Cary Grant fue el rey absoluto de la alta comedia. Conquistó al público con una elegancia natural, su ingenio y una mirada atractiva. En la pantalla, sedujo a las más bellas actrices del firmamento cinematográfico, como Joan Fontaine, Grace Kelly, Ingrid Bergman e incluso Sofía Loren. Con esta última, quedó profundamente impresionado después de rodar juntos el drama histórico Orgullo y prejuicio (1957) de Stanley Kramer. El protagonista de La sospecha (1941) falleció el 29 de noviembre de 1986 a los 82 años, víctima de un ataque cardíaco en la madrugada. Pero así como vivió en la gloria, Grant también convivió con las sombras de las estrellas más reservadas de Hollywood.
Señorito inglés
Su carrera abarcó casi cuatro décadas y dejó un legado de más de sesenta películas. Su verdadero nombre era Alexander Archibald Leach. Nació en Bristol, Reino Unido, el 18 de enero de 1904, en el seno de una familia humilde y conservadora. Su pasión por el teatro lo llevó a enrolarse, a los 15 años, en una compañía ambulante. En 1920 desembarcó en Estados Unidos para dar el salto a Broadway, donde interpretó personajes en comedias musicales. En 1931 viajó a Hollywood, y poco a poco pasó de ser actor de reparto a convertirse en una gran estrella. Su atractivo rostro no pasó desapercibido para los cazatalentos, y los estudios Paramount le ofrecieron un jugoso contrato. Ese fue el comienzo de una carrera llena de altibajos, que lo catapultó a lo más alto y le otorgó la fama de elegante seductor y perfecto caballero.
Grant reinó en todos los géneros cinematográficos, donde encarnó una vasta gama de personajes. Trabajó con los más grandes directores, desde George Cukor hasta el rey del suspenso Alfred Hitchcock, quien lo dirigió en cuatro películas y llegó a decir: “Podría actuar con la cara manchada de huevo y seguiría apareciendo tan fascinante como siempre”. El American Film Institute lo colocó en el segundo puesto de los actores legendarios de todos los tiempos, solo por detrás de Humphrey Bogart. Estuvo nominado en dos ocasiones al Oscar como Mejor Actor: por Serenata nostálgica (1971) y Un corazón en peligro (1944). Pese a su larga trayectoria, el Oscar le fue esquivo y la Academia le dio la espalda porque Grant se atrevió a criticar las prácticas abusivas de los grandes estudios y apoyaba abiertamente a actores caídos en desgracia, como Ingrid Bergman o Charles Chaplin. Finalmente, en 1970, Hollywood le otorgó una estatuilla honorífica.
Padres abandónico
Detrás de su aparente serenidad, Cary Grant escondía una tremenda inseguridad, fruto en parte de una infancia problemática. Grant arrastró siempre las heridas de unos primeros años dolorosos, marcados por la ausencia de su madre y la autoridad de un padre, el señor Leach, quien prefería el alcohol a cuidar de su hijo.
Sus primeros años de vida no fueron felices, ya que sus padres no se llevaban bien. A los 9 años su padre le dijo que su madre se había ido de casa para pasar unas largas vacaciones, pero lo cierto era que ella había sido internada en un psiquiátrico contra su voluntad. Elías Leach aprovechó que su mujer sufría una depresión clínica severa, tras la muerte de su primer hijo, para irse con su amante. Grant creyó que su mamá lo había abandonado, y este hecho le afectó profundamente durante años. El actor creció convencido de que su madre estaba muerta, hasta que en 1935, tras una conversación telefónica con su papá, le confesó la verdad. En la sala de visitas de una tétrica institución mental, a los 56 años, padre e hijo se reencontraron. El actor, ya famoso, se encargó de que a su madre no le faltara nada y la trasladó a una residencia privada donde moriría dos semanas después, a los 95 años, mientras dormía la siesta.
Grant nunca quiso dar demasiados detalles sobre su desafortunada infancia e incluso la falseó, haciéndose pasar por un hijo de familia con tradición teatral y dedicada a prósperos negocios. Su anhelo de llevar una vida diferente y ser amado lo llevó a convertirse en actor. En 1917 consiguió su primer trabajo en un escenario, al unirse a un grupo de jóvenes acróbatas, donde encontró el lugar que nunca tuvo. En 1920 viajó con ellos a América en una gira que duró dos años. Allí quedó hechizado por el ambiente de Nueva York, donde además de hacer vodevil y vender corbatas, llegó a ejercer de gigoló para ganarse la vida durante su juventud. Algunos biógrafos afirman que la actriz May West tenía una agencia de gigolos en la Gran Manzana, y Grant era el más solicitado de su catálogo. Entre sus clientes se encontraban tanto damas como caballeros de la alta sociedad neoyorquina, entre ellos el diseñador Oleg Cassini -el genio que vestía a Jackie Kennedy y al que llamaban Secretario de Estilo de la Casa Blanca-, con quien se dice que protagonizó escandalosas escenas de celos.
