Hoy, 12 de octubre, no solo recordamos la llegada de Colón a América, sino que también es el día patrio de España y la celebración de la Virgen del Pilar. Para sorpresa de muchos que leen esta nota, la patrona de España no es la Virgen del Pilar, como erróneamente se cree, sino la Inmaculada Concepción. Por eso los reyes de España poseen una banda celeste y blanca, signo que la corona española sostuvo desde tiempo inmemorial que María había sido concebida sin pecado en el vientre de su madre Ana. De ahí proviene la elección de Belgrano de esos colores para nuestra bandera. Serían los del manto de la Virgen.
La historia de la Virgen del Pilar se remonta, según la tradición cristiana, al año 40 d.C. Se dice que la Virgen María, aún viva en Jerusalén, se apareció en carne mortal al apóstol Santiago el Mayor a orillas del río Ebro, en Zaragoza, ciudad fundada en el año 14 a.C. Según la leyenda, María dejó una columna de jaspe, conocida como “el Pilar”, como símbolo de su presencia y apoyo. Esta aparición es considerada una de las primeras manifestaciones marianas de la historia y ha sido fundamental en la fe cristiana en España.
No existen pruebas arqueológicas o históricas que corroboren esta aparición pero la devoción a la Virgen del Pilar se consolidó con el tiempo mediante relatos de la época. La primera mención documentada de un templo dedicado a Santa María en Zaragoza data del siglo IX, cuando se atestigua la existencia de una iglesia mozárabe en el mismo lugar donde hoy se encuentra la basílica. Esa iglesia primitiva fue un importante centro de culto para los cristianos de la región, especialmente durante la dominación musulmana.
Tras la conquista de Zaragoza por el rey Alfonso I de Aragón en 1118, el templo fue reconstruido en estilo románico. En el siglo XIII fue reemplazado por una nueva construcción en estilo gótico-mudéjar, que incluía un lujoso coro y un retablo del altar mayor encargado a Damián Forment. Esta iglesia gótica se convirtió en un destacado centro de peregrinación, atrayendo a fieles de toda España y de otros lugares.
A finales del siglo XVII, se planteó la necesidad de erigir una nueva basílica de grandes proporciones. El proyecto, iniciado por los arquitectos José Felipe de Busiñac y Felipe Sánchez, y revisado por Francisco de Herrera el Mozo, comenzó en 1681. Más adelante, en 1750, Ventura Rodríguez introdujo cambios que acercaron el diseño al gusto neoclásico. La construcción de la basílica barroca fue un esfuerzo monumental que involucró a algunos de los mejores arquitectos y artistas de la época. Una de las obras maestras de Ventura Rodríguez fue la creación de una nueva capilla para la Virgen, consistente en un templete de gran suntuosidad que combina elementos barrocos, rococó y neoclásicos. Esta capilla se convirtió en el corazón espiritual de la basílica y comenzó a atraer a miles de peregrinos cada año. La capilla de la Virgen es un espacio de gran belleza y serenidad, decorado con mármoles y dorados que reflejan la luz de las velas, que crean una atmósfera de devoción y recogimiento.
El Pilar ha jugado un papel crucial en la historia de España. Durante la Guerra de Independencia contra Napoleón, fue visto como un símbolo de resistencia y esperanza. Los zaragozanos se encomendaron a la Virgen durante los sitios de Zaragoza, y su imagen fue llevada en procesión por las calles de la ciudad como un acto de fe y desafío.
En el siglo XX, la basílica sufrió varios daños durante la Guerra Civil Española, pero fue restaurada y continúa siendo un importante centro de devoción y turismo. La basílica no es solo un lugar de culto, sino también un símbolo de identidad para los zaragozanos y un monumento de gran valor histórico y artístico. La restauración fue un proyecto complejo que involucró a expertos en conservación y restauración de toda España. Esta advocación ha tenido un impacto significativo en la cultura popular española. Su imagen ha sido representada en numerosas obras de arte, desde pinturas y esculturas hasta música y literatura. La devoción a la Virgen ha inspirado a generaciones de artistas y escritores, quienes han encontrado en su figura una fuente de inspiración y consuelo.
Cada año, el 12 de octubre, Zaragoza celebra las fiestas patronales, una de las festividades más importantes de la ciudad. Durante estas fiestas, miles de personas participan en la Ofrenda de Flores a la Virgen, una tradición relativamente reciente. Se trata de un evento colorido y emotivo, en el que los participantes, vestidos con trajes tradicionales, llevan flores a la Virgen en señal de devoción y gratitud. La primera Ofrenda de Flores oficial se realizó en 1958, promovida por el alcalde de Zaragoza, Luis Gómez Laguna, quien se inspiró en una tradición similar en Valencia en honor a la Virgen de los Desamparados. En esa primera ofrenda, la imagen de la Virgen fue colocada frente a la fachada de la basílica, y unas 2000 personas llevaron claveles que el propio ayuntamiento había adquirido.
