“Pornografía, incesto, suicidio, escatofilia: escándalo en torno a un libro que compite por el Goncourt de los Liceos”, tituló Le Journal du dimanche, en referencia a una de las novelas destinadas a estudiantes de colegios secundarios en el marco de un programa que busca estimular la lectura.
En muchos sentidos, la polémica parece calcada de la que se desató aquí la selección de libros enviados por la Dirección de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires a los colegios secundarios como lectura recomendada para chicos desde los 14 años.
El Prix Goncourt, que ya tiene más de un siglo de existencia, es el premio literario más prestigioso de Francia. Se entrega anualmente a la que se considera la mejor obra literaria del año en curso, casi siempre del género novela.
Pero desde 1988 existe un segundo premio, llamado Concourt de los liceos, que se desarrolla en paralelo con el principal y por el cual unos 2000 estudiantes de los últimos tres años del secundario reciben 15 libros preseleccionados entre los cuales deben elegir un ganador, que es anunciado unos días después del premio adulto. Los libros llegan a los colegios en septiembre, cuando empieza el año lectivo en Francia, y los estudiantes que participan tienen dos meses para leerlos. El premio fue creado por la librería Fnac pero es supervisada por el Ministerio de Educación y Juventud.
En el Goncourt de este año, el libro que causó polémica se titula Le Club des enfants perdus (El Club de los niños perdidos), su autora es Rebecca Lighieri. Como sucedió aquí con Cometierra y Las aventuras de la China Iron, los párrafos que tantos progresistas defendieron como apropiados para adolescentes, no pudieron ser leídos al aire ni en radio ni en TV, aunque algunos usuarios publicaron capturas en X, antes Twitter.
El Goncourt de los Liceos tiene por objeto “hacer descubrir a los estudiantes secundarios la literatura contemporánea y despertar en ellos el deseo de leer”. Una idea realmente positiva. Siempre que la selección de obras sea cuidada en función del público al cual está destinada. Algo elemental que los adultos no deberían olvidar. La novela no parece precisamente la mejor elección para chicos desde 14 años.
Varios párrafos son francamente pornográficos. Vale recordar que, como dijo el psicólogo Ezequiel Baigorria, “lo pornográfico no necesita de imágenes, un texto también puede serlo”.
Esta escena de sexo anal bastará como muestra: “Una vez más me introduzco en su culo prealablemente lubricado y trabajado con rotaciones vigorosas del índice. Mi glande choca contra no sé qué cosa, una protuberancia almenada y esponjosa -y siento que no me faltará mucho para gozar, pero evidentemente me retengo y espero. Espero la modificación de su aliento pero también ese imperceptible clic que he aprendido a acechar cuando estoy en su culo…”
No hace falta traducir más. Basta agregar que el libro también incluye la descripción de varias relaciones incestuosas -una de una madre con su hijo-, de suicidio y de sexo trash.
Se comprende por qué estos párrafos no fueron leídos en radio o televisión. Esto vuelve más sorprendente su inclusión en la selección del Goncourt para los liceos.
La asociación “SOS Éducation” denunció “el contenido pornográfico y psíquicamente peligroso” del libro en carta al Primer Ministro y a los ministros de Interior, Educación y Cultura. Otra asociación, “Juristas por la infancia”, se dirigió a la comisión de vigilancia y control de publicaciones para menores del Ministerio de Justicia.
Algunos diputados escribieron a la ministra de Educación, Anne Genetet, para expresarle su sorpresa por la inclusión de esa novela en una “lista de lecturas destinadas a un público menor de edad de entre 15 y 17 años”.
La respuesta de la ministra fue de circunstancia: “Comprendo plenamente vuestra inquietud y quiero aportar algunas precisiones”, dijo, para a continuación mencionar la “mediación de los profesores” (en la lectura de los libros) que es “fundamental y continua”, y precisando que si los alumnos expresaban “su deseo de no leer el libro”, estaban “en todo su derecho”.
La similitud de los argumentos de Anne Genetet con los que aquí formuló Alberto Sileoni, que consideró que era mejor para los alumnos leer pornografía con la guía de un profesor que mirar porno en sus celulares fuera del aula, es llamativa. Como si hubiera un guión en común.
Además de dejar la responsabilidad de la lectura en manos de los menores, la Ministra se lavó las manos, gesto que algunos analistas interpretaron como un deseo de evitar que la tratasen de mojigata o reaccionaria.
Lo que de hecho hicieron varios medios con los padres y las asociaciones que cuestionaron la inclusión de la novela en una lista de lecturas para el secundario.
Las reacciones de los sectores progresistas en general se parecieron mucho a las de aquí. De inmediato surgieron acusaciones de censura totalmente infundadas y destinadas a desviar el eje del problema.
Le Nouvel Observateur calificó el tema como “una hipocresía reaccionaria”, y Le Monde, diario que supo ser serio pero cada vez se muestra más ideologizado, tildó de “asociaciones de extrema derecha” y de “estructuras surgidas de esfera reaccionaria” a quienes pidieron el retiro del libro de Rebecca Lighieri.
Al describir el libro, Le Monde dijo que “contiene escenas de sexo explícito”, y “cuenta la vida de una pareja de artistas y de su hija y aborda los temas de la depresión y el suicidio”. No menciona el incesto ni el sadomasoquismo.