Las secretos de Cary
Aunque se casó en cinco ocasiones, la preferencia de Cary Grant por los hombres fue siempre un secreto a voces, hasta su muerte. Sin embargo, nunca lo admitió públicamente. Entre sus íntimas amistades masculinas se destaca la que mantuvo durante años con el actor Randolph Scott, a quien conoció en el rodaje de Sábado de juerga (1932). Cary y Randolph decidieron vivir juntos, y una muestra de la buena sintonía que había entre ellos fue la publicación en la revista Modern Screen en las que se los veía cocinando, disfrutando de la piscina o leyendo en el salón de su mansión en Malibú. Los publicistas de Paramount tuvieron que inventar todo tipo de farsas para proteger su imagen, colocando a jóvenes bellezas junto a los intérpretes para no debilitar su imagen de seductores. Presionados por los estudios, Cary y Randolph tuvieron que romper su relación en 1940, aunque nunca dejaron de verse.
Grant tuvo su primer amante a los 17 años, un actor llamado Francis Renell. Después, apareció el australiano Jack Kelly, cinco años mayor, con quien mantuvo una relación, además del magnate Howard Hughes, con quien también tuvo apasionados encuentros.
En cuanto a sus relaciones con las mujeres, Cary era conocido por su carácter posesivo con sus esposas. Con la primera, la actriz Virginia Sherrell, estuvo casado sólo un año, y el divorcio se convirtió en un proceso escabroso en el que ella le acusó de malos tratos y de amenazarla. Su matrimonio con la multimillonaria Bárbara Hutton tampoco llegó a buen puerto. Sin embargo, su relación con la actriz Betsy Drake duró casi 13 años. Con su cuarta esposa, la actriz Diana Cannon, tuvo una hija, Jennifer, pero su matrimonio terminó de forma escandalosa. Diana lo acusó de violencia doméstica, de encerrarla en el armario y de prohibirle usar ropa demasiado corta. La sentencia calificó a Cary Grant de “hostil e irracional”. En 1981, contrajo matrimonio por quinta vez con Barbara Harris, relaciones públicas de un hotel, 47 años más joven que él.
Por otro lado, Grant tenía fama de maniático. Entre sus extravagancias resaltaban el plancharse los cordones de los zapatos, tener siempre una rosa roja en su bandeja de desayuno, usar lencería femenina o elegir con escrúpulo su vestuario. Las penurias económicas de su infancia lo hicieron ser muy cuidadoso con el dinero que ganaba. A pesar de llegar a cobrar más de tres millones de dólares por película, convirtiéndose en el actor mejor pagado de su tiempo, Grant era famoso por su tacañería en Hollywood. El temor a volver a ser pobre siempre le rondaba por la cabeza, y llegó a recibir sesiones de psicoanálisis para evitar pesadillas relacionadas con la pobreza. Le apasionaban las carreras de caballos y las apuestas, pero nunca invertía más de un par de dólares. También se dice que cobraba entre 15 y 25 céntimos por cada autógrafo que firmaba.
Fue conocido por su relación con el LSD: en 1959, bajo recomendación de su esposa Betsy Drake, empezó a consumir esta droga como parte de una terapia psicológica. Durante tres años, y en un total de 100 sesiones, Grant tomó LSD bajo la supervisión del doctor Mortimer Harman. Las sesiones, de seis horas de duración, a menudo se realizaban en grupo. Durante este tiempo, Grant experimentó estallidos de violencia e incluso destrozó los muebles de su casa. Finalmente, cuando el LSD fue legalizado en 1968, Grant dejó de consumirlo.
Su pelo blanco y su imagen más envejecida no disimulaban que, durante algunos años, estuvo tan obsesionado con su físico que se sometió a varias operaciones estéticas. Su acérrima defensa de la experimentación con el LSD, cuando aún se desconocían los efectos nocivos de la droga, también terminó afectando su cuidada imagen.
Aunque nunca perdió la elegancia ni el porte que le conferían sus más de 1,80 metros de altura, su retiro a mediados de los 60 sirvió para aumentar su leyenda. El Oscar honorífico que le concedieron en 1970, por toda su carrera durante la cual muchos lo habían considerado un mero “entertainer”, parecía ahora una justa compensación, ya que nunca se lo tomó demasiado en serio. Aquella noche de premios, el “Gentleman por excelencia” dejó caer alguna lágrima por sus mejillas, y como ya había dejado atrás su labor profesional, ni siquiera intentó disimular su pelo blanco ni los años que ya empezaban a pasarle factura.
El 29 de noviembre de 1981, mientras preparaba una de sus charlas en el teatro Lyric de Davenport, sufrió un derrame cerebral. Pocas horas después, falleció en un remoto hospital de Iowa. Reconocido en vida, Cary Grant dejó un nombre inolvidable.