La tradicional Conmemoración de los Difuntos se celebra cada año el 2 de noviembre, un día después del Día de Todos los Santos. Antaño, las familias procuraban flores como gladiolos, crisantemos y claveles, había momentos de oración y visitas al cementerio, además de ir a misa por la tarde. En la radio se escuchaba “música sacra” y las mujeres vestían de negro. Ante la pregunta de los niños de por qué había que hacer todo aquello, la respuesta, misteriosa y un poco siniestra para los oídos infantiles, era: “Es que es el Día de los Muertos”.
En realidad, cada 2 de noviembre es la “Commemoratio Omnium Fidelium Defunctorum”. Se trata de un aniversario muy importante para la Iglesia Católica, que la cuenta entre sus solemnidades, una de las celebraciones de mayor importancia luego de la reforma litúrgica del rito romano iniciada por el Concilio Vaticano II. Anteriormente, si el 2 de noviembre caía en domingo, el Día de Todos los Difuntos se trasladaba al día siguiente, porque el domingo aún conservaba su precedencia.
Hace muchos, muchos años, en Argentina esa jornada era feriado, pero la dictadura cívico-militar lo quitó del calendario, dado que tenían pánico a las aglomeraciones de gente. Y en los cementerios, por aquellas épocas, se reunían muchedumbres impresionantes para la fecha.
Como es fácil de imaginar por el nombre, la Conmemoración de Difuntos, o Día de los Muertos, sirve precisamente para conmemorar a todos los difuntos, no sólo a nuestros seres queridos, familiares o amigos perdidos. En este día, que es un día de celebración, aunque pueda parecer triste, rezamos por las almas de todos ellos. Se trata, en efecto, de una solemnidad de origen bizantino, que hunde sus raíces en la verdad de la fe contenida en el Credo apostólico y, en particular, en la Comunión de los Santos. La misma indica que los cristianos no deben ser considerados entidades aisladas sino parte integrante del cuerpo místico de Jesucristo resucitado en la remisión de los pecados. Eso permite acceder, o no, al Reino de los Cielos y a la Resurrección de la carne, según la cual al final de los tiempos todos los difuntos resucitarán y las almas y los cuerpos serán reunidos. De hecho, la última parte del Credo dice: “Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, la remisión de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén”.
Pero en la base de la Conmemoración de los Difuntos está también la esperanza y el deseo enteramente humano de poder volver a abrazar algún día a los suyos. Para quien cree, la muerte no es más que un pasaje, el inicio de la espera del amor y de la fe que nos llevará a encontrarnos en el encuentro definitivo con quienes amamos. Los colores litúrgicos que caracterizan esta celebración son el morado y el negro, aunque también se utiliza el blanco. Dado que el aniversario de difuntos requiere preparación de oración, a partir del 24 de octubre se comienza a recitar la Novena de difuntos, Se espera que los difuntos vengan a visitar a sus familiares supervivientes.
Los comienzos
Sin embargo, también es interesante notar cómo a lo largo de los siglos el Día de los Muertos ha ido adquiriendo diferentes características, mezclándose muchas veces con tradiciones paganas y folclóricas de los distintos países a los que llegó la Fe Católica. Existen en el mundo tradiciones muy diferentes, como el pintoresco Día de Muertos típico de la cultura mexicana, que exige que las tumbas sean decoradas con flores y que sobre ellas se coloquen regalos, comida, juguetes, incluso alcohol, mientras que en cada casa se instala un altar de los muertos y se espera que los difuntos vengan a visitar a sus familiares supervivientes. Los últimos días de octubre y los primeros de noviembre siempre se han considerado propicios para los difuntos y por tanto destinados a celebraciones en su honor. Las razones de esta preferencia surgen de la creencia y mito popular, ya casi olvidado, de que el diluvio universal se desató en esta época del año.
Sin embargo, según los romanos de oriente, en Bizancio la conmemoración del difunto debía tener lugar entre finales de enero y principios de febrero, el sábado anterior al domingo sexagésimo, dos semanas antes del inicio de la Cuaresma, unos sesenta días antes de Pascua. San Agustín ya exhortaba a los fieles a orar por los difuntos no sólo con motivo del aniversario de su muerte, sino también en otros días dedicados. En 998, el abad San Odilón de Cluny, defensor de la reforma cluniacense en la cima de la orden benedictina, estableció, entre las diversas innovaciones, que después de las vísperas del 1 de noviembre las campanas de la abadía de Cluny debían sonar en honor a los difuntos. Al día siguiente celebró misa ofreciendo la Eucaristía “pro requie omnium defunctorum”, o por las almas de todos los difuntos. Desde entonces, el aniversario de los difuntos se fija el 2 de noviembre.
En Italia
Existen muchas tradiciones italianas vinculadas a la conmemoración de los muertos. En Sicilia la celebración de los muertos tiene su origen en los ritos precristianos y el culto a los Lares romanos, los espíritus protectores de los antepasados que velaban y protegían a la gens y la familia. En la noche de la víspera del día de muertos, los difuntos pasan por las casas de los familiares y dejan regalos a los niños y dulces típicos de difunto: fruta martorana, elaborada con pasta de almendras, muñecos de azúcar, galletas llamadas “huesos de difunto”. En la zona de la Puglia, como en México, se cree que en la víspera de Todos los Santos los difuntos regresan a visitar a familiares y amigos. Por eso se les deja la mesa puesta con pan, agua y vino. Y en algunas zonas se tallan calabazas, similar a la tradición de Halloween, y los niños reciben dulces y regalos que les dejan los familiares fallecidos en medias especialmente colgadas en la casa. La mesa puesta para los difuntos también se encuentra en determinadas zonas de Trentino, Piamonte y Valle de Aosta. En la provincia de Cremona sepreparan camas para los difuntos.
