El regimiento de Infantería 11 de Rosario, en septiembre de 1955, como fuerza leal al gobierno constitucional de Juan Perón, al mando del general Miguel Ángel Iñiguez, había marchado a Córdoba a reprimir el golpe de estado. Tenían rodeada la ciudad a punto de vencer la resistencia de grupos de comandos civiles y militares que dominaban el centro cuando recibieron la orden de Perón de detener la ofensiva y evitar un baño de sangre. En los días posteriores en Rosario, los golpistas mandaron fuerzas de Corrientes para reprimir a manifestaciones peronistas porque el “Once” no era confiable.
El 9 de junio de 1956 cuando se levanta el general Juan José Valle, algunos militares y civiles peronistas, con poca organización y muy infiltrados, hicieron un intento de tomar el Regimiento 11 que contaba con 700 soldados. Pero, los que llegaron a sus puertas fueron recibidos por la policía y detenidos en el acto. Cuatro años después el 30 de noviembre de 1960, el mismo general Iñíguez que ya estaba dado de baja del Ejército, encabezó un nuevo intento esta vez con una fuerza más organizada pero también fracasó: en aquella ocasión hubo cuatro muertos.
La toma
En la madrugada del 30 de noviembre de 1960, un grupo armado de más de cincuenta militantes peronistas al mando del coronel (RE) Julio Barredo y el general (RE) Miguel Iñiguez llegó hasta el Regimiento 11 de Infantería, en Rosario. Con la ayuda del capitán Juan Carlos Rossi y algunos suboficiales de la guarnición se apoderaron de la guardia. Hubo un duro enfrentamiento no previsto en el que murió Julio Barredo y tres de los defensores: el sargento 1° José Teodoro Valdez y los soldados conscriptos Juan Carlos Osorio y Aníbal Medina. En la madrugada, efectivos de la Gendarmería Nacional y de otras fuerzas acudieron al lugar y tras cuatro horas de combate recuperaron el cuartel. En simultáneo con aquel ataque al Regimiento 11, la Resistencia Peronista realizó una acción en Tartagal, Salta y organizó estallidos de bombas en el conurbano bonaerense.
El recuerdo
A los 83 años el arquitecto rosarino Miguel Ángel Montes rememora cómo fueron los hechos de hace 64 años: “El 29 de noviembre de 1960 fue un día muy caluroso, la noche se presentaba hermosa con una luna brillante. Contrastando con la belleza de la noche, un grupo de jóvenes peronistas salíamos dispuestos a morir. Algunos compañeros sostienen que hacía frío, otros no; es que, cuando la cara de la muerte te mira de frente, podés tener las más raras sensaciones. Avanzamos en caravana de autos hasta la puerta del Casino de Oficiales. Del primer auto se baja el coronel Julio Barredo y se acerca al puesto de guardia, gritando “soldado entregue el arma”. Introduce la mano por las rejas tomándole el fusil, se oye un disparo, el soldado cae herido en una pierna, y entonces comenzó el infierno de balas y más balas. Barredo cae herido de muerte. El mayor Quiroga ordena la dispersión. Yo corrí entre la lluvia de balas los que me parecieron miles de metros, después que fui a ver, era una pequeña distancia”, dice Montes.
“El otro grupo que tomó la guardia, pudo entrar sin inconvenientes y se hizo fuerte en ese sector, que es donde luego se produce un largo tiroteo con las tropas que avanzan a recuperar el regimiento. Y el grupo que sale a tomar el Arsenal de Fray Luis Beltrán, es detenido en la calle por la policía de la provincia”, rememora.
Dos años de preparación
Montes que por entonces tenía 22 años recuerda que: “En el 58 con Frondizi, los jóvenes peronistas, abrimos una Unidad Básica que estaba en Catamarca y Constitución y allí nos reuníamos. Un día, Alejandro Vega, un trabajador municipal, me contó que estaba en contacto con militares que estaban preparando un golpe que nos permitirá recuperar el gobierno. Yo acepté enseguida y convocamos otros compañeros. Se sumaron Mollar, Sane, el petiso Cravero, el negro Zamora, el gordo Sanguinetti, y otros que no recuerdo. Conspiramos dos años, preparándonos para el gran día, practicamos con todo tipo de armas; vigilábamos a los gorilas; mientras seguíamos sumando gente. Fueron dos años de intenso trabajo logrando una buena organización, yo era estafeta de la célula, tenía una moto Rumí con ella recorría todos los barrios. Estábamos muy entusiasmados. El mayor Quiroga y otro que era coronel nos visitaban para hablarnos de la acción, que nosotros queríamos que fuera ya, pero nos decían que deberíamos esperar la resolución de los jefes”.
