“Todo puede cambiar en todo momento, de repente y para siempre”, escribió Paul Auster en su libro La música del azar. Ornella Pugliese, hija de la esteticista Sandra Dillon, puede dar testimonio de ello. Hace exactamente una década, el 19 de noviembre de 2014, la joven cayó desde una medianera del centro de estética en el que trabajaba junto a su madre en el barrio porteño de Belgrano y quedó internada en terapia intensiva. Un mes más tarde, después de cinco operaciones, entre ellas una de la columna, le dieron al alta. Salió del hospital en silla de ruedas y sin saber si algún día volvería a caminar.
La noticia acaparó los portales de espectáculos. “Grave accidente de la hija de la esteticista de los famosos”, tituló TN Show. En efecto, los primeros detalles se conocieron a través de Luciana Salazar, íntima de Sandra. “Ornella pensó que les habían entrado a robar, pero no fue un robo. Entró una gente a sacar cosas de forma prepotente. Ella salió a pedir ayuda, se resbaló y cayó al vacío”, aseguró la modelo por aquel entonces.
Tras el episodio, la Justicia dio inicio a una investigación para intentar determinar por qué Ornella corrió asustada hasta la terraza del edificio y cómo se accidentó. En ese momento, hubo versiones cruzadas. Por un lado, la madre de la joven dijo que pensaron que habían entrado a robar al local y que, para protegerse, su hija intentó refugiarse en la terraza. Fuentes del caso, en cambio, informaron que un oficial de justicia y dos abogados se presentaron en el centro de estética para ejecutar un embargo que se había dictado para saldar una deuda por el despido de una empleada.
Según trascendió, los oficiales llegaron de manera sorpresiva, pero nunca se identificaron como tales. “Sentimos que violentaron la puerta de abajo, un tipo con una pinta tremenda empezó a los gritos, a tirar patadas, creímos que eran ladrones. No sé por qué vinieron con esa violencia”, contó Sandra Dillon en radio La Red. En la misma entrevista admitió que estaba retrasada con el pago de una indemnización. “Me atrasé diez días con la segunda cuota, pero mi abogado dijo que me quedara tranquila porque había demostrado voluntad de pago. Yo estaba juntando la plata”, dijo.
Fue en ese contexto que Ornella intentó escapar para pedir ayuda y se resbaló de la medianera, a una altura equivalente a un cuarto piso. Quedó tendida en el ingreso del garage ubicado en Ciudad de la Paz 1638, justo a la vuelta del local de su madre. Fue un policía el que le avisó a Dillon que su hija estaba inconsciente y fracturada. “Me dijo que estaba muy mal. La encontré tirada, con todos los huesos salidos. Su estado es muy crítico”, contó la mujer.
Mientras estuvo internada en el hospital Pirovano, Ornella pasó cinco veces por el quirófano: le operaron la pierna, el brazo y la muñeca izquierdos y la columna vertebral, donde le colocaron una prótesis de titanio en el sacro. Recién a mediados de diciembre pudo regresar a su casa, aunque para continuar con asistencia domiciliaria en una cama ortopédica y con una intensa rehabilitación.
Al año siguiente, en enero de 2015, la joven posó para la revista Caras junto a su madre, días después de celebrar su cumpleaños número 30. En la imagen se la ve sentada en una silla de ruedas, con un yeso en el brazo izquierdo y una férula en la pierna de ese mismo lado. “Estoy feliz de estar viva”, diría con una sonrisa. Meses después, en julio, hizo su primera aparición televisiva en Desayuno Americano (América). “Me acuerdo de todo: desde el momento en que quisieron entrar, que prácticamente querían tirar la puerta abajo, hasta la caída y la llegada del SAME. Yo estaba tirada en el piso sin poder moverme. En ese momento pensé lo peor”, le contó a la conductora del ciclo, Pamela David.
Este martes se cumplen diez años de la caída de Ornella. Por tal motivo, Infobae se puso en contacto con ella para saber cómo cambió su vida después de aquel episodio: si tuvo miedo a quedar postrada, cuánto tardó en volver a caminar y los aprendizajes que conserva hasta el día de hoy. “Si quedaba en silla de ruedas, iba a ser feliz igual. Siempre tuve muy en claro que nada ni nadie me iba a quitar la felicidad”, asegura.
“¿Cuándo voy a volver a caminar?”
