Héctor Villalón, o “El Pájaro” Villalón, como se lo conocía en los ambientes políticos, murió el 12 de diciembre de 2023, en Nueva York. Tenía 93 años. Lo que sigue es la evocación que hizo parte de su familia, su viuda, Clara, y su hija Susana, ambas residentes en los Estados Unidos, en charla telefónica con el autor de esta nota.
Nacido en Tucumán, pero criado también en Santa Fe, Héctor “Pájaro” Villalón creció en el seno de una familia humilde y de trabajo, junto a su madre, ama de casa, y su padre, ingeniero ferroviario. Gracias a su militancia universitaria en el peronismo santafecino, algo poco común para un joven en aquella época, conoció a Perón cuando aún era un estudiante destacado de Derecho. En su primer gobierno, el General lo designó para que trabajara con Eva Duarte en el antiguo Concejo Deliberante porteño, sede de la Fundación que ella creó. Con la esposa de Perón compartió largas jornadas y fue por entonces que se convirtió en un referente estudiantil y político.
En el marco de ese estrecho contacto con el matrimonio Perón, Villalón pasó a ser un operador político para determinadas misiones internacionales.
Al producirse el golpe de Estado de 1955 y la caída del peronismo, el General se exilió en Madrid y el “Pájaro”, como lo apodaban, y su entonces novia, Clara, a quien había conocido en la Casa de Gobierno de Santa Fe, hicieron lo propio en Brasil, donde tenían familia. En San Pablo, lejos de la dictadura militar que golpeaba a la Argentina, Villalón contrajo matrimonio con Clara y tuvieron a Cristina, su primera hija. Un año después, en 1959, ya instalados en Río de Janeiro, nació su segunda hija, Susana.
Aunque el pasar económico no era el mejor, su despojado departamento era el lugar elegido para las reuniones con otros dirigentes políticos, con cajas de cartón que hacían de asientos. Fue por esos días que Villalón conoció al Che Guevara y a Fidel Castro, y se desempeñó como emisario entre ellos y Perón. El vínculo con el Che y Fidel perduró hasta años después, cuando ya se encontraba en Europa; el contacto se mantuvo a través de cartas.
Pero en Brasil, el matrimonio y su familia tenían los días contados. Una amenaza telefónica lo llevó a decidir la mudanza a Europa. Primero se instalaron en Madrid y, más tarde, en Ginebra, Suiza, donde vivieron por cerca de cuatro años. “Mis padres tenían muchos contactos con líderes de varios países y diplomáticos de las Naciones Unidas. La casa siempre estaba llena de políticos y ellos viajaban constantemente”, recuerda hoy su hija Susana. En 1962, nació su tercer hijo, Juan José, justo cuando Villalón había regresado de Cuba, donde había estado desarrollando el negocio del tabaco cubano para su exportación a 40 países alrededor del mundo.
Perón e Isabel fueron los padrinos del recién nacido. La hija de Villalón aún recuerda las visitas del General e Isabel en Suiza, Francia y Madrid. “En mi casa se decía que mi papá buscó al cuerpo de Evita durante mucho tiempo y que él participó del traslado de su cuerpo de Italia a Madrid”, explica Susana. Asegura que su mamá estuvo presente cuando lavaron y restauraron el cuerpo: “Nos relató lo hermosa que seguía siendo, especialmente su cabello, aunque presentaba quemaduras de cigarro y cortes post-mortem”.
En 1966, la Argentina vivía un clima de represión y gran violencia bajo la dictadura encabezada por el general Juan Carlos Onganía. Villalón, que se encontraba en el país por orden de Perón cumpliendo funciones dentro del movimiento justicialista, había sido detenido por los militares en mayo de aquel año, meses antes del golpe de Estado al presidente Arturo Illia.
Sin noticias sobre el dirigente peronista y para cuidarse de cualquier otra situación que pudiesen vivir, su familia dejó de estar en contacto con todos sus familiares instalados en Brasil y la Argentina. La vida familiar en Europa tuvo que adaptarse al contexto argentino, tomando todas las precauciones necesarias. “A todos los políticos que visitaban nuestra casa los llamábamos ‘tíos’ porque era más seguro así”, recuerda su hija, quien también rememora cómo su madre les enseñó a no revelar información sobre su padre, manteniéndose siempre alerta.
La red de contactos internacionales tejida por Villalón en misiones encomendadas por Perón fue de utilidad en esos días de total incertidumbre. “Cuando mi mamá lo encontró recibió mucha ayuda internacional para rescatarlo”, cuenta Susana. “Según el relato de mi madre, después de ser torturado, mi padre apareció en una bolsa de basura en la puerta de una comisaría”, agrega su hija. Al principio, el contacto con su familia fue a través de cartas que llegaban de manera clandestina a través de personas desconocidas, en los que enviaba dibujos de personajes de Walt Disney firmadas como “papá”.
