Fabiana Puebla había llegado temprano a la puerta de Cromañón ese 30 de diciembre del 2004. En ese momento, la fecha no decía nada. Sólo que se acercaba fin de año y que era el último recital de la serie de tres de Callejeros en ese espacio regenteado por Omar Chabán. Fabiana llegó a eso de las 20 horas junto a su pareja José Cantale. En ese momento había poca gente en los alrededores del boliche de Once, ubicado a escasos metros de la estación de tren. A 20 años de la tragedia, Fabiana que en ese entonces tenía 26 años, accedió a charlar con Infobae. Durante la nota ella preferirá hablar de una “masacre”. En su poema “Esperando que la aspirina”, Fabián Casas escribe: “Me pregunto en qué momento/los dinosaurios sintieron/que algo andaba mal”. Ese presentimiento de una inminente irrupción de la tragedia es lo que se escucha en el relato de lo que Fabiana vivió esa noche. En el momento en que Chabán los reta antes del show o cuando José mira la media sombra que un rato después producirá el fuego tóxico.
Hace 20 años, Fabiana y José esperaban entusiasmados el inicio del show de Callejeros. Hace dos décadas, el incendio del boliche de Once causó 194 muertos y al menos 17 de los sobrevivientes se suicidaron en estos años.
Fabiana era una joven roquera de esos principios del siglo XXI. “Era mucho de ir a ver a Divididos, Los Redondos y La Renga. Mi banda favorita siempre fue Las Pelotas, pero de la época de Alejandro Sokol (murió en el 2009) - cuenta Puebla-. A Callejeros lo conocía desde 1998. Nos cruzábamos con Pato Fontanet en los bares de San Telmo y también lo veíamos cuando iban a repartir volantes a las puertas de los recitales grandes. Íbamos a sus primeros shows de 15 o 20 personas. Muchas veces nos regalaban las entradas”.
Los novios pasaban gran parte de su tiempo entre los recitales de rock e ir a la cancha a ver a River. “Desde la década del 90 y después del 2001, los jóvenes nos refugiamos en el rock. Teníamos en cuenta las letras y estábamos identificados con esas bandas”, sostiene la chica. La pareja convivía en una casa que se habían construido en el barrio San José, Temperley, en el mismo terreno en el que estaba la casa de los padres de José.
El relato del horror
A José no le gustaba Callejeros, hasta que escuchó un CD en el 2003. Por eso, al año siguiente decidió acompañar a Fabiana a Cromañón para el cierre del año. “Entramos cerca de las 20. Quería ocupar el lugar de siempre arriba en un balcón. No me gustaban estar apretada entre la gente y el humo de las bengalas no me dejaba respirar bien. Tenía puesto un pantalón de bambula rojo muy suelto, que todavía lo guardo. Entonces en la puerta no me revisaron”, recuerda Puebla. A José si le hicieron sacar las zapatillas y chequearon que no llevara bengalas o algún elemento de pirotecnia bajo la plantilla. “Eso me resultó raro, nunca antes habían hecho ese tipo de operativo”, resalta Fabiana.
Ya ubicados en el balcón frente al escenario, empieza la espera para el arranque del show de Callejeros. Fabiana se cruzó con un amigo que trabajaba en la iluminación de Cromañón. Charlaron unos minutos, mientras Chabán pasaba música. “Hacía mucho calor. Todas las paredes del lugar estaban mojadas. Fui hasta el baño, pero me volví porque no había agua”. Empieza a sonar Ji ji ji de Los Redondos. Los pibes hacen pogo cerca del escenario. Saben que se acerca el momento del inicio del show. Alguien lanza un tres tiros que explotan cerca de la media sombra del techo.
Cromañón. Rock, corrupción y 194 muertos
eBook
Gratis
Tú no, princesa, tú no
eBook
$4 USD
En ese momento, Chabán lanza una advertencia desde el escenario. “Son todos unos pelotudos. Acá hay más de 6.000 personas”. El responsable del boliche advierte que puede pasar “lo de Paraguay”. Hacía referencia al incendio del supermercado Ycuá Bolaños ocurrido en agosto de ese mismo año que causó 396 muertos. “Cuando lo escuché le dije a José ´qué dice este tipo, está llamando a la desgracia´”. José mira el techo de Cromañón y se pone en alerta.
Poco después de la tragedia circuló un video de lo que fue el inicio del show de Callejeros esa noche. Son apenas tres minutos de una grabación casera en la que se escucha poco y todo está borroso. Fontanet pregunta varias veces si “se van a portar bien”. El público abajo ruge. El recital arranca con Distinto. “A consumirme, a incendiarme, a reír sin preocuparme. Hoy vine hasta acá. A tapar mi ingenuidad con un poco más que sal. Me quiero quedar”, canta el líder de la banda. A los pocos segundos se ve la primera bengala cerca del escenario. “Escuché un tres tiros y después alguien del público encendió una candela. Eran como bolitas de luz que iban a pegar al techo -recuerda Fabiana, que cada vez se le hace más difícil seguir con su relato-. El techo se prendió en un segundo y empezó a caer como un humo negro”.
Para ese momento la banda había dejado de tocar y el saxofonista Juan Carbone apunta con su mano al techo. “Se prendió la luz por un instante. Enseguida quedó todo oscuro. Ahí se empiezan a escuchar gritos”, cuenta Fabiana y sus ojos se humedecen. Hace fuerza para no llorar y recuerda que lo primero que hizo José fue sacarse la remera y ponerla sobre su boca para que no respire el humo negro que se desprendía del techo del boliche. Tomados de la mano, José le pedía que fueran al baño que se refugiaran allí hasta que todo pasara. Fabiana se negó. Allí vieron chicos que se tiraban hacia abajo del balcón. “Vimos muchas cosas que mejor no contar por respeto a los familiares de las víctimas y para no agregarle morbo a lo que ya fue un horror”, sostiene.
