Juan Carlos ya no asiente a todo lo que le preguntan. Tiene 37 años, Síndrome de Down y desde que es el encargado de hacer las pizzas del Restobar Sosneado siente que es otra persona, autónoma y con poder para decidir por sí mismo qué hacer y qué no.
“De golpe, siento que tengo otro hijo”, asegura orgullosa Elvia Mella, madre de Juan Carlos y presidenta de la Cooperativa de Trabajo Carlos Paz/Bar Sosneado, que cuenta que allí no se le ofrece trabajo nada más. “Ellos son los dueños del lugar, porque la cooperativa que abrió y es responsable del bar está integrada por ellos, que son ocho. Y dos miembros que no tenemos discapacidades”.
El equipo también se prepara para el desafío de la temporada de verano: sumarán nuevos integrantes, a quienes les ensañarán los secretos de su trabajo. Así, el bar estará abierto de corrido esperando a sus clientes desde la hora del desayuno hasta la cena.
El sueño hecho realidad
En septiembre de 2021, post pandemia, la cooperativa se formó por videollamada. Lentamente, comenzaron a buscar un espacio para trabajar con los chicos, y que ellos tengan algo para hacer.
“Pedimos un lugar para hacer esto en los medios locales y el cantante Rubén Pavón nos contactó para ofrecernos un restobar que había cerrado por la pandemia, y que estaba armado con todo. Los padres no sabíamos nada de cómo administrar ni hacer funcionar un bar, pero no quisimos dejar de lado tremenda oportunidad. En la cooperativa quedamos diez socios: dos personas sin discapacidad y ochos con distintas discapacidades mentales. Durante todo 2022 nos capacitamos con comerciantes del rubro que explicaron todo lo que debíamos saber, desde cero. Esa capacitación duró entre tres y cuatro meses”, detalla.
Luego llegó un técnico de gastronomía para enseñarles cómo es la atención al cliente hasta cómo hacer un tostado y usar la máquina de café. “Buscamos a los mejores profesionales para que los sigan capacitando. Abrimos en octubre el 2022 sin saber hasta dónde iban a llegar los chicos, pero estábamos entusiasmados porque después de la inauguración empezó a venir gente que nos animó mucho... Bueno, los chicos tienen más de 30 años, en realidad, pero nunca habían tenido este tipo de oportunidades”, resume el primer tramo del camino.
Lo extraordinario es que había chicos que no sabían leer ni escribir, y que pese a eso lograron hacer el trabajo. “Solo dos de ellos saben escribir, otro aprendió hace seis meses y está practicando aún porque pasó toda la vida sin escribir y ahora está motivado para poder expresarse con los clientes, para saber cobrarles. Nosotros les aportamos todo lo que necesitaban para que pudieran cumplieran este sueño”, asegura emocionada. A eso sumaron otra experiencia: cobrar su propio dinero y hacer con él lo que quieren.
Aunque les fue bien en cuanto aprendizaje y experiencia, los números no acompañaron por la ubicación del lugar. Debieron buscar un nuevo espacio.
“Nos mudamos al centro de Carlos Paz, donde el bar tiene mucha más visibilidad. El lugar es precioso. Está armado con todos los elementos nuestros y lo mejor es que los chicos hoy pueden decir que son dueños de un bar”, destaca con orgullo.
Sosneado
Sosneado significa sol naciente. Ese es el nombre del restobar inaugurado el 16 de octubre. Acorde a la ocasión,, no se guardaron nada. Hubo globos de colores, guirnaldas con luces y mesas atiborradas de pastafrolas, waffles, budines, cupcakes, sandwichitos de miga. Las risas se mezclaron con la emoción que generó en la comunidad de Villa Carlos Paz la apertura de la primera cafetería inclusiva de Córdoba, gestionada por una cooperativa de trabajo integrada por personas con discapacidad.
Quienes desde día llegan a Bernardo D’Elia 96, en la costanera de la ciudad famosa por el Reloj Cucú, encuentran un menú que ofrece opciones de desayuno y de merienda, además de pizzas y sándwiches de elaboración casera. Todo está elaborado por sus propios dueños.
“Este emprendimiento es uno de los 110 proyectos que cuentan con apoyo económico del Programa Provincial de Promoción de Derechos de las Personas con Discapacidad y sus Organizaciones creado por el Ministerio de Desarrollo Humano para fortalecer proyectos de fundaciones e instituciones comunitarias que promueven la inclusión, la autonomía, la participación y la capacitación de las personas con discapacidad, contribuyendo así a mejorar su calidad de vida”, cuenta Elvia.
La mujer, que todos los días está con ellos estando y atenta a lo que necesitan, pero sin quitarles espacio, dice emocionada: “Los chicos se van capitalizando, trabajando. Ya se han capacitado mucho y se siguen organizando con mucha paciencia para poder brindar un buen servicio a sus clientes. Como nos gusta decir: ¡No sólo vendemos café! ¡Estamos intentando cambiarle la vida a estas personas!”. Ella es testigo directa del significado de este proyecto en las vidas de sus trabajadores.
Mirando a su lado, Elvia ve a Juan Carlos, su hijo, y al verlo feliz, decidiendo sus pasos, soñando le es imposible no volver la vista atrás. “Lo llevé a los mejores colegios y no lo veía feliz. Le compraba la ropa, le preguntaba si le gustaba y me decía que si... pero yo sabía que lo decía por decir porque no participaba de nada y hacía todo lo que le decía. Pero ahora dice que no, ahora se te planta, me enfrenta o discute... Y eso no lo hacía. Tiene en claro qué quiere y qué no. ¡Cobró autonomía! Todos los días planifica qué hacer o comprar con las propinas, por ejemplo”, relata con la voz entrecortada por la emoción.
Esa mezcla de sensaciones se deben a que cuando comenzó el momento de escolarizarlo, treinta años atrás, no encontraba donde llevarlo. “Nosotros somos de Río Negro, luego vinimos a Córdoba. Cuando él era chico ni siquiera había una fonoaudióloga, ni una psicopedagoga para atenderlo. Yo era maestra jardinera recién recibida y me lo llevé al jardín donde trabajaba y lo aceptaron porque era mi hijo, entonces no había una ley que me respaldara. Pero pensá que lo ‘normal´ en ese tiempo, y lo que me decían que hiciera, era internarlo en lo que llamaban ‘cotolengo’ o encerrarlo en la casa para que no lo vieran los vecinos, porque nosotros nos quedamos sin amigos... No sé si pensaban que era contagioso (el Síndrome Down)... Es lamentable, pero nos pasó”, lamenta.
Todos esos años de lucha como madre para que su hijo viviera con absoluta dignidad la logró y hoy, orgullosa, lo mira crecer junto a sus compañeros de trabajo y amigos. “Él aprendió a leer y busca superarse cada día. Y cuando dice que no, es no. Saber que pone límites me hace feliz”, finaliza.
*Quienes deseen visitarlos, el horario de atención es de 8:30 a 13:00 y de 16:00 a 21:00. Sábados y domingos, por la tarde, en la esquina de Arruabarrena y Costanera Oeste (al lado de Zebra). Pueden seguirlos en la cuenta de Instagram/coopdetrabajogenerandosonrisas/