“No esperé a que la sociedad me acepte, me acerqué a mis nuevos vecinos con empatía, respeto, desde el amor”, cuenta con profunda emoción Silvane Altamiranda, la primera persona no binaria en obtener el DNI con su cambio de identidad en General Juan Madariaga, ciudad cercana a Pinamar y Villa Gesell. Ese lugar es conocido como “el Pago Gaucho por excelencia, donde se mantienen las tradiciones criollas y la cultura gauchesca se manifiesta en todo tipo de actividades y celebraciones con una interesante propuesta basada en su patrimonio cultural y natural entre campos, montes y lagunas, exhibiendo su arraigada tradición y el espíritu hospitalario de su gente”, según la describe su propia página de turismo.
“Es un pueblo tradicional, de campo, conservador, que descubrí de casualidad porque llegamos con Gabriel (Díaz), mi compañero de vida de más de veinte años de casados. Lo acompañé para ver una oportunidad de trabajo en el rubro de la construcción. Y ya de entrada nos gustó el lugar. Nuestra hija Malena nos acompañó. Y terminamos quedándonos para siempre. Es hermoso, se disfruta otra vida, es mi lugar en el mundo. Entonces alquilamos una casa, conservamos la nuestra en Buenos Aires, pero no nos queremos ir más. Aquí logré abrir la puerta más importante de mi vida con mi cambio de identidad”, describe feliz.
Silvane vive allí hace cinco años. Llegó desde Bella Vista, conurbano bonaerense, y no dudó en quedarse para siempre. Es una militante de los derechos LGBT -sigla compuesta por las iniciales de las palabras Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans que contiene a personas con orientaciones sexuales e identidades de género relativas a esas cuatro palabras, así como las comunidades formadas por ella- desde muy pequeña y ya instalada en la ciudad continuó con su prédica. Hoy está al frente del movimiento “Revolucionemos Madariaga”. “Soy una persona bisexual, pero mi identidad la construí desde que llegué acá. Lo de no binario surgió en Madariaga. Siempre vendí ropa y trabajé en gastronomía, cocinaba para afuera... Hice y hago de todo. Me costó muchísimo la escolaridad, recién pude terminar el secundario acá. La pasé muy difícil en mi adolescencia por mi orientación sexual. En los 80/ 90 era complicado el tema de la sexualidad en especial en la infancia y cuando crecías. No había en el sistema educativo la información que necesitaba, como lo es la ESI –Educación Sexual Integral-. Sufrí bullying, discriminación, pasé por varias experiencias y dejé de lado el estudio. Jamás imaginé que éste sería el lugar donde iba a poder recibirme. Durante años lo viví como un espacio inseguro que me terminó apartando del sistema educativo”.
Recuerda que su infancia transcurrió sin contención familiar: “Vengo de una familia con papá, mamá y cuatro hermanes, dos pertenecemos a la comunidad LGBT. Así que la peor parte la vivió mi hermano mayor, que fue el primero que habló y el que peor la pasó. Crecí con lesbianas, trans y gays. Sentía que sin haberlo dicho, eso me hizo refugiarme en un silencio muy grande, pero todo se sabía en mi casa. Al principio mis padres no lo aceptaron. Papá ya no está en este momento, pertenecía a la Policía Federal. Para él fue muy duro enfrentar la sexualidad de sus hijes. Fue un proceso, después crecimos, la vida pasó. Con el correr de los años accedimos a derechos, pero cuando no había esa información pasamos una infancia tremenda, muy dura. Sufrí la exclusión de mi hermano del hogar, yo también viví en la calle”.
A los 16 años decidió abandonar su hogar por decisión propia. Cuenta que hasta ahí soportó en silencio un alto grado de violencia familiar. Sin un techo donde refugiarse la pasó muy mal. Padeció abusos, acosos, discriminación, no sabía cómo defenderse ante tal situación de vulnerabilidad. Ni siquiera su madre pudo contenerla: “Con su silencio avaló lo de mi papá, era un núcleo familiar muy violento que se fue potenciando con los años. Eso nos vulneró en otras cosas, por estar siempre en soledad. Vivir en la calle es muy duro para un adolescente. Tenía trabajo, amigues, pero no un techo. Hoy hay mucha más visibilidad, hemos ganado derechos, hay mucha más información. Creo que la ESI cambió el paradigma de un montón de cosas y nos ayudó a poder ser parte de muchos ámbitos. Uno es la escuela. En mi caso la militancia desde siempre me ayudó a pararme ante la vida, fue una herramienta esencial. Ahí encontré brazos abiertos, como un hogar. Siento que mi militancia que es desde que me despierto, es parte de mi vida. No hay un solo día que no esté en la calle acompañando o haciendo algo por nuestra comunidad”, se sincera.
