El 15 de junio de 1944 se abrió una urna que reveló los resultados de una elección muy particular. Después de meses de planificación, docentes y alumnos de la Escuela Técnica Raggio (ETR) iban a conocer el nombre y el lema que llevaría el boletín informativo que comenzaría a circular el mes siguiente. La expectativa era alta. En los días previos, las carteleras de los pasillos informaban acerca del procedimiento de la elección y sugerían los posibles nombres. El escrutinio se realizó a las 18 horas y fue fiscalizado por cuatro estudiantes y por el profesor Jacinto Mora, maestro de imprenta y alma de la publicación, a la que bautizaron “La Chispa”.
El primer ejemplar se publicó el 9 de julio de 1944; el último, en diciembre de 1950. A lo largo de esos siete años, el boletín —que se imprimía una vez por mes en los talleres de la institución— documentó la vida escolar, abordando desde crónicas de actividades culturales y deportivas, hasta discursos de docentes y anuncios administrativos. Además de informar, “La Chispa” marcó una huella en la identidad institucional, dando vida el lema escolar “Nunca mucho costó poco”, que aún se mantiene vigente.
El pasado 8 de diciembre se cumplieron 100 años de la fundación del Raggio, que fue inaugurado bajo el nombre original de Escuela de Artes y Oficios y fue la primera escuela técnica creada bajo la jurisdicción de la entonces municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. En ese contexto, los docentes Silvia Urich y Christian Armas, que también son exalumnos del colegio, recopilaron uno por uno los ejemplares del boletín y se adentraron en el Raggio de la década de los cuarenta, a la que consideran “generadora de una nueva cultura escolar y motor de transformación de esa escuela de ‘artes y oficios’ a una escuela técnica”.
Su investigación, que duró casi tres años, la plasmaron en La Chispa: crónicas olvidadas de los años de oro, un libro de 201 páginas recientemente publicado a través de Editorial Museo Archivo Raggio, un sello propio que, entre otras cosas, se propone registrar y divulgar la producción del museo. “Adentrarnos en esa etapa del colegio fue un trabajo muy agradable. Hacemos referencia a ‘los años de oro’ porque fue la época que le dio una personalidad a la escuela. En ese momento, se instalaron un montón de símbolos y prácticas, muchas de las cuales perduran hasta el día de hoy”, dice Silvia en charla con Infobae. A su lado, Christian asiente y agrega: “En efecto, en la década de los cuarenta se empieza a visibilizar un sentido de pertenencia hacia la institución que venía gestándose desde 1924, año en que se fundó el colegio; y 1926, cuando empiezan las clases”.
Actualmente, la ETR cuenta con once especialidades —mecánica, electrónica, electricidad, indumentaria, alimentación, gráficas, automotores, orfebrería, madera y mueble, publicidad y construcciones— y 2360 estudiantes. Es una de las secundarias técnicas de gestión estatal más grandes del país y, además, una de las más antiguas. Pero, ¿cómo era ochenta años atrás? ¿Por qué manera la década de los cuarenta marcó el espíritu de la institución? ¿Qué tradiciones escolares de aquellos años todavía persisten y cuáles se fueron diluyendo con el tiempo y por qué?
Radiografía de “La Chispa”
Tres semanas después de la votación, el primer ejemplar de “La Chispa” vio la luz. “Con el optimismo y el impulso de la juventud que le ha dado el nombre; con la energía creadora del símil que promete mantener encendido el fuego inquieto a través de toda clase de iniciativas, ‘La Chispa’ nace a la vida alentando un sin fin de propósitos buenos para secundar y completar la obra que cumplen las Escuelas Raggio”, escribió el por aquel entonces director del colegio, Francisco Torino.
A diferencia de otras publicaciones escolares, “La Chispa” no tenía publicidad comercial, no recibía aportes económicos de la cooperadora ni tampoco se vendía. Se entregaba en mano y también se distribuía por correo al resto de los lectores. “No podemos decir que era una revista estudiantil convencional por varios motivos. El principal: su producción era parte de la formación técnica de los alumnos. Los estudiantes de 2° y 3° año de la orientación Artes Gráficas que hacían todo el proceso: desde la composición manual hasta la impresión tipográfica en el taller de imprenta. Los materiales (tinta y papel) los aportaba el Municipio, ya que, en ese momento, el Raggio era un colegio municipal”, detalla Silvia.
Si bien mantuvo ciertas características formales, como sus inalterables 23,5 centímetros de alto por 15 de ancho, “La Chispa” fue inconstante en cuanto a la cantidad de páginas: a veces eran cuatro; otras ocho, aunque también seis (cuatro más una hoja volante). De sus 61 ediciones, alcanzó tiradas de hasta 2.000 ejemplares, que fueron distribuidos entre estudiantes (que en ese momento eran alrededor de 600) y sus familias, docentes, exalumnos e incluso a comerciantes, industriales y todos aquellos que pudieran estar interesados en seguir el rumbo de las escuelas y en emplear a sus egresados.
