En el quirófano de su clínica en Villa Mercedes, San Luis, el doctor Fernando Pastor, médico cardioangiólogo intervencionista (MN 92906, MP P884), vivió esta semana uno de los momentos más tensos de su carrera. Mucho más crucial, para él, que el de 2000, cuando fue parte del equipo que atendió a Diego Maradona en la clínica Sacre Coeur, la vez que el crack llegó desde Punta del Este casi desahuciado. A sus 58 años, este desafío iba más allá de sus conocimientos médicos: su propio padre, un hombre de 90 años con una historia de enfermedades cardiovasculares, estaba en la camilla para someterse a un reemplazo de válvula aórtica por una estenosis aórtica severa sintomática. Pastor, en lugar de derivarlo a otro especialista, asumió la responsabilidad de intervenirlo él mismo. “Mi padre quería que fuera yo”, admite, con un tono que revela tanto orgullo como la presión que esto implicaba. Debía actuar no sólo como médico, sino también como hijo.
Pastor nació en el seno de una familia trabajadora en Villa Dolores, Córdoba, que se mudó enseguida a Villa Mercedes. Siempre supo que quería dedicarse a la medicina. Su formación comenzó en la Universidad Nacional de Córdoba, y luego en Buenos Aires, en instituciones como el Instituto Sacre-Coeur, asociado a la Universidad Católica Argentina (UCA), y en programas especializados en la UBA y en el Colegio Argentino de Angiólogos Intervencionistas (CACI). Durante su residencia en cardiología y hemodinamia, tuvo un encuentro que marcaría su carrera: el de Diego Maradona.
Maradona, San Martín y Perón
El médico cirujano recuerda con nitidez su primer encuentro con El Diez. El episodio ocurrió en el año 1999 y de manera inesperada, en el ya desaparecido Instituto Sacre-Coeur, mientras el futbolista visitaba a Doña Tota, su madre, que estaba internada. “Estaba esperando el ascensor y de pronto se abre la puerta. Vi a un tipo con una musculosa, un pantalón azul corto y la figura del Che tatuada en el brazo, y era Diego”, cuenta Pastor, que se quedó inmóvil ante el inesperado encuentro. Maradona, con su estilo, lo saludó con naturalidad y le hizo un pedido sencillo: “Che, tordo, ¿no me tomás la presión?”.
La relación profesional con Maradona se hizo más profunda un año después, en 2000, cuando el futbolista fue trasladado desde Uruguay hasta Buenos Aires tras una grave descompensación cardíaca. Pastor rememora el momento en que Maradona fue llevado en helicóptero al instituto donde él estaba haciendo su residencia en cardiología. “Fue un cuadro de insuficiencia cardíaca severa, a consecuencia de los eventos y los hábitos que Diego llevaba en ese momento”, comenta. En el hospital, el equipo médico, incluido Pastor, realizó una serie de procedimientos complejos. “Le hicimos un cateterismo, tomamos muestras biopsias de su ventrículo derecho para enviar a la Universidad de Bolonia y a la Universidad de Buenos Aires. Los resultados coincidieron: Diego tenía una miocarditis tóxica inespecífica, una afección relacionada con sus hábitos tóxicos”, explica.
El entorno del hospital, recuerda, se transformó en esos días en un verdadero caos, con fanáticos y periodistas que rodeaban el edificio y generaban momentos de mucha presión. “Los médicos que estábamos ahí nos abstraíamos de la fama de Diego y nos concentrábamos en dar una respuesta profesional”, comenta.
Pastor recuerda que, incluso, el hospital casi se convierte en una fortaleza debido a la necesidad de mantener a Maradona a salvo y sin interrupciones. “Había periodistas que se disfrazaban de médico o de enfermero para intentar entrar a verlo”, relata. El cirujano recuerda un hecho en particular, que derivó en el despido de un enfermero. “La exclusividad para la primera entrevista con Maradona la tenía un canal de aire, por un acuerdo con el director médico, Carlos Benjamín Álvarez” relata Pastor. Sin embargo, la situación cambió cuando Diego salió en vivo con el periodista Martín Liberman (nota: junto a Fernando Pacini) para Fox Sportos, que consiguieron el acceso gracias a un acuerdo con un enfermero. “Esa entrevista fue polémica porque transgredió las normativas. Además, Diego en ese momento decía algunas cosas medio incoherentes, producto de la medicación”. Finalmente, Diego pudo recuperarse y hasta salió al balcón del hospital a saludar a sus seguidores.
