Fue un acto formal que cerró una etapa que llevaba años de negociaciones. Fue la antesala de la firma que se realizó en noviembre de 1984 ante el Sumo Pontífice de entonces, Juan Pablo II quien con su mediación había contribuido a que Argentina y Chile sellaran en paz el conflicto limítrofe que mantenían por el canal de Beagle. El cardenal Antonio Samoré había comenzado a negociar con las dictaduras de Jorge Videla y Augusto Pinochet para alcanzar un acuerdo que evitara la guerra, hecho que había estado cerca, muy cerca allá por 1978.
En diciembre de 1978 las tropas de ambos países estuvieron a punto de enfrentarse. Para ese entonces el papa Juan Pablo II llevaba meses en el trono de San Pedro y entonces decidió interceder. El Papa polaco convocó a los embajadores argentino y chileno ante el Vaticano a un cónclave del Sacro Colegio Cardenalicio de Roma para que escucharan de primera mano su preocupación. “Es motivo de profundo dolor y de íntima preocupación el enfrentamiento entre la Argentina y Chile que se ha ido agudizando en este último período, a pesar de las vibrantes invocaciones a la paz formuladas por los Episcopados de los dos países”, les dijo Juan Pablo II.
La intervención de Juan Pablo II no fue casual. Como afirma la politóloga e investigadora de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, Polonia, Magdalena Lisińska, “el proceso militar argentino, al haber basado su línea de gobierno sobre los valores cristianos, y por su estrecha relación con la Iglesia, se hizo eco del comunicado que Juan Pablo II envió a la Junta y a Pinochet, para intervenir y proponer el diálogo”.
Las dictaduras de Argentina y Chile tenían actividades coordinadas para la represión interna, tal como lo demostró la existencia del Plan Cóndor, pero eran enemigas respecto al diferendo por el Beagle. Las diferencias se habían extendido en el tiempo por más de un siglo, desde el tratado de límites sobre la región austral firmado en 1881, pero que los dos países interpretaban de forma distinta. Geográficamente, el territorio en conflicto estaba en el Canal de Beagle y se centraba en la posesión de las islas Picton, Lenox y Nueva, un territorio relativamente pequeño pero de gran importancia estratégica, porque ponía en juego la proyección chilena y la soberanía argentina sobre el Atlántico y la Antártida.
Los diferentes gobiernos de los dos países habían intentado buscar una solución política al conflicto, pero en 1971 el presidente chileno Salvador Allende y el dictador argentino Alejandro Lanusse, acordaron someter esas diferencias de interpretación del tratado a la decisión de un tribunal arbitral integrado por juristas de cinco países -Estados Unidos, Francia, Nigeria, Reino Unido y Suecia- con la presidencia de la reina británica Isabel II.
El fallo se conoció en 1977 y fue favorable a Chile. El gobierno de facto de Videla & Cía, no lo aceptó. Hubo reuniones públicas y secretas entre las dictaduras para buscar una solución pacífica. La situación escaló -con una pausa determinada por el Mundial 1978- hasta que la guerra estuvo a un paso. Aquel plan de la dictadura argentina que implicaba invadir los territorios en disputa se llamó Operación Soberanía. Allí llegó la intermediación papal de la mano del cardenal Antonio Samoré quien acercó a las partes. No fue una tarea simple. En 1979 se firmó un acuerdo en Montevideo para evitar el conflicto armado pero no se llegaba a una solución definitiva de la cuestión de fondo. La Guerra de Malvinas hizo que la dictadura argentina se desentendiera por un momento del conflicto con Chile. Luego llegó la caída del régimen militar argentino y el regreso a la democracia.
La resolución del conflicto limítrofe por el canal de Beagle había sido una promesa de campaña de Raúl Alfonsín, quien asumió la presidencia argentina en diciembre de 1983. Para el nuevo gobierno esa era una prioridad entre las cuestiones geopolíticas pendientes que la flamante democracia había heredado de la dictadura. Debía ser resuelto, había que darle un cierre.
Alfonsín y su Canciller, Dante Caputo decidieron que el académico Marcelo Delpech, se desempeñara como Jefe de la Delegación Argentina en la Mediación Papal, desarrollada en la etapa final del intento por resolver el conflicto del Beagle. El diplomático argentino, a comienzos de 1984, se encontraba ejerciendo su cargo en la Representación Argentina ante los Organismos de las Naciones Unidas en Ginebra, fue allí que recibió la convocatoria por cable cifrado. Delpech fue elegido entre los funcionarios del palacio San Martín, por su especialización jurídica, puesto que conformaba el equipo de abogados de la Cancillería y resultaba, en este caso específico, un entendido en la materia. Bajo su mando, se encontraban -además- los ministros Susana Ruíz Cerruti, Luís María Riqueri y el embajador Enrique Candiotti.
Las negociaciones llegaron a buen puerto a punto tal de que los diarios italianos anticiparon la firma de lo que se conoció como el Acta de Consolidación. A comienzos de octubre de ‘84, medios como La Repubblica titularon que la Argentina y Chile habían llegado finalmente a un “pieno accordo”, para la solución del conflicto territorial del Canal de Beagle. El texto, decorado de protocolo e invocando a Dios, planteaba que la soberanía reclamada pertenecía a Chile. Se respetaba así el Tratado de 1881.
El 18 de octubre de 1984, hace 40 años, Marcelo Delpech por Argentina y el militar y diplomático chileno, Ernesto Videla, se encontraron en el Vaticano con la intención ponerle punto final a las arduas negociaciones que habían comenzado en 1978. Ellos, delante del cardenal Agostino Casaroli, entonces Secretario de Estado de la Santa Sede, procedieron a la firma del Acta de Consolidación que sentaba las bases del Tratado de Paz entre los dos países hermanos. Ese documento en síntesis, reconoció la soberanía chilena sobre las islas Picton, Nueva y Lennox, y respetó el pedido argentino sobre el bioceanismo: es decir las tres islas chilenas contarían solo con 12 millas náuticas de mar contiguo y no con 200 como se reclamaba. Luego de las 12 millas náuticas comienzan las aguas argentinas.
Los términos del acuerdo con Chile fueron sometidos a una consulta popular no vinculante en la Argentina. Alfonsín y su partido político, la Unión Cívica Radical (UCR) militaron el voto por el Sí. Lo acompañaron otros sectores. Por aquel entonces recordado debate televisivo entre el Canciller Caputo y el senador peronista Vicente Leónidas Saadi, presidente del bloque del Justicialismo de la cámara Alta. En medio de las “nubes de Úbeda” Saadi se expresó por el No al acuerdo, en tanto Caputo argumentó en favor de la postura del oficialismo. El 25 de noviembre de 1984 se realizó la consulta y el Sí obtuvo más del 82% de los votos. El 29 de noviembre en el Vaticano finalmente se firmó el acuerdo. Pero esa es otra historia.