Violeta Vazquez en “Y sí, soy mamá”: “No podía acompañar nacimientos sin acompañar pérdidas”

La puericultora y tanatóloga cuenta su historia y por qué conectó estas dos especialidades. Además, habló de cómo logro ensamblar una familia de tres hijos con tres padres diferentes y la importancia de construir desde el amor y el respeto mutuo

Y Sí, Soy Mamá - Violeta Vazquez

Violeta Vazquez, puericultora, tanatóloga y escritora, construyó una carrera que atraviesa dos momentos clave en la vida de las personas: los nacimientos y las despedidas. Su historia personal, marcada por experiencias de resiliencia y transformación, la llevó a encontrar en estas transiciones vitales una forma de dar sentido a su trabajo y su vida. Hoy, se dedica a acompañar con empatía y profesionalismo tanto a quienes comienzan el camino de la maternidad como a quienes enfrentan procesos de pérdida. De toda su experiencia y de su maternidad habló con la sección de Infobae “Y sí, soy mamá”. “No podía acompañar nacimientos sin acompañar pérdidas”, explica la mujer sobre las actividades que realiza.

Su vínculo con la puericultura comenzó cuando estaba embarazada de su primera hija, que hoy tiene 17 años. En un contexto donde el término aún era poco conocido, Vazquez encontró en esta disciplina una guía para enfrentar el desafío de criar y formar a su hija con respeto y cuidado. “Mi sueño desde muy joven siempre fue formar una familia”, relata. Este deseo, que ella atribuye a la búsqueda de aquello que no tuvo durante su propia infancia, fue el motor de su interés por temas como la lactancia materna, la crianza respetuosa y las alternativas educativas.

Guía para ensamblar una familia

Violeta es madre de tres hijos, cada uno con un padre diferente, una realidad que ella enfrenta con naturalidad y valentía. Su camino hacia la maternidad comenzó a los 21 años, cuando quedó embarazada de su primera hija, Catalina. “Siempre quise ser madre, ese fue mi sueño desde muy joven”, confiesa. Aunque era consciente de los desafíos que implicaba formar una familia, su deseo de criar y acompañar a su hija fue más fuerte. Catalina nació cuando Vazquez tenía 21 años, y desde el principio, ella se dedicó a construir una crianza basada en el respeto y el amor, a pesar de las dificultades. “Me separé de su padre cuando ella tenía apenas un año, pero logramos mantener una relación de coparentalidad muy saludable”, comenta.

Los tres hijos de Violeta Vázquez son de padres diferentes

Con su segundo hijo, Oliverio, el panorama fue diferente, pero igual de desafiante. En esta etapa, Vazquez formó una pareja que, según describe, fue clave en la crianza de Catalina. “Lo que más me gustó de él fue que quería a mi hija como si fuera suya”, recuerda. Sin embargo, el nacimiento de Oliverio trajo nuevos retos. “El puerperio no es la mejor plataforma para hacer crecer una familia”, reflexiona. Aunque la relación terminó cuando Oliverio tenía tres años, Vazquez destaca que la prioridad siempre fue preservar el bienestar de sus hijos. “Construir un vínculo saludable con el padre de mi hijo fue clave para garantizar que Oliverio tuviera una relación sólida con ambos”, señala.

El nacimiento de su tercer hijo marcó una nueva etapa en la vida de Violeta. Esta vez, llegó de la mano de su pareja actual, Fran, quien no tenía hijos previos. “Él se adaptó no solo a mi vida, sino también a la de mis hijos mayores”, destaca. El menor, un niño de un año y medio, crece en un entorno donde el amor y la coordinación son esenciales. “En una familia ensamblada, siempre hay muchos deseos y prioridades compartidas”, reflexiona Vazquez, quien valora la paciencia y el compromiso de su pareja para equilibrar las dinámicas familiares.

A lo largo de su trayectoria como madre, ella enfrentó las complejidades de ensamblar familias con diferentes historias y realidades. Cada uno de sus hijos tiene un vínculo único con sus respectivos padres y con los hermanos que comparten en el hogar. “La maternidad me enseñó que no hay una sola manera de formar familia. Lo importante es construir desde el amor y el respeto mutuo, aunque a veces implique desafíos y duelos”, concluye.

