ya había muerto y que era a través de él, que se mantenía en aquella vida aparente, lo que mereció una reacción airada de quien reveló hace poco aquel disparate: Juan Manuel Abal Medina lo hizo en su libro “Conocer a Perón”.

Como ministro de Bienestar Social, enquistado en la Casa de Gobierno, el plan de López Rega era aguardar la muerte de Perón y manejar a su antojo a su viuda, sobre la que ejercía una enorme influencia.

Perón firmó el decreto 1350
Perón firmó el decreto 1350 que convirtió a López Rega en comisario general de la Policía Federal. Fue en el ascenso más meteórico de la historia: doce grados de un saque

Para entonces, ya se había hecho nombrar, por Perón que firmó el decreto 1350, comisario general de la Policía Federal en el ascenso más meteórico de la historia: doce grados de un saque. Empleó a sus órdenes y como custodios personales a dos ex comisarios, Rodolfo Almirón y Juan Ramón Morales, que armaron una banda armada que fue el embrión de la Triple A. Se vinculó a la Logia masónica Propaganda 2 que lideraba entre otros Licio Gelli y logró que Perón le otorgara la más alta distinción del país, el Collar de la Orden del Libertador.

Viajó dos veces a la Libia del dictador Muhammar Khadafi para firmar un acuerdo de intercambio de granos argentinos por petróleo libio. El ministro celebró esa firma como un triunfo personal. Pero legisladores de la entonces Juventud Peronista denunciaron que el acuerdo no había existido, que el país había pagado el petróleo a casi el doble del precio de mercado, y que el ministro había recibido enormes comisiones que oscilaban entre los diez y los treinta millones de dólares.

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López Rega viajó dos veces
López Rega viajó dos veces a la Libia del dictador Muhammar Khadafi para, argumentó, firmar un acuerdo de intercambio de granos argentinos por petróleo libio. Legisladores de la Juventud Peronista denunciaron que el acuerdo no había existido, que el país había pagado el petróleo a casi el doble del precio de mercado, y que el ministro había recibido entre los 10 y los 30 millones de dólares

Sus andanzas de aquellos años, su responsabilidad criminal como jefe, organizador y sostén de la Triple A quedaron documentadas en un documento de diciembre de 1975 en el que la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires informó al Departamento de Estado sobre: “Terrorismo de extrema derecha desde López Rega”.

En ese informe, el vicejefe de la misión en Buenos Aires, Joseph Montllor afirmó: “El ex ministro de Bienestar Social, José López Rega fue ampliamente sospechado de controlar y proteger al terrorismo de ultraderecha nucleado en la Alianza Anticomunista Argentina (AAA) hasta su expulsión del país. Esa campaña de terror declinó en el lapso que siguió a su expulsión, lo que da credibilidad a esos cargos. Sin embargo, independientemente de su participación directa, el surgimiento de López Rega en el escenario político argentino no generó este terrorismo, ni su partida le puso fin. De nuevo ha aparecido desenfrenado, y la AAA ha vuelto, aunque no en el nivel anterior de actividad. Como informé antes, el tipo de actos terroristas fueron, y son, ejecutados por varias entidades: la policía, escuadrones de matones sindicales fuerzas policiales y militares retiradas y algunos ‘free lancers’ oficialmente inspirados y dirigidos. De hecho, si hubo una organización AAA como tal, con una estructura importante y una estrecha cadena de mandos, es una pregunta que sigue abierta. Sea como fuere, los resultados no son menos mortales. Si bien el grado de participación oficial en sus actividades es actualmente difícil de evaluar, está fuera de toda duda que todavía existe una participación oficial”.

Isabel Perón y López Rega
Isabel Perón y López Rega junto a Granadero y oficiales argentinos

Años después de su huida, López Rega fue localizado en Suiza y, más tarde en un piso de la Torre Lucayan, en Freeport, isla Gran Bahama. Tenía también residencia en Miami donde vivía con María Elena Cisneros, una pianista sencilla y casi trivial a la que el ex ministro le había facilitado grabar algunos discos. Para entonces, la estructura de la Triple A había sido denunciada por ex miembros del propio grupo terrorista que ligaban a López Rega y al ministerio de Bienestar Social con numerosos atentados criminales ocurridos entre 1973 y 1976.

De hecho, una denuncia militar elevada en 1975 por el jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, coronel Felipe Sosa Molina, al jefe del Estado Mayor del Ejército, general Jorge Videla, revelaba que uno de sus oficiales, el teniente Juan Segura, había sufrido un desperfecto en su auto sobre la Avenida del Libertador, y había sido socorrido por gente que le confesó pertenecer a la Triple A: era Felipe Romeo, editor de la revista El Caudillo que dirigía López Rega y era el órgano de prensa oficial del Partido Justicialista.

Cercado por la diabetes, casi
Cercado por la diabetes, casi ciego e hipertenso, López Rega murió en la cárcel, mientras estaba procesado. Nunca fue juzgado. Nunca fue condenado

Entre los numerosos asesinatos cometidos por la Triple A figuran el del abogado y diputado nacional Rodolfo Ortega Peña, el de Julio Troxler, ex subjefe de la Policía de Buenos Aires que en 1956 había sobrevivido a los fusilamientos de José León Suárez que siguieron a la sublevación peronista contra la Revolución Libertadora. La Triple A atentó contra el senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, en la que fue la “presentación en sociedad” del grupo terrorista; también atentó contra el entonces rector de la UBA Raúl Laguzzi, un hecho en el que murió el hijo del rector, Pablo, de cuatro meses. La Triple A también asesinó, entre otros, al abogado Alfredo Curutchet, al pensador marxista Silvio Frondizi y a su yerno, Luis Mendiburu.

Cercado por la diabetes, casi ciego e hipertenso, López Rega murió en la cárcel, mientras estaba procesado. Nunca fue juzgado. Nunca fue condenado.

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