Los días previos a un concierto, el teléfono de Gaby Sisti no deja de sonar. Le piden notas con la banda o cantante que está por llegar a Buenos Aires, le reclaman acreditaciones, entradas, fotos posteriores al show... Ella, ayuda con cada pedido y colabora para que todos se vayan contentos.
Durante el espectáculo, la mujer de melena rubia va y viene. Recorre cada sector cercano al escenario para chequear que todo esté bien y así levantar el pulgar, señal mundial para los músicos salgan a escena. Se ocupa de hasta los mínimos detalles aunque no sean parte de su tarea. Cuando el show comienza, se queda un rato en la valla y mira a los fans que absortos deliran ante su estrella favorita; y observa cómo los artistas responden a esas ovaciones. “Eso para mi es como un premio. ¡Lo disfruto!”, dice Sisti.
En su lista de artistas están desde Almafuerte, Asspera, Iron Maiden, Megadeth, Molotov, Yngwie Malmsteen y Rata Blanca hasta Divididos o Natalia Lafourcade. A todos les produjo un show único. “Yo no sé de música; yo sé cómo se trabaja con la música y llenar estadios”, asegura la mujer de 50 años, oriunda de Villa Luro.
Desde hace décadas, su nombre tiene peso propio en el ambiente musical. Creó su propia agencia de prensa y relaciones públicas dedicada a proyectos musicales, lanzamientos de artistas, y eventos especiales. La llaman desde cada rincón del mundo y la buscan para trabajar con ella. Los músicos saben que si “la Sisti”, como muchos le dicen, pone manos a la obra, nada fallará.
Mientras trabaja de lleno en los conciertos que el primero y el 2 de diciembre dará Iron Maiden (en Huracán y Movistar Arena, respectivamente), la dama que se hizo camino en un mundo que legendariamente fue ocupado por varones habla con Infobae sobre cómo es trabajar cumpliendo “el sueño de la piba”.
Lady Rock
En plena adolescencia, la voz furiosa de Bruce Dickinson, el bajo de Steve Harris, las guitarras de Dave Murray y Janick Gers; y la batería galopante de Nicko Mc Brain se apoderaron de los sentidos de Gabriela. En 1990, Iron Maiden lanzó su disco No Prayer For The Dying, y ella lo escuchaba una y otra vez. Su sueño era conocer a los miembros de esa banda británica de heavy metal fundada en Londres en 1975 por Harris.
“La música llegó a mi vida a los 15 años. A los 17 me fui a vivir sola y solamente pensaba en un cosa: quería ser alguien. No sabía bien, en ese momento, qué, pero quería crecer y buscaba mi espacio. Pensé: ‘No me gustaban los chicos de pelo largo, entonces tengo que ir por ahí así no me enamoro, puedo trabajar, concentrarme y crecer profesionalmente’... Sabía que de un roquero, seguramente, no iba a enamorarme. No sé cómo, un día supe dónde estaba la sala de ensayos de Rata Blanca y terminé ahí, con 16 años. Iba al colegio todavía. ¡Era muy chiquitita!... Mi papá me decía que yo tenía que estudiar y nada más. Le dije que sí y estudié licenciatura en marketing. ¿Viste cuando te decís ‘¡esto es lo mío!’? Eso sentí. Así empecé a trabajar en la música”, resume.
Ese “así” implicó golpear muchas puertas desconocidas, presentarse y mostrar que las ganas de trabajar que llevaba consigo eran más grandes que ella misma. “Me vestía formal, como para decir desde la ropa ‘soy responsable’. Y, yo tenía que demostrar todo el tiempo que podía hacer las cosas bien porque, claro, era chica y estaba en un ambiente de varones”, subraya cómo fueron sus primeros pasos en la primera parte de la década de los 90.