-¿Con el tiempo recuperaste la relación con tu familia y tus padres?
-Con mi hermano mayor sí, porque nuestras orientaciones e identidades nos unieron para siempre. Por defensa propia es la hermandad que elegimos. Mi papá ya falleció, pero sí pudimos revertir la situación. Tuvimos el espacio para hablar y que no quede nada por decir. Pudimos pedirnos perdón para poder salir adelante de esa situación. Yo perdoné también porque entendí su historia de vida, que se había criado en la violencia, pero también tuve que cambiar para no repetir la historia. Primero por mí y también por los demás. Con mamá fue complicado, pero también entendimos su pasado. Tenemos una relación un poco distante pero nos queremos, nos hablamos, si me necesita estoy. Habrán tenido miedo, yo los entiendo. Nosotros nos quedamos sin familia. Pudimos sanar esos vínculos para no repetir esas historias. A mi mamá la amo, a mi papá también, y además lo extraño. Hoy somos felices pese a que debimos demostrar cosas todo el tiempo. Mi hermano terminó sus estudios, es bailarín, tiene trabajo, vive en Buenos Aires. Yo hice lo que pude con mi militancia, siempre buscando lo mejor. Compañeres, militantes y amigues me ayudaron a ponerme de pie. Tengo dos hijes, Lautaro de 24, boxeador profesional y Malena de 18 que es artista, hace música trap y cursa el secundario. Mi hija vive conmigo y él en Buenos Aires.
-¿Cómo es la relación con ellos?
-Como yo no repetí la historia, es una relación de mucho diálogo, amor, paciencia con hijos adolescentes. Tienen sus conflictos como cualquiera. Siempre se da la oportunidad de sentarse a la mesa y poder decir lo que sienten. Con los límites que a veces hay que poner. Disfrutamos de una muy buena relación, de puro amor. Aprendo mucho de ellos, a quienes les tocó transitar mi cambio de identidad también. Apoyaron de entrada, no los sorprendió porque siempre estuve en esa búsqueda. Desde que tienen uso de razón saben mi camino recorrido. Y este último tiempo apoyaron y acompañaron. Y cuando obtuve el cambio de identidad, celebraron.
-¿Qué te decidió a obtener ese documento y a luchar por ello?
-Necesitaba realmente entrar al sistema educativo sin dar tantas explicaciones. Y creo que esa fue la puerta para comenzar un recorrido de mi cambio de identidad. Ir a la escuela fue reparar un poco eso al comienzo. De grande y con cuarenta y pico de años saldar eso que sentí en mi adolescencia. Que el sistema educativo me cerró las puertas y me había quedado afuera para siempre. Entonces lo sentí como un espacio que no era seguro y me frustró. Cuando salió el decreto del DNI no binarie fue justo cuando empecé a estudiar. Me resultó un acompañamiento clave en este recorrido que duró dos años y medio. No fue fácil, sufrí violencia institucional, el apoyo estuvo, pero también me costó mucho en el pueblo, porque no está acostumbrado a estas cosas. Si bien hay compañeras travestis que hicieron su cambio de identidad en Madariaga, lo mío fue como más visible, primero porque soy militante y costó mucho más. El trámite lo hice tres veces. Primero me saqué la foto, tuve que pasar por distintos procesos, además de hacer el seguimiento que tardó más de un año.
-¿Por qué tres veces?
-Siempre faltaba algo, o el apellido estaba mal puesto, o faltaba un número, un papel, siempre pasaba algo. Eso me generó mucho stress, angustia, tener ese derecho me abría una puerta a mi vida. Revalidar legalmente mi identidad para mí fue muy importante. También para las personas que vienen detrás de mí, para que no pasen lo que pasé yo.
-¿Qué te comentaban los vecinos cuando tramitabas el documento?
