Cuando Mariela (Infobae utiliza un nombre ficticio para no revelar la identidad de la menor) le reveló a su madre, en 2021, que quería cambiar de género, lo hizo en un contexto de mucha confusión e incertidumbre. La joven tenía 14 años y se encontraba en segundo año de la secundaria, después de haber atravesado el difícil contexto de la pandemia y el fallecimiento de su padre.
“Me siento rara. No sé qué me pasa”, le dijo a su madre al retomar la presencialidad escolar. Si bien en ese momento la menor no tenía muy en claro el concepto de lo que estaba experimentando, su mamá mucho menos. La mujer no entendía nada acerca de la identidad de género ni de las implicancias sociales y legales que comenzaban a tomar fuerza en el entorno de su hija.
Mariela le contó que en su colegio había una “comisión de género” que se encargaba de orientar a los alumnos sobre estos temas, y que habían sido ellos quienes le ofrecieron la posibilidad de explorar esa transición. Fue en ese punto cuando la madre se sintió desbordada. Ante la falta de conocimiento y sin saber cómo abordar el asunto, intentó buscar explicaciones y respuestas.
Ese momento, según su relato, fue el comienzo de una serie de eventos que desestabilizaron la vida familiar. La situación se complicó aún más cuando el colegio convocó a la madre a una reunión y le comunicó que su hija había sido identificada como un “varón trans” y que, desde ese momento, debían proceder con la modificación de todos los registros oficiales de la estudiante, incluyendo la toma de asistencia y las calificaciones.
“Este cambio se llevó a cabo sin que nadie me lo consultara previamente, cosa que debieron haber hecho y más tratándose de una menor. Solo me notificaron la decisión tomada junto con mi hija”, recordó Teresa al referirse a la charla que mantuvo con los directivos de la Escuela Nacional Arturo Humberto Illia, de Mar del Plata.
A partir de ahí, la mujer considera que se vio envuelta en una serie de presiones y circunstancias que alteraron profundamente la relación madre-hija y su percepción sobre la situación. “Mientras intentaba entender lo que ocurría y protegerla, había una manipulación por parte del sistema educativo y de los profesionales que la rodeaban para que no claudicara en su decisión de cambiar de género, más allá de las dudas que tenía”, aseguró.
Teresa contó que el colegio le recomendó contactar a la Asociación por un Mundo Igualitario (AMI), una organización que acompaña a familias de niños y adolescentes trans, y ella aceptó la sugerencia. “En AMI me dijeron que debíamos trabajar para aceptar el cambio y me preguntaron: ‘¿Acaso preferís tener una hija muerta antes que un hijo trans?’ Con el tiempo comprobé que es como una red organizada. Si no sabés nada, te captan”, remarcó, con respecto a la situación de vulnerabilidad que ambas estaban atravesando.
Durante dos años, Teresa se encontró en una lucha constante entre el amor incondicional hacia su hija y la confusión sobre lo que ocurría. “Fui acusada de transfóbica por pedir prudencia y no apoyar ciegamente el cambio de nombre de mi hija”, se lamentó. Y recordó, especialmente, un llamado que recibió de la psicóloga del colegio, quien abordaba a la estudiante sin su consentimiento: “Me dijo que mi hija debía ser acompañada para evitar que se suicidara y hasta me acusó de ejercer violencia en el hogar”.
“La psicóloga no tenía ningún derecho de intervenir así en la vida de mi hija. Ella la trataba como su paciente”, relató Teresa, quien además recordó que su hija ya estaba en tratamiento con otro profesional.
A pesar de que en el colegio la trataban como varón, como Mariela supuestamente quería, “nunca estuvo feliz”, afirmó su mamá. “Yo trataba de evitar llamarla por su nombre real o su nombre de fantasía para no confundirla. Le decía ‘mi amor’, ‘mi vida’, ‘tesoro’ para no condicionarla”, agregó.
En busca de respuestas e información, Teresa se contactó con MANADA Argentina, un grupo de madres de niñas y adolescentes con disforia de género acelerada. “Ellas me dieron todas las herramientas para comprender que estaba siendo coaccionada por el colegio para que siguiera adelante con esa transición, de la que mi hija ya había empezado a dudar, por la presión de la directora y la psicóloga”, enfatizó.
En septiembre de 2023, cuando Mariela cumplió 16 años, se produjo un acontecimiento que marcó un quiebre irreversible. “En pleno horario de cursada, la psicóloga la llamó y le ofreció acompañarla al Registro Nacional de las Personas (Renaper) de Mar del Plata para cambiar el nombre de su DNI. Mi hija se negó y le dijo que no podía irse del colegio sin mi autorización. Incluso, hasta llegó a ofrecerle que el Renaper fuera al colegio para que pudiera hacer el trámite sin moverse. La estaba avasallando”, relató.
