El parador Cabo Blanco, esa mole de cemento que desentonaba con el manto amarillo de los médanos y el vaivén del mar, ya es historia. Se trataba de la última estructura de cemento que quedaba en pie en la costa de Pinamar, que parecía resistirse al paso del tiempo y a las nuevas normas. Su demolición simboliza un adiós definitivo a los antiguos balnearios de hormigón que durante décadas dominaron el pasaje costero y marca un hito en un proceso de renovación del frente marítimo que lleva más de nueve años y que transformó radicalmente la fisonomía de este destino turístico.
Construido con un estilo mediterráneo, Cabo Blanco lucía abandonado en la zona norte de la ciudad, a pocos metros de donde finaliza la Avenida del Mar, obstruyendo la recomposición natural del médano y afectando el cuidado del acuífero de agua dulce. La estructura tenía más de 600 metros subterráneos que eran destinados al depósito de vehículos náuticos y vivienda para trabajadores de verano, y más de 400 metros de superficie en la planta visible.
En su última etapa, se encontraba cercado por madera y rodeado de vegetación que avanzaba sobre sus muros deteriorados. En su interior se acumulaban escombros y objetos abandonados. El lugar era utilizado por surfistas para cambiarse, antes y después de adentrarse al mar. En ocasiones, allí también solían verse a jóvenes usando los techos y las paredes para practicar skate.
En ese espacio predomina hoy la arena. Está rodeado por una cerca de madera y en el frente hay un cartel que indica: “Remediación del médano. No circular”. En días de mal clima, los vendedores ambulantes resguardan allí sus carros.
Desde el municipio informaron que el área se destinará a playa pública, aunque también podría albergar propuestas temporales, como stands o actividades promocionales, sin construcciones fijas. De hecho, en los últimos días se instalaron sombrillas de paja en la zona como parte de una acción publicitaria.
La “caída” de Cabo Blanco forma parte de la renovación del frente marítimo de Pinamar que comenzó en 2016, durante la gestión del exintendente Martín Yeza, impulsada por una normativa de 2009 que limitaba el tamaño de las construcciones a 350 metros cuadrados y promovía el uso de materiales sostenibles y diseños respetuosos con el entorno natural.
El proyecto, que eliminó 46 paradores de cemento, permitió la recuperación de más de 110.000 metros cuadrados para playa pública y devolvió al médano costero su vegetación original. “La renovación implicó la demolición de 60.000 m² de hormigón, la recuperación de 1300 metros lineales de playa pública (antes solo había 200 metros lineales), la protección del acuífero de agua dulce y nueva infraestructura que permitió tener actividad turística todo el año”, afirmó Yeza en su cuenta de la red social X.
El camino hacia la demolición
Los primeros paradores en este destino de la Costa Atlántica se construyeron a finales de los años 50. En los 90, con el boom de Pinamar, surgieron los balnearios repletos de servicios. Tenían canchas de fútbol, de paddle, piscinas y hasta salas de masajes, además de convocar a famosos.
Cabo Blanco representaba un vestigio de aquella época. Era un símbolo de la ostentación que con el tiempo se convirtió en una muestra de desidia.
Como parte del plan de reconversión, el Municipio obligó a los paradores a construir sobre pilotes, a un metro y medio de altura sobre la arena. El diseño fue planteado estratégicamente para no interferir en el libre tránsito de la arena y, de esta manera, garantizar la salud ecológica de la playa. Por cuestiones de dimensiones, muchos balnearios pasaron a localizarse sobre lo que eran sus estacionamientos. Las nuevas ubicaciones permitieron ganar espacio para playas públicas.
Sin embargo, la implementación de la ordenanza no fue sencilla. Varios concesionarios frenaron el envión renovador con medidas cautelares dispuestas por la Justicia, que trabaron los intentos de demolición. En los casos de los paradores Cabo Blanco y Pinamar Golf, la contienda judicial llegó hasta la Suprema Corte de Justicia bonaerense.
Así, las estructuras resistieron años de litigios judiciales antes de que el municipio recuperara su posesión en 2021. Pinamar Golf fue derrumbado en mayo del año siguiente. Ahora, allí hay playa pública. Si bien se estudiaba la posibilidad de un proyecto de Prefectura Naval para construir una nueva base, lo mismo se decidió para el espacio donde se erigía Cabo Blanco, cuya demolición se concretó a fines de noviembre pasado.
El plan de reconversión, que tuvo continuidad en la gestión actual de Juan Ibarguren, está ahora en su etapa final. El resto de escombros que permanece en el lugar comenzará a ser retirado en marzo, al igual que un playón de estacionamiento que aún persiste.
Además, como parte del proyecto en la zona se contempla la remoción de taludes de arena que obstruyen la vista al mar desde la Avenida del Mar. Estas formaciones, creadas por antiguos concesionarios al trasladar arena de los estacionamientos, serán eliminadas para recuperar el paisaje costero original.
El proceso no solo transformó la infraestructura, sino que también devolvió al balneario su identidad como un espacio natural y turístico sostenible. “La renovación del frente marítimo nos permitió pasar de ‘Pinamar ya no es lo que era’ a que Pinamar volviera a brillar”, destacó Yeza.
Fotos: Pablo Kauffer