Incluso en algunas zonas de Lombardía existe la preocupación de que los muertos que regresan a sus casas puedan refrescarse y se les deja agua, mientras que en Friuli se les deja agua, pan y una vela encendida. En Toscana existe la tradición del “Ben d’i morti”: quienes han perdido a un familiar dan comida a los más necesitados. Los niños más pequeños llevan sfilza, un collar de castañas y manzanas hervidas. Pero antiguamente el bien de los muertos también era la mezcla de habas, castañas e higos secos que se regalaba a los niños que iban de puerta en puerta la noche del 1 de noviembre. Recordemos que los niños vestidos de fantasmas representan, hoy como entonces, las almas de los difuntos que piden regalos y buenos recuerdos. En Cerdeña los niños andan con la cara sucia de carbón pidiendo dulces y frutos secos y recitando la fórmula “Seus benius po is animeddas” (“vinimos por las almas”), ¿o “mi das fait po praxeri is animeddas?” (“¿Me darás algo para el bien de las almas?”)
En algunas regiones existe la tradición de ir al cementerio no sólo a llever crisantemos y rezar, sino también a comer, tal como se hace en México. En particular se comen las habas, que siempre han sido consideradas un alimento sagrado y por tanto muy adecuado para ceremonias funerarias y banquetes. También en Liguria se preparan habas secas, que junto con los balletti (castañas hervidas) se llaman bacilos. También hay muchos dulces con forma de haba, como los stinchetti dei morti en Umbría.
En el mundo.
Además de los hábitos y costumbres italianos, existen muchas tradiciones fascinantes para el Día de Muertos en todo el mundo. Además del ya mencionado Día de los Muertos mexicano, tan característico que fue incluido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, está el suntuoso carnaval creole de Nueva Orleans, la ciudad más embrujada de América, en virtud de su antigua tradición de brujería y vudú. En Irlanda todavía se siente mucho el Samhain celta, que se transformó en Halloween y se exportó de aquí a América. Se encienden grandes hogueras para ahuyentar la mala suerte y los malos espíritus, la gente se disfraza de monstruos, tallan calabazas (antes eran nabos) y honran a los muertos, pero también a los espíritus. También en Galicia, España, por ser región Celta, se celebra el Samhain y el día de los muertos está relacionado con esta celebración.
Acá abro un paréntesis, la celebración del Samhain común a todos los pueblos celtas es mucho más antigua que el cristianismo. Lamentablemente, se escucha en los días anteriores a cientos de sacerdotes católicos y pastores reformados insistir con vehemencia que es una “celebración satánica”. Sería muy interesante que, en lugar de condenar, se pusieran a estudiar un poquito y leyeran sobre los antiguos ritos celtas para estas fechas y su resignificación por el cristianismo. Fin del paréntesis.
Las celebraciones que se realizan en Oriente son muy diferentes, como el “Boon Para Wate” en Tailandia, entre junio y julio, donde durante tres días hay un desfile con antorchas encendidas, música y baile, pero también hay momentos de oración y meditación. En China, el Qingming, “Día de la limpieza de tumbas”, se celebra del 4 al 6 de abril cuando toda la familia se reúne para limpiar las tumbas de sus antepasados, consumiendo únicamente alimentos fríos porque está prohibido encender fuegos. En Guatemala se celebra a los santos y difuntos construyendo cometas gigantes, con el Festival de Barriletes Gigantes.
En Argentina, con los años, el tema de la celebración del día de difuntos fue cambiando. Hoy día poca gente concurre a los cementerios municipales, que mayoritariamente fueron saqueados y profanados, por desidia de muchos intendentes de los municipios. Aunque también en la ciudad de Buenos Aires el cementerio de la Chacarita corrió esa suerte de profanación y robo. En las provincias sí se mantiene esta tradición. Acá ocurría algo interesante, casi siempre había un cementerio para ricos y otro para pobres o, si la ciudad era pequeña, un sector para ricos y otro para pobres. Lo singular era como cada clase social recordaba a sus difuntos: mientras los ricos iban de riguroso negro, con grandes ramos de flores y encendían velas en sus bóvedas; los pobres iban vestidos de colores y había gran celebración, cantos y bailes. Dos concepciones diferentes, para unos la muerte era un luto y dolor por la separación; para otros se debía recordar a los difuntos festejando, dado que ya estaban “con Diosito en el cielo y nos volveríamos a encontrar para disfrutar y bailar por la eternidad”.
Hoy en día, el hecho de la cremación hace que los cementerios estén cada vez más deshabitados y olvidados. Como fuera, en esta fecha recordamos a los que nos precedieron. Pero también es una recordación de lo transitorio de la vida y que nosotros, en algún momento, ocuparemos un lugar en ese sitio.