Para la madre, este episodio fue una muestra de cómo el sistema, desde la psicología hasta la escuela, había intervenido de manera invasiva y unilateral: “Me sentí impotente, como si mi voz fuera ignorada, mientras mi hija se veía presionada a seguir un camino del que no estaba del todo segura”.
A esto se sumó que el informe de la psicóloga que trataba a Mariela advirtió que la adolescente mostraba “ambivalencia afectiva propia de la edad que transita”, concluyendo que además presentaba un “duelo por la muerte de su padre”, que había fallecido dos años antes tras una larga enfermedad, y que tenía “síndrome conductual con dificultades en la socialización y la comunicación”.
El colegio demandó a la madre de la alumna por violencia psicológica
Una vez que la joven verbalizó ante las autoridades escolares su decisión de volver a identificarse con su nombre de mujer, “hicieron caso omiso porque en los registros oficiales seguía su nombre masculino”, aseguró su madre.
Estas idas y vueltas llevaron a que la psicóloga Verónica Roose presentara una denuncia, en septiembre de 2023, contra Teresa en la Comisaría de la Mujer de Mar del Plata por la supuesta comisión del delito de “violencia psicológica”. Cabe destacar que esa denuncia fue desestimada el 17 de octubre por la UFI Número 5 Departamental por “inexistencia del delito”.
“La insistencia en que mi hija fuese una persona trans llevó a la psicóloga a tergiversar hechos, denunciarme falsamente en sede penal y a coaccionar a una adolescente en estado de vulnerabilidad para convencerla de que debería convertirse en hombre, modificar su DNI y acceder posteriormente a tratamientos quirúrgicos y hormonales para modificar su cuerpo y lograr una apariencia masculina”, denunció la madre.
El 21 de diciembre, a pedido del colegio, tomó intervención en el asunto la Asesoría de Incapaces 3 de Mar del Plata, a través del Defensor Oficial Subrogante Juan Ignacio Fuscaldo. Y 8 días después, el colegio inició un juicio de guarda para proteger a la joven ante el Juzgado de Familia Número 7 Departamental.
“Iban por todo y hasta querían sacarme la tenencia. Yo creo que recién ahí mi hija se dio cuenta de que la situación era grave, y de que no la estaban escuchando. Ella quería volver a ser Mariela y no la dejaban”, recordó Teresa. “Estaban dispuestos a despojarla de su familia y mandarla a un hogar de menores. Una locura total, descabellado por donde lo mires”, añadió.
La contra denuncia de la madre y una nueva vida para su hija
El 22 de marzo de este año, el abogado Julio Razona, que representa a Teresa, presentó un informe psicológico de la menor en el Juzgado de Familia 7, donde se tramita la causa por guarda. El documento, firmado por el perito psicólogo Damián Laborde y la perito psiquiatra María Lourdes Cardini, afirma que la chica “pide ser llamada por su nombre femenino”.
Los profesionales concluyeron que “en los adolescentes la identidad no constituye un hecho solidificado”, que son “permeables a reconfiguraciones”, otorgándole a la muerte del padre de la adolescente un lugar muy importante, ya que la chica aún no superó el duelo.
Mientras ese proceso aún sigue en pie, el doctor Razona denunció a la directora de la Escuela Nacional Arturo Humberto Illia de Mar del Plata, Analía Laxalde, por fraude procesal, supresión de identidad de un menor y falsificación de instrumento púbico Laxalde está siendo investigada por los delitos de falsificación de instrumento público, “atento haber iniciado un juicio para quitarle la guarda a la madre, invocando falsamente el nombre de la niña y su sexo”.
El letrado también denunció a la psicóloga del colegio, Verónica Roose, por presunta coacción y denuncia falsa contra la madre. Además, pidió a intervención de la Jefatura Regional de Gestión Estatal de la Provincia de Buenos Aires contra ambas e inició una acción ante el Colegio de Psicólogos por los mismos motivos contra Roose.
En febrero de este año, cuando Mariela volvió a inscribirse con nombre de mujer, “el colegio tardó meses en modificar los registros”, dijo su madre. Y agregó: “Así como le hicieron caso cuando ella quiso cambiar de nombre y fue inmediato, también deberían haberlo hecho cuando dio marcha atrás. Pero nunca fue así. Le allanaron el camino para ese cambio inicial, pero después se lo complicaron para volver a la normalidad. Siempre digo que la ley de género te ayuda a ir, pero no a regresar”.
Hoy, Mariela transita una “vida normal y feliz”, aseguró su madre. “Está de novia desde hace 8 meses con un compañero de inglés y la relación es bastante formal. Las familias ya nos conocemos”, concluyó, orgullosa sobre la batalla que dio por su hija para que se respetaran sus derechos y sus decisiones.
Infobae se comunicó con las autoridades del colegio por distintos medios, pero al cierre de esta nota no había obtenido respuestas.