A mediados de junio de este año, las temperaturas en la ciudad de Buenos Aires tocaban las marcas térmicas más bajas de los últimos años. Esas noches, la ola de frío causó la muerte de 4 personas que vivían en situación de calle. Eso no fue todo, en cercanías de las vías del tren en La Boca, una perra embarazada era abandonada a su suerte: la ataron a un poste para que ella y sus cachorros no llegaran a ver la luz del día.
Su llanto alertó a un joven, que se guarecía del invierno debajo de unas pocas chapas a metros de donde yacía la perra, la escuchó y fue a su rescate. No pensó en su propio hambre, le dio cobijo y le ofreció un poco de la poca comida que tenía.
El primer rescate
A las pocas horas, Luna, como después fue nombrada, tuvo ocho cachorros. No habían pasado más que unos pocos días cuando, durante una caminata nocturna, la perra deambulaba cerca de su salvador en búsqueda de algo para comer. Fue cuando se toparon con Sofía Egaña, una vecina de La Boca que sacaba a caminar a su perra.
“Vi a una perra que hurgaba por todos lados. Cuando pasó cerca de la mía le gruñó, eso llamó mi atención porque me pareció muy territorial. Apenas me acerqué noté que hacía muy poco tiempo había parido. No tenía collar, no había nadie con ella... A unos metros, vi a un chico que parecía caminar con otro perro con collar, y le pregunté si la perra era de él. Responde que no, relata cómo la encontró atada y dijo que él estaba cuidando de ella y sus cachorros”, revive Sofía con dolor. Nunca supo si la habían abandonado o si había estado siempre en la calle y alguien había decidido atarla a u poste.
Aunque Sofía no supo en ese momento cómo ayudar, entendió que debía involucrarse. “Le dije que podía compartirle algunas cuentas de Instagram para que él pudiera difundir la información. Me dijo que no podía hacerlo porque no sabía leer ni escribir. Se me hizo un nudo en la garganta”.
Consternada, indagó por el lugar donde estaban la perra con sus cachorros y cuántos había parido. Me dice: ‘¡Están allá!’ y señala una casita hecha con chapas y cartones, cerca de las vías del tren”, relata con angustia.
La joven proteccionista, le pidió acercarse para hacer algunas fotos y difundirlas en las redes, a fin de pedir ayuda; quizás alguien se ofrecía a transitar a madre e hijos hasta el momento de encontrarles una familia a los cachorros. Sofía comenzó a hacer las imágenes y contó siete recién nacidos.
Estaba preocupada: “La zona no era ideal para que estuviesen los perritos y supuse que no iban a sobrevivir mucho tiempo allí. ¡Estaba haciendo muchísimo frío! Y los alrededores no eran una zona muy limpia”.
Al regresar a su casa comenzó a difundir la información. “Le pregunté a varias organizaciones de rescates si me podían dar una mano. Armé un flyer con las fotos que tenía aunque no se entendían mucho, pero era lo que tenía. No logré nada, sobre todo porque pedía lugar para todos. En el mientras tanto, recordé que estaba la organización Compromiso Inflamable, que asiste a personas vulnerables que tienen perros, que los ayudan. Hacía un tiempo había donado ropa para las ferias americanas que organizan y me quedó el contacto de Malala Fontán, la activista que es parte de toda esa ayuda, y le conté la situación en busca de ayuda”, relata.
Entendiendo que los rescatistas, refugios y organizaciones están colapsadas, aceptó la sugerencia que escuchaba mientras mantenía una conversación con la activista. “Me comenta que me podían dar una mano con todo lo que necesitaran si yo les daba alojamiento durante un tiempo. El tema era que tenía a mi propia perra (esa con la que la mamá perra ya había tenido un roce) y que yo vivo en un monoambiente donde no tenía mucho espacio como para albergarlos. Ni hablar de mi situación económica, pero lo tomé como una alternativa posible. Mientras seguí buscando tránsito para ellos”, recuerda.
