“¿´Guerra civil´ española?, ¿qué Guerra Civil?”. Esa pregunta la escuchó Mónica Puertas directamente de la boca de su amiga Sandreta –que es una forma de decir “Sandrita” en catalán– y ese, en noviembre de 2003, fue el grado cero de su interés por la Guerra Civil española. Estaban de vacaciones en Milán. Un pequeño gusto después de trabajar tres años en El Pati, un patio de comidas que funcionaba en el centro comercial Maremágnum, en Barcelona.
De la Guerra Civil española, en rigor, Mónica no sabía absolutamente nada: sabía al menos que había existido, por lo menos de nombre. Por eso, en aquella charla en Milán se quedó mirándola de costado, tratando de descifrar si su amiga estaba haciendo una broma. Pero no. Unos meses después decidió irse de España, donde vivía desde 1999, y volver definitivamente a Argentina, así que se instaló de nuevo en Buenos Aires. Era marzo de 2004. Mónica Puertas tenía 23 años.
La anécdota de Sandreta fue la punta del ovillo. Con el tiempo le dio curiosidad y empezó a investigar por su cuenta. Pudo volver algunas veces a Barcelona, una fue en 2019. Una noche paseaba con Bani, antiguo compañero de trabajo de El Pati. Vagaban por su barrio, Barceloneta, cuando se paró frente a una vivienda y miró hacia arriba. Con su dedo índice le señaló unas marcas de la fachada. “Esos son impactos de bombardeos durante la guerra”, dijo su amigo. Fue el momento exacto en el que todo se precipitó. Mónica se vio a sí misma, veinte años atrás, caminando por esas calles sin haber visto nunca esa fachada. Era como ver la ciudad después de mucho tiempo de habitarla a oscuras.
Cuando en 2020 llegó la pandemia, Mónica Puertas ya era socióloga y hacía cinco años que trabajaba en el Espacio Memoria y Derechos Humanos ex ESMA, en Buenos Aires. Como en muchos organismos del Estado, se interrumpió la presencialidad. Estar en casa -dice en charla con este medio- le permitió dedicar más tiempo a la lectura, así que empezó a leer novelas de la Guerra Civil española. Llegó a Guillem Martí con Quemen Barcelona y a Carme Martí con La Paloma de Ravensbrück. Cuando terminó, decidió continuar con libros de historia. Fue a su biblioteca y rescató uno que había comprado en Barcelona durante sus vacaciones de 2017: La Guerra Civil española, de Paul Preston. Fue el primero de muchos.
Se imaginó volviendo a Barcelona para armar un recorrido histórico. Pero no se animó. Ya no tenía veinte años como para dejar todo y su vida le gustaba. Alquilaba un lindo departamento a seis cuadras de Parque Saavedra, tenía dos gatos, sus plantas, sus muebles. Tenía amigos y trabajo. Una noche, sentada en una pizzería, le contó a su amigo Nicolás Dulcich de sus deseos y de sus miedos, y él preguntó: “¿Y por qué no hacés el recorrido de la Guerra Civil española en Buenos Aires y agarrás toda Avenida de Mayo?”. Permaneció en silencio unos minutos, luego se puso eufórica. Fue entonces que después de algunos meses de preparar el guión comenzó el recorrido, un miércoles 22 de diciembre de 2021. No sabía si iba a funcionar ni en qué medida. “Fue una sorpresa ver cómo se fue desarrollando. Salvo por algunos meses de interrupciones por vacaciones o por salud, nunca dejó de recibir consultas y actualmente hago entre uno y tres por mes. En el momento en que reserven les sugiero que antes del encuentro miren el documental El silencio de otros y la película La trinchera infinita. Intento que el recorrido dure menos de tres horas. La mayoría de las veces fallo”, reconoce la socióloga y escritora argentina, que acaba de presentar su libro España bajo libertad vigilada en la Delegación del Gobierno de Cataluña en el Cono Sur.
