-¿Cómo me definiría? Como un hombre que ayuda a la gente a sentirse mejor y superar las adversidades. Una vez un psiquiatra me dijo que yo era una especie de metapsicólogo, alguien que está más allá de la psicología.
-También habrá escuchado que quienes no lo quieren lo llamaron manochanta, falso sanador, embustero, pseudo vidente...
-Sí y muchas cosas más. Mirá, antes me afectaba porque eso angustiaba a mi madre y a mi padre, pero ahora no me importa en los más mínimo, un carajo, diríamos. Hasta me tildaban de gay, pueden decir lo que quieran, cualquier calificativo me va, ehhh. Tengo una vida muy pacífica, muy tranquila. Ahora me estoy haciendo un churrasco a la plancha en mi casa de Pinamar mirando el cielo por la ventana, ¿qué más puedo pedir?
Mientras cocina un bife, Ricardo Schiariti, aquel conductor de La hora extraña, el programa que hacía entre 8 y 12 puntos de rating en su medición más alta hace treinta años en las medianoches de América TV, charla con Infobae sin guardarse nada a los 67 años.
Llegó un día a esa ciudad balnearia de pura casualidad porque un amigo lo llamó para que pasara un fin de semana, pero no volvió más a la gran ciudad: “Llamé a mi abogado y le dije que me vendiera todo en Buenos Aires y que me trajera la plata porque no me movía más de aquí, de este paraíso de paz. Y así fue. Primero me instalé en Valle Fértil y Martín Pescador, y ahora acá en esta nueva casa más grande donde soy feliz y vivo solo”.
Pero la paz que estaba disfrutando en ese nuevo destino de playa se modificó un día mientras estaba haciendo radio y la policía se presentó para detenerlo y se lo llevó esposado allá por el año 2000. Una mujer, María Gabriela Sáenz Pacheco, con quien según él tuvo una sola noche de pasión que nunca pudo recordar porque estaba ebrio lo había denunciado por una situación vivida varios años atrás por los delitos de “asalto con arma en poblado y banda, secuestro en grado de tentativa con uso de violencia y amenazas coactivas (22 hechos)”.
Así, el llamado mentalista que había pasado con sus predicciones por la mayoría de los programas de la tele y tuvo el suyo propio fue a parar tras las rejas de la cárcel de Ezeiza donde permaneció durante nueve meses y siete días.
-¿Me puede explicar qué hizo para que lo metieran preso con semejante acusación?
-Nada. La historia con esa chica empezó con una salida que terminó en mi casa, lo reconozco. Apareció ocho meses después con un bebé insistiendo con que era mío. Lo reconocí pese a que tenía dudas sin hacerme un ADN porque en ese momento yo estaba muy expuesto porque hacía mis presentaciones y me conocía y visitaba toda la farándula. Y si iba a un hospital, Lucho Avilés, el mejor periodista de espectáculos de aquellos tiempos me iba escrachar. Además le pasaba una mensualidad. Pero ella lo que quería era salir conmigo, me seguía y esperaba todo el tiempo, insistía. Yo la evitaba, no quería saber nada. Estaba intentando reconciliarme con mi mujer de entonces con quien pude viajar a España por trabajo junto a nuestra hija. El tema fue que en el año 93 me hace esta denuncia. Decía que la había asaltado en una estación de tren, algo imposible porque en ese momento tenía mucha plata y me movía en mi importado para todos lados. Además, la madre, que estaba complotada con ella, le daba cintazos por la espalda y después presentaba eso ante la justicia diciendo que yo le había mandado gente a agredirla, una locura.
-¿Y con tan solo la palabra de ellas lo mandaron a la cárcel?
-Sí, primero fui a parar a la comisaría de Pinamar y de ahí me trasladaron a la alcaldía de Tribunales. Me presenté ante el juez Mariano Bergés, que me bajó la prisión preventiva porque alegó que yo tenía mucha guita y podía fugarme.
-¿No está ocultando nada, no me cierra que sin investigar el juez lo haya metido preso y nada menos que en la cárcel de Ezeiza?
-A mí menos me cerró. Pero cómo hacés para torcer la decisión de un juez. Lleva tiempo. No la pasé mal en prisión. Pero estaba mal detenido. Éramos 50 por cada módulo, y te van pasando de uno a otro de acuerdo a tu comportamiento. Primero sos cachivache (los que se meten en líos). Y después te van mirando. Pasé a ser jefe de fajina, limpiaba, repartía la comida y el pan para 3000 presos. Y llegué a máxima disciplina, muy buen comportamiento.
-¿No sufrió violencia o violaciones en prisión?
-Nada, me respetaron. Me paseaba en pelotas mientras estaban todos comiendo y se mataban de risa. Me llamaban 22, no por “El loco” con el que se lo identifica en la quiniela, sino porque era mi número de preso. En la cárcel sí consumí cocaína. Un pase costaba una tarjeta de teléfono. Cuando salí me curé solo. Reconozco ese poder que tuve.
-¿Cómo pudo salir en libertad?