En ese ínterin, Sofía no tuvo éxito. “El frío era tremendo. Era la primera semana julio y el lugar donde vivía no era el adecuado para el chico, no era adecuado para esos cachorros... Cada vez que visitaba al chico, le llevaba cosas para comer a él y a las personas que estaba con él. Hablábamos y me contaban sus historias”, revive.
El segundo rescate
Dándose por vencida ante la falta de ayuda que requería en sus redes, Sofía tomó una decisión. “Era traerlos conmigo o dejar que los cachorros empezaran a morir. Coordinamos una fecha para poder llevarme a todos los perros. Luego hablé con Compromiso Inflamable, que me enviaron varios insumos para ayudarme con los perritos, porque no tenían comida, no tenían platitos nada, no tenían nada... Además, me dieron toda la información necesaria para poder cuidar de cachorros tan pequeños”.
“Me los traje a mi casa. Yo ya había armado todo para recibirlos: dividí en dos mi pequeña cocina para que ellos pudieran dormir en un lugar cálido”.
Pero, antes de irse notó que no estaban todos. “¡Había seis! Les insistí porque temía que se murieran sin la mamá. Y me dijeron que uno de ellos había muerto poco después de nacer y el otro estaba desaparecido. Me resigné y me dediqué a cuidar a los demás. Por suerte, no hubo mayor confrontación entre las dos perras aunque sí hubo momentos de caos. Y en medio de todo, yo hacía todo lo que desde Compromiso Inflamable me aconsejaban para que comenzaran a crecer sanos”.
El perrito del milagro
Dos noches después de que los recibió en la casa, golpearon a su puerta. “Ya era tarde, así que me sorprendí. Eran dos vecinas. A una de ellas las había conocido recientemente; se había enterado de que yo iba a llevarme los cachorros. Cuando la miro bien, me muestra a otro cachorro”.
Sofía se sorprendió. “Me dijeron que lo habían encontrado llorando, gimiendo, en las vías del tren. Estaba solo, sin rumbo, y asumieron que era otro cachorro de esta camada”, dice quebrada. Con apenas un mes, Hitachi (como luego lo nombraron) luchó por su vida.
Una de esas mujeres regresó a la casa de Sofía con una bolsa de alimentos para cachorros. “Es imposible imaginar lo que habrá vivido. No sé cuánto tiempo estuvo solo, pero era muy pequeño y pese al frío, la soledad, el estar sin amamantarse, ¡sobrevivió y pudo pedir ayuda!”.
Hitachi se adaptó bastante rápido a la situación. “Imagino que en los días solo hasta llegó a impregnarse de otros olores. Todo ese tiempo para él debió haber sido una situación muy traumática: haberse perdido tan chiquito. Estaba todo muy oscuro. Realmente fue mucha la suerte que tuvimos porque entre los miles de vecinos que tengo en estos edificios, lo encontró justo una mujer que estaba siguiendo el caso por las redes y que sabía donde vivía”.
De esa noche, pasaron casi cuatro meses. Ahora, Hitachi busca una familia. “Es el único de los siete que no fue adoptado. No entendemos por qué. Es muy amoroso, muy cariñoso y muy juguetón. Le gusta mucho estar con otros animales, le gustan las personas, grandes y chicos. Cada vez que paseamos se acerca a saludar a todo el mundo. Busca para jugar a los demás perritos cuando lo llevo al parque. Es muy inteligente. También sabe esperar su turno para comer; sabe sentarse cuando se le indica y está aprendiendo a no hacer pis dentro de la casa. Ya tiene todas sus vacunas. Está muy saludable y creo que sería ideal para ser miembro de una familia grande, pero también para una persona sola. Él ya demostró que se adapta. Ya luchó por sobrevivir. ¡Ahora merece ser feliz!”, finaliza la rescatista que aún lo tiene en tránsito mientras llega el hogar definitivo.
*Las personas interesadas en adoptar a Hitachi (que está vacunado y desparasitado) deben escribir un mensaje directo a compromisoinflamable