“Un taller de juguetes hechos por sus propios jugadores”, describe su actividad La Desfábrica, un proyecto independiente que desarrolla actividades para las infancias en torno al juego y los juguetes, que parten de la idea de que niñas y niños “sean (des)fabricantes de sus propios juegos y juguetes”.
¿Qué significa eso? Que puedan desarmarlos, intervenirlos, construirlos, alterar las partes, invertir las reglas y más. Este proyecto ofrece talleres anuales en su espacio, ubicado en el barrio de Villa Crespo, y actividades itinerantes. Una de esas se realiza por estos días en el Parque Navideño de la Ciudad.
“Es un juego inagotable. Me gusta darles nuevas oportunidades a los juguetes, descubrir lo que tienen adentro, clasificar sus partes y combinarlas de diferentes formas hasta encontrar una composición que me represente”, dice Violeta Argañarás (29), una de las talleristas, del espacio que conforma con Martín Carrera (45).
Reconstruir
Lo que sucede en La Desfábrica bien podría ser parte de la película Toy Story, porque allí todos los juguetes cobran vida. Pero sucede en un rincón de la Ciudad, donde la imaginación se mezcla con algunas herramientas, juguetes rotos que piden una segunda oportunidad y niñas y niños que se enteran (o redescubren) todo lo que pueden hacer con sus propias manos: usan tijeras de ruidos crujientes, el roce de las lijas es constante y las telas son permanentemente perforadas por agujas. El tiempo allí pasa más lento y parece un mundo lejano al actual, lleno de pantallas y aplicaciones que casi invaden los hogares.
“Cuando un juguete es desarmado y vuelto a armar, ya sea para repararlo o transformarlo en uno nuevo, cobra un valor afectivo, se vuelve más propio, porque hay algo de la idiosincrasia de quien lo reparó que queda impregnada en ése objeto”, asegura Violeta y establece un paralelo. “En la cultura del descarte, los juguetes son reemplazados por otros demasiado rápido. Ya sea porque se rompen, pasan de moda o pierden su valor sentimental, en general tienen una vida útil demasiado corta. Desfabricarlos o repararlos son actos de resistencia en estos tiempos, que apuntan a reducir el impacto ambiental y a mirar críticamente el uso que atribuimos a los objetos”, afirma.
Desde hace unos años, La Desfábrica trabaja en conjunto con el Club de Reparadores, un movimiento que promueve la restauración como práctica de consumo responsable y resistencia a la cultura del descarte y la obsolescencia. “Nos encanta trabajar con el Club, porque compartimos una mirada en común y propósitos similares. De algún modo, nuestra labor es posibilitar el encuentro entre personas para promover el bien común, brindando herramientas de emancipación a través del oficio de la reparación, de la reutilización creativa y de la juguetería artesanal”, asevera.
Para Violeta, el juego no es solo una actividad más en la infancia. Es un lenguaje, una forma de crear mundos propios, de habitar la realidad con otros colores. Desde que era chica, su vida estuvo marcada por ese universo lúdico: descubrió que con pocos materiales y mucha imaginación, cualquier objeto podía transformarse en algo más. Un trozo de madera, un pedazo de tela, un poco de alambre y algunas herramientas serían suficientes para dar vida a algo nuevo.
“Desde chica, tuve la suerte de poder participar de distintos talleres de artes y oficios, y soñaba con tener uno propio. Cuando nos conocimos con mi compañero, Martín, en 2016, empezamos a fantasear con la idea de armar un proyecto artístico destinado a las infancias. Yo venía trabajando en espacios educativos, coordinando propuestas de juego libre, mientras estudiaba en el profesorado de Educación Inicial E.N.S. N° 7 y Martín se dedicaba principalmente a la gestión cultural. Ya habíamos conversado y reflexionado acerca de la importancia de darle voz y participación a las infancias en los distintos ámbitos. Así, encontramos en el juguete una oportunidad para invertir las reglas: nos dimos cuenta de que la mayoría de los que conocemos hoy son pensados y fabricados por adultos, y que responden a una lógica mercantilista. También que, en su mayoría, están creados en otros países, inspirados en historias diferentes a las nuestras. Fue entonces que decidimos crear La Desfábrica, un taller de juguetes hechos por sus propios jugadores, en dónde además de construir el objeto, los chicos pueden imaginar el universo simbólico que lo rodea, eso incluye el personaje, su hábitat, si tiene superpoderes, etc.”, detalla.
