Ramiro Cristofaro tiene 32 años, es oriundo de Vicente López y es uno de los tantos argentinos que se propuso dar la vuelta al mundo. Lo distintivo de este joven es que está a tan solo 3 países de lograrlo. Solo le quedan Corea del Norte, Sudán y Venezuela, que será su último destino.
Esa desafiante travesía, que arrancó en Estados Unidos cuando tenía apenas 18 años, aún continúa y no sabe cuándo terminará, ya que Corea del Norte está cerrada al turismo desde hace 4 años, cuando se desató la pandemia. Graduado de las carreras Licenciatura en Turismo y Administración de Empresas, hoy Ramiro está radicado en Barcelona, España, desde donde trabaja de manera remota para una empresa turística canadiense.
De todos los 193 que ya visitó, el número 163 le llamó poderosamente la atención. “Es el país más desconocido, donde no se promociona el turismo y se le que exige a los viajeros pagar 100 dólares por día sin ningún tipo de contraprestación”, contó Ramiro sobre Bután, que limita únicamente con China al norte y con India al sur.
Además de ese impuesto oficial, que no incluye ni el alojamiento ni el transporte y ni las excursiones, “Rama” tuvo abonar 40 dólares para obtener la visa y pagar el servicio de un operador turístico local para moverse por la ciudad. “Acá no podés venir por tu cuenta, necesitás autorización oficial y que una persona se encargue de organizar tu estadía”, especificó.
Para cubrir esos gastos durante 4 días, Ramiro tuvo que pagar aproximadamente otros 550 dólares. “El gobierno no hace marketing turístico. Tampoco te cruzás con muchos viajeros que hayan vivido la experiencia, sobre todo por el dinero que hay invertir. No es económicamente accesible para cualquiera. De hecho, yo viajé solo, sin mi novia, por los costos”, admitió.
Como parte de su política de turismo sostenible de “alto valor, bajo impacto”, el gobierno cobra una Tarifa de Desarrollo Sostenible (SDF, por sus siglas en inglés) que destina para preservar el medio ambiente, proteger la cultura local y financiar el desarrollo social en el país.
Bután es uno de los países más singulares del mundo gracias sobre todo a su localización geográfica, en plena cordillera del Himalaya y encajado entre la India y el Tíbet (anexionado a China). “Su aislamiento también se debe a una política turística de poco volumen de visitantes, pero con un poder adquisitivo alto”, enfatizó Ramiro. De hecho, Bután recibió a sus primeros turistas recién en 1974, año en que las Naciones Unidas lo reconoció como país.
Antes de partir a Bután, en una conversación con amigos y familiares antes de viajar, notó que nadie sabía exactamente dónde quedaba. “No es un lugar común, como Tailandia o Vietnam, y eso también tiene su magia al ser un lugar inexplorado”, comentó.
“Rama” llegó a ese país asiático de una forma atípica y bastante más costosa, ya que se encontraba de viaje por otras regiones del Himalaya. “La ruta más clásica y barata es ida y vuelta desde Nepal, cuyo ticket aéreo tiene un valor con un valor de USD 300; pero yo decidí volar desde Bangladesh porque me quedaba más cerca en ese momento”, precisó.
La llegada al país fue una experiencia distinta desde el momento en que aterrizó al aeropuerto internacional de Paro, uno de los pocos puntos de entrada al país. “Es un lugar que sorprende desde el primer vistazo. Lejos de la frialdad de los aeropuertos internacionales habituales, este se siente como un refugio, una entrada a otro mundo. Es como si todo estuviera hecho a mano, con maderas, y una decoración muy típica de la región”, recordó Ramiro al resaltar el ritmo tranquilo de sus habitantes. “Es un país que te da paz, te desestresa. No hay ruido, no hay caos, la gente te trata con respeto”, agregó.
También le llamó la atención la forma de vestir de las personas. “Tienen un atuendo particular y que llama mucho la atención. Los hombres usan una pollera, que tanto recuerda a un kilt escocés, con medias de lana y grandes zapatos o botas”, describió.
El paisaje de Bután, con sus montañas verdes y su arquitectura tradicional, fue otro de los atractivos que lo cautivó: “Tiene una identidad inconfundible, una impronta propia que lo hace especial. Eso no se encuentra en el resto de Asia, donde el turismo masivo transformó muchos destinos en lugares comunes”.
La ausencia de hormigón y metal en las construcciones es su característica distintiva. “Las casas son de madera y casi todas tienen dos pisos, con ventanas labradas y pintadas de colores vivos”, describió. No hay grandes edificios de cristal ni estructuras modernistas; todo parece estar hecho para integrarse en el paisaje montañoso.
Pero lo que realmente marca la diferencia en Bután es su profunda conexión con la espiritualidad. “Los templos y monasterios son parte del día a día, y visitar lugares como el Nido del Águila, un templo situado en lo alto de una montaña, es una experiencia que exige esfuerzo físico pero recompensa con unas vistas y una sensación de paz que parece casi irreal”, indicó.
A lo largo del país, los turistas pueden experimentar el arte de la meditación, asistir a peregrinaciones y recorrer templos en los que cada rincón tiene una historia que contar. En este sentido, Bután no es solo un lugar para ver, sino un espacio para sentir y experimentar. “Hay un recorrido espiritual que te acompaña en todo momento”, explicó “Rama”.
En Bután también se pueden practicar actividades de aventura, como rafting por sus caudalosos ríos; trekking por sus montañas y valles. “Un valle que no hay que perderse es el Valley de Gangtey, con más de 3.000 m de altitud”, aconsejó.
En sus dos ciudades principales, Thimphu y Paro, no hay embotellamiento vehicular ni señales de caos, y la gente parece vivir alejada del estrés del mundo moderno. Ramiro comparó a la ciudad de Paro con Pinamar, donde “hay una avenida principal con una rotonda, y a los costados un montón de callecitas. Vi un solo semáforo y a varias personas dirigiendo el tráfico”, graficó.
Con respecto al idioma, Ramiro aseguró que no fue una barrera para desenvolverse, ya que la mayoría de las personas habla inglés, sobre todo los más jóvenes, porque la educación además de ser gratuita es en inglés. “Los butaneses son gente amable y simpática, y tratan muy bien a los turistas”, afirmó.
Al momento de aportar datos curiosos, Ramiro mencionó que en Bután la población tiene una edad promedio de 22 años y que es el único país del mundo que prohíbe por completo la comercialización y producción de tabaco. “A toda persona que sea encontrada vendiendo tabaco puede ir a la cárcel por un período de tres a cinco años”, aseguró. “Y si matás a una grulla de cuello negro pueden sentenciarte a cadena perpetua porque es un animal sagrado y está en peligro de extinción”, añadió.
Con respecto a la cocina, contó que nunca faltan los fuertes sabores y aromas del chile, el ajo, el jengibre y la cebolla. “Están presente en la gran mayoría de las recetas, como ocurre en muchos de los países asiáticos y tropicales. El gusto por el picante forma parte de su cultura culinaria”, explicó.
Ramiro recuerda a Bután como “uno de esos países que al llegar ya te vuelven loco; donde se respira una ‘vibra’ hermosa y un aire puro”. A pesar de que es un lugar “del cual mucho no se sabe”, el argentino considera que esa característica es precisamente lo que lo hace “único y mágico a la vez”.