Ecuador está dividido en cuatro regiones: la costa, la sierra, la parte de la Amazonía ecuatoriana y las Islas Galápagos. Precisamente hacia este rincón aislado de nuestro planeta nos dirigimos. Tomamos un vuelo desde la zona continental del país sudamericano. Las Galápagos en total son cerca de doscientas islas, aunque algunas no son más que peñascos con pocos metros cuadrados de superficie. Otras, sin embargo, tienen varios kilómetros cuadrados de extensión, como Santa Cruz, Isabela, o La Española.
Más allá de que tiene algunos poblados, como Puerto Ayoras, la capital, con unos veinte mil habitantes, Baltra o Puerto Baquerizo Moreno, no es mucho lo que tienen para ofrecer. El atractivo está en cada una de las islas, que ofrecen algo en particular. En muchos de estos territorios hay especies endémicas, es decir que existen sólo ahí. Por eso, es muy atractivo el encuentro con ese tipo de especies. Está la opción de ir y venir en el día desde los centros urbanos o recorrerlas en crucero, con un contacto íntimo y muy cercano con las características de cada lugar,, a un precio más elevado.
De crucero por las Islas Galápagos
Optamos por la opción del crucero. El objetivo era tener esa relación directa con la fauna del lugar. Partimos desde Baltra al atardecer, navegamos durante la noche hasta anclar cerca de la costa en la isla de Santa Fe, en coincidencia con la aparición del sol detrás del horizonte del Pacífico. Desayuno rápido y me voy a la cubierta a filmar. Aproveché la calma de la mañana y de unas muy buenas vistas de la costa. Dos sorpresas de bienvenida: por estribor veo en el agua un cuerpo con la forma de una gran pelota moviéndose con la corriente; se acerca a la embarcación y puedo distinguir que son un grupo de tortugas marinas, todas enredadas que forman una esfera de más de un metro de diámetro. Instantes después, lo que llama mi atención es la aleta de un tiburón, un ejemplar de unos tres o cuatro metros, merodeando por alrededor nuestro, a pocos metros del lugar en el cual en unos minutos vamos a bajar a bucear.
Después de este prólogo, tomamos nuestro snorkel, las patas de rana y nos subimos a un bote más chico que nos transporta en contra de la corriente, de manera de que nos fuera más fácil nadar otra vez hacia el barco. Estamos en el agua casi una hora y en nuestra estadía podemos ver muchas cosas. La recepción está a cargo de una especie que es muy habitual, aunque no está en todas las islas: la tortuga marina. Son animales muy torpes fuera del agua, pero muy adaptados a vivir en el Pacífico.
El único momento en el que salen a tierra firme, es cuando las hembras poner los huevos fecundados. Pueden llegar a hacerlo hasta unas diez veces en su vida, y cada vez depositan cerca de cien. Salen del agua, muy lentas y se alejan de la costa hasta encontrar un lugar protegido de la marea, luego retornan al mar. Una curiosidad; el sexo del recién nacido lo determina la temperatura que rodea al huevo. Si la arena está más fresca predominarán los machos, caso contrario las hembras. Después de unos dos meses de incubación, las crías salen del pozo, y en conjunto, generalmente de noche, se dirigen al agua. Muchas veces son víctimas de predadores, como cangrejos, aves u otros animales. Son muy pocas las que sobreviven, y es ahí donde uno entiende a la naturaleza en el hecho de que pongan tantos huevos. Además cuentan con otra herramienta para asegurar su presencia: una tortuga marina puede llegar a vivir más de 150 años.
El encuentro con las tortugas
Ya buceando, cruzamos algunas. Mi encuentro con una en particular es increíble, porque la veo venir hacia mí a gran velocidad y a un metro de distancia, dobla a noventa grados y sube a la superficie a respirar.
Por supuesto que hay otros animales en el mar, Muchos peces, aunque no pudimos apreciar tanto sus colores, porque es un día relativamente gris, por las nubes que tapizan el cielo, lo que hace que el fondo marino sea un poco más opaco. La aleta que vi minutos atrás se materializa por duplicado cuando un par de tiburones pasan por delante mío, ignorando mi presencia, y cumpliendo con la promesa que nos habían hecho en cubierta de que no son agresivos en absoluto. Les creo, pero no dejo de sentirme un poco intimidado y a la vez maravillado de su silueta aerodinámica.
Otro animal que es increíble también en el contraste que muestra en su torpeza en la tierra y su agilidad en el agua es el león marino, en particular el de las Galápagos, es otra especie endémica. Los cruzamos mientras buceamos y también en otras islas en donde nos bañamos en playas de arena blanca. Parecen volar en el agua, y en cierta manera da la sensación de divertirse con nuestra torpeza.
Iguanas marinas y terrestres, aves de todo tipo, tiernas tortugas terrestres de dimensiones extra large, la presencia de la fauna en las Islas Encantadas no deja de maravillarnos y sorprendernos. Cada isla es un capítulo nuevo que nos recuerda la sorpresa de un Darwin que las visitó hace casi dos siglos.
En Galápagos uno no puede acercarse a menos de dos metros de los animales, pero esto no es ningún impedimento para estar en contacto con ellos. Son los animales los que se encargan de llegar hasta nosotros.