Gastón Parisier siente que es un emprendedor por herencia y ejemplo de su papá. Este empresario, fundador de BigBox y co fundador de Flybondi, cuenta su historia para la sección “La Escalada” de Infobae. “Mi padre compró el hotel Hermitage de Mar del Plata, muy joven, cuando tenía 25 años. Y esas historias forjaron mi apetito por desarrollar proyectos y de tomar riesgos. Eso es un impulso que me dio mi familia”, explica Parisier.
Gastón estudió ingeniería en el ITBA. Allí, tuvo la oportunidad de hacer un intercambio de un año en Europa. “Ahí nos encantaba el fin de semana buscar pasajes muy económicos. La idea era irse a la ciudad que saliera más barato el ticket de avión. Eso me cambió la vida - recuerda Parisier-. Ese momento de mi vida en Europa fue bisagra. Estudiaba y viajaba los findes, que era más barato que quedarse”.
Inspiración en Europa
El emprendedor volvió a la Argentina tras la experiencia europea para cursar el último año de su carrera. “Tenía que hacer una materia que se llama Proyectos de inversión. Mi trabajo fue sobre una aerolínea de bajo costo en Argentina. Mi tesis fue en ese momento se llamaba Air Bondi, por los aviones Airbus. Todo esto pasó entre el 2008 y 2009″, relata Parisier.
El empresario, en tanto, cuenta los obstáculos que vivió en sus inicios. “Todo ese tiempo intenté llevar adelante ese proyecto en un momento donde el Gobierno que teníamos era la última opción posible de que algo así iba a suceder. Política de cielos abiertos era imposible - sostiene Gastón. Entonces, esa idea se frustró, pero nunca se fue de mi cabeza. Los sueños no hay que matarlos. Puede ser que no sea el momento. Pero hay que mantenerlos vivos”.
Entonces, Parisier cuenta cómo fue el proceso para concretar Flybondi. “Tenía conocimiento del pasajero pero no de aviación. Y dije ´necesito un socio que sepa de aviones y que haya liderado´. Y así fue como conocí a Julián Cook, que fue cofundador y CEO de la empresa desde sus inicios. Él es de Suiza y me acuerdo que en el año 2008, cuando estaba en la materia, vino a Argentina y le dije ‘ esta es la oportunidad´. La gente toma un micro para llegar a Bariloche en 24 horas. Es insólito. Eso se truncó, murió y revivió en diciembre del 2015. Fue el momento que cambió el gobierno y se inicia lo que después se llamó cielos abiertos”, recuerda Parisier.
La magia de emprender
Otra de las pasiones de Parisier es la magia. “Desde la primera vez que vi un truco me enamoró -asegura el emprendedor-. Lo que me apasiona es eso de poder sorprender. Creo que emprender, crear productos y servicios, lo más difícil es crear ese momento sorpresa. Esos dos componentes. Por un lado, las raíces familiares que me empujaron a este camino. Y también, pensar los emprendimientos con mucho foco en poder sorprender al público. Todo eso define mi carrera”.
Mientras Flybondi esperaba su oportunidad, Parisier no se quedó quieto. En esa etapa, inició BigBox, un catálogo de experiencias para regalar. “Para mí las experiencias son lo que nos queda en esta corta vida que tenemos. Estamos de paso. Lo que nos llevamos es lo que vivimos”.
“Me pasó en Europa también en ese año que estuve allá de ver que existía un producto de regalos de experiencias. Ahí es donde lo conocí por primera vez. Se vendían en supermercados. Era una cosa rarísima, pero dije esto puede ser recontra aspiracional. El primero que vi era una cata de whisky. De vuelta en Argentina, una vez me regalaron un salto en paracaídas y para mí es uno de los mejores regalos que tuve en mi vida. Y la suma de estas cosas me dijeron ‘ che, acá me parece que hay una oportunidad muy copada que después, con el tiempo´. Con el tiempo construí el propósito”, relata Parisier.
Así arrancó BigBox. Gastón llamó uno por uno a restaurantes y hoteles contándoles la idea. “Quiero hacer esto, Necesito que me ayudes a armar una experiencia, que elijamos un precio se va a publicar en una página web y la gente va a llamar cuando lo quiera usar -recuerda Parisier-. A los meses se sumó un amigo que era compañero del colegio. Ahí ya éramos tres y después contratamos algunas personas. Éramos un equipito de cinco o seis personas. La duda es lo que primero tiene que matar el emprendedor. Tenés que estar completamente convencido e intentar intentar, intentar e intentar”.
“Estábamos en una oficina prestada por la madre de uno de los chicos. Era imposible que confíen en esto. Y de golpe, los primeros clientes empiezan a caer. Y así arrancamos con BigBox”. El resto ya es la historia de un camino exitoso que promete nuevos capítulos.