Desde entonces, la Ofrenda de Flores ha crecido de manera espectacular. En sus primeros años, la ceremonia duraba solo unas pocas horas y contaba con la participación de miles de personas. Hoy en día, es un evento que dura todo el día y atrae a decenas de miles de fieles de todo el mundo. Los oferentes, vestidos con trajes tradicionales de diversas regiones, desfilan por las calles de Zaragoza hasta llegar a la Plaza del Pilar, donde depositan sus flores a los pies de la Virgen. En la actualidad, la Ofrenda de Flores es uno de los actos centrales de estas fiestas y ha sido declarada celebración de Interés Turístico Nacional. Cada año se utilizan millones de flores para crear un manto floral que cubre la estructura donde se coloca la imagen de la Virgen. Este manto puede llegar a medir más de 15 metros de alto y 18 metros de ancho.
La Basílica del Pilar es uno de los principales destinos de peregrinación en España. Cada año, miles de creyentes de todo el mundo visitan la basílica para rendir homenaje a la Virgen del Pilar y pedir su intercesión. La peregrinación al Pilar es una experiencia espiritual profunda, que permite a los fieles conectar con su fe y encontrar consuelo en la presencia de la Virgen.
El milagro de Calanda
Un evento destacado que acompaña esta devoción es el llamado “milagro de Calanda”. Este hecho, considerado milagroso por la Iglesia Católica, ocurrió en 1640 en Calanda, un pueblo de la provincia de Teruel, en Aragón. La historia narra que Miguel Pellicer, un joven de 19 años, sufrió un grave accidente mientras trabajaba en una viña. Le amputaron una pierna y, a pesar de los cuidados, se encontraba en estado crítico. Según el relato, Miguel pidió que le llevaran un relicario con una imagen de la Virgen del Pilar, patrona de Zaragoza, y la colocó sobre su herida. Inmediatamente, la pierna comenzó a regenerarse, y en pocos días, estaba completamente curado.
El milagro fue investigado y aprobado por la Iglesia Católica en 1641, y desde entonces, la Virgen del Pilar es venerada como protectora de los enfermos y los inválidos. El Milagro de Calanda es considerado uno de los más importantes en la historia de la Iglesia Católica en España.
Según estudios de María del Carmen Lacarra, historiadora del arte y catedrática de Historia del Arte Antiguo y Medieval en la Universidad de Zaragoza, la imagen que se conserva de la Virgen del Pilar es una efigie de madera, monóxila, en bulto redondo, de 36 cm de altura, labrada según los cánones de la mejor escultura gótica europea de la primera mitad del siglo XV, por Juan de la Huerta. Representa a María como Reina y Madre, coronada, con regio vestido gótico de gran recato, abotonado desde la cintura y con cuello alzado. Es una larga vestidura ceñida por un cinturón con hebilla, abrochado en su lugar natural. Por debajo del vestido, asoma discretamente el final puntiagudo del calzado de sus pies, el derecho más visible que el izquierdo, algo retraído. Una gran pieza de paño, que sirve a la vez de capa y tocado, envuelve casi por completo a la Virgen y deja ver parte de su cabello suavemente ondulado. La mano derecha sostiene un amplio pliegue de este ropaje que, extendido desde el costado izquierdo, cubre todo su abdomen en un primer plegamiento, y la parte alta de su pierna derecha y casi toda la izquierda, en otro interior. El Niño, a quien la Madre mira desde atrás, reposa sentado sobre la mano izquierda y la cadera materna, sostenido por el brazo de María. Aparece desnudo y despreocupado, en posición casi frontal, con las piernas cruzadas y el talón izquierdo sobre la pierna derecha. Sostiene por debajo de las alas abiertas el cuerpo de un avecilla, quizás una paloma simbólica de la divinidad o del alma humana. El Niño extiende el brazo derecho, que cruza el pecho de su Madre, para asir el borde del manto. Las partes visibles del cuerpo de María (rostro, cabello y manos) y del Niño estuvieron originalmente pigmentadas con una entonación naturalista.
La pequeña escultura está coronada con una corona imperial y en el centro de la misma, con una aureola de brillantes. A sus pies, rodeando el pilar, viste uno de los muchos mantos ofrecidos por los fieles. Los días 2, 12 y 20 de cada mes, la imagen aparece sobre la columna de jaspe, de 1,70 m de altura y un diámetro de 24 cm, forrada en bronce y luego en plata. En esos días se conmemoran la Fiesta de la Venida de la Virgen (2 de enero), la Fiesta del Pilar (12 de octubre) y la Coronación Canónica (20 de mayo de 1905). El resto del año, el pilar permanece cubierto con un manto donado por los fieles.