Cuando finalmente se reencontraron, Susana recuerda que su padre nunca le habló de la tortura y la violencia que había sufrido. Pero sí cuenta que oía gritos por la noche y vio las cicatrices en la espalda de su padre. “Años después, cuando le pregunté si no tenía rabia o rencor por lo que había pasado, me dijo calmadamente que no, porque eran parte de su compromiso”, aclara su hija. Luego de su liberación, se trasladaron a Ferney-Voltaire, Francia y, cuatro años más tarde, Villalón, su esposa e hijo regresaron a Madrid por pedido de Perón mientras que sus dos hijas permanecían en una escuela de monjas como internas durante un año más.
En 1974, el “Pájaro” Villalón desempeñó su último cargo en el peronismo. El Presidente lo declaró miembro permanente del comando superior peronista y asumió como secretario exterior del movimiento justicialista. “Ante la actual eventualidad de circunstancias excepcionales para el país y el peronismo, asume la responsabilidad de salvaguardar la unidad de nuestro movimiento, procediendo a la reorganización exterior del mismo y a mantener las estructuras tradicionales en el país hasta la convocatoria de un congreso nacional”, afirmaba el documento en cuestión.
Muerto el General, el Pájaro se retiró de la política activa dentro del peronismo y se dedicó a aceitar su rol de operador en asuntos internacionales, a partir de los contactos que cultivó al lado de la enorme figura de Perón.
Su vínculo con personalidades del mundo, como la amistad con Sadegh Ghotbzadeh, estrecho colaborador de Khomeini en el exilio en París y luego ministro de Relaciones Exteriores en el comienzo de la revolución islámica, hizo que Villalón se viera involucrado en uno de los conflictos más resonantes de los últimos tiempos de la Guerra Fría. La llamada Revolución Islámica de 1979 había derrocado al sha de Irán Mohammed Rezah Pahlevi y había habilitado el regreso a ese país de Ruhollah Khomeini, líder político y religioso exiliado en Francia.
En noviembre de ese mismo año, un grupo de estudiantes iraníes, seguidores del ayatolá Khomeini, había ocupado la embajada de los Estados Unidos en Teherán tomando a 66 diplomáticos y ciudadanos estadounidenses como rehenes. Un hecho inédito en la historia y un desafío brutal a una de las principales potencias del mundo.
El ex sha Pahlevi se encontraba en Estados Unidos tratándose contra un cáncer. Hecho que el líder iraní Khomeini utilizó para asegurar que éste respondía a los intereses del país del norte y denunciar una conspiración. Esto fue el detonante para la ocupación de la sede diplomática. A cambio de liberar a los rehenes, el régimen iraní exigía la entrega del Sha para que fuese juzgado en Teherán.
Diversos actores internacionales intercedieron e intentaron destrabar la dramática situación, que fue uno de los factores del debilitamiento del gobierno del demócrata Jimmy Carter, de inmediato señalado por la oposición republicana como demasiado débil en política exterior.
La crisis de los rehenes duró más de un año, exactamente 444 días, del 4 de noviembre de 1979 al 20 de enero de 1981.
La intervención de Villalón en las negociaciones con Irán fue reconocida por el gobierno estadounidense y por ese hecho, el ex colaborador de Perón recibió un agradecimiento personal de Jimmy Carter. “Infelizmente, mi papá no pudo salvar a Sadegh Ghotbzadeh; él fue ejecutado en Irán el 15 de septiembre de 1982″, lamenta su hija. En efecto, cuando la revolución empezó a devorar a sus hijos, Ghotbzadeh, un moderado dentro del régimen, fue una de las primeras víctimas.
Para rescatar a los rehenes hubo que seguir una serie de negociaciones a través de mediadores internacionales y significó un gran esfuerzo diplomático. En noviembre de 1980, Carter perdió la reelección pero el nuevo presidente, Ronald Reagan, lo envió como emisario suyo a la base aérea de Frankfurt en la Alemania occidental, donde los rehenes fueron finalmente liberados.
“Mi papá siempre trabajó a favor de los derechos humanos y contra los regímenes represivos, incluso en el exilio”, dice Susana Villalón.
Luego de la muerte de Perón, Villalón se dedicó a la actividad privada y a los negocios, con importantes vínculos internacionales con personalidades del mundo. Finalmente, debido al afecto que Jimmy Carter tenía por él, obtuvo la residencia en Estados Unidos y se instaló en Arizona, donde encontró protección para él y toda su familia hasta 2023, año en el que falleció. Pese a que no regresó a vivir en la Argentina, desde el exterior Villalón mantuvo su identidad peronista hasta en sus últimos días.