En La Desfábrica, asegura, no solo construyen juguetes, sino que también deconstruyen las reglas. “Desde el principio fue un espacio diferente. Allí, los niños crean. Ellos son los arquitectos de sus mundos. Pueden inventar personajes, imaginar hábitats, añadir superpoderes. Es un lugar donde el error está permitido, donde los chicos tienen autonomía y pueden decidir cómo intervenir un juguete”, cuenta.
Jugar a ser artesanos
Este año, Violeta y Martín llevaron su taller a un nuevo escenario, el Parque Navideño de la Ciudad, un espacio donde los sueños de los más chicos se mezclan con el clima festivo de diciembre. Iniciado el 17 y hasta el 19 de este mes, de 17:30 a 21:30, en Plaza Seeber, en Palermo, los chicos podrán llevar sus juguetes rotos para repararlos, modificarlos y darles una nueva vida.
Esta actividad, que La Desfábrica organiza junto con El Club de Reparadores, tiene algo casi poético. En una época del año en la que el consumo parece invadirlo todo, niñas y niños podrán detenerse, mirar lo que ya tienen y preguntarse qué hacer con eso. “Nos parece que la Navidad es una buena oportunidad para rescatar esos juguetes que ya están en casa, para reparar lo que está roto y revalorizar el vínculo emocional con esos objetos”, subraya.
Revalorizando lo analógico, reflexiona: “Los chicos están cada vez más desconectados de esa manera más artesanal de hacer las cosas. Queremos mostrarles que reparar un juguete no solo es útil, sino que también es divertido”.
El arte de dar vida
En los talleres de reparación, todo está pensado para que los chicos puedan ser protagonistas. Los talleristas especializados están allí para guiarlos: una pieza faltante de plástico se puede reemplazar por otra y un peluche rasgado puede encontrar puntadas de nueva vida con hilos de colores. Los materiales provienen de donaciones de vecinos de la Ciudad: juguetes rotos, telas, tapitas, corchos, cualquier cosa que pueda servir para reconstruir.
“Hay algo muy fuerte en que el chico sea quien repara su propio juguete. Se crea un sentido de reapropiación que lo conecta con ese objeto desde otro lugar”, señala la tallerista y enfatiza en que ya no es un regalo dado por otros, sino algo que hicieron con sus propias manos.
Además de la reparación, el proyecto promueve una idea clave: reutilizar. En un mundo donde los juguetes industriales son descartados con facilidad —a veces después de unos pocos días de uso—, esta actividad les devuelve valor. Un juguete que parecía perdido encuentra su oportunidad de seguir siendo querido. “Es una manera de educar en la sostenibilidad, pero también en el amor por lo hecho a mano”, remarca.
Violeta sabe que la experiencia que propone no se trata nada más del juguete que cada niña o niño se lleva a casa. La verdadera magia sucede en el proceso: el tiempo compartido en familia, las risas entre cada lijado y la satisfacción de hacer algo personal y por ende, único.
Los talleres
“En los eventos que organizamos junto al Club de Reparadores, los chicos y chicas llegan con mucha expectativa de poder reparar ellos mismos su juguete. Nosotros les ofrecemos repuestos (rueditas, cabezas, brazos y piernas de muñecos, piezas sueltas, etc.) y herramientas para resolver el problema. Trabajamos en colaboración con talleristas del Club, especializadas en la parte textil, y talleristas de La Desfábrica, dedicados a la reparación de plásticos y maderas. Algunas veces los chicos encuentran la pieza original del juguete que trajeron, y deciden reponerla. Pero la mayoría de las veces, prefieren cambiarle algo (ponerle una cabeza de Barbie a un Buzz Lightyear, dibujarle tatuajes a los muñecos, coserles la ropita o reutilizar las telas de los peluches para crear vestimentas para sus juguetes). Eso es lo que más suelen disfrutar”, describe.
Invitando a ser parte de los talleres que brindan —los miércoles y jueves de enero y febrero de 14.00 a 16.30— asegura: “Estoy segura de que se van a ir felices, no solo por llevarse su juguete reparado, sino porque lo hicieron ellos mismos”, concluye.
*Los talleres de verano comienzan el miércoles 8 de enero y finaliza el jueves 27 de febrero. Pueden contactarlos vía mail a desfabrica@gmail.com