“Argentina campeón,Videla al paredón”
Ese fue la consigna principal que lanzó Montoneros de cara al Mundial 78. Pero no fue la única, hubo otras como: “Este partido lo gana el pueblo/ Cada espectador del Mundial, un testigo de la Argentina real/ Detrás del Mundial, un pueblo en lucha por su liberación”.
A esa altura la organización armada había sido golpeada duramente. Después del Golpe del 24 de marzo del 76, los secuestros, desapariciones, enfrentamientos, asesinatos y exilios forzados habían mermado sensiblemente la cantidad de militantes. La cúpula se encontraba en el exterior. Los análisis que hacían de la realidad argentina (se alegraron con el Golpe, creyeron que sería beneficioso para ellos, no vieron venir la brutal represión, etc), la falta de gente y la lejanía hacían que el peso que tenían en la realidad argentina fuera menor. Eran más una sombra, una amenaza que una realidad pese a algunos atentados que cada tanto conseguían alguna repercusión.
Con el estreno en la plataforma Disney + de la serie documental Argentina 78, dirigida por Lucas Bucci y Tomás Sposato, se desató una polémica sobre Montoneros, Mario Firmenich y su papel en el Mundial 78. En un hallazgo periodístico la serie logró el testimonio del líder Montonero. La posición que Montoneros tomaría ante el Mundial generó discusiones internas y cambios de postura.
En noviembre de 1977, desde Roma, Fernando Vaca Narvaja, integrante de la jefatura montonera, anunciaba “que se intensificarían las acciones contra la Junta Militar durante el Mundial”. Argumentaba que la intención de la dictadura era exhibir que en Argentina la guerrilla estaba aniquilada, por lo tanto, la ofensiva que se anunciaba “servirá para que se sepa la verdadera opinión de las masas sobre el gobierno militar”. Poco después, los Montoneros cambiaron de parecer. Se dieron cuenta -en uno de sus pocos aciertos en la lectura de la sociedad de esos días- de que organizar el Mundial (y ganarlo) era un viejo anhelo para la sociedad.
En el documental, Firmenich, de manera confusa e imprecisa, se atribuye el asesinato del General Omar Actis, el primer designado como presidente del EAM 78, el ente estatal que organizó el Mundial. Allí también es desmentido por una especialista, la periodista Ailin Bullentini que afirma que dadas las características toda da a entender que se trató de una interna militar. El atentado se pudo llevar a cabo porque hubo una zona liberada y los panfletos que dejaron en el lugar eran de una supuesta agrupación guerrillera de la que nadie había escuchado nombrar y en una jerga más parecida a la castrense que otra cosa.
Las consecuencias de ese crimen fueron claras. Lacoste, el vicepresidente del EAM 78 y hombre del almirante Emilio Massera, se convirtió en el hombre fuerte del Mundial. El día del asesinato Actis daría una conferencia de prensa en la que anunciaría un Mundial austero. El Mundial que se organizó finalmente no lo fue. Se gastaron 700 millones de dólares, 10 veces más que el presupuesto original.
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Sorprenden los dichos de Firmenich adjudicando a Montoneros el crimen (ya lo había hecho Roberto Perdía en sus memorias). Es como si tuviera una pulsión por atribuirse un cadáver del que no se sabe bien quién fue el responsable. Lo que a cualquier ser humano le daría vergüenza reconocer en público, a él parece enorgullecerlo aún al punto de mentir al respecto.
El General Antonio Merlo fue nombrado en lugar de Actis, pero fue más una figura decorativa que alguien con decisión. Lo ejecutivo del EAM, ya se dijo, quedó en cabeza de Lacoste (y por ende de la Marina). Un par de meses antes del inicio del torneo Merlos expresó los temores de la organización respecto a los grupos armados, en especial a Montoneros: “La subversión va a desarrollar su estrategia en tres direcciones. Primero, tratará de sacudir a la opinión pública con un hecho sensacional, como puede ser el secuestro de un periodista extranjero, previamente arreglado entre los terroristas y esa persona. Después creo que tratarán de provocar algún tipo de disturbio para que las fuerzas de seguridad tengan que salir a la calle y los fotógrafos puedan registrar imágenes de desplazamientos de efectivos militares. También se va a aprovechar cualquier otra circunstancia, por ejemplo exceso en las medidas de seguridad, para deteriorar la imagen del país”.
Para abril del 78, Montoneros en sus publicaciones clandestinas y comunicados que hacían circular principalmente por Europa todavía hablaban del Mundial como coto de caza, como evento para impactar en la sociedad y en el mundo. Decían: “El Mundial será aprovechado para mostrar el vigor de la Resistencia, generalizando, con todos los medios a nuestro alcance, el repudio a la Dictadura Militar”. Mario Firmenich en una entrevista que brindó en la clandestinidad dijo: “El Mundial es una excelente oportunidad para obligar definitivamente a Videla y a sus cómplices a otorgar la apertura política y sindical. El objetivo inmediato es claro: el Mundial es una gran chance que favorece nuestra lucha contra la dictadura”.