Antes de los 20 años, Gaby ya estaba inserta en el mundo que alguna vez veía desde lejos. “Yo tenía un mechón rubio en el pelo y me pusieron como apodo Crazy Mechon. Y así me decían cuando ya estaba trabajando asistiendo en los catering, limpiando y ordenando. Después esto era como conocí a Alejandro Nagy, a los que manejaban a V8 y así comencé a conocer a productores musicales. Y yo miraba cómo trabajaban, les hablaba y me ofrecía para trabajar, les decía que podía aprender... Y me cuidaron mucho. De verdad que me cuidaron mucho. Juan Carlos, jefe de seguridad de Rock & Pop en los estadios, me sacaba de los mejores momentos o situaciones de rock y yo me enojaba, pero hoy se lo agradezco porque no es que es un ambiente de droga, las hay como en todos lados, pero pese a eso y gracias a esos cuidados yo siempre fui una persona sana, sin drogas, muy deportista. Entreno mucho y a veces no se entiende cómo una persona puede mezclar el deporte con la noche. Claro que se puede. No es fácil, pero se puede”, dice con conocimiento de causa.
Gaby trabajó en los ensayos de Rata Blanca, legendaria banda de heavy metal de Argentina, seguía a Hermética y en los Año Nuevo iba con sus amigos a los recitales de La Renga. “Recuerdo que todos los años tocaban en Garzón, en Mataderos, e íbamos a verlos a una esquina, como si nada. Y así terminé yendo a la casa de Pity Álvarez, en Piedrabuena. ¡Tenía 18 años! Todo es cambió cuando entré a trabajar a Nems Enterprises, el sello discográfico en el que hasta hoy sigo trabajando, pero para más que nada para Europa, y ahí me fui perfeccionando con el epicentro de mi trabajo de prensa, de producción, de traer artistas, de hacer conexiones, de convencer a un artista que colabore con otro artista en Latinoamérica, que se junte, que se ayuden y todo eso”, cuenta siempre sonriente, gesto que la caracteriza.
Todo ese camino, lo atribuye a sus ganas constantes de crecer. Entre las colaboraciones que logró, destaca el trabajo solista de Adrián Barilari, voz de Rata Blanca, con Nightwish. “Fue con la idea de Marcelo Cabouli, dueño de Nems, que quería a los músicos de afuera como invitados de un artista argentino, que entre ellos no se conocen. Y Adrián como voz de Rata Blanca, que en Latam en Latinoamérica es muy fuerte. Y el resultado fue muy bueno. Está bueno que las culturas se mezclen, que los artistas participen o colaboren en en un lado y el otro”, afirma.
Aunque a veces le cuesta dar nombre de sus favoritos, siempre admitió que es muy fan de Hermética, banda con la que tiene una ligazón especial. “Los escuché mucho con mi papá. Y a nivel internacional, Iron Maiden es mi banda. Recuerdo cuando los fuimos a ver en Ferro, en 1992, como fans, los corrí, pude conocerlos y que, actualmente, cada vez que regresen al país me toque haceres la prensa es como decir: ‘¡Ya está! ¡Ya hice todo!’... —se ríe—. Obviamente tengo que separar el fanatismo por la banda, porque los miro y digo ¡Wow!, de mi trabajo. Los músicos se dan cuenta cuando trabajamos y por más fan que puedas ser de ellos músicos, lo fundamental es manejar el respeto y saber que hasta un cierto límite podés llegar”, se sincera.
Una de las personas que quiso conocer en la vida, con quien no trabajó aún, es Fito Fitipaldi. “Me gustan sus letras y no tiene que ver con el metal. Un día me di cuenta de que me gustaba su trabajo, sus composiciones, y lo quise conocer. Empecé a escribir a toda España contando quién era, y todos me conocían. Así que conté que lo quería conocer y cuando vino a Argentina, hablé con su mánager y lo conocí. Estaba muy emocionada, ¡me temblaban las manos! Le dije que amo sus letras, su arte... y él me conocía a mi y mi trabajo. Y se da ese respeto por el trabajo del otro que está muy bueno”, asegura.
Además, de estos artistas, Gaby se tachó los sueños de adolescente cuando también estrechó las manos de los Megadeth y Rammstein, otras dos bandas legendarias del metal.
Su trabajo, como se lo dijo el mismo Fitipaldi, no es reconocido sólo en Argentina. “Yo voy a trabajar a eventos internacionales. Hago el mismo trabajo que acá, y un día quise conocer a Axel Rudi Pell, un guitarrista alemán, que sé que jamás va a venir, porque no vienen. Y yo lo quería conocer y hasta tratar de traerlo. Pero bueno, no se dio”, lamenta.
Así como es conocida también por trabajar con muchos artistas de la parte nórdica Europa, “donde está el metal”, cuenta, hay gente que la sorprende al pedirle trabajar con ella. De esa manera, pasó casi sin darse cuenta cómo las fronteras invisibles del género.