-Por momentos fue muy polémico porque algunas personas me llamaban Silvana. Una me quería hacer juicio porque pensaba que a raíz de eso todas se iban a llamar Silvane y le cambiarían también su nombre. Se hizo muy viral esa denuncia. Yo lo tomé con gracia porque soy una persona grande que pasó demasiado. Logré que la gente me conozca personalmente más que por mi identidad. Hoy me siento aceptade por la mayoría. Estaba estudiando en el plan FINES –Programa de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios- con lenguaje inclusivo y los debates que se armaban en las aulas los tomé con total riqueza de aprendizaje. Me sentí bien en el ida y vuelta de explicar quién soy y por qué. Poco a poco en el aula me fueron aceptando y comprendiendo.
-Objetivo cumplido entonces...
-Y más. Terminé participando con el plan FINES en el parlamento del Mercosur, llevando un proyecto de la comunidad donde hablamos del derecho al trabajo, al estudio, y de que se implemente de una buena vez el cupo laboral trans/travesti en Madariaga por ejemplo. Hace tres años que luchamos por eso y ni siquiera fue tratado en el Concejo Deliberante. La realidad de nuestros compañeros y compañeras trans sigue siendo muy compleja. Tenemos mucho contacto con Pinamar por la cercanía, pero la realidad es la misma. Si bien Pinamar tiene cupo laboral, está mal empleado. Tuvimos el caso de un compañero trans trabajando allá que en la mesa de género fue totalmente discriminado y estuvo mucho tiempo con tratamiento psicológico y carpeta psiquiátrica. Todo nos cuesta mucho. Pero no bajamos los brazos. El 23 de noviembre vamos a tener nuestra propia marcha del orgullo en Madariaga para seguir reclamando y que no nos quieran arrebatar los derechos conquistados.
-¿Qué sentiste cuando el ministro de Justicia Mariano Cúneo Libarona en la comisión de Mujeres y Diversidad de la Cámara de Diputados dijo: “Nosotros rechazamos la diversidad de identidades sexuales que no se alinean con la biología. Se acabó sólo el género, vamos por otros valores, por la familia que es el centro de la sociedad y la educación”?
-Que no respetó nuestros derechos. No nos interesa lo que piensa. Sus dichos abren las puertas a que la gente que no nos acepte, nos violente. Para colmo el cierre del Inadi y el Ministerio de la Mujer nos deja vulnerables. Eran lugares donde poder llevar una queja, una propuesta, hoy quedamos desamparados. Él tiene un pensamiento biologicista y es lo que promueven.
-Volviendo al tema de la escuela secundaria, ¿para qué más te sirvió?
-Para demostrarme a mí misma que podía. La hice en pandemia con las mejores calificaciones. Fui abanderade. Hicimos un documental con la ayuda de la profesora Sheila Acosta que siempre nos apoya en todo, hablando de nuestras experiencias como personas disidentes en Madariaga. Por primera vez le dimos visibilidad a esas disidencias. Fue transformador para la escuela y para las personas trans. Era una realidad que estaba en el closet y resultó importante porque el trabajo fue visto por toda la comunidad. Nos integró, fue una clase de ESI. Hablamos con la verdad, mostramos la realidad de una profesora que trabajaba en el plan FINES que es una compañera trans. Ella no tuvo que padecer violencia porque tenía el apoyo de su familia, tuvo otras herramientas y pudo hacer su cambio de identidad. Fui feliz porque en dos años y medios me recibí. No faltaba un día. Fui con el lenguaje inclusivo incorporado sabiendo con todo lo que me podía encontrar. Todos terminaron entendiendo que ese lenguaje con la e tiene significado más allá de la letra. Quiere decir ‘pertenecemos, acá estamos’, quizás incómoda, pero está bueno que incomode. Porque existimos y además cuando se habla solo de un género, el masculino, quedamos afuera mujeres y disidencias.
-¿Sentís que terminar el secundario era una cuenta pendiente y te abrió otras puertas?
-Absolutamente. Es que estudiar en ESI salva vidas, niñeces, adolescencias, permite hablar de abusos, acosos, violencia de género, adicciones, maltrato, discriminación y educar para tener un mundo distinto. Porque lo que pasa en la escuela pasa en la vida.