Ornella Pugliese tiene 39 años y se crió en Haedo, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Hija de Roque Pugliese y Sandra Dillon, hasta que se resbaló de la medianera, su vida se movía al ritmo de la música: tocaba el saxo tenor y el piano, y estudiaba comedia musical en la Fundación Julio Bocca.
Aunque recuerda bien lo sucedido aquella tarde, prefiere no ahondar en detalles y repetirá, casi en piloto automático, lo que se conoce de la historia. “Estaba con mi mamá en el centro de estética. Pensé que habían entrado a robar y me pegué un susto total. Quise ir a pedir ayuda y me caí de la medianera”, cuenta. En su recuerdo, la emoción recién aflora cuando habla de la incondicionalidad de sus padres en su proceso de recuperación. “Estuvieron todo el tiempo al pie del cañón”, dice y se le quiebra la voz.
Al apoyo de su familia se sumó, también, el de sus amigos. Muchos iban a visitarla, le llevaban libros y se quedaban a tomar la merienda con ella. A Ornella todas esas muestras de amor la conmovían, pero también la ponían un poco ansiosa. “Por momentos, mientras estaba en la cama ortopédica, me aparecía la emoción de decir: ‘Pucha, ¿cuándo voy a salir? ¿Cuándo voy a volver a caminar?’”, explica.
Poco después, el llamado de atención del cirujano en una consulta médica la puso en eje. “Había bajado mucho de peso y, a pesar de que me alimentaba, estaba bastante flaca. Cuando me revisó, el cirujano me retó. ‘Ponete las pilas porque hay que tener con qué sostener los clavos’, me dijo. Ahí entendí que tenía que encontrar el equilibrio”, cuenta sobre su recuperación, que no fue solo física, sino que también estuvo acompañada por psicólogos y psiquiatras.
Según Ornella, el miedo a no poder volver a caminar fue proporcional a las ganas y la ilusión de poder volver a hacerlo. “En el camino entendí que más allá de la fuerza que me daban mis viejos y mis amigos, que me re elevaba, la fuerza estaba adentro mío y tenía que creer en mí: creer que iba a poder hacerlo. Entendí, también, que no podía pretender que las cosas sucedieran mágicamente de la noche a la mañana. Que todo tiene su proceso y que cada día cuenta. Por eso, no me dejé estar nunca”, dice.
Con paciencia, determinación y cumpliendo a rajatabla con la rehabilitación, Ornella logró salir de la silla de ruedas para pasar a las muletas. A la distancia, dice, el movimiento le trajo más movimiento. “Conocí a un chico, me puse de novia y, a los dos meses, nos fuimos a convivir. Ahí empecé como una nueva vida, más despegada de mis viejos. Me metí a full con la meditación, el yoga y la comida vegetariana”, cuenta.
Trabajar la aceptación
“Yo sé que rengueo, lo sé. No sé si la palabra suena fuerte, pero hoy camino distinto a como caminaba hace diez años. Tuve que aprender a aceptar lo que me pasó”, describe Ornella sobre la secuela que dejó la caída. “Antes usaba mucho taco, mucho stiletto, y ahora no puedo. Tengo que andar más lento y en zapatillas porque me quedó una lesión en el pie izquierdo”, detalla.
En ese proceso de reconocimiento de su “nuevo yo”, Ornella le dio vida a Estaba quieta (@estabaquieta), un espacio de escritura personal. El nombre, dice, remite a aquellos días inmóviles en terapia intensiva. Es que, tras su recuperación, escribir se transformó en un refugio y en un modo de extender su voz. Algo que mayo de este año materializó en la plataforma Spotify, donde ella misma recita sus propios poemas. Uno de ellos se titula “Volver a nacer” y dice así:
“Ahí te veo vida, en mi cicatriz, con ese trazo de piel que alguna vez cortaron, en este cuerpo humano, que algún día fue dañado. Volver a nacer, eso siento sí, que volví por algo, volví a vivir para llevar este mensaje: ‘Se puede ser feliz’”.
Hoy, a diez años de aquel accidente, Ornella dirá que la felicidad no reside en lo que su cuerpo puede o no hacer, sino en la manera en que se enfrenta lo inevitable. “No puedo correr, pero medito. No puedo andar en rollers, pero hago yoga. Como dice Albert Espinosa: ‘Dentro de cualquier pérdida, hay una ganancia’”, se despide. Para ella, el verdadero triunfo es nunca haber dejado de sonreír.