Al formarse como puericultora, Violeta Vázquez descubrió que la maternidad no es un trayecto uniforme ni idealizado (Candela Teicheira)

Al formarse como puericultora, descubrió que la maternidad no es un trayecto uniforme ni idealizado. Su trabajo, que inicialmente se enfocaba en asistir a madres durante el puerperio, la llevó a presenciar situaciones de gran complejidad, como pérdidas gestacionales, nacimientos en condiciones adversas e incluso rupturas familiares posteriores al nacimiento de un hijo. “Acompañar los nacimientos me hizo ver que no todo es rosa en la maternidad. Es un periodo de muchos desafíos, no solo físicos, sino también emocionales”, señala.

Sin embargo, fue la muerte de su padre durante la pandemia de COVID-19 lo que la llevó a dar un giro en su trayectoria profesional. “Fue un proceso muy solitario”, recuerda. Esa experiencia reavivó en ella una conexión entre los momentos de duelo que había vivido y los que acompañaba en otras personas. “Si puedo estar presente para las llegadas a la vida, también puedo aprender a estar para las despedidas”, reflexiona.

Así, comenzó a formarse como tanatóloga, una disciplina que aborda el acompañamiento en procesos de duelo. Para Vazquez, el duelo es un fenómeno transversal que no solo implica la muerte de un ser querido, sino también la pérdida de algo significativo: un vínculo, un proyecto, una etapa de la vida o incluso la salud. Este enfoque integral le permitió conectar su experiencia como puericultora con su nueva faceta como tanatóloga, construyendo una perspectiva única sobre las transiciones vitales.

Acompañar en la vida y la muerte

Uno de los aprendizajes más importantes que Vazquez transmite en su labor es que el dolor no debe confundirse con el sufrimiento. “El dolor es parte de la vida, pero el sufrimiento aparece cuando no hay apoyo, cuando la persona siente que está sola y no tiene alternativas”, explica. En su rol como tanatóloga, su objetivo es evitar que el dolor se convierta en un padecimiento permanente, ayudando a quienes lo atraviesan a encontrar recursos internos y externos para resignificar sus pérdidas.

Violeta junto a su actual pareja y padre de su tercer hijo

En sus talleres y sesiones, Vazquez también enfatiza la importancia de la comunidad. Tanto en el puerperio como en el duelo, el aislamiento puede ser una barrera para la recuperación emocional. “Nadie sana solo”, asegura. Por eso, aboga por la creación de espacios de apoyo donde las personas puedan compartir sus experiencias y sentir que no están solas en su proceso.

La maternidad, en particular, es un periodo que ella describe como un “duelo permanente”. Desde el momento del embarazo, las madres enfrentan pérdidas simbólicas, como la independencia, la libertad o incluso la identidad previa. “El puerperio es un proceso de transformación profunda”, dice. Durante este periodo, las mujeres no solo cuidan de sus hijos, sino que también deben reconstruir su propio sentido de ser. Vazquez reconoce que esta etapa puede ser especialmente desafiante para quienes ya cargan con duelos previos o situaciones no resueltas.

La conexión entre los duelos y la maternidad

Uno de los aspectos más innovadores del enfoque de Violeta es la conexión que establece entre el puerperio y el duelo. Según explica, la maternidad es un momento que puede reabrir heridas pasadas y poner a prueba los recursos emocionales de las personas. “La maternidad es un acto de dar vida y también de despedirse de quien eras antes de ser madre”, reflexiona. Este proceso, que muchas veces se vive en soledad, requiere apoyo y comprensión tanto de la familia como de la comunidad.

Además, destaca que los duelos no son exclusivos de los adultos. Los niños también enfrentan pérdidas que necesitan ser validadas y acompañadas, como la separación de los padres, la muerte de una mascota o incluso un cambio de escuela. Para Vazquez, es crucial que la sociedad aprenda a abordar estas experiencias desde una perspectiva de empatía y educación emocional, enseñando a los más pequeños que el duelo es parte de la vida y que puede ser enfrentado con apoyo.

Hoy, sigue trabajando para tender puentes entre el inicio y el final de la vida, contribuyendo a que estos momentos sean vividos de manera más consciente y significativa. Su historia es un recordatorio de que la vida, con todas sus complejidades, siempre ofrece la posibilidad de construir algo nuevo, incluso en medio del dolor.