Montes agrega: “El plan había cambiado bastante en esos dos años, al principio íbamos a entrar nosotros por Ayacucho en colectivos. Pero eso fue cambiando en la medida que se fue sumando gente de adentro, es decir gente en actividad. Al final eran tantos, que parecía que, más que lucha, iba a ser un paseo. El día llegó, y Vega me comunicó que debía juntar a los muchachos. Así que salí a la hora de la siesta, con un calor bárbaro, a cumplir con mi tarea, que no resultó fácil. Más de uno vaciló, y hasta alguno se me escondió”.
La madrugada del 30 de noviembre
Al igual que había sucedido en el levantamiento de Valle en 1956, los militares implicados en la conspiración sobrestimaron el apoyo de sus colegas en actividad. Pero, los militares de adentro del Regimiento fueron pocos y el intento de toma fue resistido al punto de ocasionar cuatro muertos. El otro dato que marca la poca participación militar es el número de condenados: fueron tres militares y 48 civiles. Está claro que la militancia civil peronista, se sumaba con mucho más entusiasmo que los militares, a todas las conspiraciones que prometían el regreso de Perón.
Según Gorza “el levantamiento de Iñíguez, además, adquiere significado, porque para algunos autores constituye el hecho que marca un punto de inflexión en relación a las estrategias de lucha del peronismo”. A partir de este último intento fracasado de “golpe nacionalista”, la militancia perderá confianza en los militares peronistas, y se volcará mas a las luchas gremiales, y en algunos germinará la idea de crear un ejercito popular al estilo de lo que había sucedido en Argelia y Cuba.
El expediente judicial
Los civiles que participaron en el fallido intento de toma del Regimiento fueron investigados en el juzgado Federal de Rosario. En el fallo se de terminó que:
- “El plan de la rebelión consistía en producir un alzamiento en el Regimiento 11 de Infantería, desde donde, y con la colaboración de los civiles implicados se dirigiría una ofensiva armada al Arsenal San Lorenzo en la localidad de Fray Luis Beltrán”.
- “Está probada la existencia de una organización civil para la rebelión(...)En dicho movimiento tuvieron actuación destacada los procesados Héctor Lucio Constanzó , como agente de enlace con los militares rebeldes, y Américo Adolfo Gigena, como correo entre Costanzó y el oficial rebelde Barredo”.
- “Está probada la existencia de los siguientes grupos rebeldes : a ) grupo " Casino de Oficiales” organizado por Alejandro Vega e integrado por Montes, Cravero, Mollard, Sanguinetti, Zanni. y Zamora ; b ) grupo " Guardias del Regimiento " , encargado de colaborar en la toma del Regimiento 11 de Infantería con los militares rebeldes ; c ) grupo “Arsenal San Lorenzo”, que respondía a las órdenes e instrucciones de Velázquez (prófugo ) y que debía actuar en la toma del Arsenal de Fray Luis Beltrán”.
- “En la noche del 29 de noviembre siendo las 21 horas el oficial rebelde Forni del Regimiento 11, hizo entrega de las armas a Américo Adolfo Gigena con destino a Fray Luis Beltrán y a Alejandro Vega y José Raúl Cravero para el grupo “Casino de Oficiales”.
- “La casa de Carlos Roberto Zamora sirvió de punto de concentración de los miembros de la organización rebelde; grupo “Casino de Oficiales”, y de partida para la acción donde se produjo el uso de las armas.”
Los integrantes del COR (Centro de Operaciones de la Resistencia)
Según la excelente investigación de Anabella Gorza “Peronistas y militares, una vieja relación”. En la cabeza de la conspiración estaban entre otros los militares retirados Miguel Ángel Iñíguez y Julio Barredo y los sindicalistas Dante Viel y Armando Cabo.
El general Miguel Ángel Iñíguez fue uno de los militares que tomó parte en la acción defensiva del gobierno peronista durante el golpe de Estado de 1955. Al mando del Regimiento 11 de Infantería de Rosario, llegó hasta Córdoba, que estaba sitiada. En 1956 participaba de la conspiración del general Juan José Valle, pero fue detenido un mes antes . En 1960 era considerado por los servicios de seguridad y la prensa como el principal ideólogo de la Resistencia Peronista.
Durante el gobierno peronista, el coronel Julio Barredo fue agregado militar en la embajada argentina en Francia; ayudante de campo del secretario de Ejército, general Humberto Sosa Molina y colaborador del jefe del Ejército, general Franklin Lucero. A diferencia de Juan José Valle y otros militares fusilados en 1956, el nombre del coronel Julio Barredo, es casi desconocido en el panteón de los mártires del peronismo. Dante Viel fue un reconocido dirigente de UPCN y siguió su militancia gremial peronista hasta su fallecimiento. Armando Cabo (padre de Dardo Cabo) en ese momento era un dirigente de la UOM muy cercano a Augusto Timoteo Vandor.