Para Martín Acri, exalumno, docente, historiador del Museo del Raggio y actual vicerrector de la ETR, el hecho de que la publicación traspasara los muros de la escuela está vinculado al contexto social del momento. “En esa la época todavía no existía la televisión. Entonces, todo giraba en torno a la radio y a la impresión gráfica. En ese contexto, el Raggio comienza a destacarse ediliciamente en la zona. Su construcción, una especie de ‘Petit Chateau’ de varios estilos, llamaba la atención. Y ‘La Chispa’, justamente, provenía de ahí”, dice. Y agrega: “También hay que vincularlo con el proceso de sustitución de importaciones, a partir del cual se promueve la industrialización en el país, lo que trajo la llegada masiva de migrantes que fueron poblando los barrios de Saavedra, Núñez, Belgrano y todo ese sector de la ciudad de Buenos Aires”.
Según los autores del libro, la mayor dificultad para realizar la investigación surgió a la hora de recolectar los boletines. “Nos demoró bastante tiempo porque teníamos copias discontinuadas o repetidas. Al final, de los 61, logramos recolectar 56 gracias a un trabajo colectivo″, explica Christian. Los números 1° al 49 fueron proporcionados por los exalumnos Luis Ferroni, Fernando Lauro y Carlos Parreira, y los números 55 hasta el 61, consultados en la hemeroteca de la Biblioteca de la Nación.
Otro dato que quedó en el tintero tiene que ver con el nombre del boletín. ¿Por qué “La Chispa”? “No está claro”, anticipa Silvia. “En la primera edición se explica que los nombres, que en total fueron 27, los propusieron los alumnos y luego se hizo una votación. Nosotros creemos que debe haber estado más vinculado al tema técnico: la chispa podía surgir en un taller”, agrega.
Aquellos años dorados
El proceso de recuperación de “La Chispa” se convirtió en una bitácora que ilumina los años de oro del Raggio. A partir de su lectura, Urich y Armas descubrieron anécdotas que ilustraban la vida escolar de la época. Una de ellas, por ejemplo, fue la inauguración del campo de deportes en 1944. En ese espacio, que originalmente era un terreno anegado, se organizaron actividades deportivas y eventos como los torneos intercolegiales. “Le dio a la escuela una proyección social muy importante, permitiendo la práctica de deportes como fútbol, atletismo, pelota-paleta, hockey y rugby. Todo tipo de autoridades venían a presenciar las competencias”, cuenta Silvia.
Entre las historias aparece, también, la del Día de la Madre: una celebración que en aquel tiempo tenía características propias. “Los chicos preparaban en los talleres un objeto para regalarle a sus madres. Además, se armaba un ajuar destinado al primer bebé que naciera después de esa fecha”, detalla Urich. Y agrega: “Este festejo, que con los años se transformó en el Día de la Familia, reforzaba los lazos entre la escuela y las familias”.
Dato color: el boletín no solo registraba actividades culturales y visitas de autoridades, sino que también destacaba el buen desempeño de los estudiantes y sus valores éticos y morales por fuera del ámbito escolar. “El 17 de mayo el alumno Alejandro Lanfanchi, de Herrería Artística, 1º año, hizo entrega en Regencia de Estudios de un maletín hallado en la vía pública, conteniendo una suma de dinero y efectos personales. Igualmente, el 20 del mismo mes, el alumno Carlos París, de Herrería Artística, 3º año, entregó una billetera hallada en dicho taller que contenía dinero y otros efectos. Ambos alumnos fueron felicitados por sus respectivos gestos a fin de que fueran aprovechados como lecciones ejemplarizadoras entre sus compañeros”, dice el ejemplar de junio de 1946.
De aquellos “años dorados”, dirán Silvia y Christian, permanecen el escudo y el lema del colegio y un grupo escultórico que está en el patio, que se exhibió en la Exposición Universal de París en 1889. Otros símbolos y tradiciones, en cambio, se fueron perdiendo. “Desde los uniformes que vestían los estudiantes, hasta una marcha que tuvo la escuela. Todo eso quedó en la memoria colectiva del colegio”, asegura Silvia.
Acerca de la marcha, que surgió en la década del cuarenta, la docente contará que se mantuvo hasta los sesenta. “Durante años identificó a los estudiantes. La letra refiere a los ‘artesanos, artistas y obreros’ que dicen: ‘A formarnos la Patria nos llama’. Se cantaba todas las tardes al arriar la bandera”, dice.
A ocho décadas de su primera publicación, hoy, el espíritu de “La Chispa” vuelve a impregnar los pasillos del Raggio. Es que, aquel boletín que un día surgió como un ejercicio técnico en los talleres de la escuela, tendrá una versión actualizada.
“Después de que se editó el libro, varios alumnos están pensando en la nueva edición de ‘La Chispa’, pero en un formato digital. Lo están trabajando a través publicaciones internas y con redes sociales”, cuenta el rector de la institución, Diego Viola.
Su regreso, sin dudas, reafirma el espíritu de la institución, guiado por el lema que nació junto al boletín: “Nunca mucho costó poco”.