Ubicada en pleno corazón de San Telmo, Café San Juan La Cantina lleva casi 12 años siendo testigo de la historia gastronómica porteña, una evolución que le permitió la semana pasada obtener una distinción trascendental: su declaración como “Sitio de Interés Cultural” por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Este reconocimiento, más que un premio a su arte culinario, es un homenaje a la pasión, la dedicación y el esfuerzo continuo de Leandro “Lele” Cristóbal, su chef y dueño; junto a su esposa, Cecilia Argueta, y un gran equipo de profesionales, que hacen de este un lugar emblemático un espacio familiar.
La premiación tuvo lugar el miércoles 27 de noviembre por la tarde. El horario de las 17 horas fue expresamente a pedido de Lele, ya que era el momento de cambio de turno y estaba todo el personal presente. “Hay mucha gente querida hoy acá. Esto no es un premio para mí, sino para un equipo que lo da todo cada día, junto con nuestros clientes, proveedores y amigos, que han estado con nosotros todos estos años. Sin ellos, esto no sería posible”, remarcó Lele al destapar la placa homenaje, que quedó colocada en la fachada de la cantina.
Este restaurante, que se caracteriza por una carta de platos italianos modernos, no solo conquista a los clientes por sus sabores caseros y porciones sino también por la cercanía y calidez con la que son tratados.
La historia de Café San Juan comenzó en 2004, cuando Lele Cristóbal decidió abrir su primer local en la Avenida San Juan, un pequeño restaurante que rápidamente ganó la admiración de los porteños. Sin embargo, fue con la apertura de La Cantina, en 2012, cuando el concepto de la casa adquirió mayor notoriedad. En este nuevo espacio, más grande y más moderno, su dueño pudo expandir su visión de lo que debía ser un restaurante: un lugar donde la comida de calidad se sirviera con un trato cercano, amigable, y en un ambiente lleno de historia.
El equipo de chefs prepara todo in situ: desde la pasta hasta los postres, pasando por conservas, panadería, y helados artesanales. “Nada en nuestra cocina es comprado. Lo hacemos todo nosotros”, afirmó Lele, quien destacó su compromiso con la calidad.
Este enfoque artesanal es justamente lo que le permitió consolidar la identidad del lugar. Los ravioles de osobuco braseado, las lasañas de salchicha italiana y los pappardelles de sémola con langostinos son solo algunos de los platos más aclamados por los comensales.
A pesar de la estabilidad en algunos de sus platos, que Lele considera como “irremplazables” y que “son por los que vuelven los clientes”, el restaurante también realiza modificaciones estacionales; como en invierno, cuando ofrecen platos más robustos como el osobuco braseado con polenta frita; mientras que en verano incorporan pescados frescos o combinaciones más ligeras como pickles de remolacha. De esta forma, la carta se adapta a los productos de temporada, pero siempre mantiene su esencia.
En febrero, la cantina cumplirá 12 años y durante todo este tiempo mantuvo un enfoque fiel a sus principios: platos generosos y un servicio que hace sentir a cada cliente como un amigo. Con un promedio de 80 cubiertos por turno, el restaurante no solo es un lugar donde se come bien, sino donde se vive una experiencia.
El menú, diseñado por Cristóbal, mezcla la tradición italiana con toques modernos, pero siempre con un enfoque familiar. “La comida que servimos es simple, pero con una técnica precisa. Nos gusta que la gente se lleve una sensación de haber comido algo auténtico”, dice el chef. Su propuesta, rica en pastas frescas y rellenas, arroces, y carnes, ganó la fidelidad de muchos comensales para un almuerzo casual o una cena especial.
“La carta está armada como si fuese un bodegón elegante, como para describirlo de alguna manera, pero no tiene precio de bodegón porque es un restaurante”, remarcó Lelé, quien además aclaró que “tampoco es una carta cara, ya que la gente puede comer por $25 mil aproximadamente”.
“Los platos oscilan entre los $17 mil y los $20 mil. Y para que te des una idea, cada lasaña pesa medio kilo. Venís como hambre y comés muy bien”, describió. “Te vas a sentir como en tu casa porque tenemos una atención increíble. Son chicos jóvenes, súper comprometidos y que saben del oficio”, remarcó Lele, que se enorgullece de seguir teniendo al mismo jefe de cocina desde que abrió.
Con respecto al público habitué, aseguró que apuntan a la gente del barrio y no a los turistas extranjeros. Pero también admitió que su fuerte es la promoción del “boca en boca”, que hace que los fines de semana sus mesas se llenen de comensales que vienen desde distintos puntos del interior.
Una de las particularidades del lugar es que tiene la elaboración a la vista. “Vos estás comiendo y podés ves a la gente trabajando en la cocina. Tenemos todo impecable. Somos obsesionados con la limpieza y el orden. Nuestra cocina forma parte de la estética de la cantina”, afirmó.
A diferencia de otros restaurantes, donde ya implementaron la carta digital, ellos siguen conservando la de papel: “Ya estamos demasiado tiempo con el teléfono en la mano como para encima ir al restaurante y agarrar el teléfono para leer el menú por QR.
Para un futuro no muy lejano, Lele está planeando la apertura de un tercer restaurante que “regrese a las prácticas culinarias tradicionales, buscando aprovechar al máximo los ingredientes y reducir el desperdicio de comida, tal como lo hacían nuestras abuelas”.
Este nuevo espacio contaría con una parrilla moderna y un horno de barro, manteniendo el estilo único que los caracteriza, pero en un formato diferente. La idea es situarlo también en el barrio de San Telmo, donde ya se encuentran La Cantina y el Café San Juan, creando un complejo gastronómico que ofrezca una experiencia más integral.
“Tenemos un gran personal, que es como nuestra familia, y una gran comunidad que nos sigue. Todos tiramos para adelante y así es como podemos emprender nuevos desafíos”, sentenció Lele, entusiasmado por lo que se viene.
Detrás de este nuevo proyecto también se encuentra su mujer Cecilia, a quien conoció hace 8 años en el Café San Juan. Ella había ido a comer con unas amigas y cayeron ahí prácticamente de casualidad porque el restaurante que habían elegido inicialmente estaba cerrado.
Apenas cruzaron miradas, ella sentada en la mesa y él trabajando en la cocina, la conexión fue al instante. La relación no solo floreció a nivel personal, sino que también se convirtió en una exitosa sociedad profesional con la inauguración de Café San Juan La Cantina. Juntos comprobaron que la gastronomía es más que un oficio, es un estilo de vida que comparten con fascinación.