Cómo sobrevivir a Cromañón
“Creo que sobreviví por ese gesto de José de ponerme en forma muy rápida la remera en la boca para que pueda respirar mejor”, admite Fabiana. La pareja se tomó de la mano, pero enseguida la marea humana los separó. “Lo último que vi de José fue su espalda que se alejaba”, cuenta. En ese momento, la chica se paralizó. No podía moverse. Todo era oscuridad, gritos y el humo negro que caía del techo y la ahogaba. Fabiana se dijo que tenía que salir de ahí. “No podía hacerlo eso a mi mamá y tampoco a José que yo sabía que me estaba buscando, como siempre cuando había algún problema y nos perdíamos en un recital”, explica.
Fabiana estaba paralizada. No podía moverse de ese lugar en el que había visto por última vez a José. Se deslizó hasta llegar a la pared y de ahí empezó a bajar sentada por la escalera de Cromañón. Ya en la planta baja, volvió a quedar paralizada. “Vi una luz que me daba en la cara. Y dos chicos que me levantaron de los pies y me arrastraron afuera. Me desperté en la esquina de Cromañón”, relata la chica.
La mamá de Fabiana fue la primera en llegar a la zona del boliche. Enseguida, Fabiana fue internada. Esa noche en la sala del hospital había una radio prendida y los sobrevivientes escuchaban a los locutores como informaban la cantidad de muertos. “Primero fueron 10, 50 y así iba subiendo”, recuerda. Al otro día, llega a la sala su hermana con los ojos llorosos. “Yo sabía que era por José. Presentía que estaba muerto”, cuenta. Al joven lo había reconocido el papá de Fabiana en el Hospital de Clínicas durante esa noche tras el incendio. “Lo conoció por los tatuajes”, explica. Enseguida, Fabiana se arrancó el suero y se escapó del hospital. “Llegué a mi casa y lo primero que hice fue bañarme - relata Puebla-. Empiezan a llegar todos los amigos de mi novio. Yo no podía parar de llorar”.
Fabiana levantó fiebre y volvió a ser internada en el Hospital Gandulfo. Se volvió a ir para ir al velorio y entierro de su novio. Pero la fiebre seguía. Terminó en el centro de salud Melo de Lanús. “Llamaban al Clínicas para seguir el protocolo del tratamiento”, recuerda. Pasó 20 días internada, hasta que se recuperó. “Enseguida salí a luchar por la causa Cromañón”, sostiene.
Las secuelas de Cromañón
La mujer no pudo volver a escuchar Callejeros. “Son responsables por lo que pasó. No es que organizaron el show para matar a su público. Pero sabían de la capacidad de Cromañón y participaron de las ventas de entradas -sostiene Fabiana-. De joven yo seguía a las bandas por sus letras, además de la música. No coinciden esos versos con las acciones de la banda posterior a la masacre del 30 de diciembre del 2004″. Puebla recuerda unos shows anteriores en Cemento en los que Callejeros hizo dos turnos ante la gran cantidad de público que se había acercado al local de Chabán de Constitución. “¿Por qué no hicieron algo parecido en las recitales de Cromañón?”, se pregunta la sobreviviente.
Los médicos le habían advertido a Fabiana y al resto de los sobrevivientes de las secuelas en el cuerpo de aspirar el humo negro de Cromañón. En 2018, durante su segundo embarazo, Puebla sufrió de leucemia mieloide aguda, un tipo de cáncer de la sangre. “Tenía el 75% del cuerpo tomado por la enfermedad. Mi bebé tuvo que nacer antes para poder iniciar el tratamiento”, recuerda la mujer. Ya recuperada, Fabiana siguió adelante. Cromañón le dejaba otra herida en su cuerpo.
Fabiana está en pareja con Eduardo, otro sobreviviente de Cromañón. “Es muy difícil desde afuera entender lo que vivimos ahí dentro. Muchos te dicen, pero ya pasaron 20 años. Para mí sigue estando todo a flor de piel, como si hubiera sido hace muy poco”, sostiene la mujer.
En su hombro derecho, Puebla tiene un tatuaje de un par de zapatillas de lona, como las que usaba hace 20 años junto a las iniciales de su novio de ese momento. J.C., por José Cantale. “Este año fue muy complejo por los 20 años de Cromañón. Casi que viví todo el tiempo en ese recuerdo”, explica Fabiana e intenta hacer fuerza para no llorar. Como muchos sobrevivientes, vieron la serie de ficción de Amazon Prime sobre el tema. “Los primeros capítulos los vi con amigas también sobrevivientes. No nos parecía real como pintaron a la juventud de esa época. Los siguientes episodios mejoró cómo contaron la historia de los días previos y de lo que pasó esa noche. Cada vez que me ponía a mirar me lloraba todo, fue muy duro” .
Fabiana trabaja para lograr la expropiación del local de Once para convertirlo en un espacio de memoria. Cromañón sigue presente en su vida en todo momento. “En los recitales me quedó atrás. Trato de ubicar las puertas de salida cada vez que voy a un cine o bar”, sostiene la sobreviviente de la masacre. En tanto, con sus amigas que pasaron por lo mismo decidieron tatuarse una frase de la canción de Las Pelotas, Cómo se curan las heridas. Quizás como una forma de buscar alguna respuesta en el rock. “Estás perdida hasta los pies”, tiene escrito en su piel Fabiana.