Ya cerca del Mundial, los Montoneros redefinieron su estrategia y anunciaron una especie de tregua. Afirmaron que no producirían ninguna acción a menos de 600 metros de estadios, turistas o delegaciones extranjeras. Aseguraban la paz durante el torneo y abogaban por el éxito deportivo: “Argentina campeón, Videla al paredón”.
Rodolfo Galimberti lo expresa taxativamente en una entrevista que dio a L’Express a fines de mayo del 78: “No habrá de nuestra parte ningún recrudecimiento de la lucha armada durante este periodo. Nosotros vamos más lejos, nosotros proponemos una tregua a la dictadura militar de Videla. Creemos que un boicot no es una política realista en las actuales circunstancias. Decimos a todos: vengan a la Argentina”.
Envar “Cacho” El Kadri, un símbolo de la guerrilla peronista, también exiliado en París respondió a la cúpula montonera: “¿Qué quiere decir la conducción montonera con esta afirmación de “que el pueblo ama el fútbol?” La respuesta de El Kadri fue: “No podemos ir contra su deseo, porque esa medida sería impopular. En la base de esta afirmación subyace una concepción profundamente reaccionaria del pueblo. (…) Detrás de esa concepción del populismo se esconde el objetivo de manipular al Pueblo, de usarlo, de servirse de él”.
Ya con el Mundial en marcha, los Montoneros fijaron objetivos en Buenos Aires a los que atacarían lanzando cohetes de fabricación casera RPG7. Algunos de sus militantes habían recibido instrucción militar en Líbano. Se disparaban con un lanzamisiles portátil que era relativamente sencillo de armar y entraba en una valija de tamaño mediano. Lanzaron contra diversos lugares. Posiblemente los tres más ambiciosos hayan sido el Servicio de Información del Ejército en Viamonte y Callao, la Esma (derribaron una letra del cartel exterior) y la Casa Rosada. Estos cohetes liberaban energía una vez perforada la primera resistencia. Por eso dejaban un pequeño agujero en la pared, de un tamaño similar al del proyectil, produciendo daño interno. Que los destrozos exteriores no fueran mayores tampoco colaboró a la difusión de este tipo de acciones. En la Casa Rosada el boquete abierto fue tapado con una bandera argentina y horas después reparado.
Los Montoneros en estos ataques alcanzaron la mayoría de sus objetivos, no lesionaron a ningún civil y se retiraron sin bajas. Sin embargo, la operación fue un fracaso. La prensa local no acusó recibido de estas acciones. No se publicó ni una línea. La extranjera tampoco se mostró permeable a difundir estos hechos. Sin la menor difusión, pasó todo inadvertido. El fin que se había impuesto Montoneros no estuvo ni cerca de alcanzarse.
Hubo otra acción más efectiva en cuánto al conocimiento que tuvo la población: la interferencia a las transmisiones. El historiador Richard Gillespie explica que “los Montoneros crearon Radio Liberación. Consistía en unas pequeñas cajas portátiles que podían ser introducidas en Argentina, y que, al ser enchufadas en una toma de corriente eléctrica, emitían cortos mensajes grabados en cinta magnetofónica a través de los televisores en un radio de ocho o diez manzanas”.
Durante el segundo partido de Argentina en el Mundial, la victoria 2-1 frente a Francia, intervinieron la señal de Canal 2 de La Plata, un canal que se veía en Buenos Aires pero por el corto alcance de su antena y las dificultades para sintonizarlo adecuadamente era mirado por pocos televidentes. Fueron 13 minutos en los que Firmenich lanzó sus proclamas. También hubo otra durante el partido frente a Polonia de la segunda fase.
Respecto a la influencia de estas interferencias, por más espectacular que fuera el operativo, también fue escasa. Por un lado, la gente quería ver el partido así que cambiaba a otro canal cuando algo lo interrumpía. Por el otro, la voz de Firmenich y su mensaje provocaban en esos días más temor y rechazo que adhesiones.
Otra idea (descabellada) que tuvieron fue la compra de entradas para los partidos. Ante el periodista mexicano Julio Scherer García, Mario Firmenich abrió un maletín y blandiendo un pilón de entradas para diferentes partidos se vanaglorió de que las habían conseguido en la reventa. El plan era repartirlas entre la militantes y familiares de desaparecidos y que en medio de los partidos ellos empezaran a cantar en contra de Videla. Pretendían que esos cánticos, como un virus, se expandieran rápidamente por todo el estadio. Graciela Fernández Meijide alguna vez dijo sobre este asunto: “Era una insensatez, una verdadera locura proponerles eso”.
La idea fracasó de tal manera que hasta Roberto Perdía –cuyas memorias podrían ser las más imprecisas, las más falsas de todas las publicadas en Argentina en los últimos 50 años- reconoció que los resultados fueron “casi nulos”.
Sin embargo la cuestión más controvertida respecto a los Montoneros y el Mundial es la de la existencia o no de un acuerdo con Massera para lograr esa tregua que finalmente tuvo lugar. Carlos Manfroni sostuvo en uno de sus libros que “el almirante Emilio Massera fumó la pipa de la paz con Montoneros en la primera mitad de 1977, en Venezuela; para ser más específico, en la isla Margarita, con Muammar Khadafi como garante del acuerdo y la presencia de Nicolae Ceausescu, el dictador rumano. Según Paul Lewis, las reuniones en Venezuela fueron varias y estaban presentes miembros de la P-2″.