Las acciones en Tartagal
La intención de la Resistencia Peronista era atacar en varios lugares además de en Rosario. Alrededor de las 5 de la mañana del 30 de noviembre de 1960 en Tartagal, Salta, el teniente coronel (RE) Eduardo Escudé tomó el edificio de la Municipalidad, estableció allí el “Comando Revolucionario del Norte” . Por otra parte, un grupo de civiles conducido por el ex diputado peronista Tomás Ryan, se apoderó del Batallón de Escuela, la comisaría, la estación del ferrocarril, el aeropuerto, y las dos sucursales bancarias de la ciudad.
A media mañana, al recibir la orden del jefe de la V División de Ejército (Salta), coronel Guillermo Sánchez Almeyra, los efectivos leales detuvieron a Tomás Ryan, Clemente Ávila y a Escudé y recuperaron los edificios ocupados. En tanto, el resto de los rebeldes huía al monte en jeeps policiales y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF). A la tarde comenzó la búsqueda de los fugitivos con aviones que, sin resultado, sobrevolaron la zona boscosa. Finalmente Sánchez Almeyra emitió un comunicado diciendo: “Reina absoluta calma en todas las guarniciones de Santiago del Estero, Catamarca, Tucumán, Jujuy y Salta”.
De La Matanza a Salta
El libro “Perfume de los Almendros” de Gerardo Médica, recoge el testimonio del militante de la resistencia peronista de La Matanza, José Roberto Maldonado que participó del hecho sucedido en Salta: “En el 59, ya estábamos organizados y teníamos órdenes de viajar a Salta, porque iba a haber un levantamiento. Con un grupo de cuatro, Pila, Eloy González, Castro y otro más, nos preparamos para el viaje, siempre con dinero que era de nuestros propios recursos.(…).La orden era, ir a Salta a tomar el Regimiento de Monte, allí había grupos de la resistencia vinculados a gremialistas del SUPE (Petroleros), porque Tartagal era una zona muy petrolera. Después de un largo viaje en tren, llegamos el mismo 29 a la mañana. Nos encontramos con el teniente Escudé y el sargento Clavell y fuimos destacados para tomar el aeropuerto con dos muchachos más. Lo tomamos, y comunicamos por radio que se cerraba el aeropuerto por cuestiones climáticas. (…). Las órdenes decían que el General Perón iba a volver por Bolivia. Ese era el motivo de tomar el regimiento de Monte, que está muy cerca de la frontera. Estaba previsto que se iba a levantar Tucumán, que no se levantó y fundamentalmente Rosario, donde Iñíguez, iba a ponerse a la cabeza de la revolución”.
Pero las cosas no salieron como se habían planeado: “Fracasa la toma de Rosario y tenemos que huir. Cuando nos dan a conocer el fracaso a eso de las 6 de la mañana, el grupo de salteños se dispersó, y nosotros tratamos de llegar a Bolivia por la ruta 34. Éramos un total de 23 compañeros. Íbamos por la 34, cuando una patrulla de Gendarmería nos para creyendo que éramos contrabandistas. Nos detienen y nos llevan al cuartel de Pocitos. Nos pusieron a todos en un galpón donde había otros presos. El comandante vino, nos miró y dijo: ‘duró poco muchachos, que lástima, que tristeza’. Se notaba que estaba al tanto y esperanzado en la conspiración. Fuimos a Salta con la enorme ilusión de volvernos a la cabeza del Ejército del Norte, escoltando el retorno del General Perón”, concluye Maldonado.
En forma paralela a las acciones de Tartagal y Rosario habían sido colocados explosivos en el Gran Buenos Aires con el aparente objetivo de aislar a Buenos Aires, aunque no todas las bombas estallaron en lugares estratégicos. Por otro lado, fueron cortadas en la ciudad de Mendoza las vías de ferrocarril y las líneas de teléfono y telégrafo, dejándola temporalmente incomunicada.
El papel de la UOM
Si bien fueron muchos los sindicatos involucrados con el intento de Iñiguez (la mayoría de las 62 Organizaciones) la Unión Obrera Metalúrgica(UOM) en cabeza de Augusto Timoteo Vandor, aparece como el más comprometido. En ese momento Alberto Campos, un hombre ligado a la UOM y a la CGT, era delegado de Perón. Y entre los conspiradores rosarinos estaba José Notaro también metalúrgico. La mayor sospecha de las autoridades recayó sobre la UOM, porque detectaron, que el día anterior a la sublevación, habían retirado 17 millones de pesos en efectivo del Banco Nación, cuyo destino era sostener las acciones revolucionarias. Por eso fueron detenidos los dirigentes: Lorenzo Miguel, Luis Pugliese, Osvaldo Pérez, José Notaro, Paulino Niembro y Amado Olmos.