Pero Maradona no es el único prócer de la historia argentina en tomar contacto con la familia de Pastor. Un episodio que atesora con cariño es el encuentro entre un ancestro materno suyo y el general José de San Martín. Según cuenta el cirujano, su antepasado tenía un almacén de ramos generales en El Morro, una localidad que formaba parte del camino real que conectaba Buenos Aires con Mendoza. En una ocasión, en 1819, mientras San Martín se dirigía hacia Mendoza, su carreta sufrió un desperfecto. “Se le rompió una de las ruedas, así que se quedó varios días varado. Estuvo en la casa de mi abuelo materno, acompañado de su esposa Remedios de Escalada y un capitán irlandés llamado Tomás O’Brien”, relata Pastor, con evidente orgullo familiar. En agradecimiento por la hospitalidad, San Martín dejó una carta y un sable corvo a su antepasado, que hoy se encuentran en el Museo de San Luis.
Hay un tercer personaje histórico con quien se conecta la familia de Pastor, y es nada menos que Juan Domingo Perón. “Mi abuelo, Fernando Eufemio Pastor, fue presidente de la Cámara de Minería de Córdoba en aquella época y trabajó con Perón. Lo veía con cierta frecuencia, y mantuvieron una relación cercana incluso después del golpe del 55, lo ha ido a visitar a Puerta de Hierro″, recuerda Pastor.
Un paso por Estados Unidos
En 2009, tras años de práctica en Argentina, Pastor decidió expandir su formación en Estados Unidos, donde fue invitado a realizar un fellowship en el Anaheim Regional Medical Center de California. “Fue una especie de especialización intensiva que llaman Observership, ya que no se puede ejercer sin licencia, pero fue una experiencia formativa excepcional”, cuenta Pastor. Esta etapa estuvo encabezada por dos médicos argentinos que trabajaban en la institución: Oscar Matthews, un jujeño radicado en Newport Beach, y otro apellidado Vargas, experto en patología vascular periférica. Pero aunque tuvo la chance de quedarse, optó por regresar a su tierra natal.
La decisión también fue influenciada por su deseo de estar cerca de su familia. Casado con Laura, construyó su vida en Villa Mercedes. Es padre de tres hijos, uno de los cuales sigue sus pasos en la medicina, mientras que su otra hija se dedica al arte. “Anoche celebramos el cumpleaños de mi hijo mayor, nació en Córdoba cuando yo estudiaba allá”, cuenta. Además, el cirujano tiene nietos.
El sueño cumplido
Tras completar la experiencia en Estados Unidos, Pastor volvió con el objetivo de fundar un centro cardiovascular en una región con pocas opciones para la atención de alta complejidad. La creación del Instituto Cardiovascular Cuyo no fue fácil, y su padre —que se llama como él— tuvo un rol fundamental. “Imaginate la mano que me dio mi viejo: hipotecamos su casa para comprar el angiógrafo, el equipo que necesitábamos. Nos jugamos todo”, recuerda Pastor, señalando el sacrificio familiar.
El instituto es hoy un referente regional. Utilizan un procedimiento avanzado: como la contrapulsación externa mejorada, un protocolo para preparar a los pacientes antes de intervenciones cardiovasculares complejas. “Esta tecnología permite tratarlos sin necesidad de técnicas invasivas, y es única en el país. Desde un principio tuve el objetivo de replicar el estándar de atención que había aprendido en Buenos Aires y en Estados Unidos, pero adaptado a las posibilidades de nuestro entorno”, explica el cirujano.
Finalmente, el instituto que fundó gracias a su padre sirvió para salvarle la vida. “Mi viejo, para que te hagas una idea, no es un profesional. Es un laburante. Tiene minas de explotación de tungsteno en San Luis, un tipo duro, hijo menor de ocho hermanos, que tuvo una vida difícil entre el trabajo en la minería y la crianza familiar”, subraya Pastor.
El procedimiento al que sometería a su padre, un Implante Valvular Aórtico Transcatéter (TAVI según su sigla en inglés), es una técnica de alta complejidad que permite reemplazar la válvula aórtica sin necesidad de una cirugía a corazón abierto. “En 2002, un médico francés, Alain Cribier, desarrolló el tratamiento transcatéter, y aunque en su momento fue un reto incorporarlo, ahora se ha convertido en una práctica casi standard para pacientes seleccionados”, explica. Este avance técnico permite que, a través de una punción en la ingle, se acceda al sistema circulatorio, logrando un reemplazo de válvula sin la agresividad de una cirugía mayor. Pero en esta ocasión, el reto era mayor: su propio padre estaba en juego, y Fernando Pastor debía enfrentarse a los dilemas de actuar no solo como médico, sino también como hijo.
La intervención de TAVI fue todo un éxito. Y, además, fue la número 100 que se realizó en el Instituto. Con orgullo y alivio, dice que pudo separar el vínculo afectivo: “Él quería que fuera yo. Fue una doble presión resolverlo, pero logré abstraerme de la cuestión afectiva. En la camilla, todos los cuerpos son iguales”.