Otro sitio titula “El Goncourt de los Liceos bajo fuego puritano”, como si se estuviera hablando de adultos. Luego evoca las críticas elogiosas a la novela en el momento de su publicación, como si el problema fuese la calidad del libro.
También dicen que hay profesores que se inquietan por los muchos cuestionamientos de los padres hacia las obras que deben leer sus hijos y lo califican como “vulneraciones a su libertad pedagógica” y “cuestionamientos a su ética profesional”. Quizás en algunos casos se trate de eso pero también existe el derecho de los padres a supervisar la educación que reciben sus hijos.
En concreto, según la prensa progresista, los padres que no consideraron apropiado ese libro para alumnos de 14 a 18 años son todos de extrema derecha. El debate se politizó y asumió las mismas formas equívocas que en la Argentina.
Como en nuestro país, las primeras quejas no vinieron de los adultos sino de los propios chicos. Del mismo modo que aquí fueron los estudiantes de varios colegios los que se quejaron por ser obligados a leer pasajes de sexo explícito en la clase, en Francia fue un estudiante de 12 años que le comentó a su madre que el libro era “un poco crudo”. Se sintió incómodo.
La madre interpeló a las autoridades del colegio que no dieron una respuesta satisfactoria. El profesor de lengua la trató de “demasiado sensible”. Entonces ella frente al director se puso a leer el pasaje y éste le tuvo que pedir que se detuviera. La mujer le dijo: “Pero esto es lo que ustedes les dan a los chicos”.
Fue entonces cuando la mujer apeló a la prensa advirtiendo de los detalles sobre relaciones sexuales escatológicas, trash, incestuosas, etcétera, contenidos en el libro. Además, la autora alude al Club de los 27, es decir de los muchos artistas muertos a esa edad, y la protagonista de la novela organiza y describe su suicidio, para huir de este mundo asqueroso…
La madre dijo que lo que más le molestó a su hijo fue que fuese un adulto el que le diera ese libro: “Y todo eso está banalizado. No hay prevención. Para un adolescente en formación leer esto puede ser devastador”.
Una representante de SOS Educación, Sophie Audugé, señaló que ese contenido desconoce la frontera intergeneracional porque el chico es confrontado a una situación para la cual no está preparado. Además hay incitación a prácticas riesgosas y al suicidio. Y señaló “la incongruencia de un Ministerio de Educación que dice querer combatir la pornografía y acá la pone en manos de los alumnos sin que lo sepan lo adultos”.
“Si mi hijo no me hubiese alertado, yo no habría prestado atención, porque uno se dice que están seguros en la escuela”, dijo la madre.
“Dar información que no es acorde con la edad también es una forma de corrupción de menores. Los chicos no están preparados para recibir información de sexo adulto. Se naturalizan y se asimilan cosas que no tienen por qué ser naturales para ellos en esas edades. Por ese lado es grave y es lógico que los padres se enojen”, decía Ezequiel Baigorria a propósito de los textos bonaerenses.
El código penal francés, en su artículo 227-24 prohíbe la difusión de contenido pornográfico a menores, delito para el cual prevé una pena de 3 años de prisión y 75.000 euros de multa.
Al igual que en Argentina, también en Francia este escándalo solo se refiere a una parte del problema. También hay quejas de los padres por los contenidos de la educación sexual para chicos desde nivel inicial que son considerados inapropiados para las edades a las que están destinados.
La educación sexual es obligatoria en Francia desde 2001. El Código de la Educación preveía “una educación sexual dispensada en las escuelas, colegios y liceos a razón de al menos tres clases anuales y por grupos de edad homogénea”.
Algo razonable y muy similar al modo en que se aplicaba la ESI en Argentina hasta 2018, cuando el progresismo, la ultraizquierda y las corrientes transfeministas tomaron por asalto el tema para convertirlo en adoctrinamiento y no sólo modificaron los contenidos sino también la intensidad, poniendo a la ESI al nivel de una materia troncal como matemáticas o lengua.
Es análogo a lo que sucede en Francia con los contenidos de los “Programas de educación sexual y para la vida afectiva” en el último tiempo.
Un informe de Boulevard Voltaire de febrero pasado, daba cuenta de lo que los chicos contaban en sus casas. Por ejemplo, que en la escuela les decían que “los nenes pueden convertirse en nenas cambiando de género” o les hablaban de “el placer de las relaciones sexuales por el ano y la vagina” y de que “se puede cambiar de sexo tomando medicamentos para bloquear la barba y el vello”. Estos testimonios eran de niños de CM2, es decir de entre 10 y 11 años.
También allá surgen asociaciones de padres, como por ejemplo Parents en colère y Parents vigilants. Al igual que acá, muchas familias están poco informadas de lo que sucede, Un sondeo de IFOP (Instituto francés de opinión pública), la principal encuestadora de ese país, realizado en enero de 2024 por pedido del Sindicato de la Familia, mostró que la mayoría de los padres de niños escolarizados (63%) ignora el contenido de los programas de educación sexual. Además, el 49% de los consultados se oponía totalmente a que se dicte esa temática desde CP (1er grado de primaria), es decir, niños de 5 y 6 años. Y un 70% consideraba “inapropiado que se hable a los alumnos de sexualidad antes de los 13 años”. Por último, un 59% consideró que “la primacía de la ecuación sexual” corresponde a los padres.