-Logré que me defendiera el doctor Albino Stefanolo, abogado que me propuso mi representante y quien me planteó sacarme en libertad pagando una fianza y fijando un domicilio. Pero no quise porque los que están afuera no tienen prioridad para el juicio oral. Sí los que están presos. Quería un juicio rápido y lo logré quedándome en cana, me comí el garrón, pero no me importó porque pude demostrar mi inocencia más rápido. Ese fue mi objetivo y lo conseguí.
-¿Qué pasó en el juicio oral?
-Cuando llegó el momento de hablar de María Gabriela se pone a llorar y dijo que la habían obligado a mentir. Y que ella también lo hizo porque pensaba que de esa manera me iban a traer de España para Buenos Aires y así me iba a poder seguir viendo. Porque no soportaba que yo estuviese tan lejos. Un delirio. Fui absuelto el 1° de febrero de 2002. Y ellos imputados por falso testimonio: María Gabriela Saénz Pacheco, el hermanastro, Edgardo Walter Sarto, una testigo, Cristina Monti, y la madre, María Elena Moreno por el delito de falso testimonio agravado. Me importaba salir absuelto porque afuera en televisión se decía cualquier cosa, hasta que la había violado. Como podrás ver mi certificado de antecedentes penales emitido en 2024 expedido por el Registro Nacional de Reincidencia que depende del Ministerio de Justicia dice claramente que no registro ninguno.
-La justicia lo absolvió, pero cómo le fue en la continuidad de su actividad.
-La condena social no me la quita nadie. Se me cayeron muchas presentaciones de teatro y hoy sigo padeciendo eso. Cuando voy a algún programa siempre vuelven sobre el tema de que estuve preso. Por eso me importa aclararlo cuando puedo explayarme. Repetían que 22 mujeres me habían denunciado. Y la verdad fue que una que se ensañó conmigo y me hizo 22 denuncias. Terminé absuelto. No lo digo yo, lo dictaminó la justicia.
-Igual veo que sigue haciendo presentaciones...
-Sí, en diciembre estuve en Mar del Plata y el 4 de abril vuelvo a Buenos Aires en el teatro Astros con un espectáculo basado en la música y en hablar de que debemos despertar del sueño de la ignorancia para saber que estamos vivos. Es un descubrimiento del yo interno. También sigo con mi canal de Youtube, Ricardo y Facu en la cocina, que antes hacía con mi hijo, pero ahora él está en el exterior.
-Antes de iniciar la charla me dijo que comenzó como enfermero.
-Claro, como enfermero de la Cruz Roja y luego me recibí como Técnico en Hemoterapia. Mi primer destino fue en Yacimientos Carboníferos Fiscales en Río Turbio donde trabajé como enfermero en superficie en las minas de carbón y en el Hospital Regional. Ahí me agarró el conflicto del canal de Beagle. Estuve en Defensa Civil. También fui a Malvinas durante la guerra donde me convocaron para hacer un banco de sangre viviente. Quiere decir que le sacaba sangre a todos los soldados y así sabíamos qué grupo y factor tenían de acuerdo a lo que se necesitara.
-¿Y cuándo empezó a desempeñarse como mentalista?
-Como enfermero ayudaba a la gente en lo que podía, porque muchas veces los médicos estaban superados. Mi lema siempre fue “Te ayudo a que te ayudes”. En Río Grande, Tierra del Fuego, empecé a trabajar en el hospital. Y como era el único enfermero y se atendían 700 personas, bueno en un momento yo tenía esas visiones como cualquiera las tiene y colaboraba para que la gente se sintiera mejor. Yo digo que un niño que no sabe nada percibe la verdad. Pero muchos la callan, y yo la digo. Eso me trajo muchos problemas, repetir las cosas como las veo y las siento.
-¿Es cierto que Alberto Olmedo lo convocó para que atendiera y terminó viviendo en su departamento?
-Es verdad. José Luis Gioia me dijo que me quería conocer. Yo venía de atender gente en varias ciudades con éxito. Y llegué a Buenos Aires para verlo. Fuimos a su casa sobre la avenida Rivadavia y al día siguiente a la función que hacía cuando terminó me dijo: “Maestro, fue la mejor noche de este espectáculo. Sentí una energía espectacular que me transmitió su presencia. Usted no se mueve más de acá”. Tres meses estuve viviendo con él. Me puso un consultorio en la avenida Córdoba. Cobraba en dólares, primero 500 la consulta y después 1000. Él ya tenía otro en Libertador y Oro. Salíamos del teatro y nos íbamos a Edelweiss a comer en un privado. Él me recomendaba y así atendí a muchos de la farándula.
-¿Nunca temió que lo cuestionaran por su actividad y lo pudieran denunciar por ejercicio ilegal de la medicina?
-No, porque yo nunca dije que curaba, sino que ayudaba con mis reflexiones y pensamientos a que la gente se pudiera sentir mejor y salir de sus problemas físicos y mentales. Ahora lo sigo haciendo en mi casa de Pinamar, donde me repongo de un cáncer de vejiga aunque no le doy bola a la enfermedad. Si tengo que morir, ya viajé bastante. Pero acá no atiendo a cualquiera. Así evitó que me descalifiquen como todavía algunos suelen hacerlo, aunque ya no me importa, estoy más allá.