Y ordenaron la captura de: Augusto Timoteo Vandor y Rosendo García (que fueron quienes firmaron los cheques del Banco Nación) y de Dante Viel , Miguel Gazzera, Raúl Ambrosio, Raúl Cejas, Jose Norberto Vazquez, Luis Hinojosa, José Ignacio Rucci, Avelino Fernández, Alberto Alba, Ángel Rodríguez, Antonio Álvarez, Armando Cabo y Miguel José Mendoza “el Negro”, acusado por los organismos de seguridad, de haber sido el correo con Juan Domingo Perón, para impartir las instrucciones previas a las acciones del 30 de noviembre.
El rol de Perón
No hay constancias de que Perón haya dado instrucciones concretas para la acción de Iñiguez y su gente. Después del 55, Perón había perdido confianza en la oficialidad militar que se manifestaba nacionalista o peronista. Además desde España, a 16000 km, se le hacía muy difícil, tener un panorama claro, de quiénes podrían sumarse a este tipo de conspiraciones. Por lo tanto, lo más probable, es que “dejara hacer”. En su estrategia de guerra integral este tipo de acciones, sin mucha posibilidad de éxito, sumaban al golpear a la camarilla militar.
Listado de condenados por las acciones en Rosario
El capitán Rossi y el teniente Forni, fueron condenados a 7 y 8 años de prisión ,y el capitán (RE) Antonio Campos, a seis años de reclusión y destitución.
Civiles con condenas de uno a tres años de prisión: Emilio Acosta, Pascual Bagnera, Luis Bauman, Roberto Barrios, Agapito Basualdo, Osmar Modesto Bustos, Juan Miguel Biscaini, Ángel Castaño, Fernando Dino Casaschi, Emilio Ciceri, Agustín Eliseo Corvalán, José Raúl Cravero, Darío Alberto Costanzó, José Raúl Vicente Crespo, José Di Fiore, José Manuel de la Sota (homónimo del ex gobernador cordobés), Lino Fretes, Emilio Galo, Dino Gradassi, José Alejandro Gigena, Enrique Alfonso González, Américo Adolfo Gigena, Miguel Ángel Hualde, Nicolás Lucero, Ramón Bautista Lucero, Ricardo Manchuqui, Juan Adelino Medina, Genaro Félix Roberto Menale, Omar Edmundo Mollard, Miguel Ángel Montes, Ángel Norberto Montero, Aldo Manuel Pérez, Oscar Generoso Quiroga, Raúl Roberto Quirós, Pablo Liberato Roldán, Sigfredo Alejandro Romano, Marcelino Rosales, Eguildo Alberto Sánchez, Héctor Hugo Sanguinetti, Eduardo Alberto Sarasibar, Hugo Albino Tacconi, Alejandro Vega, Raúl Nofer Valquinta, Carlos Panta, León Villagra, Estanislao Waniewsky, Carlos Roberto Zamora, Aldo David Zanni y Arturo Rioja.
Listado de condenados por las acciones en Tartagal
En Tartagal, los presos militares fueron: teniente coronel (r) Eduardo Escude; Mayor (r) Schmit; sargento (r) Francisco Zavala; sargento 1º (r) Luis Ángel Clavell; suboficial principal de Gendarmería, Roberto Peralta; y sargento 1º de Gendarmería, Lorenzo Amarilla.
Los civiles detenidos fueron: Tomás Ryan, Clemente y Luis Ávila, Julián Muñoz, Pedro Nievas, Enrique Fernández, José Roberto Maldonado, Faustino Echelú, Manuel, Enrique y Alejandro González, Luis Russo, Luciano Grosso, Manuel Rodríguez, Abelardo Bogarín, Silverio Kuriel, Gerónimo y Crisanto Castro, Alberto Chávez, Félix Frumboli, Marcial Cortéz, Luis Quinteros, Héctor Chacón, Carlos Santucho, Ernesto Rivero, Pedro Sayas, Fabian Martínez, Saúl Eguez, Oscar Montenegro, Abel y Luis Gómez, Fabian Pacheco, Agustín Severini, Luis Zavala, Alejandro Buiani, Agustín García, Leopoldo Vargas, Alfredo Caballero, Pedro Leaño, Alberto Fuenzalida, Leandro Vespa, Ernesto Lastero, Ernesto Olmos, Oscar Rivero, Juan Morales y Enrique Valdéz.
El autor escribió los libros Salvados por Francisco y La Lealtad-Los montoneros que se quedaron con Perón.