En 2014, el nacimiento de una beba en una clínica bonaerense marcó un récord mundial, ya que fue concebida con óvulos que estuvieron criopreservados durante 14 años. Se trató del período más largo de almacenamiento de gametos femeninos de la historia y quien le puso el cuerpo a ese acontecimiento científico fue Mónica Coronel, una mujer oriunda de la localidad de Victoria, partido de San Fernando, que recurrió a la fertilización in vitro para cumplir su deseo de agrandar la familia.
Esa nena recién nacida, que fue tapa de diarios y revistas nacionales e internacionales y capturó los flashes de las cámaras desde que salió de la Clínica Modelo, en Vicente López, hoy tiene 10 años y “todavía mucho entiende lo que significó su llegada al mundo”, admitió su mamá a Infobae.
Yanina Aquino cursa el quinto grado en el mismo colegio donde su mamá trabaja como bibliotecaria, estudia inglés, va a natación y también está aprendiendo patín. “Es una nena tímida, pero muy atenta y cariñosa. A pesar de que es un poco vaga para hacer las tareas le va muy bien en los estudios y somos muy unidas”, contó Mónica, sobre todo desde la muerte de su esposo, hace dos años.
Lo que Yanina aún no comprende del todo es el impacto de su llegada al mundo, la dimensión de su historia y cómo fue que se convirtió en un símbolo de perseverancia y ciencia. “Sabe que estuvo en la tele y que le sacaron un montón de fotos de bebé, pero todavía no lo entiende”, explicó Mónica, consciente de que esa conversación aún está pendiente.
“Nunca nos sentamos a tener una charla de cómo fue concebida. Lo hablamos en algunas ocasiones, pero muy por arriba. Le mostré varios videos en YouTube, pero aún no tomó conciencia de por qué fue famosa desde chiquita. Cuando crezca y sienta la inquietud de saber más, le voy a contar todos los detalles”, admitió Mónica, que eligió como madrina de su hija a la secretaria de Halitus Instituto Médico, donde se hizo el tratamiento.
“Ella me acompañó mucho durante el proceso y nos hicimos muy amigas. Y con todos los médicos sigo teniendo una excelente relación. Cada vez que voy a Capital paso a saludarlos y de vez en cuando me invitan a dar charlas para motivar a otras mujeres que están por transitar ese camino”, señaló Mónica, cuyo caso también es atípico por la forma en que sucedieron los hechos.
Mónica Cornel y Eleuterio Aquino se pusieron de novios desde chicos y se casaron cuando todavía eran adolescentes. Tras 10 años de intentos, no lograban concebir. Luego, descubrieron que él tenía muy pocos espermatozoides por culpa de unas paperas que había tenido en su infancia. “Las primeras consultas las hicimos en el Hospital de Clínicas, donde los tratamientos eran gratuitos; pero no hacían la fertilización. Así fue cómo nos derivaron a Halitus, la clínica del doctor Sergio Pasqualini”, explicó.
Mónica, que actualmente tiene 50 años, tenía 24 cuando decidió congelar sus óvulos, a pesar de que era un procedimiento costoso. “Era la época del 1 a 1 y nos salió 3.500 dólares, lo mismo que salían unas vacaciones a Cancún”, recordó.
Sin embargo, la primera fertilización in vitro no dio el resultado que esperaba. Tras hacerle la estimulación ovárica, la aspiración y la transferencia de tres embriones, con la esperanza de que puedan ser trillizos, no prendió ninguno.
Y mientras esperaba los 6 meses aconsejados para volver a intentar, Eleuterio, que era albañil, se quedó sin trabajo en el año 2000 como una señal del colapso económico argentino que se avecinaba. Así fue como los siete óvulos que aún quedaban de Mónica quedaron guardados a 196 grados bajo cero, esperando el momento indicado para ser utilizados nuevamente.
En ese período, una chispa de esperanza se encendió: quedó embarazada de forma natural y en 2001 nació Nicolás, el hijo que tanto habían soñado. “Fue como un milagro”, relató. Y medida que el nene iba creciendo, los óvulos congelados le recordaban al matrimonio que la historia aún no estaba completa, que aún la familia podía tener a otro integrante.
“Fue un momento terrible. Mi marido estaba desempleado, el dólar se había disparado y ya no podíamos pensar en tratamientos”, recordó. Otra de las contras es que los óvulos congelados podían mantenerse indefinidamente, solo si continuaban pagando una cuota de mantenimiento. “Las dificultades económicas hicieron que dejáramos de pagar y me olvidé de los óvulos, pensé que ya los habían descartado”, señaló.
Pasaron los años y, mientras criaba a Nicolás, retomó el trabajo. Primero como portera, luego como maestra, y finalmente como bibliotecaria. Fue un llamado inesperado el que cambió todo: Halitus no había descartado los óvulos. “Cuando Nicolás tenía ocho años, me contactaron para decirme que los óvulos seguían ahí”, contó Mónica.
Era el año 2012 y ella tenía 38 años cuando volvió a intentarlo. “Tenía miedo, pero los médicos me insistieron. Me dijeron que sería histórico si funcionaba. De los siete óvulos congelados, dos pudieron ser fertilizados, y uno se desarrolló lo suficiente para la transferencia”, relató al recordar ese momento con mucha emoción.
Finalmente, Yanina nació el 5 de marzo de 2014 y las dos ingresaron al Libro Guinness. “Todo esto fue posible gracias al equipo liderado por el doctor Sergio Pasqualini. Además de la ayuda económica que recibí por la parte de la clínica, la motivación del equipo médico fue fundamental para que me animara a intentarlo. Ellos me explicaron que había que probar antes de los 40 porque después sería más difícil”, recordó. “Y para ellos, lograr este resultado también les significó un reconocimiento médico y mediático”, agregó.
Lo que hizo que su caso entrara en el Guinness fue que antes no se congelaban óvulos, solo embriones. Por eso, el libro de los récords registraba el caso de una beba estadounidense que nació de un embrión que estuvo 25 años congelado. La niña, llamada Emma Gibson, nació a finales de 2017 luego de una exitosa fecundación in vitro a la que se sometió su madre Tina. La mujer, que logró concebir en el segundo intento, no podía tener hijos de manera natural a pesar de que lo había intentado junto a su esposo durante siete años.
Gracias al apoyo integral que recibió Mónica por parte de la clínica, pudo realizar el procedimiento de descongelamiento, fertilización e implantación. Yanina nació por cesárea, pesó tres kilos y medio, y su caso revolucionó la historia de la fertilización asistida a nivel mundial. “Las mujeres cada vez más postergan el momento de la búsqueda de embarazo y es por eso que es necesario crear conciencia y difundir la importancia de esta técnica de criopreservación de óvulos”, habían dicho desde Halitus una década atrás, satisfechos por el reconocimiento.