Como licenciada y profesora de Sociología por la Universidad de Buenos Aires, le gusta definir su proyecto de divulgación histórica desde una perspectiva de derechos humanos. Así es como ofrece un recorrido por los lugares icónicos de Buenos Aires, aquellos que guardan una conexión especial con la historia de la Guerra Civil española y la posguerra, uniendo así pasado y presente en un contexto de memoria histórica compartida entre Argentina y España. Por caso, incluye un pasaje por el barrio de Monserrat, conocido como el “barrio de los españoles”, donde la autora articula los relatos de exiliados españoles con el contexto argentino.
“Espacios como este refuerzan el vínculo cultural e histórico entre ambas naciones y apoyan la construcción de una memoria colectiva que beneficia a nuestras sociedades”, señaló Josep Vives, delegado del Gobierno de Cataluña. El libro se presentará en varias ciudades españolas hacia 2025. “Esta obra, a su vez, es un testimonio de la resiliencia y el compromiso con la memoria histórica de aquellos que vivieron el exilio y que, desde tierras lejanas, mantuvieron viva la lucha por la libertad y la justicia”, agrega Puertas, que además es hija de exiliados y nació en Ámsterdam en 1981.
Otra zona clave del recorrido es la Avenida de Mayo. Allí hubo trifulcas memorables, cuerpo a cuerpo. “Es una zona con gran impronta española, donde incluso se agarraban a trompadas en la esquina de Salta y Avenida de Mayo quienes defendían a la República española contra quienes defendían a Franco”, remarca, y dice que en los recorridos mayormente concurren argentinos aunque cada tanto aparece algún español, generalmente por recomendación de alguien que lo hizo previamente.
Los visitantes reiteran preguntas que todavía no encuentran respuesta. “¿Por qué los españoles no hablan, si ya hace más de cuarenta años que están en democracia?”; “¿Acaso no les importa su historia?, ¿por qué la esconden debajo de la alfombra?”. El intercambio con las personas a Mónica le permitió corregir errores, identificar nuevos ejes, replantear preguntas y profundizar la investigación. “Es un recorrido que no sólo busca promover una memoria crítica, sino que también se configura como un espacio donde las diferentes perspectivas se encuentran y dialogan para construir una comprensión más profunda del pasado”, refuerza la socióloga.
A la vez, todo eso derivó en un soporte material en el que hace circular la palabra. “Se trata de pensar el período de la Guerra Civil española bajo la hipótesis de genocidio. No para reemplazar, necesariamente, un concepto por otro, pero sí para ponerlos a discutir. La propuesta del recorrido es sociológica. No sólo busco traer y analizar hechos históricos, sino pensarnos a nosotros mismos, los visitantes y yo, y detectar qué relatos y narraciones atraviesan nuestro sentido común respecto de este período. En pocas palabras: cómo fuimos construyendo nuestro conocimiento en cuanto a lo ocurrido en España”.
El libro España bajo libertad vigilada fue escrito, en gran parte, durante los primeros meses del gobierno de Javier Milei. Dice que el nuevo contexto político transformó el prisma con que los visitantes argentinos piensan la Guerra Civil española, el franquismo y la memoria histórica. “Me parece importante decir que, bajo ningún aspecto, este libro es producto de un trabajo personal. Es el resultado de un proceso de aprendizaje colectivo objetivado. En él participaron muchas voces”, se encarga de subrayar la escritora.
El recorrido se nutre, en efecto, de nueve paradas. Mónica Puertas lo organiza entre una y dos veces por mes, y publica las fechas por el Instagram @guerracivilespa_argentina. Los cupos suelen ser limitados y se pueden reservar por correo electrónico, que es recorridoguerracivil@gmail.com. Todo comienza en el Congreso, la primera parada, donde se invita a que los visitantes se puedan presentar. Entre los visitantes hay muchos académicos, principalmente del ámbito de las ciencias sociales, pero también de otras disciplinas. Sin embargo, asisten también comerciantes o personas que se dedican a diferentes oficios. Han asistido, entre otros, un carpintero, una trabajadora de limpieza de un colegio privado, farmacéuticos, trabajadores bancarios, un profesor de Educación Física. Muchos llegan con una historia familiar vinculada a España. Familiares que fueron de voluntarios a la guerra, brigadistas o exiliados.
