—¿Estado civil?
—“Ahora, soltero”.
La fría respuesta que Waldo Servián Riquelme (35) le dio al Tribunal Oral en lo Criminal N°14 resonó como un eco entre los asistentes a la primera de las tres jornadas del juicio al “femicida de la amoladora”, acusado de asesinar y seccionar en 25 partes a su pareja y madre de sus dos hijos, Mirtha Liliana González Ayala (37), en 2019, en el Barrio 31 Bis de Retiro.
La audiencia comenzó a las 10, de manera virtual. Desde el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz, Servián Riquelme se conectó a través de una computadora, pero se negó declarar en el juicio. Solo se limitó a dar algunos datos personales, como su nombre completo y su fecha de nacimiento el “8 de noviembre de 1985 en Domingo Robledo, República del Paraguay”. También dijo que “trabajaba en la parte de equipajes de la terminal de Retiro”.
El imputado llegó al juicio acusado por el “homicidio doblemente agravado por el vínculo y por mediar violencia de género” de Mirtha, también paraguaya, y con quien tuvo dos hijos de, ahora, 14 y 10 años. Cuando le preguntaron por su estado civil, respondió sin inmutarse: “Ahora, soltero”.
Tras la negativa de Servián Riquelme a pronunciarse ante el Tribunal, presidido por la jueza Silvia Estela Mora e integrado por sus colegas Norberto Cataldi y Domingo Luis Altieri, el debate continuó con la declaración de tres peritos que trabajaron en la escena del crimen ese domingo 17 de marzo de 2019: un médico legista y dos expertos pertenecientes a la Unidad Criminalística Móvil (UCM), todos integrantes de la Policía de la Ciudad.
El primero en declarar fue Hugo Magnani, médico legista, quien explicó que al principio “no se sabía cuántos cuerpos había”. En su relato, el hombre señaló que primero recorrieron la cocina de la planta baja, donde hallaron un “horno eléctrico que estaba prendido” y sobre un anafe “una olla con material que impresionaba y elementos de cocción un tanto atípicos”.
Además, recordó que en una de las habitaciones había un “inodoro y un vanitory” que les llamó la atención, y luego determinaron que habían sido desmontados del baño, donde encontraron en la bañera “partes de uno o dos cuerpos”.
Según Magnani, luego de subir por una escalera en caracol hacia la planta superior de la vivienda, que era una habitación aún no terminada, él y los otros dos peritos encontraron “partes de un cuerpo desmembrado” en un sector donde había un perro. Asimismo, dijo que bajaron esos restos humanos al baño (donde estaban el resto del cadáver) y allí “trataron de armar tristemente, a la manera de un rompecabezas, lo que era un cuerpo”.
La clave: el legista aseguró que el descuartizamiento fue “postmortem” y que, desde su punto de vista, “se empezó con una amoladora”, que fue hallada dentro de un balde en la escena del crimen, y “se terminó con un cuchillo”, también secuestrado en la casa que la pareja compartía, situada entre las casas 108 y 112 de la Manzana 110 del Barrio San Martín, de la Villa 31 bis de la Capital Federal.
“Nos pareció un trabajo hecho por gente que tenía algo de experiencia, como un cirujano o un matarife”, confió Magnani ante el tribunal.
Los otros testigos que declararon después, fueron dos peritos expertos en escenas del crimen pertenecientes a la Unidad Criminalística Móvil (UCM) de la Policía de la Ciudad. “Es una escena difícil de olvidar”, afirmó la inspectora Sabrina Berga, al recordar lo que vio al ingresar al lugar, y mencionó también que en principio se pensaba que eran dos víctimas, pero que luego se dieron cuenta de que se trataba solo de una mujer y cuya fisonomía coincidía con la de la foto de González Ayala.
Su compañero, el licenciado en criminalística Emilio García, fue contundente cuando le dijo a los jueces lo impresionado que quedó al relevar esa escena y recordó puntualmente el olor.
“Es un olor que tengo grabado en el cerebro hasta el resto de mis días. Tengo tres mil hechos en mi haber y este olor es único. Los testigos tenían que salir a cambiar el aire porque se descomponían”, mencionó García.
Al ratificar las conclusiones a las que arribó la UCM, García afirmó: “Creemos que el homicidio ocurrió en el baño” y lo fundamentó en “la falta de indicios de pelea o lucha” en otros ambientes de la casa, y en las manchas y patrones hemáticos halladas en ese sitio.
Según la investigación y lo relatado por la familia de la víctima, quedó demostrado que González Ayala era víctima de violencia de género y estaba intentando excluir del hogar al ahora imputado. En el requerimiento de elevación a juicio, el fiscal que instruyó la causa, Andrés Madrea, abordó la perspectiva de género y sostuvo que el imputado tuvo con su concubina “un especial ahínco por su condición de mujer”.
“El aquí acusado la mató, la descuartizó, la afeó, la desechó en una cloaca pretendiendo eliminar hasta la más mínima imagen femenina“, recalcó el fiscal en el dictamen al que accedió la agencia de noticias Télam.
La autopsia concluyó que, aparte de tener lesiones defensivas en las manos y un fuerte golpe en la cara, la víctima recibió con un arma blanca al menos dos puntazos en la región submentoneana que le ocasionaron una asfixia aspirativa, tras lo cual el asesino seccionó el cadáver en 25 fragmentos con una amoladora y un cuchillo.
Como no quiso el imputado declarar en el juicio, se leyó la única manifestación que Servián Riquelme hizo cuando fue indagado al ser detenido el 6 de mayo de 2019 en Paraguay -donde se mantuvo 50 días de fugitivo-, cuando dijo: “Yo no la maté. Me entregué por mis hijos y mi familia”.
El juicio -en el que participa como fiscal de juicio Fernando Klappenbach; como defensor el abogado José Vera; y como representantes de la querella de la madre de la víctima, los abogados Pablo Rovatti y Victoria Hernández Lehmann, ambos del Programa de Asistencia y Patrocinio Jurídico a Víctimas de Delito de la Defensoría General de la Nación- pasó a un cuarto intermedio hasta el próximo lunes 8 de noviembre a las 9, cuando declararán más testigos.
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