Abril del 2001. Un dólar todavía valía un peso. La crisis económica del Gobierno de Fernando de la Rúa se agudizaba, pero todavía no había llegado el momento del estallido. Faltaban unos 8 meses para el 19 y 20 de diciembre de ese año. Un grupo de personas decide replicar una idea que ya funcionaba en Estados Unidos desde la década del 60: el banco de alimentos. Lo primero que entregaron ese año es una donación de 6.000 kilos de picadillo de carne a seis comedores de Cáritas San Isidro. Arrancaba una nueva era en la reutilización de comida que de otra manera hubiera ido a parar al relleno sanitario del CEAMSE en el conurbano.
Según datos del Observatorio de la Universidad Católica, 6 de cada 10 chicos del conurbano necesitan un comedor social para alimentarse. El último dato de pobreza del INDEC, correspondiente al primer semestre, subió al 52,9% y alcanzó a 24,9 millones de personas en todo el país. En ese mar de necesidades, actúa el Banco de Alimentos Buenos Aires. sus miembros palpan en los comedores las carencias de los chicos. La ONG se encarga de auditar cada uno de los espacios a los que llegan los alimentos donados. “La idea es que se cocine en el lugar”, explican. En algunas de las recorridas, desde el Banco de Alimentos notan el brillo de los ojos de esos nenes y nenas cuando llega el desayuno. “Muchas noches no cenaron o apenas tomaron un mate cocido”, cuentan.
Su trabajo no paró de crecer en ningún momento. Pasaron los gobiernos de diferente signo y la demanda sobre el sistema fue en crecimiento. ya ese primer año el Banco de Alimentos Buenos Aires llegó a 200 organizaciones con 200.000 kilos de alimentos y productos. en tanto, en lo que va del 2024, ya lleva repartido más de 6.000.000 de kilos de alimentos entre 1.300 comedores y merenderos de la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.
“La demanda es muy fuerte. El objetivo del banco es intentar un acompañamiento para llegar a más comedores -explica Fernando Uranga, director del Banco de Alimentos de Buenos Aires-. Creo que la salida de este tipo de crisis es en forma comunitaria, con la colaboración de todos”.
Cómo se abastece el Banco de Alimentos
Los miembros de esta ONG afirman que es un sistema virtuoso y sustentable en sí mismo. Esta ONG reparte alimentos que están próximos a vencer o que por algún error no pueden entrar al circuito comercial. En todos los casos, la comida llega a los comedores en buen estado y sin estar vencida. “Trabajan con nosotros bromatólogos voluntarios que chequean que todo esté en correcto estado”, aseguran desde el Banco de Alimentos de Buenos Aires. Otro tema clave a la hora de generar confianza en los donantes es la trazabilidad. “Cada persona que nos entregó alimentos sabe al comedor que llegó y cuando fue consumido”, asegura Uranga.
El Banco de Alimentos de Buenos Aires trabaja con las 30 empresas alimenticias más importantes de Argentina. Después, tienen otras compañías más chicas que hacen donaciones no tan cotidianas, lo que suma en total unas 150 organizaciones mensuales. Desde la ONG siempre dan un ejemplo de una cadena de comidas rápida en la cual por regla sus papas fritas tienen que medir más de 4 centímetros. Hubo un error en la producción y el centro de distribución del Banco se llenó de papas fritas congeladas.
En sus inicios, el Banco de Alimentos Buenos Aires operó en un depósito alquilado en la localidad de San Martín. Luego de 22 años, consiguió mudar sus instalaciones a su centro de distribución propio localizado en Benavídez. El actual espacio fue financiado en forma total con el aporte de donantes locales. El lugar cuenta con dos cámaras de frío para mantener cortes de carne en buen estado, 2.500 metros cuadrados de depósito y seis puestos de carga.
Voluntarios felices
Hay también donaciones de logística que van desde grandes camiones de las multinacionales alimenticias hasta un fletero que ayuda con el reparto en los comedores los fines de semana. Unos 800 voluntarios trabajan cada mes en el Banco de Alimentos Buenos Aires. Sus actividades van desde la selección de los alimentos hasta la coordinación para organizar la llegada y descarga de los transportes.
El inmenso depósito de Benavídez rebalsa de alimentos. Los voluntarios trabajan con alegría. Se hacen chistes, mientras ingresan los productos al inventario con la fecha de vencimiento. “No entregamos los productos vencidos, por eso la trazabilidad es clave”, asegura Uranga. El trabajo de estos hombres y mujeres es clave para que los alimentos lleguen en tiempo y forma a los comedores. Uno de los ejemplos que siempre recuerdan es una pareja de voluntarios, Víctor y Rita, que venían a trabajar con su nieta de 10 años al depósito.
Otro de los trabajos que realizan estas personas es el denominado segunda cosecha. Hay mucha fruta que se desecha por un tema de tamaño respecto a los pedidos del mercado. Allí entra el Banco de Alimentos Buenos Aires. Llegan a acuerdos con productores y recolectan esos alimentos que de otra manera irían a parar a un relleno sanitario. Son jornadas en los que alrededor de unos 100 voluntarios pueden llegar a recolectar unas 11 toneladas de comida saludable.
Para las donaciones de menor volumen desarrollaron una aplicación que permite conectar al comercio que quiere entregar los productos y el comedor que lo necesita. Se hace por geolocalización y se coordina la entrega entre ellos o con u voluntario que participa, también cercano de la zona.
En lo que va de 2024, ya ha repartido más de 6.000.000 de kilos de alimentos entre 1.300 comedores y merenderos. Las reglas para pertenecer al banco son claras: la comida debe cocinarse en el lugar, reciben dos auditorías anuales por parte de la ONG y no deben tener ninguna filiación política o religiosa.
Para el año que viene, El Banco de Alimentos Buenos Aires quiere sumar nuevos comedores a su red. Para eso, necesita donantes de todo tipo. “Puede ser personas que entreguen su tiempo, comida o dinero”, explican desde la ONG.
El objetivo es alcanzar a 180 nuevos merenderos para darle un plato a más chicos que lo necesiten. Para eso, se pueden comunicar con el banco a través de su página web o en sus redes sociales. Así cada aporte suma para como dice el lema de la ONG, “darle una segunda oportunidad a los alimentos”. Y lo más importante, intentar que los pibes y pibas les brille los ojos cuando sienten el aroma de la comida caliente.