“A veces me sorprende cuando los tour managers piden que yo trabaje en algunos eventos porque saben que me voy a poner a trabajar con todo. Yo no tengo horarios, trabajo todo el día para que esto funcione y que salga todo bien. Yo estoy en los detalles: por más que no me corresponda el escenario, trato de ver que esté la toalla, que esté el agua, que esté todo lo que tenga que estar, pero lo hago de esa manera porque me gusta mucho mi trabajo... Llámale hobby o trabajo, para mí es mi hobby, mi trabajo y mi pasión. Y el dinero es consecuente a lo que hago”, define su labor también desde lo económico.
Aunque todos los nombres que mencionó son conocidos en el mundo, Sisti también trabaja para que los músicos nuevos lleguen a ese lugar. “Mi trabajo también es el arte de de manejar la producción, la prensa o de manejar cómo desarrollar a un artista para tratar que esa persona sea conocida. A veces se busca que llegue a ser conocido buscando un tema que llegue al corazón del público porque la música se vende al corazón de las personas, pero hay que trabajar para eso”, dice determinada.
Si bien está catalogada como prensa y productora de metal, hizo muchos trabajos que ni ella recuerda. “Me emociona mucho ayudar a los artistas, del rubro que sea”, asegura. Entre otras producciones, Sisti trabajó con Cacho Castaña, con obras de teatro en el interior del país, hace unos días, trabajó con Antonio Ríos y hace un tiempo con Dread Mar I.
En sus casi tres décadas de trabajo, estrechó relaciones que nacieron como un trabajo: “Tarja Turunen es mi familia; Rata blanca es mi familia. Con Adrián crecí, con los hijos de Adrián (Barilari); con Walter (Giardino). Pasé años de mi vida con ellos. Crecimos juntos. Hay bandas como Stratovarius, Sonata Arctica, Nightwish, con Gamma Ray que son como los primos de Córdoba y Tucumán, porque nos vemos cada un año y medio”, asegura y se ríe.
Entre la cantidad de anécdotas que tiene con los músicos, destaca algunos encuentros en las calles: “Me pasó que caminado en España, a donde fui por un festival, o en una exposición en Estados Unidos, alguien me llama en la calle, me doy vuelta y era Mike Terrana, percusionista americano, o Stuart Hamm, uno de los bajistas más importantes de la historia de la música... Y yo ahí: ‘¡Hola! ¿Qué tal’? ¡Eso es increíble!”.
Gaby vuelve a sus sensaciones en los conciertos, cuando su trabajo ya está hecho: la cancha o teatro llenos, y los primeros minutos en que observa que todo esté en orden. “Me fijo que al chico que está en la silla de ruedas no lo tape el hombre de seguridad, por ejemplo, porque quiero que todos disfruten y vean el concierto por el que esperaron por estar. Para mí, la adrenalina es pararme en el medio del vallado y ver cómo los fans lloran, cómo gritan y cómo el músico vive esa sensación que mezcla la música y fanatismo. ¡Yo creo que soy Gardel en ese momento! Esa es mi pasión, eso es lo que donde yo disfruto. No me importa quién esté en el escenario ni quién esté abajo. Es ese momento. Ese momento es único”, dice emocionada.
Como mensaje final a quienes hoy esperan que llegue el momento de ver a su banda favorita, finaliza: “Toda persona puede hacer producción, toda persona puede hacer prensa, toda persona puede llegar donde quiera, siempre que quiera hacerlo y que lo quiera de verdad y que lo intente. Porque tenemos brazos, tenemos pies, tenemos mente, podemos hacerlo. No es una cuestión de dinero, se trata de querer y aprender; y de golpear puertas. Siempre habrá alguien dispuesto a ayudar. Creo que se puede llegar a un montón de cosas, a pesar de que este es un mundo machista. Hay que saber hacerse un lugar”.
El 29 de enero de 2025, Gaby partirá en el crucero donde se realizará por décimo año el 70000 Tons of Metal, un festival anual de música metalero de cinco días, que incluye un día de playa en un destino del Caribe. Allí, desde las 10 de la mañana y hasta las 3 de la madrugada, tocarán distintas bandas del género, nuevas como legendarias. Y, la dama del rock, claro que no puede faltar.