Son muchos los que afirman que semanas antes del Mundial los contactos entre el Jefe de la Marina y los Montoneros se profundizaron. Algunos hablan de un solo encuentro en París entre Massera y Firmenich. Aunque la mayoría de los investigadores creen que las reuniones fueron varias. En esas conversaciones se habría concertado la tregua durante el Mundial y también se habría hablado del futuro, del proyecto político de Massera que deseaba convertirse en un nuevo Perón.
Otra vez Perdía y sus memorias: negó enfáticamente esos contactos. Aunque de inmediato aclaraba: “( De haberse reunido)...de todas maneras, no hubiera habido traición, deslealtad ni infamia en “hablar” con quien se estaba combatiendo. Más aún, considero que hubiera sido una falta de respeto hacia los compañeros cautivos, un signo de soberbia, no hacerlo si hubiera cabido”.
La diplomática Elena Holmberg, funcionaria en la embajada argentina en París, presenció varios de estos contactos, según palabras del periodista Claudio Uriarte –genial biógrafo de Massera- “con atención, disgusto e interés”. Holmberg les contó a amigos y familiares que Massera, en una de sus entrevistas con Firmenich, había entregado al jefe montonero alrededor de 1.200.000 dólares. Sigue Uriarte: “Las versiones difieren: aparentemente Holmberg sólo comentó el tema con muy pocas personas, y en forma no concluyente. Algunos sostienen que Massera era intrínsecamente incapaz de entregar a nadie un millón de dólares, por pura avaricia; otros, que el millón y pico era un soborno de la Junta Militar en pleno a fracciones disidentes de los Montoneros que no tenían acceso a los 60 millones de dólares de los hermanos Born, para que se quedaran quietos durante el Mundial, en cuyo caso Massera habría actuado como emisario, después de haber logrado acuerdos generales con Firmenich”. Elena Holmberg viajó a Buenos Aires a denunciar estos encuentros y el supuesto pago de Massera. A los pocos días hombres de la Marina la desaparecieron.
Apenas finalizado el campeonato, mientras la gente seguía festejando y todavía se respiraba euforia en la sociedad por el triunfo futbolístico, Horacio Mendizábal, comandante guerrillero encargado de las operaciones militares de Montoneros en Argentina durante junio de 1978 dijo: “El Mundial significó para nosotros un triunfo político, un triunfo militar y un triunfo organizativo. Un triunfo estratégico rotundo. El ejército montonero no sólo demostró durante el Mundial que existe, con lo cual queda descubierta la falacia de la Junta de que estábamos aniquilados, sino que actúa, que tiene fuerza, poder de mando y que la resistencia es vigorosa”.
En el número de septiembre de Evita Montonera, su órgano de difusión oficial, la cúpula de la “orga” expresaba: “Ellos tuvieron que colarse disfrazados en la gran fiesta del pueblo, ocultando las bayonetas detrás de las corbatas, haciendo coincidir las entradas de los miembros de la Junta con la de los equipos, como única forma de escuchar aplausos. Ganamos el Mundial deportivamente y también políticamente”.
Firmenich no ocultaba su euforia. Repetía a su gente de confianza y a quien quisiera escucharla que habían ganado el Mundial y que la Dictadura caería en 1980.
Lo cierto es que, como afirma la historiadora Marina Franco, la decisión de apoyar el Mundial los separó de muchos de sus militantes que ya miraban críticamente a la conducción desde antes del torneo.
El historiador inglés Richard Gillespie fue uno de los primeros en estudiar exhaustivamente a la agrupación comandada por Firmenich en el libro Montoneros. Soldados de Perón. Allí concluyó sobre la postura de sus líderes respecto al Mundial: “En el tema del Mundial, como en otros, la jefatura, llena de un triunfalismo nada convincente, se mostró totalmente incapaz de reconocer sus fallos, sus reveses y su derrota. Sólo la distancia del exilio les permitió convencer a sus miembros –o pretender convencerlos- de que “hoy el conjunto de los trabajadores simpatiza con nuestra política, que el tiempo demostró acertada”, que “hoy el Peronismo Montonero es mayoría dentro del Peronismo”. Quizá los líderes lograron convencerse a sí mismos de que sus ilusiones coincidían con la realidad”.
La evaluación de la cúpula montonera (al menos la que dieron a conocer) no podía estar más errada. Cuando todos los observadores (locales y extranjeros) y la propia Junta sentían que ese era el momento cumbre del Proceso, los montoneros aseguraban que se encontraban ante una crisis profunda y que ellos eran quienes la aprovecharían. Esa conjunción de ceguera, falsas ilusiones y triunfalismo barato condujo al golpe final para la agrupación. El resultado de la Contraofensiva -el intento por regresar al país y comenzar las acciones armadas nuevamente a través de un grupo pequeño de combatientes- fue catastrófico y demostraría que todos sus análisis eran absurdos y carentes de realidad.