La caminata se desarrolla principalmente por Avenida de Mayo, que era la arteria cultural del “barrio de los españoles”, la del ocio y la recreación. La parte residencial se nucleó, sobre todo, alrededor de la avenida Belgrano. Es en esta zona donde se crearon, desde fines del siglo XIX, las entidades españolas que buscaron conservar la cultura de cada región. Por ejemplo, el Casal de Catalunya, el Centro Gallego, el Centro vasco Laurak Bat. Estas entidades, años después, fueron claves a la hora de recibir y contener en una red a los españoles y españolas que llegaban a Argentina, sobre todo a partir del golpe de Estado de 1936 en España.
Para 1930 el 20 por ciento de los habitantes de Buenos Aires eran nacidos en España, a los que había que sumarles su descendencia. En rigor la Guerra Civil española se vivió como un conflicto local, pero también como una causa obrera, porque había una fuerte presencia de españoles en sus organizaciones gremiales. El anarquismo fue perseguido, incluso hasta los años sesenta, década en que todavía hubo algunas deportaciones. “Es importante destacar que la Guerra Civil española encontró eco en el movimiento obrero argentino, nutrido de la fuerte presencia de españoles y sus descendientes -acota la socióloga-. La defensa de la República española actuó como ese poderoso aglutinante social, y en ella confluyeron la opresión que sufría la clase trabajadora local y la identificación por los lazos familiares con España”.
El recorrido de los hitos de la Guerra Civil española en Buenos Aires suele continuar en la sede del Comité Nacional de la UCR y se extiende por la casa de las Madres de Plaza de Mayo. Una de esas Madres fue Mercedes “Porota” Colás de Meroño, “cuya historia está atravesada por el genocidio español y el argentino”, según explica Mónica Puertas. “Porota” fue vicepresidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo hasta 2021, año en que falleció. Luego los visitantes acuden a la plaza Lorea, punto inicial de la llamada Semana Roja de 1909, para después enfilar hacia el edificio donde funcionó el diario Crítica, único de tirada comercial que se alineó con la Segunda República durante el desarrollo de la guerra en España.
Varias cuadras después los invitados frenan en el teatro Avenida, donde en 1933 se estrenó la obra Bodas de sangre, de Federico García Lorca, producida por la actriz argentina Lola Membrives. Lorca pudo asistir al estreno porque en ese momento estaba de visita en Buenos Aires. Los últimos puntos del recorrido pasan por el bar Iberia, llamada “Esquina de la Hispanidad”, luego el bar El imparcial y por último el hotel Castelar, allí donde estuvo alojado García Lorca los seis meses que residió en Buenos Aires, desde octubre de 1933 hasta marzo de 1934.
Mónica Puertas siente que cada recorrido histórico, el que ahora materializó en un libro, nunca se repite y encuentra nuevos públicos entre aquellos grupos que se disponen a descubrir la experiencia. “Intenta ser como un hilo rojo que conecta dos experiencias, dos genocidios y, más que nada, a todas las víctimas -concluye, en sus propias palabras-. Sin competencias, sin recetas, desde la horizontalidad y la solidaridad. Para que cuando escuchemos: ´Fue una guerra entre hermanos´; ´A los españoles no les interesa la historia´ o ´Hay que dejar el pasado atrás y no hablar más de la Guerra Civil española´, todos nosotros preguntemos, como esa vez en 2003 preguntó mi amiga Sandreta, pero esta vez desde una nueva perspectiva teórica: ¿Guerra Civil española?, ¿qué Guerra Civil?”.